N.A:

Y, ¡EMPEZAMOS CON LOS ESPECIALES! ♥

Quiero aclarar, que estos especiales serán como los de "Verdad o Reto." (o sea, tratarán sobre sus infancias).

GRACIAS POR LOS 20K DE LEÍDOS Y LOS 3K DE VOTOS ♥

PD: Y lo siento si actualizo un capítulo por día. Es que realmente, no quiero acabar esta novela tan rápido, como pasó en "Verdad o Reto."

PD2: Este especial, es sobre la infancia de Eloise c:

__________________________

—¡Hey! —escuché por detrás de mí. Me di media vuelta, y pude observar a un niño de aproximádamente mi edad, y ojos color miel, que me miraban asombrados —. ¿Tú eras la que estaba cantando? —asentí lentamente con la cabeza —. ¡Wow! ¡Debo decirte, que cantas genial!

—Uhm... ¿gracias? —respondí, algo insegura. ¿Cuántas veces había hablado con chicos? ¿Una o dos, para acordar algo sobre algún proyecto? ¡Hey, tenía once años; aún era estúpida!

—De nada —dijo él —. Y, ¿cuál es tu nombre?

  Y comenzamos a charlar, mientras observaba el paisaje.

 Rosas rojas, malas hierbas, y verdes árboles era lo que abundaba allí. Y, además, había una pequeña laguna de agua dulce, llena de peces de todos colores (principalmente naranjas con rayas blancas), que nadaban felizmente por sus aguas. ¿Acaso ellos pensarán que estaban libres, en un mar gigantesco? ¿O acaso saben que están en una diminuta superficie de agua, y que jamás lograrán salir de allí?

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté, de pronto. Sentí como la idiotez me recorría, desde la punta de los dedos, hasta el último cabello en mi cabeza.

—Doce años —dijo él. Al verme a mí, ahogó una risa. Fruncí el ceño.

—¿Qué te sucede? —pregunté, y me cruzé de brazos.

—Verte ruborizada me dio gracia —y él dejó escapar su risa. Abrí los ojos como platos ante esta confesión. ¿Yo me había ruborizado? ¡Jamás, en once años, me había sucedido eso! Y lo peor: ¿por el mero hecho de preguntar cuántos años tenía? ¿En serio, Eloise? Creo que debo ganarme el primer puesto al premio de idiotez pre-adolescente —. ¿Sabes qué hora es? —preguntó él, luego de calmar su risa contagiosa. Revisé mi reloj color violeta, que llevaba siempre en mi muñeca izquierda. Suspiré.

—Son las cuatro y cuarenta y tres —dije, alarmada —. Debería de haber llegado a mi casa hace ocho minutos. ¡Mi madre me matará! —él rió. Levanté una ceja, lo cual me salió muy mal —. ¿Qué?

—Es tierno que tu hora límite sean las cuatro y treinta y cinco —siguió riendo. Lo empujé, y cayó al piso —. ¡Hey! ¡Nunca dije que tú fueras tierna! —lo saludé con la mano, y me fui a mi casa.

 Mi madre me iba a castigar.