Capítulo 31. Desastre Familiar
Naruto sonrió mientras abría las cortinas, dejando que la luz entrara e iluminara su habitación.
El cielo se encontraba claro y despejado, como no se había visto en semanas. Una brisa agradable recorría la ciudad y los pájaros se encontraban cantando con alegría.
- ¡Naruto! ¿Antes de ir a tu trabajo puedes ayudarme a colgar la ropa?
- ¡Sí, mamá!
Descendió las escaleras con energía y corrió al patio, recibiendo el cesto de ropa de manos de su madre, quien apenas lo entregó corrió a la casa para realizar otros deberes. Su hijo en cambio se quedo allí, bajo el cálido sol, mientras comenzaba con aquella tarea.
Usualmente se resistía a ayudar con ese tipo de deberes, sobre todo si tenía que salir a algún lugar, pero gracias a la cerca de madera que sus padres habían colocado en el patio podía ver a Sasuke lavar los platos en la cocina de su propia casa. Para sus madres era, sin dudas, un día para quedarse en casa y hacer que sus hijos ayudaran con los deberes domésticos.
Cualquier otro adolescente hubiera replicado, probablemente de forma inútil, pero ellos dos ya conocían a sus madres. Mucho mejor era aplicar sus energías en los deberes para terminar lo antes posible en vez de intentar discutir y conseguir un castigo.
Sasuke al menos pensaba de esa forma, pero para Naruto por una vez las cosas eran distintas. Se sentía cómodo realizando aquellos deberes, aunque más sospechaba que se debía a la tranquilidad de quedarse en casa por la mañana, en donde no había manera de que fuera amenazado con algún tipo de locura. Dentro de unas horas empezaría con su nuevo trabajo de medio tiempo, el cual había conseguido por simple casualidad. Nada demasiado difícil, ni tampoco tan lejos, cosa que agradecía profundamente.
Por lo mismo quería tener una mañana tranquila y a todas luces parecía que sería un día calmado e incluso aburrido, de esos que ayudaban a uno a pasar desapercibido.
Y eso le gustaba.
Además de eso… el día realmente se encontraba bonito. ¡Incluso se sentía inspirado para comenzar a cantar!
- El recuerdo de aquel beso, me eriza cada pensamiento… -cantó, recordando la letra que había escrito junto a su amigo-. Y no sé en realidad lo que debo de ti esperar…
Sí, definitivamente era un buen día para improvisar.
El problema era que esa misma idea le generaba cierta sensación de frustración y un sabor amargo en la boca. Justamente cuando más deseaba y sentía era capaz de terminar la canción, Hinata Hyuuga no se encontraba para ayudarlo.
Molesto con aquello no pudo evitar suspirar.
¿Qué era lo que podía estar haciendo Hina que fuera mucho más interesante que estar con él toda la mañana terminando la canción para el concurso?
***
- Hinata, no olvides sonreír.
- Sí, mamá.
Y con un pesado suspiro la joven Hyuuga obedeció.
El calor había pasado de ser agradable a completamente asfixiante en solo un par de horas. Aquella habitación cerrada, en la cual se había mantenido desde la mañana, ahora le recordaba a una prisión. Sobre todo si se fijaba en las bellas flores que decoraban el jardín ser acariciadas por el viento, libres.
Hasta Hanabi, quien se mantenía sonriente y había conseguido devorar varios pastelillos de pecaminoso chocolate sin manchar ni una sola vez su vestido blanco, se encontraba sudando debido al calor de la estancia.
"De seguro desea estar en la piscina…" -pensó Hinata, imaginándose también el agua clara y fresca. Tal vez podrían darse ambas un chapuzón si regresaban temprano a casa. Y es que en ese momento no había otro lugar en el cual Hinata deseara estar más: casa.
Aunque bueno, sinceramente prefería estar en cualquier otro lugar que allí.
Odiaba las fiestas de té.
- ¿Más agua, señorita? -cuestionó de pronto un joven, sosteniendo una pequeña tetera entre sus manos.
Hinata declinó la oferta con un movimiento de cabeza, mientras veía marchar al chico a las demás mesas. Casi sin quererlo sonrió: si había alguien que de seguro odiaba tanto estar allí como ella, debían ser los doce jóvenes que, en ese momento, estaban actuando de meseros para el evento. Ella ya había visto al menos a la mitad, llevando aquellos elegantes trajes y balanceándose con las bandejas llenas de pasteles entre todas las invitadas.
Hinata hubiera deseado encontrarse sirviendo, con aquel hermoso traje, antes que estar sentada e intentando respirar a través del vestido.
- ¿…tu cabello?
- ¿Ah? -lanzó un respingo de sorpresa, girando de nuevo hacia la mesa. El resto de las chicas con quienes compartía lugar se encontraban observándola fijamente-. Lo siento, me distraje.
- No hay problema -contestó una-. Te preguntaba por tu cabello.
- Sí, ¿no crees que está muy corto? -cuestionó otra chica, con curiosidad.
- ¿Cuándo volverá a crecer?
"Ojala jamás lo haga"
- Dentro de unos meses, espero -mintió con una sonrisa. Aquellas chicas sonrieron también, tal y como debía ser.
- Bueno, pero no te queda tan mal, ¿sabes? -comentó una, sorprendiéndola de pronto-. Se te ve precioso.
- Sí, es incluso exótico -apoyó otra con emoción.
- Me gustaría probar algo así alguna vez -susurró otra, como si se tratara de algo sumamente prohibido y excitante-. Aunque de seguro mis padres sufrirían un ataque.
- Pues yo no me lo haría ni estando loca -exclamó de pronto la chica justo sentada frente a Hinata-. Me parece horrible, clásico de una chica creyéndose un chico…
Aquel comentario fue como una bofetada, causando silencio completo en la mesa.
Hinata lo sabía, sabía que palabras así no deberían afectarla en lo absoluto; sabía a la perfección que no debía dejarse engañar, que lo que importaba era el interior y no el exterior, pero aún así…
- Lo siento, necesito ir al baño -se disculpó con timidez, colocándose de pie con velocidad y torpeza. Su taza vacía se tambaleó con el brusco movimiento, pero por suerte no cayó.
Ella ignoró la pequeña risa de la chica que surgió ante su torpeza y continuó a través de las mesas directo hasta el baño, en donde al entrar pudo apoyarse contra las frías baldosas y fingir por un momento que no se encontraba allí, sino que en casa, a salvo.
A pesar de ser casi una adulta, tuvo que respirar varias veces de forma profunda para evitar que las lágrimas cayeran. De hacerlo su maquillaje se correría y eso solo sería motivos para más burlas.
Se sentía como una niña.
En verdad quería irse a casa.
- Bueno, solo una hora más -exclamó en voz alta para si misma, en cuanto vio el reloj colgado en la pared-. Una hora más, solo una hora más…
Abrió la puerta con una exhalación y salió al pasillo nuevamente, justo tras uno de los jóvenes meseros, pensando en que tal vez otra taza de té podría ayudarla a calmarse. Después de todo se había negado a gran parte de los postres, aunque no por estar a dieta, como algunas otras chicas hacían, sino porque sabía era incapaz de devorarlos sin manchar el vestido blanco que ahora se encontraba usando. Y si lo manchaba, bueno, su madre se enfadaría con ella. Era verdaderamente frustrante, sobre todo si recordaba que su hermana pequeña si podía conseguir algo tan simple como era el estar siempre perfecta y hermosa, cosa esencial en una mujer y de lo cual ella parecía simplemente incapaz…
Volvió a inspirar profundo.
No valía la pena pensar en eso.
Justo entonces fue cuando, en la siguiente esquina, se fijo por fin en el joven mesero que iba caminando un par de metros frente a ella. En cualquier otra situación este hubiera pasado desapercibido por completo, pero como siempre sucedía cuando se trataba de un chico rubio Hinata ahora no le podía apartar los ojos de encima.
Solo había sido un segundo, pero lo suficiente como para confundirla.
¿Acaso había visto a… Naruto?
No, no, era una completa locura. Era imposible que él estuviera allí.
Sonrió para calmarse. Solo debía ser el estrés…
"Estas esperando encontrártelo, eso es todo…"
Pero su altura, el ancho de sus hombros y el peinado… solo había visto a aquel chico de espaldas por un instante, pero realmente podía tratarse de su amigo. Y ahora que lo pensaba Naruto le había mencionado un trabajo a medio tiempo que había conseguido para ese día.
¿Acaso se trataba de ese?
Terminó de recorrer el pasillo con velocidad, doblando en la misma esquina que segundos antes aquel chico había tomado. Estaba segura que no se trataba de Naruto, solo lo estaba verificando personalmente para dejar de hacerse ideas tan ridículas.
En cuanto se asomó pudo divisarlo de nuevo, justo fuera de la cocina, recibiendo instrucciones junto a los otros chicos. Estaba de espaldas, por lo cual no pudo distinguir su rostro y tuvo que conformarse con lo que veía.
Ciertamente podía ser Naruto. Pero no, no, ¿qué cosa pensaba?
Era imposible que fuera Naruto.
- Tú, el nuevo -pareció llamarlo quien era su jefe-. Recuerda que tu corbata debe estar arreglada.
- Sí señor -respondió aquella figura. Su voz sonó cálida y tímida, pero por la lejanía fue incapaz de distinguirla del todo.
¿Cómo podía aquella situación ser tan frustrante?
- Hey, relájate -rió uno de sus compañeros, al ver su nerviosismo-. Está bien que sea tu primer trabajo y todo, pero no tienes que ser tan formal…
- Los chicos de preparatoria son tan adorables -comentó otro, riendo con encanto.
- ¿A qué grado dijiste que asistías?
- Ah, en el salón 3 de tercer año, en la preparatoria Konoha de…
Hinata arrojó un grito, interrumpiendo al chico. De inmediato volvió sobre sus pasos y se ocultó con la pared, antes de que el resto de chicos consiguiera verla. El pánico la invadió en un segundo.
¡Sí era él!
No, no, no, no.
¡Era una broma, tenía que serlo!
- ¿Oyeron eso?
- De seguro no es nada, volvamos al trabajo -llamó uno de ellos-. Tú, el nuevo, te toca llevar el carro de los postres. Recuerda pasearlo por cada mesa…
Hinata se alejó de inmediato, volviendo directo hacia el salón lo más rápido posible, mientras pensaba en cómo hacer para esquivar a Naruto y que este no pudiera descubrirla.
Aunque justo antes de cruzar las puertas que llevaban al salón se detuvo, siendo incapaz de dar siquiera otro paso al recordar que no podía ir de nuevo al salón. En cuanto Naruto la viera la reconocería al instante. ¡Y si lo hacía se acabaría todo!. Caería la mentira de golpe y nada podría hacer ella para evitarlo.
En cuanto comenzó a sentir que perdía el aire se apoyó en la pared, queriendo respirar y pensar con mayor claridad. Podía ocultarse fácilmente en el baño hasta que terminara el evento, pero esa opción simplemente estaba negada. No podía ausentarse, ya se había tardado demasiado y de seguro los comentarios respecto a eso no tardarían en llegar.
Además de eso si lo hacía sería una falta de cortesía tremenda… por no hablar del castigo que su madre le daría.
Ah. ¿Pero en qué lío había terminado metida ahora?
¿Por qué llevar una doble vida debía ser tan complicado?
"Es el precio por tus mentiras. Recuerda que al karma le fascina jugar…"
- ¿Señorita, se encuentra bien?
La chica dio un respingo al sentir la mano en su hombro.
Arrojó un grito por puro impulso y salió corriendo hacia el frente, intentando escapar de cualquier manera. Cruzó las puertas y entró de nuevo al salón, volviendo a aquella atmosfera de encanto y felicidad, como si de pronto hubiera entrado en uno de esos pomposos bailes de los cuentos de hadas.
Se dirigió en la dirección contraria a su mesa, recordando que era por allí por donde el carrito de postres comenzaba su paseo. Tras unos cuantos segundos los meseros volvieron a aparecer, trayendo nuevamente agua caliente. Con ellos venía Naruto -o al menos eso creía ella, casi al borde de sufrir un ataque de pánico-, arrastrando el carrito y comenzando justamente por la mesa en donde había estado sentada hacia unos cuantos minutos.
- Hinata Hyuuga.
Al ser llamada así dio un salto, girando de golpe.
Su madre se encontraba frente a ella, observándola con aquella clásica reprobación en su mirada.
- M-Mamá -tartamudeó apenas.
- Hinata -la llamó de nuevo, con aquella voz que solía usar en público para cuando estaba enfadada-. ¿Dónde has estado? Tu ausencia no ha pasado inadvertida.
- Madre, por favor, necesito ausentarme -suplicó, haciendo uso de aquella excesiva cortesía que a veces detestaba-. Debo volver a casa.
- No hasta que me digas que sucede -exigió saber, frunciendo el ceño por primera vez. Hinata hizo una mueca-. Y no hagas caras.
A un par de metros algunas chicas voltearon a ver al oír los regaños. E inclusive Hanabi, sentada en su mesa al otro lado del salón, se mantenía atenta a lo que fuera a suceder, manteniendo con ella la expresión calmada que la caracterizaba y que solía usar en público. No así Hinata, que podía oír el pequeño carrito de postres acercándose cada vez más a ellas.
Estaba de espaldas a él, pero se encontraba segura de que había cambiado inesperadamente de dirección, cosa que la puso en alerta máxima.
¿Por qué hacía eso? ¿No se suponía que debía ir mesa por mesa desde el comienzo?
¿Acaso Naruto la había reconocido como ella a él, y ahora trataba de verificar sus sospechas?
- Madre, necesito irme -repitió de nuevo, esforzándose por sonar fuerte y clara.
- Hinata, no iras a ninguna parte -replicó la adulta, consiguiendo que Hinata deseara gritar de la frustración.
- Por favor -repitió.
- No, y es lo último que diré. Solo queda una hora y luego visitaremos algunas tiendas.
- Dijiste que solo sería la mañana y llevamos aquí casi toda la tarde -replicó ella, comenzando a enfadarse-. ¿Por qué debemos ir de compras?
- Oh por favor -su madre se mantuvo firme-. Necesitas un nuevo guardarropa, ¿acaso ves lo que usas a diario? -aquello último le dolió, consiguiendo que olvidara todo lo demás-. ¿Por qué ser más como tu hermana? ¿No te das cuenta de lo egoísta que eres?
Hinata casi rió con lo último, pero escogió guardar silencio. ¿Ella egoísta? ¿Acaso su madre no era consciente de lo que le hacía casi a diario?
- Me voy -declaró, consciente de que se comportaba como una niña haciendo una pataleta. Pero le daba igual, aquello último había sido cruzar la línea. Se sentía enfadada y las lágrimas nuevamente amenazaban con escapar, pero esta vez se trataba de impotencia.
Impotencia por no tener el valor de decir lo que creía y como se sentía.
Giró antes de que su madre consiguiera detenerla, consciente de que ella no sería capaz de hacer una escena y la dejaría marchar.
Justo entonces chocó.
Aquel chico de cabello rubio perdió el equilibrio y tropezó, empujando de esa manera el pequeño carrito de postres el cual salió disparado contra las puertas, alejándose.
Hinata dio un respingo y volvió a girar, tratando de escapar.
- ¡Lo siento! -gritó a Naruto, lo más alto que pudo, mientras buscaba una salida. Ni siquiera había notado la cantidad de gente que en ese momento se encontraba observándola
¡Y es que no quería arriesgarse a ser atrapada! Todo se iría por la borda si Naruto la descubría allí y de esa forma. Aunque si se iba ahora tal vez solo sería recordada como aquella extraña chica de la fiesta.
Dio un par de pasos antes de sentir una mano deteniendo la suya. La idea de que fuera Naruto quien hubiera tomado su mano solo provoco un remolino interminable de emociones.
- Se encuentra bien… ¿señorita…? -cuestionó el chico, con evidente preocupación en su voz. Aunque Hinata fue consciente de la duda en la voz.
¿Acaso la había reconocido por fin?
- ¡Sí! -aseguró de prisa. Él sostuvo su mano con mayor fuerza.
- Pero…
- ¡Cuidado! -gritó alguien más, con voz en alerta.
Ambos giraron de inmediato -con demasiada fuerza, lo que provoco que perdiera el equilibrio-, solo para ver con espanto como el pequeño carrito golpeaba una de las puertas abiertas y rebotaba, directo a ellos. Este no consiguió terminar su recorrido, perdió el equilibrio antes y cayó al suelo, provocando que decenas de pequeños pastelillos salieran volando.
Ni siquiera hubo tiempo de pensar.
Hinata sintió la caída, pero el brazo extendido del muchacho evitó que se golpeara en la cabeza. Fue consciente de los gritos y exclamaciones, pero por algún motivo aquello no la alertó a ponerse de pie y huir al instante. Continuó allí, sin saber qué hacer, desesperada por una respuesta, hasta que más gritos le recordaron el otro peligro inminente: los pequeños postres.
Sintió al chico dejar escapar una exclamación ahogada en cuanto los primeros dulces cayeron sobre sus cuerpos, pero luego pareció resignarse a su suerte. Ella en cambio solo pudo cerrar sus ojos al divisar un pastelillo de chocolate estrellándose contra su vestido blanco.
Solo fueron unos segundos, pero la situación era por completo surrealista y risible. Pese a todo a Hinata dejo de parecerle gracioso en el momento en el que todo terminó.
Un silencio profundo inundaba el salón en donde hasta hacia solo unos instantes había rebosado un ambiente festivo y cálido. Y ella era responsable de aquel silencio.
¿Cómo lo haría para explicar lo sucedido?
El chico se movió por fin, alzando su vista para ver alrededor. Con una mueca de asco se dedicó a deshacerse de los restos de pastel que habían caído sobre él, ensuciando tanto su traje como el vestido de ella.
- ¿Se encuentra bien señorita? -preguntó con preocupación.
Hinata tragó, de pronto atrapada en medio de la mentira que era su vida. De forma mecánica alzó su vista, ya preparada para que el caos solo comenzara.
Y entonces se encontró cara a cara, directamente con aquel chico de…
…cabello rubio y ojos… ¿verdes?
- Yo…
- ¿Se encuentra bien, señorita? -cuestionó aquel muchacho que para nada se parecía a su Naruto. Es más, hasta el peinado conseguía ser diferente si se le miraba de frente.
Aunque continuaba sin tener sentido. Ella jamás había visto a aquel muchacho y este había dicho ser un alumno de tercer año en la Preparatoria de Konoha de…
"¿…de chicos? ¿La preparatoria masculina de Konoha?"
…
¡¿Pero en que había pensado al confundirlo con Naruto?!
- Yo…
- ¡Hinata Hyuuga!
Su madre apareció tan inesperadamente en la escena que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Sintió el tirón en cuanto la obligaron a colocarse de pie y para cuando recuperó la conciencia era nuevamente el centro de todas las miradas.
¿Acaso alguna vez serían agradables miradas?
- Lo lamento tanto -masculló al chico, quien la observaba con pena ante la situación en la que había terminado metida.
- No importa, en verdad -aseguró él, al notar la situación en la que ella se encontraba. Bastaba una mirada para notar que aquella chica acababa de cometer suicidio social-. Yo estoy bien.
Pero ella no. Y era obvio.
Su madre volvió a tirar de ella una vez más, mientras comenzaba a recriminarle toda la situación y el escándalo generado. Luego de eso dio media vuelta y se alejó directo a la salida, aún sujetando su brazo, mientras se esforzaba por no alzar demasiado la voz y miraba hacia su otra hija para que les siguiera, en completo silencio.
En cuanto las puertas dobles se cerraron, las conversaciones entre las demás mujeres iniciaron de inmediato.
***
- Yo… jamás había visto a mamá tan furiosa…
Sakura, al otro lado de la línea, terminaba de escuchar todos los detalles de la historia de su amiga.
- No te preocupes Hinata, de seguro se le pasara…
No hubo una respuesta a sus palabras, cosa que la preocupo enormemente.
De otro lado Hinata decidió mirar por la ventana, para observar al ocaso dibujándose en la ciudad, mientras al mismo tiempo trataba de imaginar que se encontraba en cualquier otro lugar que no fuera su cuarto.
Y es que con las paredes empapeladas de rosa y los muebles femeninos de vuelta, casi se sentía como en una prisión.
"Tienes demasiados gustos que no te corresponden" -había determinado su madre, mientras Hinata aguantaba en silencio aquel castigo establecido. Incluso Hanabi y Neji, al verla observar impotente como su madre prácticamente desalojaba su habitación, habían intentado defenderla, pero ambos habían acabado en sus cuartos castigados y sin cenar solo por dar su opinión.
Sin embargo Hinata no sentía que, en esta ocasión, su cuarto se hubiera transformado en un escenario de discusión, como tantas otras veces… simplemente había sido una batalla perdida desde el momento mismo en el que habían llegado a casa. De alguna manera su habitación y la forma en la que estaba decorado era algo cotidiano en las discusiones con su madre… y siempre le molestaba. Que tomara sus cosas y las cambiara por otras siempre había generado que se enfadara con ella, aunque esta vez Hinata había optado por el silencio y aislamiento en el que ahora se encontraba inmersa.
Su corazón le dolía. Por algún motivo la pelea de aquel día había sido diferente…
"Yo… estoy decepcionada de ti, hija…"
Por algún motivo… aquellas palabras lo habían significado todo esta vez…
CONTINUARA…
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