XXIV: ¡Qué estamos conectados!
—Supongo que ha sido duro pasar por todo este proceso —le digo a Felicia en voz baja, acariciando su sedosa cabellera, extendida por todo mi torso.
La tarde y noche ha transcurrido entre pláticas y juegos, desnudos y abrazados en el revoltijo de mantas, con breves recesos para ir por algo de comer o volver a juntar nuestros cuerpos... bueno, esos momentos no han sido tan breves. La luz tenue de la lámpara de noche crea sombras suaves en las paredes.
El calor de su cuerpo me envuelve en una sensación de paz. No obstante, tras escucharme, ella se tensa ligeramente, pero luego, toma una profunda respiración antes de decir cualquier palabra.
—¿Te refieres a la transición? —responde un poco vacilante; asiento en un murmullo, ella suspira—. Sí y no. Al principio, estaba aterrada. Ni siquiera sabía si podría soportarlo.
Su mirada busca la mía, sus ojos reflejan una mezcla de miedo y determinación.
—Han sido unos cinco años desde que comencé a transitar oficialmente este camino, Flo... Pero he tenido una lucha constante con mi reflejo en el espejo desde los dieciséis, incluso antes.
Suspira. Estoy impresionado, quiero decir, nos conocimos en la universidad, ¡hace casi diez años!, no tenía idea de su lucha interna. Encima, ha dedicado cerca de la mitad de ese tiempo al proceso de transición y yo no me di cuenta. Bueno, sí, solía verle más lindo y rejuvenecido cada que venía, pero fuera de eso...
—La primera vez que tomé las hormonas, estaba llena de miedo, pero también de esperanza. Había llegado a un punto en que oculté los espejos y evadía cualquier superficie reflectante. —Suspira con pesar.
Un recuerdo retorna a mi mente: odiaba las fotografías, se enojó mucho un día que le tomé una a escondidas mientras trabajaba en un diagrama. Ahora comprendo el motivo. Sacudió la cabeza y devuelvo la atención a ella.
—Los primeros cambios fueron sutiles; sin embargo, cada pequeño paso empezó a mostrar a mi verdadero yo. —Su voz es calmada. Felicia juega con el vello que rodea mi ombligo, en silencio.
—¿Y pasaste por todo eso sola? —indago con cautela— ¿Có-cómo te sentiste?
—No tan sola —responde en bajo y busca una vez más mi mirada, sonriente—. Iván siempre ha estado conmigo.
Abro los ojos, impresionado, a ella se le escapa una risita baja y besa mi pecho.
—Me contó que se conocieron en un grupo de apoyo, pero ¿hace tanto?
—Así es, de hecho, llegamos a cruzar palabras en la universidad, por eso, verlo en el grupo de apoyo me asustó, me sentí expuesta.
Felicia habla sobre sus primeras sesiones en el club, como ni siquiera participaba o se quitaba la capucha para evitar ser reconocida. También acerca de las personas que ha conocido allí, entre ellas: Iván, algunas drags de las Penny's Queens y Dhalia. Entonces, recuerdo las palabras de ella que en este momento cobran sentido, ¡claro que era la persona más tímida del mundo! Si recién tomaba la decisión de buscarse a sí misma.
—Había acumulado algo de éxito y plata con mis proyectos, entonces, me dije: hazlo. Inicié la terapia psicológica que había pospuesto durante mucho y por recomendación del doctor, ingresé a este grupo de apoyo para conocer y compartir experiencias.
Felicia guarda silencio, tal vez recuerda con nostalgia, se nota en su gesto sonriente y esa mirada perdida que parece viajar en el tiempo.
—A pesar de que había muchas personas como yo, que buscaban lo mismo o que ya habían iniciado su transición, incluso otros que la completaron y hablaban abiertamente acerca del proceso; me costaba horrores abrirme, mostrarme ante ellos.
—Lamento no haber estado contigo —respondo con melancolía, de verdad, siento mucho que haya pasado por todo esto sin mi apoyo, se supone que éramos los mejores amigos.
—No es tu culpa, te mantuve al margen. —Suspira—. Ahora sé que me habrías apoyado. Temía sumarte a esa lista de personas que me dejaron al conocer mi verdad.
Beso su frente, ella sonríe.
—Ha sido una montaña rusa, Flo. Hubo momentos de euforia, como cuando vi los primeros signos de desarrollo en mis senos... —Una risita se le escapa—. Iván apareció con champán ese día para brindar por mis incipientes chichis.
Resulta inevitable reír.
—Aunque otros momentos fueron de desesperación, como lidiar con los efectos secundarios de las píldoras.
—¿Tan malo fue eso? —pregunto, preocupado y ella asiente contra mi pecho.
—¡Fue aterrador! Me dolía el pecho, costaba horrores respirar. Al principio creí que era efecto del cinturón moldeador y dejé de usarlo; sin embargo, para ese momento, tenía años utilizando esa cosa sin problemas. Encima, las piernas se me hincharon tanto que se sentían como bloques. Cuando me internaron, creí que iba a morir...
—Espera, ¿tuvo que ver con aquella hospitalización de emergencia? —consulto, sorprendido.
Hace varios años, quise viajar cuando me confesó, tras mucho divagar, que le internaron por un episodio de tromboembolismo venoso. Se encontraba solo o eso dijo. Yo me desesperé y comencé a empacar. Quise ir a Santa Mónica a acompañarle, pero me convenció de quedarme en casa porque no era nada grave, supuestamente. Felicia sonríe con timidez y besa mi pecho.
—Perdón. Sé que te asustaste. ¿Cómo decirte la verdad si tú no estabas enterado de todo esto? —Un larguísimo suspiro deja libre antes de volver a besar mi pecho—. Afortunadamente, todo salió bien, de hecho resultó menos grave de lo que pensé y después de estabilizarme, mi médico me cambió el tratamiento oral por transdérmico.
—¿Y si te hubiese pasado algo peor? ¡Dios, Fel! No habría vuelto a saber de ti...
Felicia se acomoda para buscar mi boca y transmitirme algo de calma con un suave beso. Susurra "lo siento" contra mis labios, luego regresa su cabeza a mi pecho.
—Lo bueno es que no pasó y sigo aquí, molestándote. —Muerde mi cuello y se me sale una risita tonta—. Algo genial: mi piel adquirió una suavidad asombrosa...
—Confirmo.
Paso mi mano con cuidado por su espalda para corroborar. Felicia ríe.
—Lo no tan bueno es que se volvió muy sensible.
—Dices que, si hago esto... —Froto su brazo con fuerza y suelta un chillido, pero también me gano un puñetazo—. ¡Ay!, entonces sí, lo sientes duplicado...
—¡Triplicado, tonto! Eres un bruto... —No puedo dejar de reír, ni ella de pegarme.
—Pero fuerza de macho sí que tienes. —Otro golpazo me gano por pendejo, luego besa el área afectada de mi brazo.
—En realidad, ese es otro efecto indeseado. Perdí masa muscular y con ello, parte de mi fuerza, lo cual fue difícil de asimilar. —Suspira, pesarosa—. Sin embargo, Iván me animó, diciendo que podíamos entrenar y mejorar mi alimentación, en fin, no sé qué habría hecho sin su apoyo. Ha sido un pilar y mi gurú en todo esto.
Siento una oleada de admiración por Iván; bueno, ese chico tiene una seguridad y confianza inspiradora. No obstante, una duda me surge.
—Fel, ¿Iván también... bueno, ya sabes?
Felicia ríe por mi manera torpe de preguntar, pero es que tampoco quiero meter la pata de alguna forma.
—¡No te atrevas a insinuarle que te dije, eh! Sí, a diferencia de mí, él sí ha pasado por el quirófano.
—¡Oh! —Es lo único que consigo expresar, ella ríe contra mi pecho.
—Apuesto que lo creíste un jovencito de veintitantos —dice, risueña, yo afirmo en silencio—. Siempre es igual, pero él es mayor que yo.
Abro los ojos, impresionado. La risa de Felicia inunda mi recámara y hace eco, durante un rato, hasta que el silencio comienza a envolvernos. Disfruto de la cercanía e intimidad del momento. Al verla así de risueña y serena, me cuesta no pensar en ese largo viaje de descubrimiento y crecimiento que ha experimentado, sin duda, es asombrosa, incluso más valiente de lo que cree.
—Temí que solo me vieras como Felipe con peluca, por eso nunca pude contarte, casi muero en el ascensor.
Sonrío ante su repentina confesión y el recuerdo ese día atraviesa mi mente como un rayo.
—Ahora comprendo por qué no había ningún piso marcado en el panel, ¡acababas de llegar! —respondo sonriente, ella ríe bajo—. ¿Quieres saber cómo te vi? Igual que la noche anterior: una chica misteriosa y hermosa, con aires de Deshojo.
La escucho reír, luego se acomoda para observarme, confundida.
—¿Me habías visto?
—Así es, aunque fue un cruce muy breve, tú ni me notaste, pero me dejaste mudo.
—¡No tenía idea! —Suspira—. Después de meter a Rafa en tu habitación, me concentré en mi celular, hablaba con mamá que no se sentía muy bien, así que iba a verla, aunque solo me decía que no quería problemas con Alfredo.
—A tu mamá no le gusta nada de esto, ¿cierto?
Un larguísimo suspiro deja escapar antes de responder.
—Es... complicado. Ella dice que solo quiere mi felicidad, que me entiende e incluso hemos salido juntas de spa o compras... Sin embargo, yo soy el problema cuando voy a casa. Esa vez fue la peor de todas las visitas.
Felicia guarda silencio, únicamente concentrada en su respiración, como si se preparase para contar algo demasiado difícil. Acomodo su cabeza sobre mi pecho y mis dedos se pierden entre las hebras suaves de su cabellera.
—Podemos hablar de otra cosa, si acaso es muy duro.
—¿Sabes? Esa noche fue terrible —confiesa en voz baja—. Entre decepciones por parte de mamá, discusiones y burlas de Alfredo... Alonso... —Su cuerpo tiembla de tal forma que siento su miedo, por eso vuelvo a abrazarla. Felicia se aferra a mí y besa mi pecho—. Me sentía miserable cuando llamaste e intenté disimular. Tú te diste cuenta de mi pesar y como siempre, lograste hacerme sonreír.
—Me preocupaste, no sonabas bien.
—Siempre has sido así, por eso, ocultarte este secreto... —Suspira con pesar—. Temí contarte y perderte.
Beso su frente y una risa baja se le escapa.
—Te prometo hacerle frente a cualquiera que intente menospreciarte por quien eres.
—Flo, eres lindo, pero no creo ser capaz de mostrarme cómo soy. Tampoco quiero que te señalen por estar con alguien como yo.
—¿Alguien como tú? —Elevo su rostro para observarla, extrañado, luce asustada—. ¿Te refieres a la chica más preciosa y especial del mundo?
Una risita nerviosa deja escapar. Yo sonrío.
—Felicia, tú me haces feliz. Yo también quiero hacerte feliz. ¡A la mierda con el resto!
La conversación se desvanece en un silencio cómodo, disfruto de la conexión intangible, pero poderosa, provista por esa luz bendita que refleja su mirada. El calor incrementa conforme nuestros labios se acercan. Siento sus acelerados latidos contra mi piel. Acaricio su mejilla y ella sube a horcajadas encima de mí. La excitación nos domina de nuevo.
Felicia acomoda mi miembro con cuidado y presiona hasta estar completamente fusionados, una vez más. Su cuerpo se mece en un ir y venir suave como las olas del mar durante marea baja, el mío se estremece entre suspiros.
El calor de su piel es tremendo. Acaricio su cintura, subo una mano hasta sus pechos, la otra permanece aferrada a su cadera y ella cierra los ojos, llevada por el placer. Ninguno dice una sola palabra, el único sonido que se cuela desde su garganta y la mía es el de jadeos y gemidos conforme el movimiento de su pelvis gana fuerza. Nuestros cuerpos se expresan libremente en el calor, el sudor, rápido o lento, caricias, besos y a veces risitas. La conexión que siento con ella va más allá de lo físico, es como si nuestras almas estuviesen destinadas a encontrarse.
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Compartimos la ducha, envuelvo su cuerpo con mis brazos desde atrás, mientras deposito besos en su cuello. Me gusta esto, disfruto a sobremanera este momento y sus múltiples risitas bajas me dicen que, ella, también. La siento mucho más tranquila que antes, ya ni siquiera hay rastro de tensión y eso es genial; significa que se siente segura conmigo.
—Aún me parece un sueño todo esto, galán —dice en voz baja, sonrío.
—¿Quieres que te demuestre qué tan real es?
—A ver...
Pellizco con fuerza su brazo y grita durísimo, no puedo dejar de reír, pero me aseguro de apretarla porque sé que, si le doy oportunidad, me desencajará la mandíbula con un puñetazo para desquitarse.
—¡Flo, suéltame, tonto! ¿Qué te pasa?
Sigo riendo y ella lucha por liberarse.
—¡Ay, ya tonto! Qué malo eres.
—Tú querías saber —contesto, risueño. Beso su cuello reiteradas veces y se le escapa una risita—. Así que sí, esto es real, Fel... ¡Y qué bendición!
Felicia se gira. Fija su brillante mirada en mí, mi corazón parece un redoble de tambor, siento que podría perderme fácilmente en sus ojos.
La abrazo con fuerza, empapándome de su calor y busco sus labios. El dulzor de su boca me embriaga. El baño continúa entre pláticas tontas, caricias, espuma perfumada, el calor del agua... ya perdí la cuenta de cuántos besos. Entonces, en un momento, mientras permanecemos bajo el cálido chorro de lluvia, mi mano se posa en su tatuaje y lo siento como una punzada en mis dedos, surge una vez esa duda que temo resolver: «¿perdió un hijo por esto?».
—Técnicamente, no son las doce, ¿cierto? —indago con cautela, ella asiente— Significa que, aún eres un libro abierto para mí, ¿verdad?
Felicia se gira y me contempla, confundida. Suspiro.
—¿Qué quieres saber, Flo?
—Temo preguntar, no es mi intención lastimarte. —Ella ladea la cabeza sin comprender—. Es sobre...
No me atrevo a terminar, siento que se forma un enorme nudo al interior de mi garganta. Sin embargo, mi mano se encarga de delinear su tatuaje. Felicia cierra los ojos al comprender, deja escapar un larguísimo y pesaroso suspiro. Maldigo mi curiosidad.
Por largo rato, el único sonido proviene del agua. Trago con dificultad mientras la contemplo. El ambiente se ha vuelto pesado, no sé si por la cantidad de vapor que nos rodea o ese pesaroso silencio que se ha sembrado entre ambos.
El agua se desliza por su rostro de tal forma que su imagen se torna demasiado dolorosa, la luz tenue del baño enfatiza la melancolía en su semblante. Siento un golpe fuerte en mi pecho solo de verla. Aprieto sus manos, me devuelve una amarga sonrisa.
En voz baja, comienza a contarme cómo conoció al pequeño Alí, cuando tenía poco tiempo de haberse independizado, a los dieciocho años. La cálida Santa Mónica se había convertido en su nuevo hogar, tenía la esperanza de expresarse libremente como la chica que nunca pudo ser. Sin embargo, en aquel sitio resultaba más seguro para ella mantenerse como Felipe.
Caminaba a paso veloz hacia la habitación que alquilaba, durante una noche de esas sin luna. El alumbrado público solía ser casi una broma de mal gusto, encendía a voluntad. Aquel día, uno de esos faros funcionó y pudo notar la terrible escena: Un par de vagos pateaban a un niño en el suelo. No lo dudó, se fue contra ellos para ayudarle.
—Así perdí este diente... —Señala el espacio de su ausente premolar superior derecho mientras sonríe con algo de nostalgia—. Valió la pena, logré quitarle a esos tipos de encima.
—Ya veo, su amistad surgió del agradecimiento.
Felicia niega con una sonrisa graciosa.
—No, el pinche chamaco se emputó conmigo por dejar escapar a los ladronzuelos con su dinero.
Me cubro la boca con una mano, apenado, Felicia ríe bajo y cierra el agua. Comenzamos a secarnos, y ella continúa contando cuán mal se sintió por lo ocurrido. Pese a la renuencia del pequeño a recibir ayuda, lo devolvió con su abuela y acabó impresionada por la precariedad de sus condiciones de vida. Una choza improvisada de cartones y plástico era el hogar que los resguardaba del frío o la lluvia. El corazón se me arrugó solo de oírlo; para ella, que lo presenció, debió ser mucho más duro.
—Aun así, había mucho amor allí, Flo. —Suspira—. Compartían su casa con diez gatos. Había uno negro, muy peludo y con ojos amarillos llamado Rafael, se encariñó conmigo desde el principio.
—¡Oh!, por eso tu reacción con Rafa.
Felicia ríe. Salimos del baño, envueltos en una nube de vapor que se disipa lentamente. La luz tenue del dormitorio nos envuelve, creando un ambiente íntimo. Me cuenta cientos de anécdotas acerca de Rafael o su trabajo como jardinero junto al pequeño Alí que, en principio, le odiaba y con el pasar del tiempo, hasta intentó robarle un beso. Eso me impresionó. Ella no deja de reír al hablar de los buenos momentos.
—¿Ves esto? —dice sonriente y eleva su muñeca para mostrarme una pulsera tejida— Alí la hizo para mí. El pequeño era un artesano junto a su abuela, esto es mi mayor tesoro, Flo.
—Es muy bonito.
La sonrisa que mantuvo al hablar acerca de los buenos tiempos poco a poco se desvanece y se me quiebra el corazón al contarme los malos. Siento dentro de mí su dolor, cada una de sus lágrimas me quema, porque con ese niño, aquella anciana y la legión de mascotas, tuvo una suerte de familia, durante una época de mucha incertidumbre en su vida.
—Sufrí la muerte de Karen, Flo, reviví el dolor que pasé al perder a mi abuelita, Felicia —dice entre lágrimas, no dudo en abrazarla—. Lo peor fue que, Alí se shockeó y yo no supe qué hacer. Estábamos solos en ese horrible lugar, ¿y sabes qué dijo la policía? "¡Resuelve!, es tu problema". Tenía diecinueve años y mis opciones eran: hacerme cargo de un niño huérfano, con su cabecita dañada o seguir adelante y dejarlo a su suerte. —Suspira—. Obviamente, no podía abandonarlo en ese estado.
—¿Cabecita dañada?
—Flo, Alí se desconectó del mundo de una forma que jamás había visto y cuando regresó en sí, olvidó la muerte de su abuela.
Abro los ojos, impresionado, ella asiente en silencio con una expresión grave.
—Durante el año que siguió a ese evento, el chamaco, de repente, recordaba a su abuela y me pedía ir con ella para que rescatáramos también a la colonia; ya que control de animales se los llevó, tras su muerte.
—Pobre pequeño...
—Y que lo digas. Era horrible, Flo, yo-yo no-no sabía qué hacer en esos momentos o cómo controlar su angustia. —Un escalofrío sacude brevemente su cuerpo y suspira—. Luego, tan repentino como retornaba todo eso, se desvanecía y seguía adelante.
No puedo ni imaginar lo difícil que debió ser para ella esa situación. Conforme me cuenta, todo empeora y cuando parece que la vida les dará una pizca de alegría para acercarse a sus sueños, la realidad regresó con un nuevo golpe, durante una lluviosa madrugada del terror.
—"¡Suéltenme! ¿Qué creen que hacen? ", grité. La manera en que ingresaron, derribando y aplastando todo a su paso, me llenó de ira, desconcierto y miedo. Las luces de sus reflectores me cegaban, tomó tiempo comprender que se trataba de un operativo policial. Los oficiales me apresaron como si fuese un criminal
Felicia habla entre lágrimas, la abrazo fuerte.
—Observé al pequeño Alí, se veía aterrado.
»—¡Felipe! —lloró él, entre gritos, mientras me sacaban a golpes y empujones hasta el pasillo—. ¡Dejen a mi hermano!
»—¡Suelten a mi hermanito, pinches pendejos! Es un niño, no lo traten así —exigí a los oficiales, fuera de nuestra alcoba, y solo recibí un nuevo porrazo.
»Cada golpe dolía horrores, no obstante, ver la forma en que un par de oficiales apresaba a Alí, me destrozó el corazón. Aún hoy, sigo sin sacarlo de mi cabeza, a veces tengo pesadillas con eso, Flo.
—Lamento escucharlo. —La siento en mi regazo y aprieto con fuerza, sintiendo el calor de su piel y el aroma de su cabello húmedo.
Beso su cabeza, cuello, así percibo el latido de su corazón. Intento calmar un poco el trepidar de su cuerpo con mi afecto, pero es muy difícil. Ella llora en silencio.
—Felicia, no tienes por qué seguir.
Un largo suspiro deja salir y gira el rostro para buscar mi boca en un dulce y suave beso.
—Lo sé, galán, pero quizás necesito saber si tomé la decisión correcta... Esto me ha mortificado por casi quince años, Flo.
Se me eriza la piel, es demasiado tiempo. Ella deja escapar un nuevo suspiro y por un momento, el silencio vuelve a apersonarse. Felicia habla acerca de un oficial que lucía distinto al resto, no empleaba máscara o traje de operaciones especiales, sino que vestía como civil, con una chaqueta de cuero oscura; su placa dorada colgaba en una cadena desde el cuello y empleaba un tono algo burlesco al dirigirse a ella, no se creía el cuento de que fuesen familia.
—"Bueno, ya que son hermanos, podrías librar los cargos de secuestro y privación de libertad, aunque no exime tu complicidad en esta red de pornografía infantil", dijo, me costó procesar lo que escuché. Quise golpearlo aunque era más grande y fornido que yo.
»—Ese pequeño es una de las víctimas detectadas en fotografías —añadió como si nada, con sus brazos cruzados sobre el pecho. Una risa de incredulidad se me salió.
»—Con el debido respeto, oficial, ¿acaso me está jodiendo? —Un nuevo porrazo recibí en la espalda por parte de otro policía, grité y me retorcí del dolor. Lo peor era que, Alí observaba desde adentro lo que esos desgraciados me hacían y no paraba de gritar y llorar.
»—¡Hey!, no te he dicho que lo golpees —reprendió el oficial ante mí y me contempló con una amable, pero a leguas, fingida sonrisa—. Soy el subinspector Reynolds, escucha, hace varios meses trabajamos en desarticular esta asquerosidad, tenemos toneladas de material y evidencia; así que, confiesa de una vez, chico, será mejor para ti.
»—¿Qué quiere que confiese exactamente? Ni siquiera sé de qué mierda me habla. Su investigación suena tan falsa como ese tono condescendiente que mantiene conmigo.
»El tipo realizó una seña con el rostro y enseguida, los otros policías volvieron a apalearme. Golpearon mis brazos, piernas, espalda. Alí gritaba, desesperado, y mi mayor temor era que entrara en una de esas extrañas crisis que mandaban a su cabecita de paseo.
»—¡Basta yaaaa! Basta, basta, por favor —supliqué entre lágrimas, sin fuerzas, de no ser porque dos oficiales lo impedían, habría acabado en el suelo.
»—¿Listo para cooperar?
»No podía ni hablar, mucho menos levantar la cabeza y darle la cara. Permanecí en silencio, mareada por la paliza y con la vista fija en los zapatos finos del tipo ese. Un policía tiró de mi cabello y me forzó a contemplar al moreno rapado que permanecía ante mí.
»—No hay nada que me joda más que la basura pederasta y sus aliados —espetó, amenazante, a centímetros de mi cara.
»—No, no-no soy tal cosa.
»—Claro, eres el hermano. Necesito los documentos tuyos y de él que demuestren su parentesco.
»—¿Ahora es un delito que yo me haga cargo de él? —murmuré, sin ver. Sentía demasiada frustración—. ¿Y dónde estuvo el apoyo cuando su abuela murió, eh? Cuando ese niño entró en shock y los busqué en la estación, ¿qué me dijeron?
»La respiración se me aceleró ante la ira y con una fuerza que salió de quién sabe dónde, continué entre gritos. No me importó si con eso me llevaba una nueva paliza.
»—"¡Si te importa, resuelve, no nos encargamos de niños de la calle!". Es lo que hice, resolver, protegerlo y darle una vida... ¡¿Y ahora resulta que yo hice mal?!
»El tipo achinó la mirada al verme, quizás estudiaba mi reacción o a saber qué, pero ya que me darían otra paliza, no me importó forcejear y seguir adelante.
»—¡No tengo una maldita idea sobre redes de pornografía ni una mierda! Vivimos aquí porque fue el sitio que pude alquilar, aunque mi deseo es largarnos a un lugar más seguro desde que noté las intenciones del casero con mi hermano, porque a pesar de no tener un maldito papel, eso es lo que es, ¡mi hermano!
»Volteé el rostro hacia la ventana y contemplé a Alí, no paraba de llorar y luchar con el par de oficiales que le retenían. Contraria a la paliza que creí ganarme, el sujeto frente a mí suspiró y luego continuó en un tono realmente amable y condescendiente, incluso se disculpó por su actitud hacia mí. Lo observé, sorprendida.
»—Comprendo tu frustración, aquí parece no haber ley, pero yo no quiero ser otro policía más que hace de las suyas en la olvidada Zona roja, no. Este es el principio de algo grande, una depuración masiva es lo que se viene.
»El tipo hablaba con una convicción asombrosa. Por eso, le creí. Sin embargo, tal vez hice mal, porque ese sitio sigue siendo la misma mierda.
Felicia se deshace en llanto. ¡Dios! La culpa le atormenta demasiado.
—Fel, eras joven y estabas sola, la posición en la que te encontrabas no te favorecía en nada.
—Alí me necesitaba, Flo y yo lo dejé...
Su llanto desgarrador me destroza el corazón.
—Le supliqué a ese oficial de mierda, pero él negó con la cabeza sin importarle.
»—Lo lamento —me dijo—. Pareces una buena persona y, de nuevo, perdón por la rudeza. Si no tienes algún vínculo con el niño ni tampoco un documento donde figures como apoderado, lo mejor será que servicio social se haga cargo.
»—No, por favor... Su cabecita, su mente no está bien. Si lo separa de mí, temo lo peor.
»El subinspector Reynolds pidió que me liberaran y me apretó el hombro derecho en un gesto reconfortante. Sin embargo, debido a la golpiza previa, sentí su tacto como si enterrara una espada que me cercenaba el brazo.
»Habló acerca de los especialistas y toda la ayuda que servicios sociales tenía, listos para atender al chamaco. Luego, apretó los labios y ladeó un poco la cabeza como señal de resignación, cerré los ojos un instante.
»Giré el rostro hacia la recámara mientras frotaba mis muñecas como un acto reflejo, apenas me quitaron las esposas. Alí lucía más calmado, tal vez pensó que todo volvería a la normalidad. Quise entrar, abrazarlo y explicarle la situación. No lo permitieron, dijeron que debía abandonar el sitio antes de la llegada de los superiores para evitar cargos.
»Con el corazón destrozado, le susurré al pequeño un "lo siento, brodercito" que se quedó corto ante todo lo que quería expresarle. Me abracé a mí misma y, escoltada por los oficiales que antes me retuvieron, abandoné esa casa, intentando hacer oídos sordos a los desgarradores gritos de Alí.
—¡Fel, todo eso es horrible! —La aprieto muy fuerte, aun así, tiembla entre mis brazos, en medio de un llanto desgarrador. Siento una opresión enorme en el pecho—. Escúchame, es demasiado doloroso, pero creo que hiciste cuanto pudiste por él... Estarías en prisión, de otro modo.
Las lágrimas de Felicia se desvanecen lentamente mientras la abrazo. Su respiración empieza a regularse y sus palabras se convierten en murmullos. Susurro en su oído, buscando calmarla...
El temblor en su mirada me encoge el corazón de dolor. Es demasiado difícil verla así, quisiera hacer algo para ayudarla a cerrar este capítulo de su pasado que tanto la atormenta. Aunque, quizás...
—Fel, creo que puedo hallar información en la red sobre este policía.
—¿Lo dices de verdad? —pregunta, esperanzada. Asiento, sonriente— Flo, si lo logras, serás mi héroe eternamente.
—¿Y qué tengo yo a cambio? —contesto rascándome el mentón, ella ríe. Me gusta verla así, por eso, limpio el remanente de lágrimas de sus mejillas.
—¿Vas a chantajearme?
—Solo un poquito. —Hago una seña con mis dedos índice y pulgar—. Quiero que vengas a la boda conmigo.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 espero que estén disfrutando hasta este punto. Y pos nos quedan 3 capítulos. ¿Será que pueda reencontrarse Felicia con Alí? Nos leemos lugyito, los loviu so mucho. 😊 💖
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