CAPÍTULO 25:
Llegamos a casa y mamá está hecha una furia, diciendo que me quería aquí a la 12:55 cunado mucho y son las 01:10 (sí, ya sé, debo arreglar la situación). Para colmo Daniel no puede sacarse el casco si no quiere recibir además una bofetada de mi madre por haber sido golpeado frente a su querida hija...sip, su lógica es completamente extraña.
Si papá hubiese estado aquí probablemente diría "Nena, sabes que estoy de acuerdo con el amor no convencional, pero el sadomasoquismo es demasiado." Ya que, como el destino ha puesto a mamá en esto, no tengo más que enfrentar lo que me toca.
–Mamá, perdón. Fue mi culpa–hablo lo más ilusionada que puedo, como las chicas de las revistas de adolescentes que Ann tiene apiladas en su cuarto, esas que están sonriendo a lo loco pegadas a un tipo con parálisis facial, sí...y eso es el ideal del ser humano, cada vez mejor–es que se me antojó comer pizza y buscamos algún lugar que estuviese abierto a esta hora–. Sonrío de costado esperando a que me crea, pero Kevin se cubrió la cara con ambas manos y puedo sentir la desesperación de Daniel a través del casco, wow, ¿por qué tengo la inexplicable sensación de que soy pésima mintiendo?
–Disculpe señora Teckel. – Teckel, ese es el apellido de mamá, como los perros salchicha. Puedo decir que no le favorece, pero Juliet Bronson Teckel no suena nada mal (hasta me doy el lujo de sonar como cantante famosa de rap: JBT...bueno no, NOTA MENTAL: No jugar con tu nombre. Daniel se atrevió a retirar algo el cristal de su casco, lo suficiente como para que vea sus ojos, pero nada de golpes o hemorragias (aunque está peligrosamente cerca de hacerlo) –No pude conseguir la pizza, pero si me deja compensarlo la traeré aquí mañana.
Mamá lo machaca con la mirada, me la imagino usando un mazo una y otra vez hasta dejarlo hecho puré para luego meterlo en una sartén y hacerlo hamburguesa. Ok, ¿hamburguesa?...debo tener hambre, o estar loca, cualquiera de las dos.
Decido que lo mejor es hacer una de mis grandiosas y salvadoras intervenciones para colocarle la cereza al helado, pero esta vez muy al estilo Juliet, sincera y cruda:
–Vamos ma, nunca encontrarás un chico que como disculpa por venir quince minutos tarde traiga comida gratis, ¿acaso quieres quedarte sin la pizza? Yo creo que no–. Me cruzo de brazos y alzo una ceja interrogante, ahora sí, merezco el premio a la rescatista del año.
Ella acaba cediendo con una risa escondida por suspiros maternales, muy bien camuflada, tanto que por un momento dudé de mi efectividad.
–Está bien, pero solo la pizza–lo ve severamente y con precaución–y ni se te ocurra intentar
nada así otra vez o tendrás problemas con esta señora–. Se señala a sí misma con énfasis.
Me despido de Daniel con la mano y asiente.
Entro a casa y mi madre no me dirige la palabra, yo tampoco lo hago. Voy a ducharme, me desvisto y adentro. Me cubro de jabón pero ni eso detiene el temblar de mis piernas y el nudo apretado en la garganta. No ayuda a calmarme, para nada.
Salgo con el piyama puesto, lista para ir a la cama y tratar de olvidar todo. Cruzo la habitación arrastrando los pies y mis ojos se encuentran con los de Kevin, esas avellanas fosforescentes que no puedo dejar de ver aunque quiera. Pero es estúpido, se supone que éramos amigos y ahora el imbécil me provoca insomnio. Termino ignorándolo, meto mi cuerpo entre las frías sábanas y le doy la espalda.
El cuerpo me pesa y siento como mi rostro se contrae en un sollozo mudo, sufro...alguien quiso matarme hoy, aquella arma horrorosa apuntándome...pero eso no fue lo peor, sino lo que mi mente trajo, borrones de lo que parecían ser recuerdos o alucinaciones, dolor, mucho dolor y oscuridad.
Estoy sola sin hablarlo con nadie y eso me destroza, no puedo desquitarme, ¡no puedo hacer nada! Todo el tiempo, sin importar que tanto me esfuerce, he sentido este maldito vacío, como un puzzle viejo al que le faltan piezas. Se acentuaba año a año y de aquí a un tiempo creí que iba a romperme...entonces lo conocí y me di cuenta de que estaría mejor, de hecho logré ser algo más...yo. Pero con todo esto que viene pasando no sé... ¡¡Maldita sea, no sé qué me pasa!! ¿Por qué a mí?
Finalmente mi cerebro se desinfla y lloro. Sí, estoy llorando y no tengo vergüenza de hacerlo. Las lágrimas caen precipitadamente y empapan la almohada...se me está yendo de las manos así que presiono los dientes para no soltar sollozos, pero de todas formas no puedo cubrir las pequeñas convulsiones de mi cuerpo, sí...soy vulnerable... ¡¿Y qué?!
De repente siento un peso en mi cama y alguien me abraza con fuerza...no puede ser:
– ¿Kev...?–. La voz se me quiebra entre la tristeza y el asombro– ¿Cómo?
<<Shh, solo cumplo mi deber como gato. >>Susurra en mi oído mientras me aprisiona más.
Estoy en shock...es nítido, él me está tocando, realmente está haciéndolo.
Sé que voy a desbordarme porque inmediatamente volteo y me aferro a su camisa como si fuera a morir. Entierro la cabeza en su hombro y me libero, ahogando los gritos contra la tela, tratando de embriagarme con el aroma y el calor de su cuerpo, intentando desesperadamente sumergirme en él como un refugio seguro. No sé cómo esto es posible...pero me encanta.
Estoy despierta y deben ser como las ocho y media. Me siento...tranquila y al parecer mi cabeza vuelve a cooperar, todo está en orden.
Kevin continúa dormido por lo que aprovecho y lo observo detenidamente, también luce sereno; es increíble cómo la misma persona puede pasar de ser un joven estúpido por momentos a un tierno angelito de navidad, con sus labios entreabiertos en una sonrisa permanente, es tan lindo que podría abrazarlo....o tocarle la punta de la nariz.
Mi mano queda suspendida a escasos centímetros de su cara, ¿podrá ser palpable todavía? Él me contó durante las vacaciones que los fantasmas pueden, en ocasiones, volverse entes físicos. Pero les lleva mucho trabajo y el efecto no dura demasiado, suele usarse como último recurso y es extremadamente peligroso si hay algún espectro cerca. Son muy vulnerables durante ese período, y aun así lo hizo, lo hizo por mí.
Cuando salgo de mis pensamientos me doy cuenta que está despierto, alternando su mirada entre mi cara y mis dedos a punto de tocarle. Los ojos se me abren de par en par y mis mejillas se vuelven al rojo vivo.
<<Buen día Rayito, ¿dormiste bien?>>Me saluda con una de sus ya características muecas mañaneras, le dedico la mejor sonrisa que puedo ocultando mis nervios, pero las palabras se me escapan solas:
–Como nunca–sorprendida de mi misma me cubro la boca como quien dice una palabrota de las peores. Él se ríe con ganas y veo como sus ojos brillan otra vez, como unos días atrás. ¿Cómo es esto?, he peleado con mi mejor amiga por semanas y ni me inmuto, pero este chico no me habla un día y el mundo se me cae a pedazos, extraña y estúpida lógica mía. Vuelvo a la realidad, lista para seguir con esta tensa-relajada charla– ¿Y tú?
<<Como nunca>>Repite lo que dije sin basilar, lo que me aporta otra dosis de vergüenza.
Ruedo los ojos y decido levantarme, así que me deja el camino libre. Le doy la espalda para retirar algo de ropa de mi armario cuando lo escucho:
<<Lo siento. >>
Quedo estática por unos segundos con una prenda en la mano izquierda, la suelto y cae al suelo. Quiero decirle algo, pero no sé qué, giro sobre mis pies para verle a los ojos sin saber que estábamos tan cerca. Prácticamente nuestras narices podrían tocarse. Dejo de respirar y siento como el pulso se me acelera, nosotros nunca estuvimos a tan poca distancia, él por ser un chico de hace dos siglos, que aunque tenga sus cosas, es incapaz de invadir mi espacio personal a no ser que yo le dé permiso...y yo por temor a lo que pueda pasar, soy como una caja llena de avispas, si la abres un poco lo lamentarás.
Trago saliva y presto atención a sus ojos, siguen igual de caramelizados y brillan, pero de manera diferente, más intenso, más inquieto, ¿acaso será?... ¡no!, solo es mi impresión.
Creo que voy a morir por un ataque de algo, no puedo dejar de mirarlo, y él a mí tampoco; y para el colmo ninguno de los dos se mueve o dice alguna cosa...diablos ¿estaremos así por siempre?
Entonces ladea levemente la cabeza y se acerca lento, se acerca. Reprimo un suspiro ocasional, sí, completamente ocasional mientras siento el calor desbordarse poco a poco como la lava en la tierra. ¿Qué va a hacer?, ¡vamos, ya sé que va a hacer!, y la verdad...sí quiero.
Pero repentinamente cambia su trayectoria, roza mi mejilla y llega a mi oído para hablarme por lo bajo:
<<Deberías ir a desayunar, se hace tarde. >>
Me muerdo el labio inferior por tres razones:
1) Risa.
2) Nerviosismo.
3) Desilusión.
Bueno, ciertamente tiene razón, mi estómago gruñe y deseo mi cereal, apuesto que sabrá mejor con él... ¡Con el chocolate, por supuesto! Así que me voy al baño a cumplir con mi rutina y me dirijo a la cocina.
Mamá está sentada en el desayunador viendo atentamente la TV.
Me sonríe, corro a ella y le beso la cara, lo que le provoca una risilla.
– ¡Vaya cariño, estás muy mimosa hoy!–. No deja de reír.
Preparo mi desayuno y me siento con ella a comer. Hacemos un par de bromas hasta que el informativo vuelve...y cuando veo la noticia el alma me sale del cuerpo: "Un joven, Cristian Lagos de dieciséis años fue hallado muerto en un callejón, se presume que fue por sobredosis de estupefacientes, no tenía antecedentes..."
La cuchara se me cae al suelo en un golpe sordo mientras mamá se cubre la boca ahogando un grito de sorpresa.
–Oh mi Dios Juliet, ¿no era...tu compañero de clase?
Asiento en silencio, creo que me voy a desmayar, las náuseas apuñalan mi estómago. Ella nota mi malestar porque salta a abrazarme. No puede ser, ¿muerto?, es imposible, ¡cuando lo dejamos estaba vivo! No, esto no es verdad.
Aparto a mi madre de un empujón y corro al baño sin aguantar más, allí comienzo a volcar el escaso contenido estomacal por el inodoro. Me cuesta pensar que esté involucrada, ¿por qué todos con los que entro en contacto mueren? Primero el bibliotecario, ¿y ahora Cristian?...no, ¿y si el asesino de ambos es el mismo?, pero espera, fue..., sobredosis, ¿no?, tal vez se drogó en algún lado después de liberarse, hay muchos callejones en la ciudad, sí...es eso.
Kevin está a mi lado visiblemente preocupado:
<<Oye, tú no hiciste nada ¿de acuerdo?, sabes eso. >>
Me retiro rápidamente, necesito salir de aquí. Me encierro en mi cuarto y me quedo ahí hasta la hora del almuerzo, durante todo ese tiempo leo, navego en internet, hago cualquier cosa que me distraiga. En eso llega mamá con un par de sándwiches de jamón y queso y se sienta a mi lado. Kevin nos observa por un momento pero no se va como pensaba.
–Bebé, sé que algo pasó, no reaccionarías así por un compañero que apenas conoces–me acaricia el rostro con cuidado–vamos, cuéntame, tal vez te sientas mejor.
Suelto un suspiro-bufido y trato de brindarle a mi madre una verdad parcial:
–Es que...yo lo vi esa noche–suelto como si nada–lo vi esa noche en el callejón del cine y ahora está muerto.
Él abre los ojos alarmado y tensa los músculos.
Mamá toma mis manos y las presiona:
–Juliet, esto es serio, ¿dices que lo viste anoche?, ¡entonces debes testificar!
Mi expresión se llena de angustia al ver la postura de mamá.
–No, no puedo...no quiero hacerlo.
Su gesto se endurece.
–Pero tienes qué, cariño. Es necesario hacerlo si no quieres que te vinculen...
Kevin se mete al cuerpo de ella sin previo aviso y permanece rígida por varios segundos. Salto de la cama furiosa:
– ¡Sal inmediatamente de mi madre!–le grito, unos instantes después la abandona con gesto contrariado. Continúa estática.
<<No hay que revelarle nada, borré sus recuerdos sobre la noticia. Está aquí porque te quedaste leyendo un libro hasta tarde y te trajo el almuerzo. >>
No me molesto en modular el tono:
– ¡No puedo hacerle eso!
Camina de un lado a otro mientras se pasa una mano por el cabello, finalmente me ve con una mezcla entre súplica y seriedad.
<<Si vas a testificar tendrás que hablarles de Daniel, y él podría estar metido, ¿entiendes?>>
– ¿Y qué?, ¿qué pasa si decido decir la verdad?–ya no lo soporto más, exploto lanzándolo todo– ¡¿Qué tal si quiero parar con toda esta mierda?! ¡Estoy cansada Kevin, cansada!, ¡quiero que todo se arregle de una maldita vez!–. Levanto la voz más alto que puedo, acabando en un lastimoso chillido y jadeos de exaltación.
No me habla, pero en su expresión hay un gran deje de angustia y pena. Mamá está moviéndose, es tiempo de decidir.
Me vuelvo a sentar y ella comienza a focalizarme, confundida en un principio, sumamente preocupada después:
– ¿Qué pasó cariño?, ¿por qué lloras?–. Instantáneamente me toco el rostro y mis yemas se humedecen.
–Yo...es que leí una parte del libro muy emotiva–. Lo tomo rápidamente de mi mesa de luz y lo coloco entre mis manos.
No termina de creérselo:
– ¿Mi hija llorando por un escena emotiva?, ¿será que ya llegaste a la adolescencia?–. Simula un brillo esperanzador en sus pupilas. No puedo evitar sonreír con cansancio mientras la empujo a un lado cariñosamente.
–Es posible.
Me dedica una de sus miradas más maternales, suspira, me da un beso y se levanta dejándome el almuerzo al lado.
–Pues sigue disfrutando de tus vacaciones cariño, todavía tienes un buen tiempo.
Y la habitación queda en silencio. Me arrojo de espaldas haciendo rebotar los sándwiches en su sitio. Kevin me imita situándose junto a mí. Veo directamente al techo, pero por el rabilo del ojo observo como él no deja de mirarme con expectativa, sí, estoy harta de la preocupación de todos, ¿creen que acaso no puedo protegerme sola?, es completamente fastidioso. Genial, ahora soy una maldita bipolar, tal vez sí me esté llegando la adolescencia después de todo. Bah, no me importa, el punto es que se metió con mi madre porque cree que no soy capaz de solucionarlo. En pocas palabras me tiene por vulnerable, ¡estúpida palabra que tanto odio y que me hace odiarlo a él por usarla!
<<Lo siento. –me arrebata de mi mundo abruptamente, pienso abrir la boca para protestar pero sigue hablando– Sé que es difícil para ti...pero no podemos hacer otra cosa. Prometo que en cuanto sea posible me iré y no volveré a molestarte. >>Acaba en un susurro casi inaudible.
Mi caliente cerebro escupe palabras hirientes de forma equivocada:
–Honestamente, eso espero...me harías un gran favor si te vas ahora. ¡Si nuca te hubiera conocido todo sería mejor!, ¡eres un maldito problema!–hablo en forma monótona y termino con un grito.
Percibo el dolor que lo envuelve, se levanta con pesadez y se retira de mi habitación. Debería decirle algo, pero sé que de todas formas no puede librarse de mí, está atado. Me siento como una imbécil por lastimarlo así solo porque sé que soy incapaz perderlo...y para colmo mi maldito y desmedido orgullo no me deja disculparme.
Antes de atravesar el cuarto me dedica una desdibujada sonrisa:
<<Veré que puedo hacer–hace una pausa para encontrar la voz–Que seas feliz, Juliet. >> Su tono es bajo, mustio.
Mis ojos se abren de par en par, ¿cómo?, ¿se está despidiendo? Es imposible, no puede hacerlo, él no puede irse.
Las horas pasan y no le veo regresar, el sol se está ocultando, mamá ya se fue a trabajar. Oh, creo que metí la pata hasta el fondo...
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