88 (parte dos)
LUKE'S POV
No me di tiempo de siquiera lavarme la cara que ya estaba corriendo a buscar las llaves.
—¿Por qué tanto alboroto? —escuché que me preguntó mi abuela.
—¡Las llaves! ¿Dónde demonios están las llaves? —casi grito. ¿Qué estaba pasándome?
—No te vas a ningún lado, jovencito. ¡Ya casi es Navidad! —me dijo mi madre. Mi padre la miró haciendo una mueca, y supe qué quería decirle: "Déjalo ir". Es fácil adivinar las intenciones de tus mismísmos padres cuando ya has visto tantos tipos de miradas provenientes de ellos—. Bien, ve. Pero vuelve antes de las doce y cuarto, no podemos estar hasta altas horas de la madrugada despiertos sólo para esperarte y abrir los regalos contigo —me mencionaba mientras que Jake me pasaba las llaves del auto de papá.
—¡Vuelvo en media hora! —grité, y hasta yo pude sentir cómo mi madre rodaba los ojos. Salí de mi casa, pero una helada me agarró de la nada, sorprendiéndome ante mi remera manga corta. ¿En serio? ¡Pero si en la tarde hacía un calor de locos! Volví a entrar y rápidamente agarré una campera. Corrí hacia el auto y lo intenté prender. Uno, dos intentos, pero nada. No, no, no ahora.
Volví a intentar. Dicen que la tercera es la vencida, ¿no? ¡Pues se equivocan! ¡El maldito auto prendió al séptimo intento! Me quedaban sólo seis minutos y un trayecto de tres. Llegaría a tiempo.
Quería llegar antes de las doce. Ver su cara al observar las sonrisas en los rostros de todos sus familiares, escuchar los gritos emocionados de los niños de otras casas que resplandecientes abrirían sus regalos, y el chocar de las copas. No sé por qué, pero siempre me había gustado que ella sea feliz, así me guste o no.
A las once con cincuenta y ocho estaba, no bajando, sino que saltando del auto. Toqué la puerta, pero no fue necesario, ya que justo estaba saliendo T.
—Te vi aparcar el auto —me dijo. Sonrió.
—Bien, empezaré con esto, quieras o no —dije. T arqueó una ceja con confusión, pero cuando estaba a punto de preguntarme algo, la detuve con mis palabras—. No sé qué me pasa contigo. Eres... rara. Como lo que siento por ti —hice una mueca para no reír—. Se supone que no me gustas, pero... ehm... no sé. Sólo que cuando te miro hay algo que me impide dejar de mirarte. Como un imán, supongo —sentía mis manos sudando: en serio estaba nervioso—. Y es que no te das cuenta, pero alegras hasta la más oscura situación con una pequeña carcajada, un chiste, una sonrisa, lo que sea que salga de ti. Sé que pensarás que debería reprimirlo, que no sientes lo mismo por mí y que no sirve venir en Navidad a decirte todo esto si nunca seremos nada más que mejores amigos, pero entiendéme, necesito confesarte que eres la persona más maravillosa que pudo llegar a mi vida de la forma más inesperada posible —una sonrisa empezaba a surgir en su rostro—. ¡Por una maldita nota y un helado volador! ¡Por esas mínimas idioteces fue que llegaste a mi vida! Dios, arrepentirme de todo eso sería un pecado, T.
Me fijé en el reloj que tenía en mi mano. Faltaban treinta segundos para medianoche.
—Tu personalidad es tan... tú —seguí—. Eres espontánea, divertida, soñadora y a veces muy infantil. Pero me encanta. Provoca algo en mí que no sé explicar, es como un huracán en mi pecho mezclado con un poco de delicadeza. Dos extremos que se complementan a tal punto de hacerme sentir así contigo: feliz —admití—. Yo... sólo... bien, ya qué, te amo. No puedo ocultártelo más, T. Ya lo he estado reprimido muchísimo tiempo para no decírtelo. ¡Es que Alessa no me importa, no me importó y no me importará! —su boca se abrió, en señal de su sorpresa—. Y, bueno, ¿recuerdas cuando besé a Haddye el año pasado y nosotros andábamos en "algo"? Fui imbécil, pensé que así podría olvidarte —sonreí, y distraídamente vi el reloj otra vez. Sólo cuatro segundos—. Pero no funcionó, de veras no lo hizo.
La besé. Escuché las voces de los niños, los "¡Feliz Navidad!" de todos, una risa de espía de Grace y la puerta cerrándose detrás de T.
—¡Wow! ¡No me esperaba esto! —gritó una voz femenina, haciéndome separar repentinamente de T. ¡Vamos, un poco de respeto, gente que pasa! ¡La estaba besando!—. T, ¿puedes abrirme? Olvidé las llaves dentro. Recién salí por la puerta trasera, pero esta se atoró —dijo la que ahora había reconocido como su madre, completamente sonriente.
—¿Y para qué te habías ido? —preguntó T. Su madre prendió la linterna del celular y pude ver que estaba sonrojada.
—Para saludar a la vecina —respondió ella. T asintió y abrió la puerta. Reconocí la mirada cómplice que su madre le echó a ella: "No diré nada". La puerta volvió a cerrarse, así llevándose el cuerpo y alma de esta señora para adentro de la casa.
T me abrazó.
—Perdón, perdón, perdón —me decía ella—. Lamento todo lo del año pasado, no fuiste el único idiota. ¡Y yo que me creía las estupideces de Nicolás! —casi grita—. Y las de Derek...
La abracé más fuerte. Y luego me fui, con una sonrisa en el rostro y sin ningún apuro.
Ambos sabíamos qué éramos. Inconscientemente nos lo habíamos dicho.
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N.A:
Tuke shippers, sé que me adoran.
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