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La corona de las dedicaciones se la lleva @aimr04, (porque mana, comentaste burda y te lo mereces), y también @sugarohhoney QueenBeckDavies y @JeniferAE08

Acuérdense que la dedicación va pa' l@s 4 que más comenten.

Btw, L@S AMO DEMASIADO, mano (explico bien en la nota del final), así que los dejo leer tranquilos...

Habíamos salido de la casa, y juntos, estábamos caminando por la orilla de un lago que era rodeado por otras varias casas, incluyendo la de la rumba.

Me gustaba burda el ambiente; era como todo súper tranquilo, como si estuviera soñando. La luna se reflejaba sobre el agua, por lo que tampoco estábamos en penumbra, y dado el silencio, Luke y yo parecíamos ser las únicas personas existentes en ese momento.

Hasta entonces, ninguno había dicho nada; pero la verdad era que yo lo prefería así. Estaba cagada de lo que aquel pudiera decir, y que eso hiciera que yo no aguantara más el queso y me le lanzara encima.

Pero no podía; tenía que controlarme... 1. Porque yo no le gustaba; eso era imposible considerando que hablamos de Luke Robert Hemmings. 2. Porque mi mamá me había dicho que lo conociera bien, y en ese momento no lo hacía, ni de cerca.

Así que, tipa regia, seria, que no se deja llevar....

Esperemos...

—¿En qué piensas? —me preguntó, de repente, aún hablando con ese tonito tan uff que me provocaba meterle ahí mismito.

Contrólate, carajita, me exigí a mí misma.

—En la razón por la que me habrás pedido a mí que te acompañe —contesté, enarcando una ceja con una media sonrisa.

No quería que las cosas entre nosotros fueran muy tensas —porque eso iba a ser que mi nivel de queso aumentara—, así que pensé que con una sonrisa siempre se aligeraba el ambiente.

—¿Tan raro te parece? —Él sonrió también, frunciendo el cejo. Se dio la vuelta quedando de frente a mí, pero siguió caminando, sólo que de espaldas.

—Digamos que no es que nos conozcamos de toda la vida. —Alcé mi mirada hacia la suya, chocando con sus pepas de ojos azules.

Naguara de bello que es, no pude evitar pensar.

—Eso lo sé —respondió, echando un breve vistazo hacia atrás para no caerse—, pero ese es el punto, ¿no crees? A mí, personalmente, me interesa conocerte, y me pareció un buen momento para empezar.

Maarico. La cucagua, aiuda.

Toda nerviosa, miré hacia otro lado, intentando no reírme para ocultar mis nervios, como solía hacer. —¿Qué quieres saber? —acabé preguntando, regresando mi vista hacia el chico, otra vez.

Luke volvió a darse la vuelta, dedicándome una mirada fugaz antes de decir: —Todo.

El rubio se dirigió a un pequeño claro que había entre varios árboles de los que daban vuelta al lago, en el no parecía haber casa alguna. Yo lo seguí, y repetí su acción cuando se sentó sobre una roca bastante grande —lo suficiente para dos personas— que decoraba el lugar.

Busqué de no pegármele mucho —"espacio personal, Olga, espacio personal"—, pero aún así quedamos bastante cerca; tanto, que un poquito más y...

¡Contrólate, Isabella, vale!, me gritó mi subconsciente, a quien rodé los ojos, haciéndole caso de todas maneras.

Por otro lado, Lucas Roberto me miraba expectante, lo que me hizo recordar que se suponía que debía contarle la historia de mi vida, y que si quería que no nos diera el día de la Pera ahí, mejor empezaba ya.

—A ver... —pensé en voz alta—. ¿Por dónde empiezo...? Mmm. Bueno, ya sabes que me llamo Lucía...

—Nombre completo —pidió saber, enarcando una ceja.

Rodé los ojos con diversión. —Lucía Isabella Rodríguez Díaz.

Él se rió con todo el descaro del mundo, pero se notaba que era todo por joderme la paciencia, así que le pegué su lepe bien merecido.

—Déjame seguir, pues, Lucas Roberto —le contesté adrede con su segundo nombre, que no pegaba con el primero ni con pega loca.

Él hizo como que me imitó, con una mueca ahí toda sifrina.

Explícame tú por qué me reí, porque todavía no lo sé. Lo que sí sé, es que los dos éramos igual de pajuos. Nos amaba.

—Ajá, entonces... —volví al tema, intentando concentrarme—. Nací un 12 de febrero en una ciudad pequeñita que se llama La Victoria, por allá por mi patria.

—¿Cuánto pesaste?

Ay, santo. Ayúdame con este niño y sus preguntas más gafas que las de Félix Gonzalito.

Tenle paciencia, me dije a mí misma, que es un carajito.

Mentira, vale, lo amo.

Yo lo vi feito, sin saber si me estaba jodiendo. Por su expresión parecía que estaba hablando en serio, aunque todavía tenía esa sonrisita Colgate pintada en el rostro, lo que me hacía dudar.

—Tres kilos y pico —contesté, a lo que me peló los ojazos con asombro—. No me veas así —le regañé—, que tú con ese tamaño que tienes segurito que pesaste como cinco.

Se rió, negando con la cabeza. —Cuatro y medio —respondió—, pero casi.

Nawebona de gordo. Debió haber sido un bebé súper cuchi, la verdad.

—Bueno, ajá. Déjame seguir con el cuento —pedí, mirándolo con reproche, aunque los dos teníamos una sonrisa imposible de ocultar. No me preguntes por qué.

Él asintió, así que yo seguí contando.

****

Teníamos ya casi una hora hablando webonadas.

Yo le había hecho la exposición de mi vida a Luke, obviando detalles como los de mi relación con Juanpa, e intentando resumir, a pesar de las preguntas troll que me hacía el catirrusio de vez en cuando. Luego, yo había insistido en que me contara él algo de sí, y el marico se extendió ahí un buen ratote.

Entre esas, nos parábamos, lanzábamos piedritas al lago, dábamos vueltas alrededor del lugar... pero siempre terminábamos volviendo a la roca grande. Siempre.

Ambos nos habíamos reído de lo fails que éramos en la vida, y de las vainas que nos pasaban. De pana que en esa horita me había reído —y a la vez sonrojado— más que en toda mi existencia.

Por otro lado, nunca me hubiera imaginado que tuviera tantas cosas en común con él. Y no sólo en cosas difíciles de controlar —como que ambos tuviéramos dos hermanos, un perro, que nuestro color favorito fuera el color de los ojos del otro, etc.—, sino también en la forma que teníamos de ver la vida.

No sé cómo explicarlo, pero era como si pensáramos igual. Yo lo veía así, y estaba segura de que él también se había dado cuenta.

En ese momento, estábamos cagados de la risa por el cuento que me estaba echando Luke, de cuando le gustaba una chama que tenía una morocha, y el peo en el que se metió cuando le dio por chancear con las dos, pensando que eran la misma. Las carajitas se enteraron, y la coñaza que le metieron no fue normal.

—Mano, sólo tú —le dije a mitad de una carcajada, imaginándomelo todo coñaceado—. Hasta yo te... —comencé a agregar, queriendo apoyar la mano en la esquina de la roca para estar más cómoda. Lo que no me dejó acabar la frase, fue el hecho de que la bicha roca se desprendió por un ladito, haciendo que me resbalara pa' atrás.

Cerré los ojos con fuerza, esperando por el golpe y su posterior chichón, pero nunca llegaron. ¿El por qué? Pues porque Lucas Roberto, por primera vez desde que nos conocíamos, había reaccionado rápidamente, y me había sostenido por la espalda antes de que pudiera caerme.

Abrí los ojos D-E-S-P-A-C-I-T-O, sintiendo con cada nervio cómo mi columna se apoyaba en sus cálidas manos para no perder el equilibrio y caer. Cuando pude tener una visión completa de lo que tenía delante, mis ojos automáticamente se dirigieron a los suyos, abiertos de par en par.

Yo entré fue en pánico, marica. No sabía qué hacer, porque por un lado mi cerebro me decía que me apartara lo antes posible, pero mi coracora me decía que me arriesgara y le zampara de una vez, porque eso era lo que llevaba queriendo hacer desde que lo vi por primera vez, por medio mal que me hubiera caído al principio.

A la verga, pensé, inclinándome hacia él, sin darle más vueltas.

1. No se molesten conmigo si no salen en las dedicaciones, que tuve que ponerme a contar comentarios y todo.

2. LOS AMO DEMASIADO, MENOR. Lit, nunca habíamos tenido tantos comentarios y tanta participación de todos. Los amo muchísimo de verdad
😍😍😍😍

3. Pa' que vean que hablo serio, si la cosa sigue así de bien, con tantos comments y buena cosa, les espera otro maratón mañana.

Me aman, los amo, nos amamos... 'Tan claros.

~Camula❤️

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