39
"¿Qué prefieres?
¿Romper tu celular, o bailar conmigo? -S."
"Romper mi celular. -E."
"Eloise... -S."
"Yo sé que tú me quieres c: -S."
"Okay, okay. -E."
"Aceptaría bailar contigo. -E."
"Entonces, Eloise, ¿me concedes este baile? -S."
"Dime que no te levantarás. -E."
"Y... te levantaste. -E."
"No te arrodilles. Parece como una invitación de casamiento. -E."
"La profesora nos está mirando. -E."
"Sebastián, dime que no pondrás un vals. -E."
—Puedes dejar de escribir, Eloise —dijo Sebastián, sonríendo. De fondo, se escuchaban los típicos murmullos de mis compañeros —. ¿Te levantarás para bailar esta pieza conmigo, o seguirás escondiéndote detrás de ese cuaderno? —quité un pedacito de hoja de mi libreta, y comencé a escribir.
"Escondiéndome. -E."
Y se la entregué.
—Si no aceptas por las buenas... —sentí que mi libreta desaparecía de mis manos y caía al piso. Rápidamente, mis ojos se posaron en el suelo. Sebastián me miraba divertido. Me dio la mano y, a la fuerza, me levantó de la silla. Mis dientes estaban apretados; ¡estaba enojadísima! ¿Cómo se le ocurría hacerme pasar tal vergüenza? Lo habría golpeado, pero la profesora fijaba su atenta mirada en nosotros.
—Sebastián Wyght, ¿seguro de que quieres ganarte una detención? —dijo la profesora Bradsley, apoyándose sobre su codo. Él asintió.
—Profesora, es la culpa de ella —dijo Gemma Jones, levantándose de pronto; le habría agradecido si no me hubiese culpado —. Eloise Ruskin le dijo que debía hacer eso, ya que era un reto —mis ojos se abrieron cual platos. ¿Qué mentira estaba diciendo?
—¡Eso es mentira! —dijimos a coro Sebastián y yo. La profesora se levantó, y apoyó ambas manos en su escritorio.
—Los tres, tendrán detención —dijo ella, con tono cansado. De pronto, suspiró —. No, mejor no —sonrió, divertida —. Estoy cansada de mandarlos siempre a detención. ¿Acaso no han visto cuántas veces he mandado a Mathews y Smith a detención a lo largo de este año y el anterior? ¡Millones de veces!
—Es cierto —dijo Luke, levantando las cejas. T asintió.
—Por primera vez en la vida, quiero saber qué sucede después —dijo la profesora, mirando al techo.
—¿Qué? —pregunté, desconcertada.
—¿Les digo algo? ¡Sean desastrozos, por favor! —gritó la profesora —. Es lo que esperamos de ustedes, alumnos. Esperamos que sean libres, que hagan lo que se les de la gana, que disfruten. Pero también queremos que aprendan, de la mejor manera —se sentó, ante toda una clase en silencio.
—Entonces, ¿por qué nos mandan a detención? —preguntó T, como si fuera obvio.
—Eso no importa, de hecho —dijo Bradsley —. Les contaré lo que me sucedió a mí, cuando yo iba a la secundaria —comenzó a contar su historia, nostálgica —. La pasé mal, porque era la típica niña buena. Mantenía todas las reglas, al pie de la letra, ya que creía que eso me haría ser feliz —con una sonrisa entristecida, prosiguió —. Veía a mis compañeros sonreír, reír, ser libres. Y ahí estaba yo, todo lo contrario a ellos.
—¿Por qué? —preguntó Gemma, cruzándose de brazos —. ¿Por qué demonios nos cuenta sobre su vida? ¿Acaso no sabe que no nos interesa? —la profesora rió.
—Porque quiero que sean felices en lo que les queda de secundaria —dijo la profesora —. ¡Recapaciten de una vez! ¡Les queda un año y unos cuántos meses para disfrutar de la escuela! Luego, se viene lo que sí es malo: la universidad.
—Gracias —dije, atónita.
—No es nada. Era un consejo, estudiantes —dijo Bradsley —. Ahora, llegan a decirle algo de esto al director, y se arma bardo. ¿Me escucharon? —amenazó la profesora. Todos asentimos.
Sólo tal vez, ella tenía razón; debemos ser libres, reír, sonreír y demás. O sino, ¿qué buenos recuerdos nos quedarían?
_____________________________________
N.A:
Ojalá existieran profesoras como Bradsley, aunque yo esté en primaria.
Aunque, lo bueno de todo esto, es que existen profesores que te enseñan la importancia y belleza de la literatura, la escritura, y la lectura. Porque yo tuve buena suerte; en cuarto grado, y quinto grado, tuve a dos profesoras que cambiaron mis expectativas. Me enseñaron a utilizar tildes, la importancia de la ortografía y la coherencia, hasta la libertad de perderse en mundos imaginarios; en los mundos de tu propia mente.
Así que le digo gracias a aquellas dos profesoras. Porque aunque no lean esto, y jamás lo leerán, les agradezco.
Y, ¿saben qué también existen? Abuelas y/o abuelos que te hayan metido a la lectura definitivamente. A mí me tocó una abuela que considero como mejor amiga; ella me metió a este mundo de los libros desde muy pequeña. Siempre me apoyó en todo, y estuvo conmigo siempre, así como también lo estará, al igual que yo lo estuve, lo estoy y estaré para ella. Me prestó sus libros, me enseñó millones de cosas, y me dio uno de los objetos más valiosos, no por dinero, sino por valor sentimental para mí.
¿Qué quieren que les diga? ¡Yo la amo! Por eso y por muchas más razones.
Y no lo sé, me puse emotiva xD
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro