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12

    Unas manos me habían atrapado. Su voz era suave, pero no era le de Liam. Quería ver quién era, pero cuando abrí los ojos... estaba... ¿En mi cuarto?

    Inspeccioné mi alrededor y, efectivamente, estaba en mi habitación. Me senté al borde de la cama y agarré mi cabeza.

    —Que horrible sueño.

    Después miré el reloj que tenía en la mesita de luz.

    —Son las seis de la mañana.

    Volví a acostarme, quería seguir durmiendo...

     Gracias a una avalancha de sentimientos mi mente no dejaba de dar vueltas. Primero pensé en la mirada de Liam hacia su hermana y las reacciones de ella para con él.
    "Y si... ¿Entre ellos de verdad hay algo?"

    Después pensé en Sebastián... Yo tenía ojos solo para él, era un amigo de mi primo que venía seguido a casa porque Matías, mi primo, vivió un tiempo acá. Nunca llegue, siquiera, a declararme. Cuando mi primo se mudó él dejó de venir y, como Chloe sabe, fue muy difícil recuperarme. Creía que esta vez sería diferente.

    "¿Qué debo hacer?"

    Mis sentimientos de culpa y demás pensamientos no dejaron de atormentarme hasta que logré conciliar el sueño.

...

    —Sisi, pequeña.

    No había muchas personas que me llamaran de esa manera así que rápidamente abrí los ojos y abracé a quien me estaba llamando.

    —Siempre tan cariñosa, mi niña. —Su voz era única y siempre me traía paz.
    —Papá, por favor, recuerda que ya no soy más una niña.
    —Para mi, siempre vas a serlo. —Si, otra vez con esas cosas que solo dicen los padres— Vamos a desayunar o,  ¿acaso te olvidaste que hoy es domingo?
    —En un minuto voy —le respondí aflojando mis brazos para que pueda irse.

    Papá trabaja todas las mañanas, de lunes a sábado, y por las tardes llega muy cansado. Excepto los jueves, pasa por Tiago, se van juntos a pasear y a comprar cosas que mamá necesita. Así que los domingos por la mañana son los días que podemos estar todos juntos.

    Me peino un poco y me dirijo hacia el comedor, donde está toda mi familia. Cuando estoy llegando escucho otras voces, además de las de mis padres y mi hermano.

    Antes de cruzar la puerta asomo la cabeza y veo, no solo mi familia al rededor de la mesa, sino también, a mis tíos y sus cuatro hijos. Hacía tanto que no los veía. Matías, al verme, extendió sus brazos, yo corrí hacia ellos, lo abracé fuertemente y él me respondió con un beso en la frente.

    —Bueno, bueno. Es mi turno —dijo mi prima mientras nos separaba, y me abrazó.
    —¿Cómo han estado? —les pregunto a todos mientas me separo de Micaela.
    —Bien —contestan al mismo tiempo.
    —Me alegro —respondo con una sonrisa genuina.

    Después me acerco a los mellizos, Brandon y Dilan, y les doy un beso en la mejilla a cada uno. Acto seguido, me paro detrás de mis tíos y les doy un abrazo al mismo tiempo.

    —Siéntate aquí. —Matías señala la silla que está junto a él.

    La mañana fue tranquila, Matías contaba como era su trabajo y como se llevaba con sus compañeros, estaba muy entusiasmado. Micaela hablaba de la fiesta de egresados que va a tener a fin de año y de su novio universitario. Brandon y Dilan, en cada hueco que encontraban, decían algo de la escuela y Tiago les seguía la corriente. Yo no hablé mucho pero me reía con las cosas que todos contaban.

    —Estuvo delicioso mamá. —Me paro para ir a mi habitación.

    Antes de poder dar un paso alguien puso su mano en mi cintura. Debo admitir que al único que le dejo que me haga eso es a Matías. ¿Por qué? No lo sé. Un día estábamos bailando en el casamiento de una de mis tías y me di cuenta de que cuando él ponía su mano en mi cintura yo no gritaba como una desesperada, como hago con el resto de la gente. Extraño, pero cierto.

    —¿A dónde vas? ¿No te quedas con migo? —pregunta Matías con cara de cachorrito y voz de niño.

    Respiré hondo, agarré la mano que Matías había puesto en mi cintura y la alejé lentamente.

    —Tengo que salir, lamento no quedarme más tiempo —les digo a todos, aunque luego miro solo a mi primo— si me hubieras avisado que venían no habría hecho otro arreglo.
    —Si te hubiera avisado no habría sido una sorpresa.
    —Jajaja —reí como una niña.

    Me sentía muy relajada a su lado, el estar hablando de esta forma me traía recuerdos de años anteriores. Cuando todos los días podíamos estar de esta manera. Pero ya es cosa del pasado...

    —No puedo cancelar esta salida pero estaré aquí cuanto antes —le prometo.
    —¿Cómo que no la puedes cancelar? —pregunta Micaela— ¿Es una cita?

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