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V: ¡Qué no soy su padre!

El aire fresco del otoño incipiente trae consigo el retorno de Felipe, quedamos de vernos en la clínica veterinaria para la cirugía de esterilización programada. El desquiciado llegó como un vendaval, casi azotó la puerta de vidrio contra la pared al entrar, desesperado, mi cara de extrañeza fue equiparable a la del resto de dueños que aguardan su turno. Volteé el rostro hacia un muro al otro lado y fijé la atención en un póster con información acerca de las vacunas caninas, con la única intención de simular que no lo conocía. Spoiler: no funcionó, se sentó a mi lado con su modo dramático activado.

—Feli, ¿puedes dejar de ser un pendejo en público? —le dije entre dientes y lo vi sonreír, bastante burlón—. A veces me pregunto por qué eres mi mejor amigo —añadí, masajeándome la frente y me golpeó el hombro, indignado.

Mientras esperamos a que concluya el procedimiento quirúrgico y pasada la tremenda pena, aprovechamos para actualizarnos, después de todo, han transcurrido dos largos meses desde la última vez que nos vimos. Sé que estuvo por Santa Fé con su más reciente proyecto, pero nada como vernos para disfrutar de sus anécdotas.

Felipe no pierde tiempo y, enseguida, se pega más a mí, saca el teléfono para mostrarme fotografías del proyecto u otras que tomó de paseo por el poblado.

—¡Fue una locura! —exclama con entusiasmo—. Ejecutar el diseño del parque, en medio de ese frío, era insoportable. ¡Literalmente se nos congelaba el trasero!

—Pobrecito, supongo que apretaste el abrigo en la retaguardia.

—¡Por supuesto, Osvaldo! Las nalgas congeladas no son sexis.

Entre risas, revisamos las imágenes del atardecer en las montañas de Santa Fé y sonrío porque casi puedo sentirme allí. Desearía ser un nómada como él.

—Deberías animarte a acompañarme alguna vez —me dice Feli con una sonrisa cómplice, esperanzado. Quizás mi deseo fue muy evidente, pero decido evadirle la mirada y centrarme en pasar fotografías por lo cual suspira, resignado—. Cierto, te asusta dejar el nido.

—Sabes que no es eso.

—Ni siquiera viajarías solo, sino conmigo, Osvaldo —añade con obviedad, aunado a una mirada tan profunda y brillante que me transmite mucha confianza. Lo observo en silencio durante un rato, detallando los destellos caramelizados que parecen brotar de sus iris. Su rostro, de repente adquiere un gesto dramático—. ¡Tu mejor amigo, quien más te conoce y desea mostrarte el mundo!

—¿Cuántas veces debo decirlo? Deja de ser un pendejo en público, ¿sí? —contesto fastidiado porque el tonto se ha aferrado a mi brazo con su dramatismo extremista. Felipe ríe y niega en silencio para continuar con las fotografías.

Es inevitable sonreír ante el aspecto final del parque, resulta impresionante. Mi amigo tiene un don: su creatividad y ojo para ver el hermoso potencial de cada ambiente. Eso lo ha llevado alrededor del país, es un tipo admirable.

—Casi lo olvido, esto es para ti —dice de repente. Lo veo sacar una bolsa de cartón del bolsillo frontal de su sudadera y siento escalofríos en la nuca.

Aunque es más pequeña que las de sus típicas bromas, ni siquiera me atrevo a recibirla. Lo observo con cautela, temeroso del contenido; Felipe sonríe burlón, pero ante mi negativa, él mismo lo abre para mí antes de entregármelo.

—¿Una cabra montañesa? —le digo, confundido, en cuanto tengo entre mis manos la figurilla de cerámica que me trajo, cuya base lleva grabado un raro nombre—: ¿Polqui?

—Es la mascota oficial del pueblo —explica, muerto de risa—. Quería una cosa de Las tortugas ninja, pero ya que no encontré algo así, te traje otro animal.

Contemplo largo rato esa figurita con curiosidad. Me siento un poco extraño por el gesto inesperado de Felipe. Si bien es cierto que suele obsequiarme o, más bien, sumar objetos a nuestra colección, esto es algo fuera de lo común.

—Gracias, supongo —digo, todavía un poco desconcertado.

El gesto sonriente y burlón de Felipe se borra y niega en silencio. Parece notar mi incomodidad o no, ese no sería el término porque es más confusión lo que siento por el regalo que cualquier otra cosa, cómo sea, él decide cambiar de tema.

—¿Y qué hay de ti? ¿Alguna novedad en tu vida? ¿Cómo va la cacería en línea? —pregunta, con una sonrisa pícara. Siento el rostro arder.

En realidad, el nuevo tema me pone un poco tenso, no sé cómo responder, es que no quiero ahondar en detalles. Sin embargo, es mi mejor amigo, ni forma de ocultarle todo, así que decido contarle un poco.

—Conocí a alguien hace más de un mes, quizás dos, no lo sé —le digo sonriente porque resulta inevitable emocionarme cuando pienso en esa personita. Felipe bate las cejas con picardía y niego en silencio— ¡Ni te ilusiones!, no quiero hablar mucho al respecto. Siempre parece que algo sale mal en mis relaciones —confieso sin mirarlo en realidad.

—Eso se resuelve fácil, bro —réplica enseguida y lo observo, contrariado—. Déjame hablarle y te digo si vas sobre terreno seguro o minado.

Niego con la cabeza, desesperado, mi gesto parece incordiarle, incluso vuelve a golpearme el hombro con más fuerza y lo insulto por lo bajo porque ese sí dolió. Felipe intenta hacerme hablar más, a punta de zarandeos, pero antes de conseguir convencerme, el veterinario interrumpe nuestra plática para informarnos que la cirugía de Rafa ha sido un éxito; así que, él se olvida de mí, decidido a bombardearlo con preguntas acerca de todos los cuidados que la gata necesitará en casa. Parece mamá sobreprotectora.

—Osvaldo, me quedaré algunos días contigo, necesito estar al pendiente de Rafita —me dice de manera acelerada durante su plática con el veterinario y ni siquiera permite una respuesta de mi parte porque continúa adelante con su sesión de preguntas—. Doc, ¿puedo ver a mi rafita? —le dice finalmente y este lo guía al interior, en medio de risas.

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Si antes parecía sobreprotector, sin duda, esta semana me ha dejado claro que aquello era apenas un ápice, la mera puntita del iceberg; su lado más exagerado queda en evidencia cada día que pasa. Felipe me pide realizar una curación a la cicatriz, pero enseguida se retracta y lo hace él; lo mismo ocurre con el tratamiento, de hecho, no me permite atender a Rafa más que para servirle de comer y todo porque "yo no la mimo lo suficiente".

—Feli, ¡qué bueno que decidiste quedarte! —le digo con ironía mientras se encuentra en su sesión vespertina de arrumacos felinos sobre mi cama— ¿Qué habría hecho sin ti?

—Sé que piensas que exagero, ¡pero mírala! —pide en un tono suplicante y me muestra a la gata en brazos como si se tratase de un bebé. Solo veo una bola de pelos negros con complejo de deidad que me devuelve una mirada de odio.

—Bien, mientras estás en eso, iré al Starbucks, necesito respirar aire no viciado por pelo felino...

—¡Qué malo eres! —expresa Feli, con el rostro consternado mientras cubre las orejas de la gata— Debes disculparte.

—Olvídalo, Felipe. Anda, ¿te traigo algo?

—Un frapuccino, señor gruñón —me pide, al fin, cuando estoy a punto de cerrar la puerta de mi alcoba—. ¡Oye, no te disculpaste, mal padre!

—¡Qué no soy su padre! Llámame el niñero malvado.

Cierro la puerta, sin dejar de reír, mientras le escucho putearme desde el interior. Al girar, encuentro a mi madre quien me contempla, extrañada por el alboroto y siento un ardor en la cara. Me encojo de hombros para restar importancia y a paso veloz escapo hacia la salida.

Sin embargo, apenas he puesto un pie afuera y siento escalofríos. Sé que el clima está algo helado, dada la proximidad del invierno, pero sería igual a pleno sol veraniego. Desearía no sentir este miedo, este extraño vacío cada vez que atravieso la puerta principal hacia la calle.

Entierro las manos en los bolsillo del abrigo y fijo la vista en el piso para evitar cruzar miradas con la gente alrededor. Escucho saludos, contesto sin prestar mucha atención a quiénes los emiten, solo continúo hacia adelante.

Un suspiro de alivio se me escapa en cuanto ingreso a la cafetería. La calidez de este pequeño sitio me hace sentir como si estuviese en mi propia alcoba. Le pido un capuchino con leche de coco al barista y tomo asiento para sumergirme largo rato en el mundo digital o eso espero. Quisiera conversar a gusto con DeshojoLaMargarita y bajarle al estrés producido por Feli y esa gata mimada.

Lo peor de tener a Felipe en casa, además de compartir mi espacio con ese extremista, es que ni siquiera he podido sentarme a chatear a gusto, la última vez que hablamos, me comentó que un sangrón no realizaba el trabajo que le pedía y todo le tocaba hacerlo por cuenta propia; así que, entre tanto atareo, ninguno de los dos hemos podido sacar algo de tiempo. Sin embargo, quiero creer que hoy es el día.

Abro la app, observo su nueva foto de perfil, por el ángulo parece escalar, se nota que la toma fue realizada a gran altura. Sin duda, admiro su espíritu libre y aventurero.

FuckTheFlowers: ¿A dónde fuiste esta vez? Tu nueva fotografía es impresionante.

Espero durante varios minutos, entre stalkear su perfil, sonreír como tonto por las nuevas imágenes para las cuales posa con distintas chaquetas abiertas y blusas cortas que resaltan ese hermoso tatuaje de nomeolvides alrededor de su ombligo y finalmente retorno al chat, deseando que su estado cambie a "en línea". Sin embargo, no sucede. Suspiro con pesar antes de ingerir un nuevo sorbo de mi bebida.

—Ni modo, será en otra oportunidad —murmuro un poco decepcionado.

Mi plan de huida se hundió más rápido que el Titanic y lo peor es tener que regresar para aguantar al extremista y su gata. Camino pesaroso hacia la barra, dispuesto a pedir el frapuccino de Felipe, pero justo antes de llegar suena una notificación que me saca una sonrisa, pues se trata de la app. Solo espero que sea DeshojoLaMargarita y no algún pendejo calenturiento y desesperado por atención. Reviso veloz. Vuelvo a sonreír porque, al menos, tuve suerte una vez en la vida.

DeshojoLaMargarita: Disculpa, galán, ¿te conozco? 🤔

FuckTheFlowers: Creo que me equivoqué de chat, pensé que hablaba con une chique temerarie. 😔

DeshojoLaMargarita: galán, no escribas así porque me confundes. 🤣 Ha pasado tiempo, ¿qué cuentas?

FuckTheFlowers: Las horas, los minutos para volver a hablarte.

DeshojoLaMargarita: Ay, amanecimos con el modo floreo barato activado. 😂

FuckTheFlowers: ¡Pero es verdad! Esperé ansioso este nuevo encuentro. 😌

DeshojoLaMargarita: Está bien, lo tomaré, pero me ofende muchísimo. 😤 Y cuéntame, ¿qué haces ahora? Aparte de hablar como conquistador sesentón. 🤔

FuckTheFlowers: tomo un café en Starbucks, ¿y tú?

DeshojoLaMargarita: ¡Ay, qué rico! Ya me antojaste. 🤤 Creo que iré por uno. ¿Prefieres dulce o amargo?

FuckTheFlowers: bueno, no soy tan fan del dulce.

DeshojoLaMargarita: ¡Cállate los ojos! ¡¿Cómo puedes?! 😨 Para amarga, la vida y hay que endulzarla un poquito. 😉

Una risita tonta se me escapa. Es inevitable, me gusta su manera de expresarse.

FuckTheFlowers: ¿Qué tan amarga podría ser tu vida de viajes, moda y hacer lo que te place, cuando te place?

Por algunos segundos no recibo respuesta, aunque permanece en línea. Luego de casi un minuto, al fin, llega un mensaje de su parte.

DeshojoLaMargarita: Te sorprenderías, galán, 😔 quizás algún día te cuente. Por ahora, se me antoja azúcar.🤤

Lo siguiente que recibo es una foto de una taza con un par de terrones de azúcar acompañada por un texto: "¡inyéctame en las venas!", eso me hace reír. Parecerá una locura, pero en serio, quiero que llegue ese día en que sea capaz de contarme sus penas más profundas.

Disfruto nuestras pláticas, cada palabra suya resulta atrayente y sin darme cuenta, los minutos... no, las horas pasan volando entre tontas conversaciones en las cuales me habla acerca de la libertad y adrenalina que sintió durante su viaje de escalada, también me recomienda rutas de senderismo que, sí o sí, debería visitar porque las vistas son impresionantes. Ni siquiera soy consciente de cuánto tiempo ha transcurrido hasta recibir una repentina llamada de Felipe.

—Oye, ¿te quedaste preparando el caramelo, la crema batida o es que estás fregando platos por falta de plata? —dice con ironía y me cuesta no reír— Si no te alcanzaba para mi frapuccino, debiste decirlo...

—Cierra el pico, Feli, me distraje. Además quise darte tu espacio con ese monstruo mimado.

—¡¿Cómo que monstruo?! —Su alterado tono me provoca una fuerte carcajada y hace merecedor de un compendio de insultos.

—Ya, Feli, en un rato te llevo tu bebida.

—¡Olvídalo! Espérame, en cuanto termine con el tratamiento de Rafa, estaré allá.

Sin aguardar por mi respuesta, corta la llamada. Suspiro, resignado. Aprovecho de sentarme con la intención de continuar mi charla un rato más, pero descubro que se ha desconectado luego de un último mensaje de despedida sazonado con el emoji de guiño.

Suspiro. Deseo que llegue pronto nuestro próximo intercambio. De verdad, no quiero adelantarme o hacerme ilusiones, pero puedo sentir química entre nosotros, a pesar de ni siquiera haber estado juntos físicamente.

—¿Florisvaldo?

La voz que escucho a mi espalda me extrae de mis pensamientos, pero también produce escalofríos en la nuca, aunque ni siquiera es necesario girarme para corroborar de quién se trata porque Cordelia llega hasta mi sitio y siento deseos de huir.

—Ha pasado tiempo —habla en tono amigable. Resulta difícil no tensarme ante su presencia; después de todo, las cosas entre nosotros acabaron de manera estrepitosa.

—Cordelia... —apenas balbuceo su nombre e intento esquivarle la mirada.

—¿Sabes? He querido hablar contigo antes, pero soy consciente de que merezco tu renuencia.

—Ya estamos aquí, ¿quieres sentarte? —le digo con una fingida serenidad pues aunque suena calmada, temo alguna locura repentina de su parte.

Sin embargo, Cordelia sonríe y niega en silencio.

—Tranquilo, solo quería expresarte mi más sincera disculpa por todo lo que hice. Tú eres muy dulce y especial, te traté terrible.

—Bueno, gracias... supongo —le digo con la vista en el juego que mis dedos realizan sobre mis piernas, no lo puedo evitar, su presencia me hace sentir nervioso.

—Mi terapeuta me ha hecho ver que tenía un fuerte problema de posesividad y dependencia emocional; hemos trabajado en eso, también me aconsejó viajar para despejar la mente, madurar y crecer como persona independiente. Descubrí que el mundo es abrumadoramente hermoso.

Una sonrisa se hace cabida en mi rostro ante sus palabras y tono porque sí, luce diferente. Luego de un breve suspiro, ella continúa.

—Lo más importante: dijo que debía hacer las pases con aquellos a quienes lastimé; pero me apenaba mucho buscarte para disculparme, ahora que lo hice, espero que sea más sencillo el camino hacia la sanación total. Gracias, por permitirme hablarte, Florisvaldo.

Me atrevo a levantar la vista, conmovido por su sinceridad y actitud, sus ojos lucen brillosos, bastante honestos; de verdad, parece una persona completamente nueva. Siento una calidez en mi pecho al contemplar su amable sonrisa, me cuesta no pensar en los inicios de nuestra relación, cuando todo era color de rosa. Sin embargo, sacudo la cabeza en cuanto aparecen imágenes acerca del final de nuestra relación y vuelvo a poner atención en sus palabras.

—Nunca antes me había alegrado tanto un antojo dulce. —Una hermosa sonrisa me obsequia la linda morena antes de despedirse con una mano y girar hacia la barra para realizar su pedido—. Te veré cuando te vea, galán.

Aunque contesto con una leve afirmación de cabeza, siento una rara sensación en el pecho, tras sus últimas palabras y me cuesta dejar de observarla o estudiarla más bien. Ordena un Oreo Frappuccino y en cuanto tiene su bebida se retira del establecimiento, solo cuando he dejado de divisar su figura a las afueras es que vuelvo a girarme hacia la mesa, con el corazón a punto de salirse del pecho. Reviso en mi celular el último mensaje que me envió DeshojoLaMargarita: «Ahora sí, voy por café. Te veo luego... bueno, cuando te vea, galán» .

—No, no, no, no... —murmuro sin dejar de contemplar la pantalla—. ¿Será posible? ¿Cordelia?

Reviso el perfil de DeshojoLaMargarita y siento escalofríos. En una de sus últimas fotografías utiliza un abrigo azul, tipo esquiador, bastante similar —por no decir exacto— al que mi ex traía.

«No, no puede ser ella», pienso, desconcertado.

—¿En serio tengo tan mala suerte? —me digo y masajeo mi frente con una mano.

—¡Osvaldo! ¿Qué clase de terrible anfitrión eres? ¡Me abandonas en tu casa con nuestra hija recién operada! —grita Felipe desde la entrada y no solo me saca de mis cavilaciones, sino que produce tremenda pena porque siento las miradas de todo mundo sobre mí. El desgraciado ríe burlesco mientras se aproxima hacia la mesa.

—¿Estás loco? —contesto entre dientes, muy apenado, una vez que toma asiento frente a mí, sin variar la expresión de su rostro— Felipe, tú estás de paso, yo vivo aquí.

—Ay, ya, bro; tampoco te esponjes, fue una bromita.

Entorno la mirada y niego en silencio, molesto e incómodo. Sé cómo es él de bromista y juguetón, pero cuando hace cosas como esas en público, me dan ganas de esconderme lejos del mundo.

—¿Qué hacías aquí solo, bro? —No respondo, lo observo enojado y enseguida su gesto se torna suplicante—. Ay, Flo, ya, perdón por la broma. Cuéntame, ¿acaso tuviste una cita secreta que huyó antes de mi llegada?

—No, te lo dije, me distraje... —Guardo silencio por un segundo antes de continuar mientras regulo mis latidos—. Hablando con alguien.

—¡¿Tú?! ¿Hablar con alguien? —Se levanta de su asiento, apoyado sobre la mesa con una mano y empieza a tocarme la frente para verificar mi temperatura, golpeo sus dedos hasta que vuelve a sentarse, muerto de risa—. ¡Ay! Pero no fue gran cosa porque tienes cara de haber visto un fantasma.

—¡Me espantaste, tonto!

—Pero ya me disculpé —responde en el mismo estado; así que, viro los ojos.

Una joven moza se acerca a la mesa para apuntar nuestro pedido y en automático, Felipe se olvida de mí para sonreírle y hablarle con galantería; típico, coquetea con cuanta chica se le atraviesa. Ojalá yo pudiese hacer eso, en cambio, apenas y levanto la vista de la mesa para realizar mi pedido mientras él hasta le saca conversación.

—Uuuf, linda retaguardia —murmura con la vista en la chica mientras esta se retira y niego en silencio—. Entonces, Flo, ¿con quién te distrajiste?

—¿Vas a seguir?

—Obvio, si no me dices nada, ¿qué esperas?

Suspiro, resignado, y decido compartirle mi horrible sospecha acerca de Cordelia. Felipe arruga el rostro como si hubiese bebido un largo trago de vinagre.

—¡Flo, abandona ese puerto, zarpa a otras aguas! —exige, alarmado, incluso ha vuelto a pasar sobre la mesa para zarandearme.

—Pero es solo una sospecha...

—¿Y qué tal que se trate de ella? —Niega con desespero sin variar ese gesto de desagrado en el rostro—. Bro, sé que dicen: "más vale malo conocido que bueno por conocer", pero es una vil patraña, no caigas en ese círculo vicioso de creerle o peor, volver con la ex psicópata.

—No he dicho eso, solo que Corde parecía distinta y me hizo pensar en esta personita nueva...

—Solo espero que no se trate de ella —me interrumpe, consternado.

La chica llega con nuestra orden y Felipe se acomoda en su asiento. Sonrío tímidamente como agradecimiento a ella, pero más ante la brillante e infantil mirada que Feli suele darle a su bebida en cuanto la recibe. Me gusta ese gesto, es como un niño emocionado y ansioso por degustar un trozo de pastel. Apenas y despega la vista del frappuccino un instante para agradecer a la joven con un guiño y su típico tono galante que la hace sonrojar.

Mi amigo suele tomar esa bebida helada, incluso en invierno del mismo modo que usa ropa holgada y manga larga hasta en verano. Con su estatura, rostro de chico lindo, ese estilo y actitud jovial; la gente se sorprende al descubrir que no se trata de un adolescente o joven universitario, sino de un tipo en sus treinta que, encima, no pierde oportunidad para coquetear con cualquier falda que se le atraviese.

En cuanto volvemos a quedar solos, se lanza a atacar su bebida y el gesto de placer de su rostro es sublime, bien podría grabar un comercial con esa expresión de regocijo.

—¿Qué, Osvaldo? ¿Me manché la cara con crema? —pregunta, confundido, conforme su mano busca una servilleta del dispensador. Niego en silencio— Entonces, ¿por qué miras tanto?

Su tono es bajo, pero podría jurar que un poco nervioso, aunque ni sé el motivo. Lo veo llevarse una mano hacia el cabello y darse un pequeño jalón. Ese gesto sobre su mechón izquierdo confirma su nerviosismo, suele realizarlo a veces desde hace un tiempo.

—No es nada —le digo calmado, después de pasar un trago de mi expreso.

—¿Seguro?

—Sí, sigues siendo un galán, tranquilo.

Lo veo reír y apostar de nuevo por su bebida. Yo hago igual con la mía. Aunque se forma entre ambos un silencio repentino, no resulta incómodo, en realidad, me agrada tener aquí a mi mejor amigo, a pesar de sus mimos y cuidados extremos con la gata esa.

—Osvaldo, ya que estamos por aquí, deberíamos ir a dar una vuelta al mercado.

—¿Quieres comprar algo para el demonio felino, cierto?

Felipe no deja de reír ni yo de negar en silencio. De seguro quiere ropa, moños y toda clase de tonterías para una nueva sesión de mimos.

—Bro, casi nunca comparto con ella, no seas malo.

Me cuesta no reír ante su tono, parece niño regañado. Terminamos nuestras bebidas y nos dirigimos al mercado en medio de risas, bromas y unos cuantos puñetazos que impacta contra mi brazo, más de una vez, ya que no dejo de molestarlo con la gata. Será más chico y delgado que yo, pero ¡cómo pega duro el desgraciado! Me toca apretar la mandíbula para no acabar lloriqueando. Al menos, en su compañía, puedo aguantar el trayecto por la calle sin sentirme ansioso o desesperado por encerrarme.

—Lo siento, bro, a veces no mido mi fuerza —me dice luego de otro golpazo que me hace chillar, mientras visitamos el área de mascotas en una tienda departamental.

—No hay problema, sigue con tu demencia felina —respondo, asegurándome de marcar distancia entre ambos, antes de que me salga con otra.

Lo dejo con sus cosas de gatos y yo me voy a la «digiZona», así llaman en este lugar al departamento de tecnología. Reviso entre los nuevos títulos, algún juego que capte mi atención, pero al final descarto esa tarea para sentarme un rato y escribirle a DeshojoLaMargarita.

—Anda, responde —murmuro con la vista en el chat, deseando que se conecte, pero nada pasa. Suspiro con pesar.

«Ni modo, asumo que debe encontrarse en una nueva aventura», pienso con una sonrisa tonta, aunque soy consciente de que solo fue al Starbucks más cercano a su localidad.

—¡Te escondes para chatear! —el grito de Felipe a mi oído me provoca un sobresalto y casi se me cae el celular; por suerte logro agarrarlo.

—¡Casi me matas del susto!

—Lo siento —dice en tono burlón e intenta quitarme el teléfono para averiguar, sin éxito—. ¡Ay, Osvaldo! ¿Por qué tanto misterio?

—Sé cómo eres.

—¿Perdón? ¿Eso qué significa?

Lo observo con obviedad y él a mí con una ceja alzada mientras se cruza de brazos, expectante.

—Feli, querrás meterte y opinar y desanimar...

—¿Disculpa? ¿Cuándo he hecho algo así? —Achino la mirada, él continúa—: ¿Es en serio? Osvaldo, nunca he buscado desanimarte o meterme en tus relaciones. Como tu amigo, trato de aconsejarte y ayudarte a ver a las personas, ¿y qué ha pasado? El tiempo y tú mismo me han dado la razón.

—Ya, Felipe...

—Pero está bien, no diré nada, mis labios están sellados... —Realiza una seña sobre su boca, como si cerrara una cremallera. Viro los ojos—. Al menos, dime ¿cómo es?

—¿No que labios sellados?

—¿Es en serio? ¿Ni siquiera me dirás si es mujer u hombre?

Me levanto y camino por la digiZona con Felipe detrás de mí, pidiendo información, me zarandea por doquier en su intento por sacarme algo hasta hartarse.

—Sigue así, luego no quiero lloros.

Lo veo irse, molesto, y me cuesta contener la risa por ese berrinche suyo conforme se aleja. Decido revisar el área tecnológica un rato antes de ir a buscarlo y contarle algo para, al menos, saciar un poco su hambre de chisme. Una vez termino aquí, regreso a la parte de animales, pero su ausencia es evidente.

—¿Dónde te metiste, tonto? —me pregunto mientras observo hacia todas las direcciones. Extraigo mi celular para teclear un mensaje conforme camino por el sitio, pero me detengo y decido sorprenderlo en cuanto lo visualizo por el departamento de damas, luce muy concentrado en unas camisetas.

—Le quedaría linda a la camarera —le digo al oído, ni siquiera en tono alto, pero resulta inevitable reír ante su reacción: salta igual que un gato que ha sido empapado con agua helada, incluso grita y lanza la ropa; me toca atajarla en medio de risas.

—¡Osvaldo, ¿qué te pasa?!

—Me la debías, pendejo. ¿Qué haces aquí? ¿Y esto?

—Dame... —Me arranca la prenda blanca con mariposas de todos colores—. Se llaman croc top y ¿sabes qué? Si tu no me cuentas, yo a ti, tampoco.

Sonríe burlón, incluso me saca la lengua y luego de ubicar la prenda dentro de la cesta donde lleva las tonterías para engreír a la gata, me da la espalda y se dirige hacia el área de pago.

—Nueva conquista, ¿cierto? Siempre es igual —inquiero mientras cancela su compra, pero solo tararea, ignorándome— ¡Felipe!

—Ya te dije, si tú no me cuentas, yo, ¿por qué debería?

—Está bien, te diré, pero no se vale entrometerte.

Abandonamos la tienda y tras un suspiro de pesar, junto a unas tres zarandeadas de Felipe para que comience a hablar, le cuento algunas cosas sobre esta persona que poco a poco me ha cautivado en línea. Le hablo de su tenacidad, de su gracia y otras cualidades que he podido vislumbrar en ella a través de nuestros encuentros virtuales.

—Osvaldo, esta chica te trae loco.

—¿Quién dijo que era una chica?

Felipe parpadea con incredulidad un montón de veces antes de responder:

—Entonces, ¿es un chico?

Sonrío y me encojo de hombros, Felipe me contempla, extrañado.

—Ni siquiera nos hemos visto por fotografías, ¿puedes creerlo?, pero ese misterio me encanta...

—Osvaldo, ¡¿qué mamadas dices?! —me interrumpe, consternado. Vuelve a zarandearme por los hombros con fuerza— ¡Podría ser un pelón, desdentado, de setenta años con olor a rancio!

—¡Cierra el pico, Feli!

—Me pides que no me entrometa y prometí no hacerlo, pero debo decirlo... —Se aclara la garganta antes de ingresar a la casa y proseguir—: ¡Osvaldo, no puedes enamorarte por Internet de alguien que ni siquiera has visto!

—¡¿Cómo que enamorado por Internet de un completo extraño?! —interviene mi madre, exaltada, apenas ingresamos y ya siento necesidad de esconderme— ¿Por eso no quieres darle una oportunidad a Corde? ¿Por alguien que ni conoces? ¡¡¡Jacinto, habla con tu hijo!!!

Mi madre se va, gritando aterrada por todo el corredor en busca de papá y yo contemplo a Felipe, molesto por lo que acaba de provocar. Sin embargo, el desgraciado ríe y se burla mientras lo jaloneo e insulto en el proceso de llevarlo a empujones hasta la recámara.

—Osvaldo, ya, no te esponjes...

—Felipe, por tu culpa me toca aguantar sermones del viejo.

—Bro, eres tú quien se empeña en permanecer aquí.

—¡Cómo si fuese tan fácil solo largarme!

—¡Créeme que lo es! —responde aferrado a la solapa de mi chaqueta, me obliga a nivelar mis ojos con los suyos—. Escucha, estaré aquí hasta el viernes. Quiero que te vengas conmigo, Osvaldo.

Trago saliva con dificultad. El brillo de su mirada parece gritarme que está prohibido rechazar su invitación. Sin embargo, siento escalofríos y eso que ni siquiera he dado un paso fuera de la casa.

—Fe-Feli...

—Bro, arriésgate conmigo, al menos una vez —me interrumpe, sonriente, pero soy incapaz de contestar.

Entonces suelta mi chaqueta, luego de negar en silencio, supongo que por mi tonta actitud. Enseguida se va con Rafa que maulla desde lo alto de su torre como la propia reina mimada y ansiosa de atención.

—Hola, mi hermosura, ya llegué y traje cositas lindas para ti.

Quisiera poder responder, darle un sí rotundo y contundente, empacar mi equipaje y solo irme como él hace, sin pensar en nadie más; pero...

—Osvaldo, estos días aquí han sido un respiro increíble para mi acelerada vida —admite desde la cama, sin mirarme, mientras peina a Rafa—. Entiendo por qué no quieres irte, la paz de San Antonio no la encuentras en cualquier sitio y eso es hermoso.

Sus palabras me ayudan a salir del trance y camino hasta la cama para sentarme junto a él. Felipe sonríe un instante. Con un gesto de su mano señala hacia la bolsa de compras para que le pase el collar rosado, incrustado de falsos diamantes, y el moño a juego que trajo para la bola de pelos. Se lo entrego con ojos entornados y le escucho reír en bajo.

—Incluso he pensado que podría vivir aquí, ¿no es algo loco?

Niego con la cabeza antes de poder hablar, al fin.

—¿Por qué sería una locura sentar bases, Feli? —lo veo encogerse de hombros para restar importancia, pero en cuanto termina de abrocharle el collar a Rafa, su mano izquierda se dirige a ese mechón de cabello que con disimulo suele jalar o rizar.

Él y yo somos polos opuestos en ese aspecto, esa vida nómada a la cual está acostumbrado me llena de admiración y ansiedad a partes iguales mientras que él se siente nervioso con solo pensar en echar raíces.

—No me malentiendas, es un sitio hermoso y tranquilo, pero sabes lo que dicen: "pueblo chiquito, infierno grande"... —Lo observo, confundido y él sonríe sin variar esa expresión nerviosa—. No creo estar listo para quedarme en un lugar donde todo mundo me conozca o hasta me señale.

Feli termina de colocar el moño a Rafa y contrario a lo que esperé, esa fiera mimada, en lugar de intentar quitarse el adorno se ve complacida, incluso su aire de deidad se multiplica mientras desfila un momento sobre la cama.

—Creo que solo te asusta estancarte y piensas que, por quedarte en un sitio, formar un hogar, automáticamente es lo que pasaría, ¡pero no tiene por qué ser así! —digo sin mirarlo porque la gata desgraciada me ha dejado acariciarla, así que sonrío para ella mientras hablo. Al levantar la vista, encuentro los ojos de Feli fijos en mí con una rara expresión que me cuesta definir porque hay una mezcla de sentimientos en ellos—. ¿Felipe?

Mi amigo permanece en silencio durante un rato más, la mano que con disimulo jaló su cabello, ha migrado hasta la cremallera de su suéter y por un instante parece querer tirar de él. Al final, decide no hacerlo. Lo veo sacudir la cabeza y ponerse de pie para estirar el cuerpo mientras se dirige a mi baño.

—¿Sabes qué, Flo? Iré a ducharme, nada de espantar a la niña mientras.

Permanezco en silencio, con la vista puesta en la puerta de caoba que acaba de cerrarse e intentando hallar un por qué para su extraña actitud. 








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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 es un placer volver a leernos, espero que hayan disfrutado la nueva actualización y pos les esté gustando esta historia.

Quisiera saber qué les va pareciendo, ¿qué opinan de los personajes?, ¿tienen teorías? Cuénteme con confianza que no muerdo. 🤣

Nos leemos lueguiti, mis dulces corazones. Los loviu so mucho. 💖

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