Deshonrada tu vaca
Un azabache se encontraba limpiando las mesas con cuidado de no resbalarse, habían limpiado el piso hace poco, era un sábado y lo que más extraño le parecía al joven músico era ver al chino trabajando.
—Miguel, ¿Puedes ayudarme?, por favor— el mencionado se acercó a la cocina tras su jefa mientras el menor seguía acomodando los postres de la cafetería—. Toma, lleva esto y cambia las donas— la sonrisa de niña pequeña causó una en el moreno quien fue a hacer su trabajo quedando al lado de más bajo.
—¿Todos los sábados trabajas aquí?—el más alto intento tener una conversación con el menor quién se veía con la mirada perdida, ¿y como no?, hace dos días habían llegado a una teoría nada bonita y apenas la noche anterior habían encontrado a un joven muerto, el menor no podría soportar tanto—, ¿Estás bien chinito?
—No soy chino, Miguel y lo estoy —miró a el mayor, ambos se quedaron viendo fijamente.
Era una escena un poco cliché, pero seguía siendo un encanto, la diferencia de alturas era muy notoria, eran muy contrarios, la mirada de Hiro era más triste, cansada, con ojeras y una preocupación evidente en sus ojos, mientras que Miguel eran más alegres y pizpiretos, llenos de asombro, ante todo, aunque ahora mismo tenían la preocupación por el más bajo.
Sin importar la diferencia de estos, ambos se encontraban perdidos en el otro, era una sensación agradable, ambos sabían que habían encontrado un punto débil, la mirada del otro no iba a ser fácil de ignorar.
—¿Quieres que yo termine de limpiar las mesas?—Hiro fue el primero en romper ese lindo momento, el mayor deseaba huir, sus mejillas rojas y nervios daban en evidencia que quería alejarse del mexicano, al menos hasta encontrar como evitar perderse en los ojos chocolates del mayor.
—Descuida, ten, yo sigo con las mesas—ambos volvieron a su trabajo inicial—. Por cierto, chino... ¿Podemos ser amigos?
Hiro dejó de acomodar las donas mirando al más alto ¿Hablaba enserio? y además ¿Lo había preguntado?, eso no era algo que él hubiese escuchado antes.
—No veo por qué no —sonrió un poco terminando y caminar a la cocina, estaría ahí ayudando a los desayunos—, ¿No has pensado en conseguir algún ayudante en la cocina? —miré a mi tía quien cocinaba hotcakes —, podría ser de ayuda.
—Tienes razón, tal vez llegue a abrir una vacante, puede ser de ayuda— el menor sintió un beso en la mejilla por parte de su tía y ambos continuaron en lo suyo.
Mientras tanto en la parte de afuera, un mexicano mantenía una gran sonrisa en el rostro mientras terminaba de limpiar las mesas, llevaba ya una semana en el Lucky Cat y podía decir que era el mejor trabajo, las cosas en la Universidad iban de maravilla y no habían chicas locas tras Marco y en consecuencia tras él, lo único que arruinaba al mexicano era la alerta en su mente, las muertes recientes le daban un escalofrío, pero confiaba en que las autoridades y los héroes de la ciudad lo resolverían, así que se concentraba en disfrutar de su nueva y pequeña familia que estaba creando aquí.
—Hiro, Hiro, Hiro, Hiro, Hiro, Hiro, Hiro, ¡ah! Hola Miguel, Hiro, Hiro, Hiro —Un animado o alarmado Fred entró a la cafetería llamando la atención de los tres presentes.
—¿Qué pasa Fred? —el más bajo de todos salió de la cocina leyendo el celular del rubio, su rostro cambio por completo alarmando al mexicano—, Iré por Baymax.
—¿Sucede algo malo Hiro? —la voz de la castaña hizo que los tres voltearan a verla, aunque un mexicano también quería enterarse.
—No, nada malo tía, sólo un accidente —murmuró el Hamada menor subiendo por Baymax.
—Hubo una situación en la empresa, nos necesitan ahora mismo, ya sabe que somos los seis, siempre —la voz de Fred era nerviosa y al mismo tiempo divertida.
—Entonces todo bien, pero Hiro, deberás pagarme trabajando aquí en cuanto regreses—la amenaza de la castaña causó una risa nerviosa en el menor quien sólo asintió saliendo de ahí junto a los otros dos.
—¿Empresa?—el menor preguntó a su jefa quien sólo sonrió.
—Él y sus amigos son unos genios, realmente, crearon una mini empresa donde producen robots y sistemas de seguridad, además de asistencia médica como Baymax, pero más de programa, no robots —explicó la castaña —, ellos han cambiado para bien esta ciudad, por eso me preocupa más Hiro, además de ser un estudiante super genio, ahora también es empresario y reconocido, me asusta que alguien lo llegue a lastimar por algún proyecto —murmuró la castaña causando un gran nudo en la garganta del menor.
—¿Qué es lo que estudia Hiro? —la voz del latino la hizo salir de su pensamiento y sonreír de nuevo.
—Ahora mismo, está a unos meses de terminar su doctorado— eso fue una impresión para el mexicano, ahora en su mente las preguntas sobre el doctorado y la edad del chico, le intrigaba.
—¿Qué edad tiene? —claramente no se podía quedar con la duda, no señor.
—Tiene diecinueve—la sonrisa se hizo más grande—, iré a apresurarme, por favor, Miguel, cambia el letrero, el Lucky Cat ya está abierto—habló emocionada la castaña entrando a la cocina, eso mientras el moreno procesaba la información y atendiendo a lo pedido, ¿Hiro era mayor que él?, por alguna razón pensaba que era de último grado de preparatoria o su primer año de Universidad cómo él, realmente no esperaba eso.
—Chale...—susurró para sí mismo pensando, entonces Hiro debía tener muchos amigos increíbles como él, cómo los chicos con quienes siempre lo veía, y él sólo un músico—, súper chale.
Mientras tanto en el otro lado de la ciudad miraban atentos la pantalla, el grupo de héroes no sabían si ir o no, aunque quisieran evitar otro incidente no sería posible, quien sea que estuviese bajo esa armadura sabía hacerlo de una forma perfecta sin dejar pistas, eso los frustraba.
—¿Crees que funcionará Honey?—la voz del rubio sonaba nerviosa, asustada en realidad.
—No tenemos muchas opciones, si investigamos con los trajes será más como amenaza, si lo hacemos desde civiles podemos tener más información.
—Además, podemos abarcar a más personas y tener el control de...espera, ¿Baymax escaneaste al sujeto?— ahora mismo el menor se sentía como un gran imbécil, podían hacer lo mismo que con Callaghan.
—Estoy programado para escanear la salud de todos —murmuró el robot mostrando en la pantalla—, pero la armadura interfiere con mis sensores de escaneo
—Demasiado hermoso y fácil para ser verdad —susurró el menor —intentaré hacer el sensor de Baymax más fuerte ante su armadura, si conseguimos, aunque sea un dato podemos reducir posibilidades.
—Debemos intentar lo que sea —murmuró la coreana recargándose en el mayor de la habitación, Hiro aún le sacaría información, sí que sí.
—Bueno amigo, vamos a hacerte unas mejoras—sonrió el menor llevándose a su amigo a su laboratorio empezando con su trabajo
Mientras en la "sala de juntas" de la base, los demás chicos miraban preocupados por donde se fue el menor.
—¿Alguien más nota que cada vez está peor? —la voz preocupada y triste de Honey los hizo verla—. Por más que intente esconderse, sé que aún le duelen muchas cosas y me asusta.
—El día del garaje, lo escuché reír, de una forma sincera —eso asombro al resto del equipo, al ver que lo miraban el rubio continuo—. Estaba haciendo un concurso de miradas con Marco, creo que es el hermano de Miguel, el chico que domo a Hiro, entonces Miguel le dijo algo a Hiro y rió—sonrió al recordarlo—, extraño eso.
—Cuando Hiro iba mejorando, cuando todo parecía que encontraba paz, todo se volvió a peor y ahora no nos dice nada, ni siquiera Baymax nos dice nada sobre Hiro —la coreana se molestaba, Hiro era el hermano menor de todos los chicos, se sentían con un impulso de cuidarlo, cómo si Tadashi se los hubiese encargado.
—Debemos ayudar a Hiro, aún más, ser más insistentes, aún no se ve tan mal como cuando pasó el accidente, tal vez aún podamos hacer lo mismo que antes—la voz de Wasabi intentaba sonar razonable—. Aún se ve estable, podemos aún.
Los cuatro chicos de miraron, necesitaban mejorar un poco el ánimo del Hamada menor, sabían que principalmente este tema no era fácil para él, menos con la situación que tenían sobre sus hombros como los héroes de la ciudad, pero lo iban a lograr.
Pov Miguel
—¿De esta forma? —miré a la señorita Cass quién me enseñaba a hacer figuritas en el café—, el mío no creo que sea un gato, ni egipcio—murmuré suspirando y ver al chino entrar—. Hola chinito.
—Hola y que no soy chino—murmuró enojado subiendo a dejar al robot adorable qué ahora mismo no tenía aire y parecía que estaba borracho—. Listo, ¿En que necesitas ayuda tía Cass?
—Por el momento no hay muchos clientes así que le enseño a Miguel a hacer figuritas, ¿Quieres practicar?— miré al chino quien sólo negó
—No quiero que vean mis monstruos en intento de animales adorables—eso me hizo reír un poco y pronto ver sus mejillas rojas—, no me quiero humillar, gracias.
Devolví mi mirada al café y tomarlo para dárselo
—No te puedes humillar más que yo —miré su rostro que tenía con una pequeña pero tierna sonrisa.
—Créeme que, si puedo, me encantaría decirlo por competir, pero tristemente no lo es, soy muy malo en esto —miré sus ojos y quedarme así un rato—, b-bueno, ¿ya está todo listo para la cena? —su voz nerviosa me hizo sentir raro así que deje de verlo y ver a la puerta, pero es que miren, ¡Qué linda perilla!
—Sí, así que no te preocupes—la voz de la señorita Cass me hizo verlo de reojo—, Oh cierto, Hiro, me gustó la idea que me diste, ¿Puedes hacer volantes de que se busca vacante?— miré a la señorita Cass con duda.
—Si, ¿Algo en específico que necesiten o sólo para auxiliar?—ahora mismo no entendía nada.
—Un buen cocinero, es todo lo que necesito—solté un suspiro de alivio, no perdería mi trabajo—, Bueno chicos, beban el café, mientras iré a picar fruta, antes de que vengan por la cena.
Había descubierto que había momentos en específico donde había más gente, al parecer eran salidas de escuelas, tiempo de comida en los trabajos o simplemente cenas familiares.
—Te pasaste sólo un poco de azúcar —me giré mirando al chino de nariz bonita—, ¿Qué?
—Nada, perdón, no seguí las indicaciones de mamá Cass —miré atento al más bajo quien aún bebía el café que le había dado.
—¿Mamá Cass? —miré sus ojos volviendo a sentir raro así que bebí mi café.
—Simón, en México, de donde vengo, es común decir papá o mamá a las personas que amas o tienes cariño, con las que creas un lazo familiar o son tu familia, al menos en mi pueblo así es.
—¿Cómo se llama?... tu pueblo—miré su carita, se parecía tanto a la señorita Cass con esa expresión de curiosidad.
—Santa Cecilia —murmuré recordando—, es bastante pequeño y muy tradicional —conté volviendo mi vista a la puerta.
—¿Fue difícil? ya sabes, el irte a otro lugar, donde no conocías a nadie y dejar todo lo que conocías —me quedé pensando un momento ¿había sido difícil? no mames, claro que sí, pero ¿realmente lo difícil fue dejar todo atrás?—, ¿Miguel? ¿Te encuentras bien?
—¿Qué?, ¡ah!, si, bueno fue difícil, claro, ahí crecí y pase una que otra cosa diferente—sonreí recordando mi visita a la tierra de los muertos—, pero al final vine a cumplir mi sueño, estoy estudiando justo donde quería, me esforcé mucho y lo estoy logrando, aún con mi familia lejos— miré de nuevo al chinito a mi lado y sonreír—, Estoy conociendo nuevas personas, creando una nueva familia, estoy con mi mejor amigo, ambos estamos juntos, somos casi hermanos y estoy buscando salir adelante— noté el cambio en su rostro preocupándome—, ¿Estás bien Hiro?
—Si, lo estoy—ninguno volvió a decir nada, estaba seguro de que en algo que había dicho la había cagado, no sé dónde, pero la había cagado.
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