49 (parte uno)
Y allí estabamos nosotros; mochilas a la espalda, y bolsa de dormir en mano. Éramos Luke y yo. ¿Dónde diablos estaban Sebastián y T?
—¡Hola, bebés! —gritó T, apareciendo de quién sabe dónde. Hice una mueca al ver a Derek a lo lejos; digamos que él..., uhm..., está arruinando la vida de ella.
Repetidas veces yo le había dicho a T que él no le hacía bien, que Derek no la quería. Y lo sé porque lo escuché hablar con uno de sus mejores amigos dos semanas antes. Apenas entendí todo, corrí hacia donde estaba mi amiga y le dije sobre la estupidez máxima del imbécil. ¿Que si me creyó? ¡Pues claro que sí! Es más, cortaron por dos días, pero el muy maldito se apareció por su casillero con un ramo de rosas disculpándose. Ella lo pensó, pero finalmente aceptó; Derek le dijo que estaba arrepentido, que no había pensado en sus palabras, que realmente le gustaba.
Patrañas, él era un estúpido.
Vislumbré a Jake al lado de Rachel William, hablando animádamente. De lo cual me alegro. Y no, no es sarcasmo.
—¿Se puede saber en dónde estabas, pequeña malvada? —le pregunté, con un grave intento de levantar mi ceja. Me di cuenta de que fallé al escuchar la risa maniáca de Sebastián al lado mío. Grité, me di media vuelta, corrí hacia él con una sonrisa en mi rostro, y me colgué sobre su espalda.
Pasamos un largo rato así, hasta que él suspiró y me preguntó por qué tanto alboroto si nos habíamos visto ayer. Golpée su cabeza suavemente mientras decía que el tiempo no era excusa para no extrañar. Iba a bajarme de su espalda, pero alguien lo hizo por mí.
Ahí estaba Luke, agarrándome de la cintura y dejándome en el suelo. Saltó hacia la espalda de Sebastián.
—¡Oh, mi príncipe, llévame hacia la heladería de la vuelta de la escuela! —dijo Luke con mirada soñadora y voz de chica, mientras que yo ahogaba una risa y Sebastián la dejaba salir. T gritó de emoción, y quitó a Luke de la espalda de Sebastián con una patada. Él cayó al suelo y fingió llorar —. ¡Mi príncipe fue arrebatado por una bruja! ¡Tengo miedo! —T le sacó la lengua y se subió a la espalda de Sebastián.
—Ahora, me llevas a la heladería o te golpeo fuertemente. Tú eliges —dijo T con aire amenazador, agitando su puño. Sebastián negó y se dejó caer al piso, aún con T a su espalda. Ella rodó por el suelo y él se agarró de sus rodillas, meciéndose lentamente mientras decía: «Yo no soy un caballo, yo... no soy un caballo. Mi mami jamás me dijo que yo era un caballo».
—¡Bien, alumnos, síganme! —gritó el director, con un megáfono. Detrás de él se podían observar autobúses de alta gama llegando a la escuela. Obedientes, todos lo seguimos. Eso sí, callados no estábamos.
Me senté junto a T en el autobús, y Luke se sentó junto con Sebastián. El viaje duraría dos horas, y era un automóvil por curso.
La primera hora hubo un gran alboroto de personas, risas y demás. Cuando pusieron música y todos comenzamos a cantar y saltar, hubo aún más alboroto.
Will me empujó a mí, yo empujé a Marie, ella empujó a Bautista y así consecutivamente. Caí al suelo, con Will encima.
—¿Puedes salirte de encima mío? —le pregunté, entrecerrando los ojos. Él negó.
—No hasta que me devuelvas mi celular —dijo él. Suspiré y le entregué su móvil que le había quitado minutos antes. Will se paró, y me ayudó a pararme a mí. Estaba a punto de volver a saltar, hasta que él me agarró del brazo, y me quitó mi teléfono. Salió corriendo hacia los asientos de atrás, mientras que una oleada de personas me llevaba hacia los asientos de adelante.
Grité su nombre, mientras que golpeaba a mis compañeros. Todo sucedió como en cámara lenta, mientras que en mi cabeza sonaba una balada muy triste.
—¡Daisy, devuélveme a Daisy, maldito Will! —¿qué? ¿Acaso pensaban que yo iba a gritar el nombre de Will con completa desesperación? ¡Ja, claro que no!
Daisy era mi móvil, bautizado por Sebastián.
Llegué al lado de Will, al mismo momento que Luke tomaba mi móvil de sus manos.
Demonios, él sí sabía mi contraseña.
—Suelta eso —le dije secamente a Luke. Él negó con su cabeza, al mismo tiempo que le pasaba mi móvil a Will.
—¡HEY! ¡TODOS, ELOISE! —gritó Luke para hacerse escuchar. Me agarró de la cintura y me alzó por arriba de su cabeza, así dejando mi cara a escasos centímetros del techo del autobús. Comencé a moverme, y admito que al principio me asusté: ¿ACASO ESTABA VOLANDO?
Luego me di cuenta de que todos en el autobús me pasaban a los asientos de adelante por arriba de sus cabezas, como en los conciertos de Rock. Llegué a su objetivo: el principio del automóvil.
¿Que cómo no le sucedió nada al autobús, habiendo adentro un montón de adolescentes alocados? Bueno... digamos que sí le sucedió.
El autobús comenzó a derrapar, la música paró, todos gritamos y nos abrazamos. De pronto, el automóvil frenó en seco.
—¡Demonios! —gritó el conductor, subiendo las escaleras. Era un autobús de dos pisos, y abajo habían algunos directivos —. ¡DEMONIOS! ¡MALDITOS ADOLESCENTES! ¡YA ME
LAS PAGARÁN!
Apareció el profesor Franklin ahogando la risa y simulando una cara seria, junto con el director.
—Yo ya sabía que algo así iba a suceder —dijo el director, suspirando —. Vamos a tener que bajarnos, mientras que llamo a los otros autobúses y el profesor Franklin llama a la grúa. Y pensar que todo fue culpa de una piedra en el camino y demasiado movimiento dentro del autobús...
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