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CAPÍTULO 19:

El aire está increíblemente bueno, el sol aún no ha salido y por tanto el viento de la noche decora el ambiente con su toque especial: La sal, esa esencia marina solo reservada para sus más fieles admiradores. No tengo idea de qué hora es aunque ya que lo pienso ni me importa. Algunos rayos naranja a la altura de la costa me hacen saber que está por amanecer, además de las nubes violáceas que se deslizan tímidamente a lo largo y ancho del cielo. Es increíble lo que puede verse entre los árboles.

Hoy es...Martes, sí. No soy capaz ni de recordar los días de la semana, sí Juliet, estás mejorando... Sigo un momento más en mis tontas reflexiones hasta que un toque de hombro me asusta:

–Desperté y no estabas así que me preocupé por ti. –Daniel hace un pausa– ¿Estás bien?, apenas son las seis–. Estamos en el pórtico de la cabañita, sus grandes ojos marrones se mimetizan con la madera a pesar del tono rojizo que tienen por la resaca. Sin mencionar lo incómodos que resultan porque no dejan de mirarme. Aparto la vista con sonrojo, por suerte no de los más graves.

–Estoy bien...yo soy la sobria–. Se me escapa sin pensar, pero él se ríe con cansancio.

–Bueno, señora aguafiestas, no puedes negar que la pasaste bien...

Su voz se suaviza más de lo habitual y noto que se acerca lentamente...oh, no debe ser nada. Mis mejillas comienzan a arder, bueno, esto es malo.

–Emmm, sí, ¿quieres un café? ¿Sabes qué?, voy por el café...–intento cambiar de tema y me apresuro a levantarme cuando me toma del brazo antes de que siquiera despegue mi cuerpo del suelo. Estoy sin habla, ¿qué se supone que está haciendo?, lo veo aproximarse, mucho...demasiado. Se inclina sobre mi rostro con extraña expresión. Mi tonto cerebro se da cuenta justo a tiempo de que lo que pretende es ni más ni menos que besarme...wow, nunca besé a nadie. Pero el que nunca haya pasado no significa que lo haré con la primera persona que aparezca. Daniel no está mal, pero todavía no estoy preparada, además, no siento corresponderle.

–Yo...–pongo mis manos en su pecho y lo aparto suavemente, con la cabeza gacha y la voz inaudible debido a que la vergüenza acaparó todos mis músculos faciales impidiendo su correcto funcionamiento–disculpa.

Él retrocede y luego se pasa la mano por el cabello, apartando la mirada. No sé decir si está triste o enojado, no quiero herir sus sentimientos...aunque por otra parte, él se lo buscó.

–No, yo lo siento–. Susurra pesaroso mientras se vuelve adentro.

Una vez no está el ambiente encaja de nuevo, los árboles se mecen como si negaran lo que acaba de pasar, indiferentes a la vida humana y sus complicaciones.

– Que suerte tienen–. Les digo al volver para enfrentar lo que sea que venga a continuación.

Daniel despertó al resto de su comité, los cuales estaban reacios a moverse por el dolor de cabeza, yo me encargué de Ann y Kevin.

Ellos nos ayudaron a juntar las latas y después se fueron, Daniel decidió que tendríamos que hablar de lo que sucedió, aunque le dejé bien en claro que no fue de importancia, prácticamente le dije "No te preocupes, no fue nada, que tengas un buen día." y ¡BUM! le cerré la puerta en la cara. Ann por supuesto recriminó mi bipolar comportamiento, pero no le conté nada porque:

1) Ella arreglaría un casamiento.

2) Preguntaría algo así como "¿cuál será el nombre de sus hijos?".

3) Lo golpearía por querer besarme sin mi consentimiento.

4) Me golpearía a mí por no corresponderle.

5) Ah...y se golpearía a ella por no haber estado allí.

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Mi lunática compañera está en depresión porque hoy nos vamos de aquí, ni se imagina mi felicidad. Por fin el cuarto blanco y común que tanto aprecio, mi cereal con el maldito y siniestro mono..., ¡cómo te extraño!

– ¡Juu!, ¡moriré si no me meto en el agua una vez más!, debes venir conmigo para evitar que tu mejor amiga fallezca y te deje sola sin haber cumplido su misión de darte una vida social decente... ¡Y conseguir novio!–. Junta sus manos a modo esperanzas perdidas (sí, mucho drama, eso puede ser por la resaca).

–Emm, ¿se supone que debo sentirme apenada?

Kevin chasquea la lengua y mueve la cabeza en reproche.

<<No puedo creer que no te importe la necesidad de rebeldía adolescente. >>

Ruedo los ojos pero el fuerte codazo de Ann me obliga a enfocarlos:

– ¡No!, ¡se supone que debes arrodillarte ante mí y pedirme perdón por ser tan insolente!

Mi gesto se vuelve serio por su broma de mal gusto:

–Nunca.

Ella sonríe y levanta los hombros delicadamente.

–Lo sé cariño, así me encantas.

<<A mí también. >> Agrega él para molestia mía...y confusión.

Partimos a las 15:00,nosotras fuimos en la...Jenny (la furgoneta hembra del E.T con olor a perro) y no hubo mucho problema ,a no ser por mis neuronas, que murieron lentamente al escuchar la misma canción una y otra vez, idea de Ann para pasar el rato.

Ella quedó en su casa y yo fui a la de papá luego de un rato. Cómo era tarde decidí quedarme...después de todo también es mi hogar. Le hice una llamada a mamá para que supiera que llegué bien. Tuve que evadir muy bien sus preguntas para que la conversación no durara una hora, ah sí, cuando tengo novedades quiere saberlo todo. Claro que mis respuestas suelen ser monosílabas, más si es por teléfono.

–Cariño, más vale que mañana me cuentes con lujo de detalles todo lo que hiciste porque mi instinto maternal se va a salir de control–. Sus amenazas siempre vienen acompañadas por una risa bromista impregnada con el cansancio del trabajo, pero no puedo culparla por lo último.

–Sí mamá, luego te digo, nos vemos.

–Que estés bien bebé, saludos por ahí.

–Igual, adiós.

Corto y me volteo hacia Ambar y papá, al parecer él está haciendo un esfuerzo sobrehumano para integrarse a la cocina y colaborar, pero honestamente, sus julianas parecen julios, julios con mucho sobrepeso.

–Mandó saludos.

Ambos levantan la cabeza y sonríen.

–Gracias, para ella también–. Responde él, Ambar asiente y continúa revolviendo el caldo.

Kevin curva la boca y cierra los ojos:

<<Huele bien, hasta me dan ganas de comer. ¿Crees que nosotros tengamos deliberi?>>

Por un momento me imagino un fantasma repartidor y me da por reírme, no sé qué es más tonto, si sus chistes o él.

Termino ayudándolos con la cena, hoy toca sopa de vegetales diversos, caliente y espesa...humm, rico.

Tomamos cada quien en silencio hasta que (como se espera de dos personas que podrían considerarse parte del grupo de mis agentes socializantes) se les ocurre hablar sobre el viaje:

–Nena, ¿qué tal te fue?

Me apresuro a tragar.

–Bien.

– ¿Te divertiste?–. Pregunta Ambar.

–Sí–. Sonrío para no sonar tan seca.

–Hiciste algo loco, ¿verdad? Por favor, ¡dime que heredaste los genes de tu padre!

<< ¡Sí señor Fred, su hija se puso un bikini súper sensual y contactó a un espíritu–realiza una posición de súper modelo– aún más sensual!>>Lo último lo añade con una voz tan grave que me estremezco.

No puedo evitar una mueca que se estampa en mi rostro...ni el sonrojo de molestia y vergüenza al recordar lo del maldito traje ese...lo voy a quemar.

–No papá, no hice nada, ahora si me disculpan encenderé alguna chimenea, ah, la cena estuvo deliciosa–. Sonrío dispuesta a retirarme pero Ambar me retiene por un segundo. Ambos se lanzan miradas mal disimuladas mientras se toman de las manos...oh por favor, que no sea lo que creo que es.

– ¿Le mostramos ahora?–. Pregunta papá conteniendo la emoción.

Cierro los ojos, por favor que no sea un bebé, por favor, que lo que me vayan a mostrar no sea un cuarto de bebé, ¡no quiero un hermano ahora!, ya estoy luchando con un perro y un chico estúpido sexy... ¡Que se cree sexy! NOTA MENTAL: No trabarse en cosas como está.

–Ven, Juliet, queremos que veas algo.

Sí que están sonrientes, ya hasta me imagino la cigüeña tocando la ventana para dejar el paquete.

Me colocan una venda y me llevan a rastras por donde sé que es mi habitación...oh sí, habrá una cuna allí. Un momento después me destapan y quedo boquiabierta: La cambiaron completamente. La pared del escritorio y su opuesta es blanca con flores negras, abiertas y cerradas liberando polen que se dispersa hasta el techo. Y la de la cabecera de mi cama de un negro profundo, presenta las mismas flores, solo que éstas chocan con tonos electrizantes como el rojo, amarillo, verde, calipso...incontables colores que me recuerdan al ópalo que compré hace poco.

Sonrío, y es de verdad. Nunca hacía tenido un cuarto así de bonito, siento como si fuese mío, mi lugar.

–Es....es hermoso.

Veo que papá está llorando, conmovido por mi expresión (así es mi padre, el duro de la familia) y Ambar radiante.

– ¿Te gustó en serio?, fue muy difícil pintar algo con tu vibra querida, eres mucha cosa en un mismo sitio–. Sacude la cabeza pesadamente sin dejar de sonreír.

–Creo, creo que este es un momento de chicas–gimotea limpiándose la nariz–nos vemos luego, mis nenas–. Se retira, dejándonos solas antes de que pueda decirle que lo de "mis nenas" suena a proxeneta.

Ambar pide permiso para sentarse un mi cama y se lo concedo, me coloco a su lado mientras veo como Kevin está absorto vislumbrando cada detalle.

–Muchas gracias.

Ella me da un empujoncito amistoso en el brazo.

–No fue nada, tu padre y unos amigos también ayudaron, quedaron impactados con tu energía.

No suelo creer en este tipo de cosas, pero con todo esto de los espectros, fantasmas y demás no tengo nada que perder.

Meto la mano en mi bolsillo y saco el ópalo pensativa, al verlo Ambar suspira extasiada y lo toma.

–Oh...no puedo creerlo, ¿dónde lo conseguiste?–. En sus ojos veo sorpresa y alegría.

–En un puesto de la playa–. Encojo mis hombros sin darle importancia, aun así estoy curiosa por su reacción.

–Querida..., ¿sabes lo que es esto?

Pienso que responderle "Una piedra" es algo idiota, así que niego.

–Es un arma espiritual–. Habla con admiración.

– ¿Qué?–. Suelto.

–Esto–susurra mientras la señala con el dedo índice–es un potenciador; en este caso, un potenciador para tu alma.–dicho esto salta y me abraza–Te lo merecías, estás tan pisoteada, pobre, pobre florecita.–acaricia mi cabello. Justo cuanto quiero hablar el recuerdo de mi último sueño me golpea, la flor, espectros, oscuridad. Jadeo apartándome bruscamente de ella, sintiendo un dolor punzante a la altura del pecho.

Su rostro se ensombrece considerablemente.

–Aun no sana...estás asustada ¿verdad?, sé que duele pero debes ser fuerte Juliet. Además...–sonríe–no estás sola–se levanta y va hacia la puerta para irse, pero se vuelve–Ah...y nunca, nunca le tengas miedo al amor.

Se fue.

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