#CuentaRegresivaQueMeHaceShorar
28 capítulos.

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Era el último día de clases. Todos estaban afuera festejando, gritando, y riendo a carcajadas.

«Y aquí estoy yo, como toda una imbécil, dependiendo mi felicidad de un maldito exámen», pensé. «Vamos, deja de imaginarte cómo será si logras aprobar y concéntrate en la prueba; te quedan diez minutos y tres preguntas».

Las primeras dos de las tres que me faltaban fueron pan comido, pero me restaron dos minutos de tiempo cada una para responderlas de manera completa. La última pregunta era larga, complicada, y valía cincuenta puntos de cien. Llegaba a salirme mal, y tendría un cinco: dos notas por debajo del aprobado.

Suspiré y nerviosa miré la hora. Miré al piso, a la pared, a los costados, al techo, a las ventanas. Observé a tres personas que llamaron mi atención. Eran las únicas que estaban fuera del salón que no festejaban. Me miraban a mí, con una sonrisa en el rostro.

T, Luke y Sebastián.

Cuando notaron que los miraba, me hicieron gestos de aliento. No caí en cuenta de que no eran gestos alentadores hasta que vi la cara de terror de Luke. Me hacía señas al reloj.

Supe a qué se refería. Miré rápidamente al reloj, y comprendí todo.

Me quedaba menos de un minuto.

Intenté concentrarme. Puse lo primero que se me vino a la mente al relacionar las palabras, justo segundos antes de que la profesora recogiera los exámenes. Salí del salón antes de que tocara la campana.

La nota final sería entregada al día siguiente. Todo un día para saber si lo que había escrito estaba bien.

—¡De seguro te fue genial, amiga! —gritó Sebastián; todo se había arreglado entre nosotros —. Podrás irte de viaje de egresados con nosotros, y aprovechar nuestro último año de probable adolescencia juntos.

Sonreí ante la idea. Sólo nosotros cuatro, contra el quinto año.

No sé por qué no les dije que probablemente deban ser sólo ellos tres los que se diviertan. Pero no lo supieron en ese momento.

Tocó la campana y un mar de adolescentes, sonrisas, gritos, y papeles me inundó. Ya estabamos afuera de la escuela. Ya no habían más clases. Eramos libres.

Me despedí de todos mis compañeros, acordando juntarnos algún día.

Cuando mi madre apareció en auto, sonreí y me metí dentro. Lo que pasó luego fue que ella me dio una seria charla sobre el amor, el enamoramiento y la familia. ¿Qué sucedía?

—Mamá, ¿puedes ir al punto? —casi le grité. Ella medio sonrió, mirando a la carretera con aire de confesión.

—¿Qué pensarías si te digo que dentro de nueve meses tendrás un hermanito o hermanita?

Me lancé sobre el respaldo del asiento, con los ojos abiertos como platos, mientras lanzaba un suspiro casi inaudible.

Mi mente comenzó a relacionar todo.

Mamá. Papá. Familia. Hermanito o hermanita. Pesadillas.

Quizá la idea no me agradó tanto en ese momento.