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Después de haber estado en las oficinas de la CIA que yo creí que esa agencia radicaba Langley y en Washington D.C por lo visto estuve equivocada, me dejaron cerca de donde estaba haciendo mi rutina de ejercicio y se fueron. Jane Mayer, me garantizo seguridad y sé muy bien que eso no es suficiente, pase todo el día en mi Loft y ahora que me miro al espejo contemplando mi cuerpo con este vestido y mi cuerpo perfectamente maquillado, si alguien me hubiera dicho antes que colaboraría con la CIA no lo hubiera creído, pero está el dicho de que todo pasa por algo y yo estoy convencida que él me pagara todo lo que me ha hecho.

Muchas veces me pregunte ¿Si alguna vez me amo? Lo cierto es que solo fui feliz por un momento y el también mato mi felicidad. El vestido es precioso con tela y encaje de color rojo, cubre mis hombros con cuello en U, abertura lateral hasta un poco arriba de la mitad del muslo que muestra mi pierna izquierda, dejando atrás mis pensamientos, tomo mi pequeño bolso y salgo de mi habitación, bajo las escaleras y el chofer al verme salir abre la puerta del auto.

—Llévame al The Peninsula Paris — asiente con la cabeza.

Que fácil fue para David, arruinar mi vida más allá de lo económicamente, no importa a donde mire, siempre lo tengo presente, no puedo simplemente olvidar lo que me hizo, no sé qué reacción tendrá al verme en aquella cena.

Fui la mujer que se enamoró de mentiras y él el hombre que se divirtió mintiéndome. El auto se detuvo y el chofer abrió la puerta para mí, al salir varias personas me observaron descaradamente como si hubieran, sonrió y camino hacia el interior del hotel, es bastante lujo tal y como lo recordaba y como no si aquí dije el Si presiono el botón del elevador pues la cena es la azotea.

Antes de que yo pueda oprimir el botón una mano masculina lo hace. El olor de su colonia es inconfundible, siempre tan impecable no emito alguna palabra solo entro en el elevador manteniendo una apariencia relaja, la caja metálica avanza pero no por mucho tiempo, pues David lo detiene.

—¿Qué haces aquí? — sonrió y giro para mirarlo.

—Hola, David ¿Qué tal ti vida? — deberían darme un Oscar por esto, me mira con desconfianza.

—Cecilia — se acerca hacia mi persona, olfatea mi cuello, no me muevo de mi lugar — los años te sentaron bien pero no has contestado a mi pregunta — dice en mi oído, asiento con la cabeza.

—He sido invitada — digo como si nada, despreocupada de la situación que hay ahora mismo en el interior del elevador.

Muevo mi cuello para dejar mis labios cerca de los suyos y aprieto el botón del ascensor ara que este continúe, el silencio se hace presente, de seguro está pensando quien pudo haberme invitado a esta cena tan exclusiva.

***


¿Invitada por quién? Viene sola pero he de admitir que eso no es lo que me impresiona, su apariencia es tan diferente a como la recordaba, el ascensor para un minuto después y sale caminando con un porte muy de ella pero se ve condenadamente sexi con ese vestido, no pude evitar acercarme a ella y olfatear su perfume. La veo caminar por el lugar con una copa que le ha ofrecido un mesero. Varios hombres la miran, atrayéndolos como un imán.

Se acerca una de sus amigas, que si no mal recuerdo es Elise Ferrec, hablan entusiasmadas, un hombre alto medio flacucho, castaño y con una copa con champan en la mano, se saludan con un apretón de manos, Cecilia le tiende la suya con una elegancia y ese sujeto besa su mano, ambos se miran coquetamente.

***


Si querer tuve el segundo encuentro con él, parecía querer desvestirme dentro del elevador con su mirada y fue perfecto sentir su erección. Solo me basto dar unos cuantos pasaos para tener las miradas sobre mí, mi amiga Elise, está muy guapa y muy bien acompañada por un hombre muy guapo.

La vista a la ciudad desde este lugar es preciosa, no tardo mucho para que un hombre alto, de complexión un poco delgada se acercara para presentarse, es simpático, alto castaño, ojos verdosos, al darle mi mano para corresponder su saludo el besa mis nudillos.

—Ilhan Allamand — tiene una voz tan sensual.

—Cecilia Morandé — le sonrió coquetamente – mucho gusto.

—Es un excelente bailarín — comenta mi amiga entusiasmada, la miro de reojo y esconde una sonrisa detrás de su copa.

—Eso debería verlo — digo mirando nuevamente a Ilhan.

A la hora de la cena, mi lugar está justo al lado izquierdo de David, mi amiga desde el otro lado de la mesa me observa disimuladamente, la cena es amenizada por una orquesta pequeña, mi querido ex esposo sigue con una erección que trata de disimular bajo la servilleta, como tranquilamente, tragándome el asco que siento por tenerlo tan cerca de mí, intercambio miradas con el hombre que conocí hace un momento.

Al terminar los cuatro tiempo de las cena, la musica de la orquesta es más audible, yo platico con mi amiga y su acompañante y otros hombres que se acercan a mí, la musica es interrumpida, con una mirada mi amiga me isita a mirar y con curiosidad lo hago.

Miro a Ilhan, con una ceja levantada y este me pide que baile, su petición hacen que los invitados se miren entre si murmurando y mi ex esposo me mira expectante y serio, al no tener respuesta el vuelve a decirlo con el micrófono cerca de su boca. Sin dejar de mirarlo le entrego mi copa a mi amiga y camino hacia la pista, tengo unos zapatos con un poco de tacón alto pero no serán problema.

—¿Qué es lo que quieres bailar? — Pregunto cuando él ha caminado hacia a mí.

—Eso escógelo tú — muerdo mi labio al sonreír.

—Maestro — me dirijo al que dirige la orquesta — tango Santa María por favor.

Asiente con la cabeza y quien me ha invitado a bailar observa mis zapatos, la musica comienza a sonar, pongo mis brazos sobre suyo mientras él pone una de sus manos en mi espalda y con la otra nos tomamos de la mano.

Da un paso atrás y yo hacia delante levantando un poco mi pie al final, nos paramos, giro mi cabeza hacia un lado y vuelvo a mirar a mi compañero de baile, nos movemos sobre el suelo con gracia sensualidad. Ilhan me hace girar, camino hacia el con el porte que merece esta musica, separo un poco su pie con el mío y bajo dejando mi pierna izquierda hacia atrás, me levanta y se pone de espalda, lo abrazo, apoyo mi cabeza en su espalda y subo mi pierna izquierda flexionada, el desliza su mano sobre mi piel, camina hacia delante deslizándome en la misma posición.

Entre los pasos, nuestros labios se rozan, siempre me ha gustado el tango, es tan sensual, erótico, la musica perfecta para jugar. Cuando terminamos algunos de los presentes aplauden con una genuina sonrisa y otros solo nos miran como si hubiéramos hecho algo vulgar y el tango es muchas cosas menos vulgar.

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