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20. Alguien Como Yo

–Dios. Mío. –dijo Pepe recargándose en la puerta del camerino con una pequeña risa.

–¿Me veo perfecta? ¿O sólo ridícula? –dije haciendo poses exageradas contra el espejo.

–No... De hecho, te ves bien. Asustas. Pero te ves bien.

Me miré en el espejo, ladeé la cabeza acomodando el cuello de mi gabardina negra. No había nada que yo pudiera hacer para verme mejor.

–Prende la luz, no veo ni madres. –Pepe entró cerrando la puerta detrás de él, subió y bajó el interruptor un par de veces.

–Ya está prendida. No hay focos.

No había llegado tan temprano como para la presentación del semestre pasado y apenas alcancé camerino. Bueno, "alcancé", porque el camerino lo ganó Pepe, pero se portó buena onda y lo compartió conmigo. Claro que él tampoco llegó muy temprano y estaba medio chafa. No teníamos ni una sola silla, la puerta no tenía chapa y el espejo estaba enmarcado con muchísimos foquitos, pero sólo prendía uno. Aunque iluminaba bien, lo suficiente.

–Creo que ya te gustó esto de crear controversia. –dijo revolviendo el cabello de mi peluca.

–¡Deja! –le di un golpe en la mano. –Y no. Pero tengo que llamar la atención y no soy tan buena actriz como tú, Romeo. –dije con tantita sorna.

–Mercucio, por favor. –corrigió y se acomodó su vestuario mientras se miraba al espejo. Lo miré a través de este y abrí la boca para burlarme un poco más como las últimas semanas, pero él se adelantó. –Ya sé lo que vas a decir, que soy un cliché y que la chingada y sí, sí lo soy. Ya déjame en paz. –me reí.

–Es que es Romeo y Julieta, ¿Cómo no quieres que me burle?

–Oye, es una gran historia. Y si no mal recuerdo, tu favorita. –recordó. –No me salgas con eso.

–Claro que es una gran historia y sí es de mis favoritas, pero cada semestre alguien presenta Romeo y Julieta. Hay más obras.

–¡Pero es la obra! –dijo haciendo énfasis en "la".

–¡Soto, ya te toca! –le gritó alguien desde el pasillo.

–Sale, May. Mucha mierda. –dijo caminando a la puerta.

–Mucha mierda. –respondí con una sonrisa. Me sorprendía lo tranquila que estaba para ser una presentación de la que dependía mi carrera.

–Ah, antes de que me vaya, voy a ir a cenar con mi familia, ¿Quieres venir?

Hice una mueca, apenada.

–Me encantaría, pero ya quedé con... –me interrumpió.

–Tu novio. –se burló.

–Ya te dije que no es mi novio. Y no, no pudo venir ahora. Pero va a venir mi mamá y después vamos a comer.

–Sale, tons te veo el lunes. –me mandó un beso y salió al pasillo, casi al instante asomó la cabeza. –Uy, escóndete.

Fruncí el ceño, confundida por ese último comentario, pero Pepe ya no regresó al camerino. En cambio, Agustín se hizo presente. Y no se veía feliz.

Ya estarás contenta.

–¿Cómo te fue? –le regalé la sonrisa más pura e inocente que pude fingir.

–¿Quieres saber? Me habría ido mucho mejor si mi compañera no me hubiera cambiado por una de primer año.

–¿Qué te digo? Comes o te comen. –me encogí de hombros.

–Era la presentación más importante de toda la licenciatura y fue la peor por tu culpa.

–Tú fuiste el que vendió mi ensayo. Da gracias a que no te hice algo peor. –dije de forma tranquila mientras me cruzaba de brazos.

Tranvía era una gran obra. No era muy conocida, así que era perfecta para alguien que repele los clichés. Alguien como yo. Sólo había un detalle, Tranvía estaba en la lista de obras para cuarto año, no para primero. Y yo iba en primero. Pero la escuela nos daba la oportunidad de participar en escenas de obras de otros años con la única condición de que fuera ayudando a un alumno que curse tal año. Y viceversa. Por eso el semestre pasado me ayudaron chicos de último año.

Así que, algo cegada por hacer tanto coraje con Agustín, fui con la chica que iba a salir con él en su escena, Mireya, y le propuse una adaptación a tiempos modernos de su historia; En vez de que la esposa se metiera con el hermano de su difunto esposo, lo iba a hacer con su hermana. Claro que yo interpretaría a la hermana, por eso estaba caracterizada como un estereotipo de lesbiana. A Mireya no le convencía mucho la idea, pero después de que una de sus maestras le dijera que era una magnífica idea, ella aceptó gustosa.

Sí, le quité a Agustín su compañera. Fue bajo, soy un asco de persona. Pero él hizo que me reprobaran y todavía tengo que repetir esa materia así que no puedo sentirme culpable.

–Eres una inmadura. –solté una risa.

–¿Quién lo dice?

–Ojalá te hagan mierda allá afuera. –escupió antes de salir azotando la puerta

–¡Ya está lo suficientemente rota, imbécil! –grité asomándome.

–¡Ya me voy! –grité cerrando la puerta del departamento.

Nadie respondió. El departamento estaba en completo silencio exceptuando la regadera.

Dejé caer mi morral en la mesa del comedor y fui a la cocina por un Gatorade, antes de abrir la puerta del refrigerador vi que había un recado ahí pegado.

"Mi prima se está cambiando de casa y me pidió que fuera a ayudarla, regreso mañana. Sago."

Mi amigo parece abuelita, tan fácil que es mandar un mensaje en WhatsApp.

Lo que me recordó los mensajes que tenía sin leer de Alonso. Ya no era uno, eran cinco. Hice una mueca mientras veía las notificaciones en la pantalla. Le podía contestar más tarde.

–¡Ya me voy! –volví a gritar acercándome a la puerta del baño. Estaba entreabierta. Seguramente porque seguía atorada. Toda la vida soñé con tener puertas corredizas y por cumplirme el caprichito fue a conseguirme el departamento con las puertas más destruidas que existen.

Entré al baño con cuidado de no hacer ruido con mis pisadas y me senté sobre la tapa del escusado. Cabe aclarar que la cortina de la regadera estaba cerrada.

–Ya me voy. –repetí.

–Ya te escuché. –respondió Alex con fastidio, como si estuviera harto de mi voz. Lo cual era curioso puesto que no me había hablado en días.

–Oye.

–¿Qué?

–No se dice "Qué", se dice "Mande".

–Mayte, ¿No te puedes esperar a que salga de bañarme?

–No.

–¿Por qué?

–Porque en cuanto veas que estamos tú y yo solos en la casa vas a encontrar un pretexto para encerrarte o salir.

No respondió nada a eso.

–Bueno, te decía... El otro día soñé con Mariana.

–¿Con Mariana?

–Ajá.

–¿Cuál Mariana?

–Pues tu novia, bruto.

–Ah... Ajá. –dijo, alentándome a seguir hablando.

–Y pues, fue raro, teníamos sexo.

Él no habló. Presioné mis labios y respiré profundamente un par de veces para no reírme.

–¿Alex?

–Sí te escuché.

–Bueno, entonces yo me siento medio mal contigo porque básicamente fantaseé con tu novia. –me tomé un segundo antes de seguir.

Mayte, eres una actriz profesional. No te rías.

–Pero quería ver si tú, que sabes tanto, me podías decir si hay algún tipo de significado oculto por ahí.

Silencio puro. Esperé un par de segundos, Alex no me respondía.

–¿Ale?

La llave del agua se cerró y acto seguido, la cortina se corrió un poquito, dejando que Alex asomara la cabeza.

–Es broma, ¿Verdad?

Dudé.

–Depende. ¿Te incomodó?

–No es la palabra que usaría, pero sí, supongo.

Intenté, de verdad, intenté no pensar en lo que se le pudo haber ocurrido.

–¿Por qué me dices esto?

–Porque es algo que me da pena, pero eres mi amigo y te tengo confianza.

Rodó los ojos y volvió a cerrar la cortina.

–Lo inventaste. –afirmó.

–Pero pudo pasar. Y no sería mi culpa, ¿Estás de acuerdo? Ni de Mariana.

–Mayte, salte por favor.

–No. –alargué. –Me has estado evitando y no es justo.

Lo escuché suspirar.

–Mayte, salte para que podamos hablar.

–No. Te vas a encerrar, ya te conozco.

–Entonces pásame una toalla.

Tomé una toalla del estante y estiré mi mano a un lado de la cortina para que la tomara. Lo hizo y en menos de un minuto ya estaba afuera con la toalla amarrada en la cadera.

–Perdón.

¿Dijo perdón? ¿Alex me estaba pidiendo disculpas?

–No hay problema. Pero no me hagas la ley del hielo, ya estás grandecito.

–Ya lo sé, pero honestamente, dime que no te incomodó que Mariana te dijera que yo... eso.

No usaría esa palabra.

–A cualquiera le pasa. –Alex soltó una risita.

–¿Acaso te ha pasado?

Pasó junto a mí y salió del baño, entonces noté que mi celular estaba sonando. Alex tomó el celular en sus manos y leyó la pantalla.

–Te habla el hada.

–Déjalo sonar.

–Uta. Ya le contesté.

–¿Qué? ¿Por qué?

–Pues creí que le ibas a contestar.

–No, cuélgale.

–¿Así nomás? –me miró alzando las cejas.

–Sí, no quiero hablar con él.

Frunció el ceño, pero no le colgó. Se llevó el teléfono a la oreja.

–¿Bueno? –lo miré abriendo los ojos a más no poder. –Soy Alex. –le hice señas de que colgara, me ignoró. –Se está bañando, güey. Pero yo le digo que le hablaste. –suspiré rendida, me senté en la isla a ver como acababa la conversación. Me miró alzando una ceja. –No, güey. Fíjate que no tengo la menor idea. Sale, adiós.

–¿Qué te dijo?

–Me preguntó si tenías algo. –dejó el celular en la isla. –Que no le contestas y que andas rara, ¿Ya me vas a decir qué te hizo? –se cruzó de brazos, lo cual me distrajo pues no seguido podía verlos desnudos.

–Eh... Nada. –dije volviendo mi mirada a sus ojos, él frunció el ceño. –Ya me voy, pa que te vistas a gusto. –recogí mi morral y mi celular para casi correr a la puerta para irme.

–Claro, porque me visto en la cocina.

El camino al teatro se me pasó rápido, poner música me ayudó a distraerme. Pero apenas detuve el carro para que el valet lo estacionara dentro del teatro, vi a Alonso sentado en las escaleras de este.

Supongo que no se puede huir para siempre. Pero hacerme mensa se me daba muy bien. Bajé del carro aferrándome a mi morral, como si fuera lo único que me mantuviera en pie. Empecé a subir las escaleras deseando con todas mis fuerzas que no me viera, pero no podía ser tan sencillo.

–May. –exclamó acercándose a mí. –¿Qué pasó? ¿Por qué no me contestas los mensajes?

–No he tenido tiempo.

Alonso se quedó en silencio un momento, dudando.

–Eso no es cierto. Y aunque lo fuera, ¿No podías simplemente decírmelo?

–Bueno, no te voy a estar diciendo cada detallito de todo lo que pase en mi día. –murmuré. Él alzó las cejas, no sé si con molestia o sorpresa. Quizá ambas.

–Bueno, sería bastante útil que dijeras algo...–siseó, con un tono que, si bien no era sarcasmo, me molestó.

–¿Qué se supone que significa eso? –fruncí el ceño.

–¿Crees que no me he dado cuenta de que cuando te molesta algo te quedas callada?

–Pues si ya te habías dado cuenta hubieras dejado de hacer las cosas que me molestan.

–¿Cómo se supone que yo sepa si no me dices?

–¿Sabes qué? No tengo tiempo para esto y, ni siquiera debería darte explicaciones de nada, ni que fuéramos novios.

Me miró entrecerrando los ojos, como si no pudiera creer lo que dije, como si estuviera loca. Y ese simple gesto me hizo enojar aún más. Después frunció los labios y dio un par de pasos atrás.

–Pues sí, tienes razón.

Lo que habría dado por qué no me dijera eso. Hubiera preferido que no me diera la razón.

–Sí, ya lo sé. –espeté y sin esperar nada más, entré al teatro.

Llegué al camerino con la respiración entrecortada. Repitiendo mentalmente: Ni modo, ya vendrán más. Después de un hombre sigue otro. No se acaba el mundo. Porque Alex tenía razón. Si no estuve con él porque no era algo serio, algo formal, ¿Por qué con Alonso sí?

–¿Y qué hizo? –preguntó Alex mirándome con una sonrisa.

No me voy a callar nunca con tal de que me siga viendo así. Me ponía toda la atención del mundo, como si estuviera contando la cosa más interesante que jamás había escuchado. Y aunque claramente no lo era, no dudaba que lo estuviera disfrutando.

–Pues nada. Tuvo que cambiar su escena por un monólogo que, obviamente, era malo a comparación de Tranvía. –le extendí el bowl con papas y me tiré a su lado en el sillón.

–¿Por qué no me dijiste que la ibas a hacer de lesbiana?

–Porque cuando supe que iba a ser lesbiana tú ya me habías dicho que no ibas a ir.

–Pero si me hubieras dicho habría ido. –lo miré indignada.

–O sea, sólo me habrías ido a ver porque me iba a besar con otra mujer, ¿En serio?

–Mayte, por favor. Tú sabes que no hay hombre heterosexual que diga no a eso.

–Qué mal amigo eres. –solté con una risita, pero como que no le hizo gracia y volvió a ver la tele.

Y eso que estábamos viendo How I Met Your Mother y a él ni le gustaba, prefería Friends. Sólo la veía porque yo lo obligaba, lo cual era injusto porque yo ni así veía Friends.

Me reí cuando empezaron a pasar una compilación de bodas donde el protagonista tenía que hacer un brindis y terminaba llorando al contar las desgracias que le pasaban, pero Alex ni se inmutó. Golpee su hombro.

–Ríete, es un chiste.

–Ya lo vimos un chorro de veces.

–Pero está bueno. –él estiró el brazo por encima de mi regazo para alcanzar el control de la tele. –¿Qué haces?

–Le voy a adelantar a la parte chida. –dejó caer su cabeza sobre mis piernas y le adelantó al programa.

Intenté no tensarme, pero ya no entendía mi relación con Alex. De hecho, ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que la entendí.

Él me quería. Y no como una amiga. No tuvo que admitirlo en voz alta para que yo me diera cuenta, después de todo el problema con Gus había quedado más que claro. Pero si quería saber por qué no lo hacía, ¿Qué le hacía falta para decirme "Mayte, te amo como a nadie, quiero estar contigo todo el tiempo posible"? Él ya debía saber que yo aceptaría sin dudarlo, pero necesitaba saber, con total seguridad, que él se sentía como yo.

Ahora, si no se iba a dignar a estar conmigo por las razones que fueran, ¿Por qué tampoco podía estar con alguien más sin que se cerrara o me odiara? Luego luego entraba en un plan celoso.

No lo soporto. Pero lo quiero.

–Ah, está parte sí me gusta. –dijo dándole play.

Desvié mi mirada de él a la tele y vi la escena. Robin y Barney bailando. Meh.

–¿Cuándo se casa Paula? –preguntó con la vista fija en la pantalla.

–En octubre, ¿Por?

Paula no era muy social que digamos, y como cualquier persona normal no quería estrés, por lo que su boda iba a ser tan sencilla que fue muy simple de organizar. Eso no le impidió estresarse en el proceso, pero pudo ser mucho peor.

Alex se levantó sin responderme. Sólo me miró con una sonrisa y me extendió la mano. Lo miré confundida.

–Vamos a hacer eso.

–¿Casarnos?

–No, tonta. Una coreografía. –se estiró para tomar mis manos y levantarme.

–¿Para qué?

–Para cuando vayamos a fiestas.

–¿Por qué das por hecho que Paula te invitó a su boda?

–Soy prácticamente su tercer hermano, claro que me va a invitar.

Me reí y me dejé llevar por sus intentos de imitar la coreografía que bailaban los actores en la serie. Igual y era sólo cuestión de tiempo, algún día se daría cuenta de que tenemos que estar juntos.

Deseé no tener cabeza. Así no me habría dolido tanto. Ni siquiera podía abrir los ojos completamente. Afortunadamente el cuarto estaba a obscuras si no estaría mil veces peor. Pero mi cuarto no tenía cortinas. Y la pantalla de mi celular, que a duras penas logré ver, marcaba las diez de la mañana.

Me enderecé de golpe cuando reconocí el olor. El movimiento brusco provocó que me dieran náuseas. Volví a recostarme mientras a la velocidad de una tortuga procesaba lo que estaba pasando.

¿Cómo se me ocurrió ponerme a tomar así?

–¡Alex! –alcancé a gritar antes de sentir mi cabeza punzar con más intensidad.

¿Por qué estaba en su cuarto para empezar? Se me ocurrió revisar qué ropa traía puesta, o si traía siquiera, pero en su lugar metí mi cabeza bajo la almohada. Tenía muchísima sed, a más no poder, pero si no podía salir de la cama para ir a la mía, no iba a intentar llegar a la cocina.

–Despertaste antes de lo que esperaba. –se escuchó la voz de Alex al mismo tiempo que la puerta abrirse. Quise pedirle que no gritara, pero probablemente no lo hizo.

–¿Por qué me dejaron tomar? –pregunté. Mi voz sonó extraña, un nivel arriba de ronca.

Y hoy que tengo dos funciones, carajo.

–¿Te puedo hacer una pregunta sin que te enojes? –sentí la cama hundirse a mi lado.

–No.

–¿Lo hiciste para reforzar eso de que no tenemos que estar incómodos entre nosotros?

–¿Hice qué?

Hizo una larga pausa antes de volver a hablar. Movió mi hombro de forma suave y levanté la almohada para ver cómo me ofrecía una botella de agua. Me senté en la cama para tomarla.

–¿De qué te acuerdas? –preguntó quitando el cabello de mi cara. Su expresión era tranquila, pero sus ojos temblaban. Estaba nervioso.

¿De qué me acuerdo? Me acuerdo de que fue un día común, no hice nada fuera de la rutina. Fui al teatro, hice el primer acto, fui a mi camerino, me metí a Instagram y vi que etiquetaron a Alonso en fotos con una chica, me enojé sin mucha razón pues yo fui quien lo mandó a la mierda, terminé la función. Llegué al departamento, Santiago estaba en el sillón quejándose de un galán y yo me senté con él a quejarme también. Se le ocurrió sacar tequila y me ofreció. Yo odio el tequila, pero no iba a dejar a mi amigo tomar solo.

–Tequila... –murmuré.

–Sí, bueno, cuando yo llegué la botella estaba vacía. Tómate eso. –señaló la botella de agua y le di un par de tragos.

–¿Qué pasó?

–Te pusiste hasta la madre con Sago.

–¿Él está igual que yo?

–Me atrevería a decir que peor.

Eso me hacía sentir mejor. Moralmente.

–¿Qué pasó?

–Tómate eso.

–Eso hago. –le di un trago pequeño y lo miré apanicada cuando se me ocurrió algo. –¿Me acosté contigo?

También se tomó un momento antes de responder, poniéndome más nerviosa.

–No.

Solté aire y llevé mis manos a mi pecho, la camiseta que traía no era mía.

–Okay... Prende la luz.

Él me hizo caso y al instante me arrepentí, cerré los ojos con fuerza tratando de no soltar un quejido y me volví a acostar para ponerme la almohada sobre la cara otra vez. Pero Alex me la arrebató de inmediato.

–No dejes de tomar agua.

–¿Por qué no me dices qué hice? –pregunté sin abrir los ojos. Él me jaló de un brazo para sentarme.

–Porque no preguntaste. –me volvió a dar la botella y le di otro trago pensando en que sí se lo había preguntado.

De todas formas, bajé la botella y lo miré lo más seria que pude.

–¿Qué hice?

Él presionó los labios, viéndome. Sus ojos todavía temblaban intranquilos. Después de unos segundos que se me hicieron años, soltó aire y se levantó para sacar su celular del pantalón.

–Hice lo que pude. –dijo, lo miré sin entender, pero no dijo nada. Tecleó algo en su celular y me lo extendió. –Sago grabó un chingo, pero lo borré casi todo. Sólo dejé este para que te dieras una idea de cómo te pones.

Lo miré confundida y acepté el teléfono, dudosa, ¿Y si era mejor que no supiera?

La imagen que mostraba su teléfono es de ambos en el sillón de la sala. Alex, cual papá, me estaba poniendo mi pantalón de pijama mientras yo parecía estar dormida en el sillón. La cámara se movía mucho. Le subí el volumen cuando la imagen de Alex se quejó de algo. Resultó que la que se estaba quejando era yo.

–¿Por qué nadie me quiere? ¿Qué hay de malo conmigo? –lloriquee.

–Ya duérmete, May. –respondió Alex, dándome el avión.

–¿Es por qué no tengo bubis? –levanté mi cabeza para ver a Alex que intentaba ponerme pantalones. –¿Por eso me cambiaste por Mariana? ¿Porque ella sí tiene bubis y yo no? –Alex se detuvo en seco y me volteó a ver, no sé qué cara haya puesto, pero no contestó. –Porque me puedo operar.

–Tus bubis están bien, May.

–¡No hables de mis bubis, estás comprometido Alejandro! –le grité dejando caer mi cabeza de golpe.

Hice una mueca.

–El otro día me dijiste que May tiene mejor culo que Mariana, dile eso. –se escuchó la voz de Sago detrás de la cámara. Alex se volteó para verlo y gritarle algo, pero lo vio grabando y se levantó.

–¡Apaga eso, cabrón!

Bloquee el teléfono y voltee a ver a Alex sin saber qué decir.

–Créeme que de todo lo que grabó era lo menos horrible.

–Seguro que fue peor que cuidar a tus sobrinas. –murmuré, él soltó una risita.

–Un poco, sí.

–¿Por qué dejaste que te dijera cosas así? Dios mío. –Alex soltó una risita.

–A Alonso le dijiste cosas peores.

Fruncí el ceño.

–¿Cómo?

La sonrisa de Alex se borró, pero no dijo nada.

–¿Vino Alonso?

–Por supuesto que no, ¿Tú crees que yo dejaría que te vieran así?

–¿Entonces?

–Nada, May. Estabas hasta la madre y te quejaste de él.

–No te creo. Tú eres bien especial para hablar, habrías dicho "Dijiste cosas peores de Alonso".

–¿Te vas a poner a pelear conmigo ahorita? –preguntó incrédulo.

Cada que había un ruido mi cabeza punzaba, pero si había hecho alguna pendejada prefería saber.

–Alex, siempre me has dicho verdades a medias, por una vez en tu vida dime una completa.

Noté que mi comentario no le hizo gracia por la mueca que hizo.

–Pues... le marcaste con tu celular. –sentí una versión de pánico combinado con náuseas, pero decidí terminar de escucharlo antes de demostrarlo. –No entendí mucho, pero le decías cosas como las que me dijiste a mí, que qué había de malo contigo, por qué él no quería andar contigo, que por qué te negaba... –abrí mis ojos con terror.

–¿Y él que me dijo?

–¿Yo qué voy a saber? No estabas en altavoz.

–¿Y por qué dejaste que le marcara? –le reclamé en un grito que me dolió hasta el alma.

Se rascó la cabeza con otra mueca.

–Haces preguntas muy difíciles.

–Alex, dime la verdad.

Se puso a jugar con sus manos y no despegaba la mirada de ellas.

–Es que... Parecía que ibas a llorar. –dijo quedito, no sé si con vergüenza o miedo. –Quería ver si sí lo hacías.

Me tardé un poco más de lo necesario en procesar eso.

–¿Tú también me vas a salir con eso?

–May, no entiendes...

–Claro que no, las personas que según me quieren me quieren ver llorar, ¿Cómo explicas eso?

–No lo veas así. Es que te hace daño.

–¿Daño a qué?

–No sé... Es que, May, no sabes lo difícil que es cuando te da un ataque de pánico. Siempre me muero de miedo.

–Y el que yo llorara sería más fácil.

–Pues... sí.

–Pues con razón has intentado hacerme llorar tantas veces. –saqué los pies de la cama y me levanté lo más rápido que pude, pero me senté de inmediato al marearme.

–May, yo jamás, pero jamás, he intentado hacerte llorar. –me dijo sentándose a mi lado. –Pero sí me preocupa que no lo hagas, como a todos.

–¿Y tú crees que yo no lloro porque quiero? –él titubeo antes de hablar.

–Pues sí, la verdad sí.

–Pues no, eh. No puedo, no sé por qué, sólo no puedo, no me sale. Cuando lo intento me sale actuado y cuando intento que salga solito me da un ataque de pánico. Así que dejen de molestarme con eso. Ya es suficientemente malo por sí solo como para tener que aguantarlos a ustedes también. El día que tenga un buen motivo para llorar, voy a llorar.

Me pasé las manos por la cara en cuanto terminé de hablar. Alex se pasó la lengua por los labios y se levantó de la cama.

–Acábate el agua.

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