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13

    Papá escupió el agua que estaba por tomar, mamá me miró, los tíos se taparon la boca para intentar ocultar sus risas y Matías... ni hablar, se paralizó con los ojos fijos en mí.

    Micaela siempre a sido así. Desde que tengo memoria su interés era llegar a tener el novio más lindo y llamativo del colegio, el más guapo. Por eso, aunque no tenía presente que podría preguntar algo así, era propio de ella.

    —¿Por eso me dijiste que ya no eres una niña? —Papá fue el primero en hablar, él si me sorprendió.
    —No pa, no es así —intento calmarlo.
    —Entonces ¿a dónde vas? —sonaba enojado.
    —Tranquilo querido —le dice mamá intentando, también, mantener su calma.
    —Si, hermano, no te pongas así. —Parecía que la tía aportaría algo bueno— Estas cosas son normales a su edad.

    "Genial, otra en mi contra"

    —¿"Normales" dices? —las palabras de la tía solamente enojaron aún más a papá, solo... echaron más leña al fuego.

    Matías se levantó de la silla y me arrastró hasta mi habitación dejando a los adultos discutiendo sobre lo que podía o no hacer.
    "Tiene más fuerza de la  que recordaba"

    Abrió la puerta de mi pieza, pasó y luego lo hice yo, aún siendo llevada por él. Puso bruscamente mi espalda contra la pared y dió un golpe con su mano al lado de mi cabeza. Me asustó y di un pequeño salto.

    —Dime que no es cierto —suplicó con la cabeza agachada.

    Miré su brazo, sus músculos habían aumentado considerablemente. Sabía que hacia voley pero, ¿tanta fuerza podía tener? Me daba miedo, no pude responder.

    —Respóndeme, por favor —susurró— ¡Respóndeme! —gritó, ahora, mirándome a los ojos.

    "¿Por qué está tan alterado?"

    Fue lo único que se me ocurrió preguntarme.

    Salí de mis pensamientos al ver una pequeña lágrima caer de su rostro que instintivamente sequé con mi mano. Después de esa cayeron más y él ocultó su rostro en mi hombro.

    —No quiero perderte, no quiero perder a mi niña inocente... No quiero que seas como mi hermana. —Lo último lo dijo pausado, sufriendo y pude comprender porque estaba así.
    —Solo voy a salir con una de mis amigas —dije la verdad.

    Él me abrazó fuertemente y suplicó perdón, aún luego de decirle que le perdonaba, que no era algo tan grave.

    Matías se calmó después de un rato y volvimos a la cocina donde nuestros padres estaban apunto de agarrarse a piñas, mientras que Micaela disfrutaba del show que había creado y los más pequeños lloraban en un rincón.
    "¿Enserio todo este lío lo hicieron por mí?"

    —¡Basta! Por favor. —Llamé la atención de todos.
    —¡Tú no vas a ninguna parte! —gritó mi papá mientras me señalaba.
    —Oh, vamos cuñado, relájate.

    "¡Cállate tío!".

    Aunque lo pensaba no podía decirlo, sería una falta de respeto.

    Genial, no solo tenía que pensar en como lidiar con Allison, también tenía que apagar la bomba que estalló en casa.

    —Papá, yo no voy a salir con ningún chico —dije lo más calmada posible.
    —¡No intentes mentirme!
    —No te estoy mintiendo, voy a salir con una chica que se llama Allison, voy al shopping dos horas, más o menos, y vuelvo. —"Si no le explico todo lo que pienso hacer no me voy a poder ir".
    —Te creo hija. —Esa fue mamá, ella siempre me apoya en todo, excepto cuando me peleo con Tiago, jaja.

    Papá refunfuñó un poco y se sentó. La cara de Micaela había cambiado, claro, su plan no le había funcionado del todo. Los tíos también se sentaron y se quedaron mirando a papá, quién hizo lo mismo, con una cara intimidante.

    —Si quiere tío, yo puedo llevar a Sisi, así está más tranquilo —propuso Matías.
    —Bueno —aceptó papá tras un largo suspiro.

    Miro como está la situación y, sin decir más, voy nuevamente a mi habitación.

    Me puse un Jean de tiro alto, largo y negro, una remera de tiritas, blanca, y arriba una camisa de gasa verde agua que metí adentro del pantalón. Después me maquillé un poco, la base, un toque de rímel, y un labial de brillos que me había regalado Matías antes de irse. Miré el reloj, casi marcaba las 11:30.

    "Bueno, voy saliendo"

    Tomé una cartera pequeña y metí allí el celular, el labial, la base, y un poco de plata. Me puse mi chaqueta favorita, una de cuero negra.

    Abro la puerta y ahí está.

    —Matías, ¿me esperaste aquí todo este tiempo?
    —Emmm, si, ¿por?
    —"¿Por?"... Mejor olvídalo, ¿Vamos?
    —Si.

    Nos acercamos al comedor... Silencio, eso percibía.

    —Bueno, nos vamos —dijo Mati abriendo la puerta.

    Yo saludé a todos con un beso y me paré a su lado.

    —Que te vaya bien, hija —saludó mamá.
    —Gracias, ¡Nos vemos! —grité fuera de la casa.

    Matías abrió la puerta del lado del acompañante y yo entré al auto. Él dió la vuelta y se preparó para manejar.

    —¿Está todo bien?

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