Cuando Patrick le aventó la botella a Brendon y toda el agua salió volando por la alfombra, Dan ya estaba listo para clavarse la navaja.

—El día que me suicide—comenzó, recogiendo la botella ya limpia de todo su contenido y la tapa del suelo—, quiero que sepan que todo, absolutamente todo, fue su culpa.

—Deberías escribir eso en una nota—sugirió Brendon—. Así te asegurarás de que iremos a prisión tras su muerte. 

—Puede que lo haga—susurró el rubio, pasándose una mano por los rizos y tirando la botella vacía en el bote de basura—. Ah, mierda, ¿qué haré con ustedes?

  Patrick, a pesar de toda su peda, intentó sonreír. Pero salió más como una mueca, o una de esas sonrisas que avientan los pedófilos antes de secuestrar a los niños en una película de terror.

  Dan le aventó el bote de basura a Brendon cuando el estúpido de atrevió a decirlo. 

—Ves todo lo que tengo que pasar yo diariamente con ustedes, ¿eh?—preguntó Patrick, sobándose las sienes—. Dios, si la única manera para hacer que alguien más haga mi trabajo es pasarme de copas, creo que lo haré más seguido. 

  Brendon sonrió como gato de Cheshire. 

—Oh, ¡eso sería perfecto!—comenzó a aplaudir como niño chiquito, brincando sobre sus talones con emoción—. ¡Puedo enseñarte todo lo que sé de fiestas! Empezaremos con cómo aguantar más de una cerveza, por supuesto, y de eso escalaremos al vino, cuáles son los que debes tomar y cuáles no. Te enseñaré a cómo hacer que un chico heterosexual te invite un trago, y cómo lograr que la persona a la cual has estado mirando de reojo se acueste contigo...

—Y yo te enseñaré buenos modales, a hacer tu tarea y sacar buenas calificaciones—recordó Dan, haciendo que el pelinegro tragara saliva.

—Si, si. Podemos hablar de cosas que no importan luego, Dan. Ahora deja a los adultos platicar.

  Dan consideró volverle a aventar el bote de basura. 

  Patrick había caído rendido después de que Brendon comenzara a explicar por enésima vez el cómo coquetear con alguien correctamente con alguien y cómo poner las cosas que decía tal persona a tu favor. Honestamente, Dan se preguntaba cómo había durado tanto, él había empezado a cabecear después de la segunda. 

   Mientras su inocente amigo mamá gallina descansaba y su incansable e irritante amigo revoloteaba a su alrededor, hablando y hablando y hablando —era en serio, ¿es que ese chico no se callaba? ¿Tenía un botón de apagado? ¿Se le acababan las pilas? ¡¿Algo?!— de todas las cosas que Patrick no había aprendido y tendría que enseñarle más tarde él se dedicaba a arreglar en la medida de lo posible su apartamento. Su madre iría a visitarlo en un par de horas, y si el lugar no se veía medianamente decente, ya sabía el regaño que le esperaba. 

  Brendon seguía hablando, hablando y hablando sin cerrar el maldito hocico. En algún momento había pasado de hablar de fiestas a pulpos voladores que usaban los cuerpos de las personas como bolsas de carne para disfrazarse y salir a comer más carne humana — por alguna razón, eso sonaba extrañamente a Tokyo Ghoul. 

  Y una vez que había empezado a hablar del anime, se siguió derechito con una porquería llamada Golden Time, y Super Lovers, y que legalicen a los de trece y, honestamente, Dan solo quería que Brendon también tuviera resaca para que se quedara dormido y calladito también. 

  Pero el chico parecía ser inmune a los efectos post-alcohol y, aunque no lo fuese, el rubio estaba seguro de que su amigo hablaba hasta dormido. 

  Suspiró y siguió limpiando, mientras que Brendon seguía hablando.