94
—Váyanse —nos dijo Jamie abriendo la puerta de la casa de Haddye.
—Tú vete, ésta es mi casa —repuso Connor, empujando suavemente a mi hermana y corriendo escaleras arriba—. ¡Te recomiendo que digas todo! —gritó antes de cerrar una puerta.
—¿Decir qué? —le dije a mi hermana, que maldecía a Connor en voz baja.
—¡Nada! —gritó ella—. No pasa nada, en serio. Puedes irte —me sonrió falsamente y amagó en cerrar la puerta en mi cara. Puse mi pie y se le hizo imposible ignorarnos.
—Sabemos que eres de Nn, hermanita. ¿Por qué caíste taaan bajo? —me crucé de brazos y ella resopló.
—Son mis amigos, ¿qué hay de bajo en eso? —T rió.
—¿Que quizá sean los estúpidos que te separan de Ryder? —sugirió mi amiga, señalando al pobre chico que miraba a mi hermana con una gran pena en sus ojos.
—¡Él no me quiere! —gritó Jamie apartando la mirada de las facciones perfectamente diseñadas de Ryder.
Nos quedamos en silencio. Ryder por aquel estruendoso malestar, mi hermana por darse cuenta de lo que acababa de decir, y yo por Sebastián que caminaba en puntas de pie hacia Jamie.
Él corrió hacia la puerta, llevándose puesta a mi hermana que casi cae al suelo.
—¡Imbécil, te dijimos que no salieras! —gritó Haddye apareciendo por una de las puertas. Frenó en seco cuando nos vio—. ¿Por qué demonios permitiste que vieran esto, Jamie? —la expresión de ella estaba cambiando.
—Yo... lo siento —mi hermana agachó la cabeza y en ese segundo noté muchas cosas que antes no.
Uno: Sebastián acababa de salir de esa puerta cuando nos había dicho que se había quedado cuidando a sus inexistentes primos.
Dos: Mi hermana de notaba completamente incómoda ante la presencia del chico del cual gustó el ochenta por ciento de su vida.
Tres: Connor estaba bajando lentamente por las escaleras con un diario abierto de par en par.
—¡Sebastián! ¿Qué pasó? —le preguntó Luke.
—Ellas me encerraron, me dijeron que no me dejarían ir hasta que mi... ¿cita? Con Eloise haya terminado —respondió. Haddye apretó los labios al mismo tiempo que Connor pasaba a su lado.
—Tengan. Miren todo, aprendan que no deben confiar ni en sus compañeros de clase —nos dijo Connor mientras nos tendía aquel diario, repleto de notas y nombres.
Decía todo sobre todos los estudiantes de la secundaria, los cuales eran bastantes para un solo diario. Miré a Connor de reojo y vi que tenía tres más en sus manos.
Abrí la página con el señalador y vi nuestros nombres. Vi un tipo de información sobre nosotros, y un grande escalofrío me cruzó por toda la espalda. Parecían enfermos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro