88 (parte uno)
N.A:
Estoy actualizando más seguido. Por ustedes ♥
Probablemente el penúltimo o último POV de Luke...
PD: ¡FELIZ DÍA DEL PADRE! ❤️
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LUKE'S POV
—¡YA SAL DE LA DUCHA, JENNA! —le grité a mi hermana. Estaba comenzando a morirme de desesperación: faltaban sólo siete minutos para que comience la cena familiar.
—¡Ya! —me gritó ella, abriendo la puerta—, una viene de la universidad para las fiestas y así le pagan. Ni puedo maquillarme...
—Ya te he dicho que no necesitas maquillaje, Jenna —le respondí, antes de cerrar la puerta y entrar al baño.
Cinco minutos ya estaba fuera, secándome el pelo a toda velocidad. Escuché cómo mi mamá atendía a todos mis familiares, y ellos odian que yo siempre sea el último en sentarme, aún sin siquiera estar listo. Al igual que todos detestan que Jake y yo seamos los únicos que no se ríen de casi nada.
Sí, no me cae bien mi familia.
Llegué abajo justo a tiempo: la tía Susy estaba entrando por la puerta con el pastel. Nos llamaron a cenar, y todos fuimos hacia la mesa. Busqué un lugar estratégico, lejos del tío James pero cerca de Jake, Jenna y Myra. Estaba evaluando mis opciones cuando sentí que alguien me agarraba del cuello de la camisa para girarme. Era mi padre. Lo abracé y sonreí; hace mucho que no lo abrazaba.
Me guió hacia una silla cerca de la suya, por más que me haya negado. Justo en donde no quería terminar: el centro de discusiones políticas y económicas.
—Hola —le dijo mi madre a mi padre, con la mayor frialdad posible. Él hizo lo mismo. En realidad, ellos no se odiaban, sólo pretendían hacerlo parecer.
Pasaron quince minutos de charla y yo ya quería correr hacia la otra punta de la mesa y aferrarme fuertemente a sus pies. Nunca había estado tan aburrido.
—¡Hey, Luke! —aprovechó a decir Jenna cuando hubo un momento de silencio—, ¿tienes novia? —se estaba vengando por lo del baño.
—Ehm... no... —respondí.
—¿Y la rubia de tu cumpleaños? —maldita seas, Jenna.
Toda la mesa se convirtió en un solo grito. "¿Una rubia? Está logrando lo que yo", escuché decir al tío Norman, señalando a su nueva novia. ¿Es que nadie se daba cuenta de que esa jovencita sentada a su lado tenía siete kilos de tintura encima?
"Míralo tú, con novia y todo", dijo la tía Susy, la solitaria de la familia.
"¡ESPEREN! ¡UNA RUBIA!", gritó Myra, haciendo callar a todos.
—¿Es la rubia que yo pienso? —me preguntó, justo en la otra punta. Asentí.
—Pero no te apures, no somos novios —aclaré.
—Llámala —dijo Jake. Otro más que lo único que quería era molestarme—, queremos las pruebas de que no lo son.
Agarré mi móvil y marqué su número. Uno, dos, tres tonos hasta que atendió.
—¿Hola? —estaba en altavoz—. ¿Luke, qué quieres?
Myra corrió hacia mí y me sacó el móvil.
—¡T! ¡Cuñadita querida! —gritó.
—¿Cuñada? —se escuchó reír a T—, ¿está Luke contigo?
—Sí, claro que sí. Pero lo único que diré será que si dices algo malo estás jodida, cariño. Tienes que saberlo interpretar —y así me devolvió el móvil.
—Ehm... T, ¿qué somos? —la mano me temblaba.
—Humanos —respondió. Jake rodó los ojos y me quitó el móvil.
—Hola, T. ¿Qué tienes con mi hermano? —le preguntó.
—¿Acaso hoy es el día del "Sácale el celular a Luke y realiza preguntas incómodas?" —se escuchó por la línea.
—No respondiste a mi pregunta...
Silencio absoluto. Le quité el móvil y corté.
—Idiota, ¿no ves que-que-que estaba muerta de vergüenza? —dije, tartamudeando.
—Ve, llámala otra vez. Y ustedes —mi madre señaló a mis hermanos y mi prima—, no lo sigan.
Me encerré en el baño. Marqué sus nueve números, aquellos que me sabía de memoria. Atendió al instante.
—Déjame en paz, Jake —dijo apenas atendió.
—No soy Jake... —respondí. Se escuchó que dijo "Oh". Tomé aire—, lo siento por lo de recién. Es que... —no tenía cómo justificar.
—Eso me dejó pensando —creo que sentí cómo sonreía.
—¿En?
—Esto —rió—, lo siento —paró—. ¿Por qué me costó responder?
Me quedé en silencio. Lo que me parecieron siete horas en realidad fueron cinco segundos.
—¿Qué somos? —le pregunté.
Siete horas más.
—Luke... —empezó a decir ella.
Años.
—Yo... —siguió ella.
Siglos.
—No lo sé. Es extraño que me llames para eso, a diez minutos de Navidad —finalizó. Sonreí.
—¿Estás en tu casa? —le pregunté. Susurró un sí —. Espérame ahí. Llego en menos de diez minutos.
Y corté.
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