11 ♡Volver♡
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Ese mismo día regresé temprano a casa. En la tarde estuve haciendo tareas y limpiando mi habitación, como ya antes lo dije, no hago nada interesante los fines de semana.
El lunes en la mañana el profesor Alan se cruzó en mi camino.
—Buen día, señorita Cross, vine a informarle que su madre ya vino para arreglar el asunto de la colegiatura, así que el resto del semestre no tendrán problemas.
Al escuchar que mi madre ha venido al colegio sin decirme nada me siento desconcertada.
—Mi madre no me dijo nada al respecto, quede con ella en pagar yo misma la colegiatura.
—De ser así, usted debe consultarlo con ella, yo solamente he venido a informarle que ya todo está arreglado.
Yo asiento y le agradezco que me haya informado. El profesor me dice que no hay problema y de inmediato entra a su aula de clases. Yo me detengo a mitad del pasillo, me quedo pensando en silencio.
Nosotros no tenemos el dinero suficiente para pagar una cuota de un mes, entonces... ¿Cómo es que mamá ha pagado las de todo el año?
Me pierdo en mis propias conclusiones y no salgo de mi ensimismamiento hasta que una mano se posa sobre mi hombro.
—¿Te encuentras bien? —pregunta Nico detrás de mí.
—Sí, estoy bien, yo solamente estaba pensando en algo, pero no es nada importante así que no te preocupes. Entremos a clase —dije yo para desviar su atención.
Caminamos juntos a través del pasillo, entramos al aula y nos miramos brevemente antes de que cada uno tome asiento en su respectivo lugar.
A lo largo de las clases, veo las horas pasar en las manecillas del reloj. Ya quiero que llegue la hora de la salida para ir a casa y preguntarle a mamá cómo fue que pago esa cantidad de dinero.
Durante el receso no tuve apetito, estaba concentrada en las últimas palabras del profesor: «Ya no tiene nada de que preocuparse», pero resulta que ahora estoy más preocupada que antes. Las dudas no dejan de parpadear en mi cabeza.
En mi tiempo libre llamo a mamá al celular, pero no responde, lo cual me pone de los nervios.
Pienso en decirle a Rocío si puedo faltar hoy al trabajo por un motivo familiar, pero si lo hago me dirá que no puedo faltar todos los días y perderé el trabajo.
Suspiro agotada de tanto reflexionar. Ya he tomado una decisión, primero tendré que ir a trabajar y después cuando llegué a casa hablare con mi madre para aclararlo todo.
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Narrador.
Nico no ha podido concentrarse en ninguna clase, ha estado pensando en Elisse, él ha notado que ella estaba preocupada cuando se cruzó con ella en la mañana. Se lamenta por no poder abrazarla y consolarla porque Nico siempre ha querido apoyarla incondicionalmente, pero que ella lo considere su amigo no significa que puedan acercarse demasiado y eso él lo tiene claro.
Y aunque lo lastime saber que ella lo considera solo un "amigo" sus sentimientos hacia ella siguen intactos, la quiere, de eso nunca tendrá dudas. Él sabe que Elisse es una chica única, después de su encuentro del sábado le ha quedado claro que ella es una persona generosa y amable.
Nico ha intentado evitar pensar en aquello que ella dijo, en la voz de la chica diciendo la palabra "novio", porque esa confesión lo sigue lastimando. Él no teme a lo que siente por ella, sino a lo que ella no siente por él, pero aún quedan dos meses para que se termine ese último semestre, así que en el tiempo que queda él intentará ganarse la confianza y el corazón de la chica que tanto ama.
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Elisse.
Cuando llega la hora de la salida me apresuro para salir del salón, recorro los pasillos y salgo del instituto, al salir al patio voy por mi motocicleta para irme rápido y llegar puntual al trabajo.
Ese es el primer día que llego antes que Matteo, él aún no está aquí y eso me sorprende.
Diez minutos más tarde, Matteo entra a la boutique y cuando se vuelve parece sorprendido de verme detrás del mostrador.
—Vaya, debo estar soñando, ¿acaso eres tú, Elisse? —bromea muy risueño. Sabe perfectamente que esta vez he llegado antes que él. A continuación, él agrega en un tono casual:—. Nunca llegas tan temprano.
—Me propuse llegar primero esta vez —confieso.
—Algo en tu mirada me dice que no te crea —exclama él con los ojos entrecerrados.
Me río y le hago una señal para que se acerque.
—Anda Matteo, ven aquí que hay que trabajar.
Él me devuelve la sonrisa y se aproxima hacia mí lentamente.
—Eso mismo estoy haciendo.
Media hora más tarde ya hemos atendido a cuatro clientes y todos se han ido felices con su compra. En ese momento estoy ordenando ropa en los estantes y Matteo se encuentra poniendo etiquetas en la parte trasera del mostrador. Cuando coloco un conjunto en su respectivo sitio escucho que la campanita de la entrada, alguien ha entrado a la boutique.
Volteo con una repentina curiosidad y me toma por sorpresa el visualizar justamente a Ryan parado junto a la puerta, a escasos metros de distancia de mí. Él mira a su alrededor y al instante que su mirada me encuentra siento un escalofrío recorrerme el cuerpo entero.
Lo contemplo mientras se acerca y veo que acorta poco a poco la distancia. Sus ojos no dejan de mirarme en ningún momento.
—Hola, Elisse —exclama él en un saludo, parándose a mi lado y atravesándome con esos ojos profundos y oscuros.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto en voz baja para que Matteo no me escuche.
—¿No es obvio? Vine a este sitio a comprar ropa.
Arqueó las cejas para hacerle ver el malestar y el disgusto que me provoca el tenerlo cerca, el tener que oír su fastidiosa voz.
—¿Crees que te voy a creer eso? —le pregunto con amargura y me cruzo de brazos—. Admítelo, solamente has venido a molestarme.
—No te equivocas, he venido para que hablemos. Estoy cansado de que me evites Elisse —responde con una voz seria y fría—. Me jode que te comportes así —espeta Ryan y cada palabra la dice con mucha rabia.
—¿Quién evita a quien? Te recuerdo que por tu culpa discutí con Luka ese día, debido a ese conflicto entre nosotros, yo salí del restaurante muy enojada y confundida, no sé que fue lo que pasó, pero discutir con él estuvo mal porque todo termino en un inesperado accidente.
—Un accidente en el que Luka llegó a salvarte y quedó como el estúpido héroe que nunca ha sido —murmura Ryan enfadado y resentido.
—El estúpido eres tú porque no eres capaz de ver la realidad. Entiéndelo ya, él está y siempre estará en mi corazón, le quiero y no hay nadie más importante para mí —confieso con toda la intención de serle clara y concisa.
—Basta ya, no me mientas porque sé que igual me quieres —sigue insistiendo él. Sus ojos recorren mi rostro y profundizan en mi mirada con intensidad.
—No te engañes a ti mismo, aquí la única verdad es que yo espero que Luca recupere su salud pronto para que volvamos a estar juntos.
—Tú y él no volverán a estar juntos —declara Ryan con determinación.
—¿Crees que podrás impedirlo? No me hagas reír, Ryan.
Matteo se da cuenta de que estamos hablando en susurros así que se acerca a nosotros demostrando una expresión confusa.
—¿Me perdí de algo?
Niego con la cabeza y le dirijo a Ryan una mirada de advertencia para que no diga nada.
—No es nada, solo le sugerí al cliente que vaya de compras lejos de aquí.
Pero su preocupación no disminuye y él nada más se inclina hacia mí para hablarme en un tono confidencial.
—¿Te dijo algo? —pregunta él con la boca cerca de mi oído.
—No, no dijo nada, aunque... creo que él entiende perfectamente donde está la salida —menciono con la vista fija en los ojos sombríos y oscuros de Ryan.
—No hagas esto Elisse, vine aquí para que hablemos con tranquilidad.
—Ya sabes a donde ir y pedir disculpas, a mí no me hiciste nada.
—Pero Elisse...
Lo interrumpo con brusquedad.
—Voy a escucharte después de que él te haya perdonado.
Él entiende de inmediato que le estoy hablando de nuestro amigo Luca. Su expresión se ensombrece y el brillo de esperanza desaparece de sus ojos verdes. Me dirige una mirada fría, después pasa por mi lado rozando su hombro con el mío y sale de la boutique, hecho una furia.
—¿Quién era ese tipo?
Su curiosidad me pone de los nervios.
—Él es... un conocido, estamos peleados por un asunto complicado de explicar, pero no creo que piense en regresar así que no importa lo que ha dicho —alzo los hombros y me esfuerzo en plasmar una sonrisa.
Matteo asiente y vuelve su mirada a la computadora, tecleando precios y registrando las prendas de las diferentes marcas.
—Ayer me dijiste que Rocío es tu prima, la verdad su negocio es un total éxito. ¿Cuántos años tiene?
—Ella tiene veintitrés años —responde con la vista fija en la pantalla—. No entiendo como pudiste creer que era mi novia —admite con una sonrisita burlona.
—Su apariencia le favorece, yo no soy la única que supondría algo así, cualquiera imaginaria que una chica tan linda como ella saldría con un tipo como tú.
Al primer segundo Matteo aparta la mirada lejos del ordenador y la desvía hacia mí con un repentino interés. En sus ojos noto una chispa de intensidad que me pone nerviosa.
—¿Un tipo como yo? —murmura mientras apoya los codos sobre el mostrador y se inclina ligeramente hacia delante—, Y según tú, ¿cómo es un chico como yo?
—Ya sabes, eres el típico chico guapo y creído que trae a todas de cabeza, eres divertido y siempre eres auténtico. Tienes muchas cualidades, pero también eres un peligro porque... con esa sonrisa cautivas a cualquier chica, con esa voz dulce las hipnotizas y tu forma de ser también les resulta irresistible, las enamoras porque te encuentran demasiado encantador, las conquistas porque hay algo en ti, tu personalidad, tu actitud, tu risa, no lo sé, tú consigues que los que estén cerca de ti sientan emoción y alegría, tal vez es tu forma de mirar, esa que no he visto en nadie más.
Cuando me doy cuenta de lo que estoy diciendo ya es tarde para retractarme.
Matteo me mira de manera indescifrable, veo que recarga sus manos en el mostrador aún con su mirada fija en la mía y noto que me hace una señal para que me acerque.
Camino tres pasos, me detengo delante del mostrador y recargo una mano sobre el mismo.
—¿Qué? —cuestiono con una sonrisa en los labios.
—También tú mueres por mí, ¿verdad? ¿Me encuentras irresistible?
Mi corazón se acelera y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.
—En absoluto —expreso con rotundidad.
—El otro día en la cafetería te pusiste nerviosa cuando estábamos juntos, aquella fue una señal de que algo te pasa conmigo.
Ante sus palabras suelto una carcajada sarcástica.
—Sí, siento que te quiero mucho —para provocarlo me inclino hacia delante rozando mi nariz con la suya y reduciendo la distancia entre nuestras bocas—. Podré quererte, pero... en tus sueños, cariño.
Al tenerlo tan cerca mi corazón enloquece y palpita fuera de control, así que para estabilizar su ritmo me alejo de Matteo y despeino su cabello para disimular que no me vuelve loca el olor de su fragancia ni la intensidad de su mirada.
—Es una lástima que no me des una oportunidad, me destrozas el corazón porque yo creí que sentía algo muy fuerte por ti —afirma él de la nada y yo, alarmada, volteo a verle.
—No bromees y sigue trabajando —le sugiero muy seria. Me siento muy nerviosa, estoy temblando de pies a cabeza.
Lo escucho reír, yo agacho la cabeza y disimuladamente también me río.
Dos o tres horas más tarde cerramos la boutique, bajamos al primer piso, caminamos juntos hacia la salida y salimos del centro comercial mientras conversamos.
Hoy la noche es fría, la brisa del viento se siente helada, muy helada. Afortunadamente, me he puesto mi abrigo antes de abandonar las instalaciones.
Vemos al otro lado de la calle un puesto de pizzas, de inmediato él señala ese lugar con la cabeza.
—¿Te gusta la pizza?
—A todo el mundo le gusta la pizza.
—Bien, compremos una.
Cruzamos la calle y al acercarnos ambos pedimos una pizza. Tras dos minutos de espera la señora nos entrega nuestro pedido en un plato de plástico.
Matteo y yo caminamos juntos de vuelta al estacionamiento del centro comercial.
—Sentémonos aquí —me indica él señalando una banca de fierro, yo lo sigo y ambos nos sentamos.
—No sabía que te gustaba la pizza hawaiana —confiesa mientras le pone salsa a su pizza.
—A la mayoría de la gente no le gusta, pero para mí es el mejor sabor de todas.
—Ahora ya sé que obsequiarte en navidad —bromea con una sonrisa y ambos soltamos una carcajada.
Lamentablemente, una personita nos interrumpe y acaba con toda la diversión al aclararse la garganta justo a nuestro lado.
—Hola, Matteo.
Ambos volteamos al reconocer su voz. Se trata de Angeline, su novia.
—Angie, hola. Puedo preguntar ¿a qué has venido? —le cuestiona Matteo y lo veo incorporándose de la banca.
—Bueno, si no querías verme solo tenías que decirlo.
—Sabes que no quise decir eso —se explica él.
La chica rodea los ojos y me mira de reojo antes de fijar sus profundos ojos azules en los míos para fulminarme.
—Me habías prometido que hoy cenaríamos en el restaurante de mis padres.
—Oh, lo olvidé por completo, disculpa.
—Lo hayas olvidado o no, espero que no canceles nuestra cita por tu amnesia fingida —suelta la chica demostrando su enfadado por haberme encontrado a mí con su chico.
—Ve con ella, de todas formas ya me iba a casa —le digo a Matteo forzando mis propias palabras.
—Pero pensaba... —menciona con intención de explicarse.
—Tu amiga puede acompañarnos —comenta Angeline con amabilidad. Matteo y yo volteamos a verla impresionados.
—No quiero ser una molestia —me apresuro en decir y ella niega.
—No lo eres, las amigas de mi novio también son mis amigas —exclama ella aparentando estar entusiasmada y después nos sonríe. No sé si soy la única que se da cuenta de que la chica está fingiendo amabilidad, porque es evidente que me detesta.
—Por mí está bien —afirma Matteo al lado mío.
—Y bien, ¿nos acompañas o no? —pregunta ella mirándome con una sonrisa de superioridad.
Asiento con la cabeza para demostrarle que no me afecta que me esté juzgando con la mirada.
—Bien, los acompaño.
—Síganme.
Sin esperar respuesta ella comienza a caminar en dirección al área del estacionamiento, nosotros la seguimos sin decir nada. Cinco minutos más tarde la joven pelinegra se detiene junto a una deslumbrante limusina de lujo.
—Aquí chicos, suban.
Matteo me indica con la mirada que entre a la limusina y eso hago.
Transcurren veinte minutos en los que no hago más que contemplar las iluminadas calles a través de la ventanilla. Finalmente, la limusina se detiene delante de un enorme edificio con una infraestructura elegante e impresionante. El chofer se baja para abrir la puerta, primero le ofreció la mano a Angeline con mucha elegancia y formalidad, y después de ella bajamos Matteo y yo. Nunca me sentí tan fuera de lugar como en ese instante.
Me fijo en el aspecto deslumbrante de la chica y después me miro en el reflejo de la ventanilla, evidentemente somos totalmente opuestas. Ella rodea el brazo de Matteo y veo que caminan juntos hacia la entrada del edificio, yo los sigo totalmente perdida.
Al recorrer una enorme estancia de paredes blancas, Angeline se acerca a un joven vestido muy formal y le dice algo al encargado la recepción. Cuando ella vuelve con nosotros me entrega una tarjeta dorada que yo acepto solo por educación.
—Este es el pase al restaurante, no lo pierdas, con esta tarjeta todo lo que consumas será de cortesía —menciona ella con una sonrisa venenosa plasmada en el rostro.
Todos caminamos hacia el ascensor, los tres entramos y justo cuando las puertas laterales están a punto de cerrar Angeline habla.
—Aguarden, olvide mi bolso.
De inmediato ella sale del ascensor caminando como toda una princesita ridícula.
—Uy sí, olvide mi bolso, pfff, es una completa creída.
Imito su actitud irritante en voz baja.
Inesperadamente, las puertas del ascensor se cierran y tras hacer un ruido de movimiento en el exterior el elevador comienza a subir hacia los pisos superiores.
—¿Por qué está subiendo? —le pregunto a Matteo con las alarmas parpadeando en mi cabeza.
—Los ascensores normalmente hacen eso —responde él con total tranquilidad, impasible.
—Ya lo sé, pero no entiendo por qué no se detiene —le aclaro con la voz entrecortada por el pánico—, ¿acaso me has traído al edificio más alto del mundo y el restaurante está en las estrellas?
Matteo se ríe abiertamente por mi comentario.
—Tranquila, señorita exagerada. Para tu información el restaurante está ubicado en el último piso.
—¿El último piso? —exclamo hablando muy alto. Me siento demasiado impresionada para pensar con claridad.
Al momento que las puertas del ascensor se abren, observo frente a nosotros un lugar impecable de paredes blancas que está completamente vacío, en ese sitio la luz de la luna brilla a través de los enormes ventanales con vista hacia el exterior; afuera puedo ver las torres más altas y las azoteas de los edificios más cercanos que hacen contraste con el azul pálido del cielo.
—¿Y el restaurante? —le pregunto a Matteo.
Miro hacia todos lados como si pudiera encontrar una entrada secreta o alguna puerta oculta junto a las columnas.
—Se ubica en el piso de abajo —responde con simpleza.
A continuación, avanza algunos pasos y se detiene delante del ventanal. Yo camino detrás de él y observo a través del cristal la deslumbrante ciudad de New York en todo su esplendor; las luces encendidas de los edificios, los carros que avanzan y recorren las calles, el resplandor de las estrellas y la luna en lo alto del cielo. Descubro en pocos segundos que ese es el sitio perfecto para observar con detenimiento las millones de luces que le dan vida a esta magnífica ciudad. Contemplar al mundo desde ese punto de vista era increíble, maravilloso de admirar.
Mis ojos buscan encontrar un lugar específico y no me tardo mucho en ubicarlo. Observo a lo lejos el edificio en el que Luka está hospitalizado.
Desvío la mirada al sentir un escozor en los ojos. La nostalgia me invade y me siento momentáneamente melancólica.
—¿Para esto me trajiste aquí? —cuestiono con la mirada fija en las nubes que se desplazan lentamente en el espacio.
—Conocí este sitio antes de salir con Angeline, mi familia siempre viene a sitios como este a festejar algún cumpleaños o se citan aquí para acordar un cierre de negocios.
—Vaya, no se me cruzó por la cabeza que los millonarios disfrutaran de tanta belleza.
—No lo hacemos, en mi familia siempre son más importantes las cosas superficiales, así que al menos yo no he tenido la oportunidad de apreciar el mundo de las maneras más comunes. Creo que he tenido todas las cosas materiales que cualquier joven de mi edad desearía tener, excepto una cosa... amor, no conozco el amor.
Su mirada esta perdida en la inmensa oscuridad de la noche y de allí no la aparta.
—Lo que dices debe ser triste Matteo, lamento que te sientas así.
—Tranquila, no es tu culpa —lo dice con intención de despreocuparme, después voltea a verme y suspira.
Sin ser consciente de lo que hago coloco mi mano sobre su hombro para hacerle saber que estoy allí, que no está solo.
—Al menos cuento con tu amistad, Elisse.
—Así es, no estás solo.
El momento se torna extraño y profundo inesperadamente. Repentinamente, Matteo acaricia mi cabello con sus delgados dedos. No soy capaz de apartarme y observo sus profundos ojos cafés bajo la penumbra de la noche, su mirada magnética fija en mí.
Él da un paso hacia mí y me abraza repentinamente rodeándome los hombros con sus fuertes brazos. Al sentirlo cerca siento mi corazón a punto de explotar de emoción.
Puede sonar extraño, pero esta situación con Matteo me recuerda a Luka. De pronto pienso en sus abrazos, recuerdo sus palabras, y reconozco que incluso la voz de Matteo es similar a la de Luka. La confusión me revuelve las ideas.
En un momento él se aleja de mí, pero cuando lo miro no es a él a quien veo frente a mí. Esa noche, bajo esa tierna mirada observo sus profundos ojos azules como el océano, su cabello tan oscuro como la noche, sus labios delgados y su inconfundible sonrisa. En mi cabeza hace eco el susurro de su nombre: Luka.
—Elisse —me llama él al darse cuenta de mi abstracción momentánea.
Matteo intenta tomar mi mano, pero rápidamente niego con la cabeza y doy un paso hacia atrás, confundida u desorientada.
—Tengo que irme —menciono sin dar muchas explicaciones.
No espero a que me diga nada y corro hacia el ascensor, huyendo de mis sentimientos encontrados. Decididamente, pulso el botón del primer piso, las puertas se cierran y escucho a lo lejos que Matteo grita mi nombre.
Tras cinco minutos de descenso se abren las puertas del ascensor de par en par, apresuró los pasos, camino a prisa a lo largo de la recepción y salgo del edificio muy acelerada. Al salir afuera tomo un taxi y me voy a casa.
En el camino, con la vista fija en los edificios luminosos que se quedan atrás, aún puedo sentir los latidos acelerados de mi corazón.
No lo entiendo aún, no comprendo esa sensación intensa que se expande dentro de mí cada vez que lo pienso. Por un momento sentí que quien estaba frente a mí era Luka, no Matteo, y no entiendo por qué la comparación, si ambos son dos personas totalmente diferentes y, además, no puedo encontrarle explicación a mis emociones porque durante una fracción de segundo sentí que mi alma escaparía de mi cuerpo estando allí junto a Matteo y eso solo lo sentí una vez, con Luka.
No creo que esa clase de emociones puedan sentirse por dos personas a la vez y no debería tomarle importancia porque hay una gran diferencia entre ellos; Luka es mi novio y Matteo solamente es un amigo, o al menos eso quería hacerme creer a mi misma.
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Nota anónima...
En el fondo, Elisse sabía que además de tenerle un gran afecto, comenzaba a sentir algo hacia el castaño de ojos cafés. No tenía idea de nada, pero ella ya comenzaba a quererlo, de ese tipo de cariño que altera tu respiración y acelera tus latidos.
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Ya todos se han dado cuenta. Enhorabuena, a nuestra querida protagonista le gusta Matteo, la cuestión aquí es la siguiente: ¿Será capaz de admitirlo antes de que sea tarde?
Nos quedaremos en suspenso por el momento, jeje...
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