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2

La noche ha sido muy pesada pero he dormido lo suficiente. Me he levantado muy temprano pues tengo una cita muy importante, me he puesto un vestido negro que se cruza por mi cuello y unos zapatos del mismo color, mi cabello recogido para que el escote de mi espalda se pueda apreciar.

Salgo de mi departamento que tengo en mi club y en cuanto el chofer me ve abre la puerta, me acomodo en la parte trasera y después de indicarle a donde vamos, pone un audio libro, en todo el camino observo por la ventana. 

Otros llamaran suerte todo lo que he logrado después de haber sido estafada, pero yo solo tengo una palabra para definirlo, fuerza. Tengo que seguir con mi vida, pero sobre todo quiero ver a ese maldito arrastrándose, quiero verlo en la miseria y no me importa lo que tenga que hacer, deseara no haberme conocido.

El chofer se estaciona enfrente de la notaria y en cuanto abre mi puerta, salgo, Carlos, observa a todos lados, se hace un lado y camino hasta el interior. Subo las escaleras de caracol con barandal de hierro en color blanco, diferentes teléfonos se pueden escuchar desde que empiezas a subir.

—Buenos días — saludo a la secretaria — tengo una cita a las 8.

—Buenos días, ahora la anuncio — al levantarse acomoda su falda y toca dos veces la puerta de la oficina de su jefe, dos segundo después vuelve — puede pasar.

Camino por el pasillo y sin avisar entro en la oficina, me acerco hasta el escritorio y antes de sentarme saludo con un apretón de manos al hombre. Enrique, es un hombre atractivo, caballeroso, cuando nos conocimos el intento acercarse a mí pero, ya no creo en palabras lindas, las rosas rojas, ni cenas románticas. Aprendí de la peor manera que el amor es un sentimiento inútil, vacío, los sentimientos que no sirven hay que matarlos, tirarlos a la basura junto a la mujer romántica, delicada, detallista, la mujer que creía que después de decir acepto todo seria de color rosa.

—Tan puntual como siempre — me indica que me siente y lo hago — te vez preciosa como siempre — lo observo seria — ¿Quieres un café?

—Enrique, si no te importa vamos directo al punto — asiente con la cabeza y baja un poco la mirada, decepcionado.

—Ahora te traigo las escrituras — se levanta de su silla y sale del despacho.

Observo las paredes de su oficina cubiertas por un color marrón, cuadros de sus títulos colgados, un anaquel con cajones que solo pueden ser abiertos con llaves, las dos ventanas a cada lado del escritorio, un escritorio con lo indispensable, cinco minutos después vuelve con mis documentos, firmo de recibido.

—Gracias — tomo la carpeta — eres muy eficiente en tu trabajo — le doy un apretón de manos pero el no la suelta.

—Cecilia — su voz es tan sexi — por favor acepta una invitación a comer — cierro los ojos, suspiro porque este hombre es muy persistente.

—Enrique — rodea el escritorio sin soltar mi mano — lo que tú quieres yo no te lo puedo dar, quieres todo en lo que ya no creo — digo mirándolo a los ojos — coloca su mano izquierda sobre la mía, cubriéndola por completo.

—Una comida sin segundas intenciones — me mira a los ojos y sé que es un hombre sincero — solo una comida de amigos, no pido más.

—Te llamo después para decirte donde y a qué hora — claudico, sinceramente en los años que llevo de conocerlo nunca me ha faltado al respeto y es lo único que lleva a su favor.

—Gracias — besa mi mano y después la suelta.

Salgo de su oficina, bajo las escaleras y en cuanto el chofer me ve abre la puerta, me acomodo nuevamente en la parte trasera, el conduce sin duda el arco del triunfo es una belleza. Observo a las parejas mientras el auto está en marcha y sonrió irónicamente.

Yo pertenecía a ese porcentaje que creía en el amor eterno, en los te quiero, en las promesas de tener una familia juntos, en los detalles románticos, en las mariposas en el estómago, pero todo eso no existe, solo es algo comercial, algo vacío. 

Cuando llego al barrio latino, bajo sin esperar a mi chofer, camino hasta un edificio alto, antiguo, muy rustico pero sé que puede ser eso y mucho más, tomo las llaves y me encuentro con el contratista que me está esperando afuera apoyado en su camioneta.

—Buenos días — saludo.

—Buenos días señora — abro la puerta de cristal y herrería negra y los dos pasamos hacia el interior.

El lugar es impresionante aunque este sucio, con telarañas, observo todo, camino por las pocas habitaciones, revisándolo, después de eso, el contratista me muestra el plano que ha armado para mí.

—Bueno señora — dice apoyándose en una vieja mesa que hay — en el norte quedaría perfecto el escenario en forma de X, se puede hacer una segunda planta para su oficina, del lado izquierdo puede ir la barra — mientras el hombre me explica todos los detalles, me imagino el lugar con todos los cambios y realmente es espectacular.

—Pues tiene vía libre, yo estaré al pendiente con los avances — nos despedimos con un apretón de manos.

—Muy bien señora.

Salgo del edificio que se convertirá en mi nueva sucursal, es momento de volver a las fiestas de sociedad y se quién podrá ayudarme con eso, entro en mi auto y marco el número de las pocas personas que me tendieron la mano cuando lo necesite.

—Hola — no ha reconocido mi voz.

—Hola, tanto tiempo sin saber de ti, Elise — cruzo mis piernas y con una sonrisa en mis labios.

—Cecilia — no esperaba que la llamará, ha pasado mucho tiempo, me concentre y me esforcé por salir adelante — ¿Qué puedo hacer por ti?

—Quie... —y antes de que pueda decir algo más me interrumpe.

—Es mejor vernos — esta entusiasmada por mi llamada lo puedo notar en su voz — ¿Te parece vernos en una hora en el Calife?

Hablamos un poco más y cuando cuelgo le doy la dirección al chofer.

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