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15

Hola, ¿qué tal? Su llamada no puede ser respondida en estos instantes —decía la máquina—. Deje su mensaje al finalizar el tono.

Vermale, pensé al colgar, justo antes de que dejara de sonar el "piiiiiiiiiiiiiiiiiii". ¿Y ahora cómo hago?

Me di la vuelta, dándole la cara a Bárbara y a Fiorella, quienes me habían acompañado mientras yo daba vueltas en círculos esperando a que mis papás me contestaran el puto teléfono.

—¿Qué te dijeron? —me preguntó Bárbara, quien estaba sentada sobre mi maleta recién vuelta a hacer.

—Dos cosas —le respondí, entrando en un ataque de estrés—: nada y un coño. —Fiorella se rió por mí comentario, y Barbie la calló metiéndole un lepe pa' que fuera seria—. Las doce veces que llamé me cayó la contestadora.

—Estarán sin pila, chama —me calmó mi hermana.

A ver, recapitulemos. Quedamos en que yo le había dicho que sí al asistente de Adam. Bien. Luego de que yo aceptara, él me explicó cómo iba a ser la cosa, según lo que Adam le había comentado: se suponía que me iban a pasar buscando para llevarme a la ubicación actual de la banda, donde también estaría el señor Fitz. Allí, hablaríamos de sueldo y de hacer contrato fijo por un tiempo definido. Todo el tema del dinero y los gastos de viaje y traslado serían discutidos al llegar. Listo. Burda 'e lo calideishon, la verdad.

Después, una vez le había pasado la dirección a la que quería que me recogieran, cuadramos una hora específica en la que tenía que estar allí. Ellos me buscarían y me llevarían en carro hasta Allentown, Pensilvania, que según Google Maps quedaba como a una hora y media de Nueva York. Cuando me colgó, le eché el beta a mi grupito, así que todos nos fuimos hasta la casa de mis tíos. Ahí, Bárbara me ayudó a hacer las maletas, y ya con mis corotos recogidos, me puse a llamar a mis papás pa' que no se encontraran con la sorpresa de mi ida.

Y ya está; eso es todo, creo.

—El peo es que en media hora tengo que estar en el Bryant Park con mis cachachás —repliqué—, y como me vaya sin avisar a mis papás, son capaces de llegarse hasta Pensilvania con una chola pa' caerme a coñazos.

—Naguara de exagerada. —Ranchos me vio como si fuera la propia dramática, y yo no sé si era por el momento que me tenía toda preocupada, o por qué, pero le respondí feito.

—Naguara de exagerada no, Fiorella. —Hice una mueca, medio arrecha—. Mi mamá será súper relajada, pero tiene su límite; y mi papá ni se diga. Pero yo los entiendo, pues. Si tu hija desapareciera así de la nada sin decirte que se va a otro estado para hacerle de fotógrafa a una banda por no sé ni cuánto tiempo, ¿no te arrecharías? Tipo que se suponía que era un viaje en familia, y yo meto la pata más a fondo cada vez que puedo.

—Lucía, ya lo hablamos —me interrumpió Bárbara, levantándose—. Vas es a trabajar, sólo que en lo que te gusta, y en lo que mejor se te da hacer, aparte del ridículo.

—Además, sabes perfectamente que para que los trámites para que nos validen la residencia con los tíos salgan rápido hay que meter la mano pelua'. Y para eso necesitamos la plata que no tenemos. —Se acercó más a mí, hablando con toda la seriedad del mundo—. ¿Tienes alguna idea de cuánto te van a pagar por esa vaina? Porque te aseguro que es más que suficiente para conseguir mudarnos; y yo no tengo ninguna intención de volver a patria. Espero que tú tampoco.

Mano, Bárbara Gabriela sería mi hermana menor, pero a esa carajita a veces le daba la chiripiolca y parecía que si mi abuela con lo madura que era. Aunque eso de vez en cuando. A los diez minutos se le pasaba y volvía a ser ella.

Me estrujé la cara con las manos, sudando estrés. —Tienes razón. Eso no te lo voy a quitar.

—Como siempre, bebé. —Hizo una pose de diva. Ya había vuelto; se los dije—. Ahora cómete algo pa' que ahogues esos nervios, mientras pensamos qué vamos a hacer.

—Tú todo lo resuelves con comida... —Suspiré, siguiéndola a la cocina, en donde estaban los Polito y mi hermano, sentados alrededor de la isla central.

Me senté entre Luisfer y Luisa, quienes andaban hartándose unos Doritos, ayudados por Daniel.

—¿Qué te dijeron? —me preguntó el primero, volteando la cabeza hacía mí mientras se metía un triángulo a la boca.

—No me contestaron —respondí, poniéndome en posición de descanso sobre el frío mármol—. Me van a caer a palo si me voy así sin más. —Hundí la cabeza entre mis brazos, evadiendo el resto del mundo.

—Igualito vas a ir, porque yo lo digo —escuché ordenarme a Bárbara. Luego, oí cómo alguien rodaba una silla, y en cuando me estaba acomodando en mi misma posición pa' que no me doliera el cuello, sentí una mano acariciarme el pelo.

—¿Y cómo hacemos? —preguntó Daniel.

Yo medio levanté un chin la cabeza pa' ver quién era mi consolador, y, aunque ya lo suponía, acabé encontrándome con Luisito, quien miraba a los demás al tiempo en que me pasaba una de sus manos repetidas veces por el oscuro cabello.

—Pa' mí que deberían decirles la verdad, pues —sugirió Luisa—. Demasiada mentira enmaraña todo, y cuando menos acuerde tienen armado un culebrón.

—Yo pienso lo mismo —secundó Fiorella.

—Ajá, ¿entonces? —Daniel sonaba como confundido con respecto a todo —. ¿Alguna idea de cómo le vamos a explicar a mis papás que la enana esta se va con el jevo y su grupito por ahí?

Verga, sí, pensé, rodando los ojos en la oscuridad de mi huequito. Como si fuera así de sencillo.

—Lu ya está grandecita —habló Luisfer, quien había estado bien calladito—, y con tal y se pague su vaina está en su derecho de irse, pues. Es normal que mis suegros se arrechen, pero sabiendo que lo hace para que se muden pa' esta mierda de una vez... Yo creo que se lo van a perdonar.

Todos nos quedamos en silencio unos segundos. Yo por mi parte levanté la cabeza nuevamente, esta vez dejándola apoyada sobre uno de mis brazos. Miré a Luisfer, sonriéndole con el cachete aplastado, y él me sonrió también, llevando su mano a mi cachete no espaturrado.

—Bueno, ya —interrumpió Bárbara, levantando los codos de la mesa—; maten su queso después. —Yo le volteé los ojos mientras ella seguía con su complejo de Cake Boss. De pana que desde en el tamañito hasta en las cejas se parecía a Buddy Valastro, mano—. Tú tienes quince minutos para llegarte al Bryant Park, y después Daniel y yo nos tenemos que poner a ver qué le vamos a decir a mis papás. Polito al cuadrado y Fiorella nos van a ayudar, así que a mover ese culo todo el mundo.

Los cinco empleados soltamos un suspiro colectivo, haciéndole caso a Bu... digo, Bárbara, y poniéndonos a trabajar.

—Chama, cuídate —me decía Fiore entre el abrazo que nos estábamos marcando en la acera que rodeaba el parque—. Te voy a extrañar, pioja.

—Yo más, ranchos. —La apreté bien fuerte, con los ojos cerrados.

Luego no separamos, así que los abrí. Ya me había despedido de los Polito, por lo que los únicos que me faltaban eran Bárbara y Daniel. Luego tendría que subirme a un carro con los desconocidos que aguardaban pacientemente estacionados a nuestro lado, esperando que no fueran unos secuestradores, durante hora y media, hasta llegar al hotel de Allentown.

—Ven pa' acá, enana —me llamó Dan, abriéndome los brazos bien grande. Bárbara hizo lo mismo, dándole con el hombro pa' que se apartara y así ocupar más espacio que él.

Yo me hundí en su abrazo doble antes de que se guindaran a pelear, siendo rodeada por los cuatro brazos de mis hermanos.

Era complicado, ¿sabes? Daniel, Bárbara y yo jamás nos separábamos; al menos casi nunca. Estábamos acostumbrados a estar de corroncho de los otros dos, siempre sirviéndonos de compañía. Y la verdad era que mis hermanos eran además mis mejores amigos, e incluyendo a mis papás y a Fiore, las personas más importantes en mi vida. De verdad que no los hubiera cambiado por nada del mundo. Y eso, hacía que, así fuera por poco tiempo, me costara alejarme de ellos.

—Te amo, Luci —dijo Bárbara.

—Yo te amo más que ella, Lu —replicó Daniel.

Bárbara le metió un pellizco, lo que lo hizo retractarse—. Los dos por igual, pues.

—Yo también los amo, mis niños —les dije de vuelta, enterrando mi cabeza entre sus hombros. Sentía que me estaba saliendo una lágrima, así que me separé de ellos a regañadientes, aún así no logrando evitar que cayera por mi cachete—. No se caigan a palo, no sin mí, que yo soy la que siempre decide quién gana.

Ellos se rieron con los ojos llorosos, e incluso Daniel, que se la daba de arrechito, tenía la cara toda húmeda.

—Igual en nada ya estoy aquí jodiéndolos otra vez —seguí diciendo—, así que no se acostumbren.

Nos sonreímos los tres, mientras yo caminaba hacia el carro, volteando a verlos cada dos segundos. Uno de los tipos, quienes por cierto iban todos enfluzados y bien vestidos, incluida la chofer —que de paso tenía senda cara de arrecha—, me abrió la puerta trasera del auto, al que luego me subí. Una vez se cerró, y comenzó a sonar el motor, saqué la cabeza por la ventana para poder seguir viéndolos.

—¡Me llamas cuando llegues! —gritó Bárbara.

—¡Y acuérdate de la videollamada! —le siguió Fiorella—. ¡A las diez!

—Si va, pues —les contesté yo, en lo que el carro arrancó—. ¡Los amo! —agregué cuando este empezó a moverse, cada vez más lejos de aquellos que eran parte de mi familia.

—¡Métele a Luke por mí! —se escuchó gritar a la Polito.

Yo sonreí, metiendo la cabeza en el carro.

Y tal, pensé. Pero bueno, de sueños también se vive...

Alou, los amo. Enseguida publico el siguiente.

~Camula❤️

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