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  Conocer a Ryan Ross fue realmente una de las mejores cosas que pudieron pasarle esa semana a Brendon.

  Era un hecho que una amistad hecha una semana después de comenzada la escuela junto a los basureros en la parte trasera de la misma, cuando una de las dos partes inhalaba heroína y la otra se disponía a mamársela a algún jugador del equipo de Americano para conseguir poco más de tres mil dólares marcaba para ser la cosa más tóxica y destructiva de la historia.

  Lo era, a medias.

—¿Te maquillas a diario? Dios, qué puta eres, Bren—comentó el castaño, tomando el delineador del chico y aplicándose un poco.

  Brendon suprimió una risa, colocándose un poco de labial antes de soplar un beso a su confiable espejo de mano.

—Dios, Ryan, bebé, como si no supieras eso ya. Es decir, soy tan puta que se la mamo a chicos detrás de la escuela para conseguir dinero para... ujum, juguetes didácticos e inofensivos—el pelinegro no parecía avergonzado.

—Mierda, ¿así llamamos a los dildos ahora? Tch, pensé que no tenías pudor, Babydon. 

  El mayor hizo un falso puchero dizque desaprobatorio, Brendon rió por detrás de su mano.

—Bueno, no iba a decirlo frente a los niños—señaló con la barbilla a Dan y Patrick, quienes venían caminando hacia ellos y compartiendo audífonos, Patrick susurrando algo con las mejillas coloradas y agitando el celular tanto que probablemente se iba a desprender del cable y salir volando directo al casillero o la cabeza de alguien.

—Ah, bueno, cierto. Son Datrick y Pan, ¿supongo?—preguntó el castaño, intentando reconocer a los amigos de Brendon por lo poco que habían hablado.

—No, no. Osea, si son ellos, pero ésos no son sus nombres. Mira, te explico—el pelinegro tomó su delineador de las manos de Ryan para señalar con él a sus amigos—: el gordito Marinela que ya bajó de peso se llama Patrick, y se la quiere mamar a Pete Wentz.

—¿El chico emo pelinegro de la banda? ¿El que te enseñó a maquillarte?—preguntó el castaño, frunciendo los labios e intentando hacer memoria.

—Sí, ándale, ése merito. Ahora, a su lado está Dan, quien se obsesiona con los anagramas y dice que hará cosas pero se tarda dos años en hacerlas. 

—Ah, le gusta procrastinar, entonces.

—No, no precisamente. Hace puras pendejadas y ya me trae hasta la puta madre, dice cosas como "pronto" y tiene que pasar un puto año antes de que te enseñe en qué estaba trabajando.

—¿Es olvidadizo o...?

—¡No! ¡Le gusta jugar con los sentimientos de la gente!

—¿Quién, yo?—preguntó Dan, removiéndose su lado del audífono y caminando hacia su casillero, junto al de Brendon, del lado opuesto al de Patrick.

—Pues si wey, no mames, ¿a quién más le gusta jugar con los sentimientos de la gente en este grupo?—preguntó el pelinegro, cruzándose de brazos y soplando un poco del fleco que le empezaba a caer en los ojos. 

  Sus tres acompañantes no se lo pensaron dos veces antes de señalarlo con la mano. Inclusive Ryan, a quien no podía tener más de tres horas y dos mamadas de conocer, tuvo el descaro de señalarlo con el dedo índice.

  Brendon soltó un jadeo, cruzándose de brazos y fingiendo estar indignado. Cualquier persona que lo conociera sabía bien que en realidad se sentía halagado, la muy puta. 

—¡A mí no me gusta jugar con los sentimientos de la gen...! No, ¿saben qué? Olvídenlo, me encanta jugar con los sentimientos de la gente—la sonrisa altanera habitual estaba de nuevo en su rostro y Patrick rodó los ojos, sacando un par de cosas de su casillero antes de señalar a Ryan con uno de sus audífonos.

—No que me importe mucho, pero ¿quién es él? No te he visto por aquí, y esta ciudad no es muy grande como para no conocerlos a todos, ¿eres nuevo?—preguntó, acomodándose la fedora, el castaño sonrió de lado.

—Ajá, transferido desde Las Vegas, papi. Bueno, no, de hecho no. Soy de Los Ángeles, pero el año pasado estuve viviendo un par de meses en Seattle y Las Vegas, mi padre es policía y tenemos que ir a donde el gobierno quiera que vayamos.

—Ah, ¿así que eres uno de esos niños privilegiados que han conocido el mundo, cierto?—indagó Dan, sacando la jodida libreta de su casillero y abriéndola justo en la página del supuesto anagrama.

—Jum, algo así. Aunque tampoco creas que he viajado mucho, la mayoría de mis transferencias han sido en Estados Unidos, una vez a las Bahamas y papá tuvo que ir como apoyo al Reino Unido para un par de negociaciones, pero nada importante, nada permanente—la sonrisa de Ryan era cegadora, y si Patrick no supiera leer a la gente casi se podría haber tragado que tanto cambio de ambiente no le afectaba al chico—. Pero bueno, es lo que hay, ¿no?

—Wey, que buena vida. Lo más que yo he viajado es de aquí a New Jersey para visitar a mis abuelos y de regreso—comentó Dan, sonriendo ligeramente.

—Si buscas estabilidad creo que nuestro pequeño trío es lo más que vas a encontrar en esta jodida escuela, así que bienvenido—Patrick le ofreció una cálida sonrisa al castaño—. Brendon es una prostituta muy cara, aunque muy buena, y Dan es un maldito desorden al cual siempre tengo que estar persiguiendo, pero bueno, te acostumbrarás fácilmente.

—Pattycakes es la mamá—comentó Brendon, sacando un par de billetes de su casillero y cerrándolo de golpe—. Pero realmente es la mejor mamá del mundo, no te va a costar acostumbrarte. 

—Bueno, yo no tengo idea de que soy, así que no creo que quieran incluirme en su grupo—comentó Ryan, sonriendo apologéticamente. 

  La sonrisa de Patrick se ensanchó.

—Eso es lo mejor: nadie aquí sabe qué somos. Nos reunimos, tomamos café, escuchamos música y fingimos saber lo que hacemos. Ocasionalmente acompañamos a Brendon a alguna fiesta, también, aunque eso es reciente. 

—Tómalo o déjalo—susurró Dan, recargado contra el casillero y sosteniendo el cuaderno con una mano, su celular con otra, intentando comparar letras y descubrir en qué idioma estaba escrita su frase.

  Ryan se moría de ganas por tomarlo.

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¿Ya les había mencionado que a esta historia le vale madres lo canónico? :v

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