04
Luchando con mi novio.
Rápidamente giré sobre mis talones a ver qué era lo que Chloe me señalaba con tanto entusiasmo; era Liam, caminaba por el pasillo principal con el traje escolar un tanto desarreglado.
Tras verlo, tomé coraje y corrí hacia él, salté y lo abracé por la espalda. En esa posición poco común, mi mente comenzó a divagar en pensamientos que para nada importaban en ese momento.
«Su espalda es ancha, además, él es bastante alto y... fuerte». Era alto, se notaba a simple vista, pero jamás me centré exactamente en eso. Y lo de su espalda... bueno, mi intención original era abrazarlo por lo hombros, uno de mis brazos lo logró, pero el otro tomó su cuello y mis pies quedaron colgando.
Mi cara estaba cerca de su oído hasta que él volteó su cabeza, quedamos frente a frente, demasiado cerca. Me emocioné con esa poca distancia y lo fácil que podía acortarla... Tranquilos, solo fantaseé un poquito, tuve que tranquilizarme rápidamente.
—¿Cómo estás no-vi-o? —dije lo suficientemente fuerte para que, todos los que estaban mirando esa inusual situación, escucharan.
La mayoría nos miraba sorprendidos, no faltaron los murmullos. Algunos tomaban fotos, los chicos del periódico en especial, y otros estaban boquiabiertos, desconcertados.
«Soy la estúpida más grande de del universo...
Si, te mereces un Óscar.
¿Eh? ¿Quién eres? ¿Qué es eso de un Óscar?
Emmm, como que eso no importa ahora, tenés mayores problemas que descubrir mi identidad».
Después de que yo confirmara que estoy completamente loca, noté que Liam separó mis manos con delicadeza, me bajó haciendo mis pies literales toquen el suelo y me miró de frente. Yo sentía que volaba, mi amor estaba frente a mí, algo desconcertado y un poco avergonzado, pero allí estaba y tenía que disfrutarlo.
—¿Qué estás diciendo? No te conozco. —Por fin en ese momento sentí que volvía a la escuela después de mi viaje por el cielo. Me dolió escuchar aquellas palabras, pero era comprensible, ¿cómo iba a recordar a todas las chicas que rechazaba? Además, siquiera le dije mi nombre.
—Soy una de las chicas que rechazaste hace dos días —Forcé una gran sonrisa.
La magnitud del auditorio aumentaba con cada palabra que pronunciaba, a la vez que la comprensión del mismo disminuía.
—Eh, ¿entonces...? —Preguntó más desconcertado que cualquier expectador, mirándome como un bicho raro. Y, si... ¿quién no me miraría así?— Yo no soy tu novio —dejó bien en claro.
Continuando con mi actuación, puse mis manos en sus hombros, me paré de puntitas cual bailarina, y me acerqué lo más posible a su cara.
—Tengo algo que te hará cambiar de opinión —susurré casi en su oído con una voz cálida, y me alejé poniendo una expresión de superioridad.
Riin riiiiin. Sonido del timbre.
«Salvada por la campana». Un pco más y mi corazón habría explotado.
Me alejé de él con un pequeño salto, feliz a la vista de todos y, cuando estuve a una distancia considerable, dije casi gritando:
—¡Te veo luego, NO-VI-O! —resaltando, aún más que la vez anterior, la última palabra.
—¡No soy tu novio!
—¡Qué si!
—¡Qué no!
—¡Luego te lo explico!
Poco a poco lo fuí perdiendo de vista mientras me ocultaba en el laberinto de pasillos. Caminé por aquellos verde musgo hasta un aula bastante grande en el que tendría la primera clase del día, abrí una puerta blanca y entré seguida de Chloe.
—Gran espectáculo, captaste la atención de todos —comentó cuando se sentó a mi lado.
—Algo que nunca había hecho. —Cerré mis ojos avergonzada.
—Sip, hay que probar nuevas emociones.
Levanté una ceja y la miré como diciendo: “¿En serio?”.
—Solo cumplí con mi parte del trato —concluí, aún, intentando calmar mi corazón y borrando las nubes que querían llevarme a la tierra de fantasías otra vez.
Quienes ya estaban en el aula antes de que llegáramos no se habían enterado de nada, el problema fue quienes llegaron después. Me miraban raro pero, por alguna extraña razón, nadie dijo nada... Eso sí, sentí ciertas miradas durante toda la eterna clase de la mañana.
[...]
Riin, riiiiin. Sonido del... (¡Va, ya no es necesario que aclare!)
«¡Al fin! ¡El mediodía!». Debía llegar al casillero de Liam antes que él lo haga.
Corrí desesperadamente hacia el área de los casilleros, chocando sin intención a algunos alumnos e intentando escabullirme para llegar a la cabeza de esa gran multitud de adolescentes. Por un lado, deseaba ser más pequeña para meterme por algunos pequeños agujeros que encontraba y por el otro quería ser más grande y fuerte para que nadie me chocara, ya que varias veces terminé con la cara en la pared.
«Menos mal que le deje mis útiles a Chloe».
Logré llegar a su casillero rojo en una pieza y pegué una hoja de cuaderno en la puerta. La nota era cursi y tonta, no estoy segura de poder pronunciar esas palabras frente a alguien... No, no voy a mostrar lo que decía porque me moriré de vergüenza si lo hago. En resumen, le pedía que me buscara cuanto antes en la parte trasera de la escuela y le dejé escrito mi apodo para que vaya sabiendo como decirme.
Pasé por mi casillero para agarrar unas cosas y seguí corriendo, esta vez, en la dirección opuesta a la masa de alumnos que seguían saliendo de los salones, me terminé comiendo cinco carpetas, tres columnas, una puerta, dos ventanas, seis cuadernos, dos paredes y casi me estampo contra el piso reiteradas veces. No se si el que la escuela fuera tan grande era una ventaja o lo contrario, por un lado y gracias a su magnitud, el sector a donde me dirigía estaba vacío, por el otro, llegué a mi “jardín secreto” exhausta, con varios moretones y creo que un par de uñas rotas.
Me senté por unos segundos en el pasto de esa especie de invernadero y retomé el aliento. Ese lugar me recordaba a la primaria, me hacía querer volver a ser una niñita inocente, nerd y solitaria, pero la vida no te da una segunda oportunidad para todo lo que quieras revivir, no queda otra que seguir adelante.
Extendí una manta sobre el pasto, puse el almuerzo, me senté y comencé a comer. Liam no tardó en llegar...
Escuché unos pasos resonando en la cerámica blanca de los pasillos y levanté la vista, en efecto, era él.
—Te estaba esperando —Sonreí suavemente— ¿Quieres sentarte?
—¿Qué es esto? —Se molestó, puedo suponer que fué porque estaba muy despreocupada.
—No comiste ¿o si?
—No vine para eso. —Apretó su mandíbula.
«Así se pone cuando se molesta». Se divertía mi cerebro.
—Bueno, bueno —rezongué girando mis ojos y me paré frente a él mientras buscaba en mi celular la foto de ayer.
—¿Qué estás esperando? —Me apuró por mi forma relajada de actuar.
Lo miré a los ojos y quedé embobada por ellos. «Qué dulce. —Recordé aquella vez que mi tía nos regaló un tarro de miel pura, ¡cómo lo disfrutamos! Aunque no duró mucho— Me gustan, son hermosos... No, no es el momento». Me reproché y saqué mis insignificantes ojos de los suyos para concretar mi jugada.
—Estás enamorado de tu hermana ¿no es así? —tiré rápido.
Su cara se puso colorada, muy colorada al parecer lo había agarrado de sorpresa, pero estaba en lo correcto.
—¡No es cierto! —Giró su cara a la derecha y se tapó la boca con la mano del mismo lado, intentando callar a su lenguaje corporal.
—Que sí —dije con un tono burlón y celebrando mi victoria.
—¡Qué no! —Se enfureció aún más, pero no podía mirarme a los ojos y yo moría por reírme, había encontrado una hermosa debilidad suya.
Después de que un “Ja” desubicado se escapara, tapé mi boca, pero las carcajadas igual salieron. El color rojo de su rostro se encendía cada vez más y me atreví a decir:
—Lo siento, pero tú cara no dice lo mismo.
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