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Que Lloro

Seunghan POV


Sé que no debo romantizar este dolor, pero al menos tenemos las mismas heridas. No es algo ciertamente hipotético, más bien algo que simplemente está marcado en nuestra piel. Es quizá lo único tangible que dejaremos en el otro, una vez todo esto termine. Sé que será así, lo he sabido desde el primer día. Incluso si una tormenta de realidad nos abriga, eso no la hace menos fría contra nuestra piel.

Más sé que el nivel de conciencia, solo lo estoy cargando yo. Yo y nadie más, puedo tener esta percepción del dolor a futuro. Ya he pasado por decepciones mil veces, hasta el punto en que solo suelo dejarlas aniquilarme en bucle. Un bucle que, aunque yo niegue mil veces frente a todos, me está matando lentamente. Me está matando en vida, nunca me regala la rotunda muerte.

Y aunque quiera no puedo advertirte, sino en gestos que me delatan. Ojalá no estuvieses tanto en mí, odio verte así de enamorado. Tintineando el brillo de tus ojos, al verme cada vez más cerca. Se vuelve un destello de luz divina, un regalo constante para mí. Podría incluso advertirte lo con ejemplos calados a detalle y tú te rehusarías a usar cada sentido de ti para comprenderlos.

Comprenderme no estaba en ese manual de nuestra relación y que se me dio a mí la tarea completa sobre eso. Más la paciencia que te tengo me la vendieron en pintas e ir a renovarla al acabarse, me está acabando el ser. Estoy agotado de seguir amándote, estoy agotado de seguir huyendo de este sentimiento. No puedo solo dejarme llevar de ti, no puedo vivir de tus ideales Eunseok.

Vivir en paz no es una cosa que se hizo para mí y por más que la busque en ti, se me hace injusto seguir robándote esa virtud. Sé que el juicio se te pierde y no controlas lo que sientes en tu corazón. Y es que sé que así lo presientes, presientes que yo nunca te amaré tanto, como tú a mí. Te frenas por eso y está bien que lo hagas. Que busques en otras partes, ya que las cosas aquí nunca están claras. Yo me guardo las palabras, que siempre has querido escuchar de mi boca.

Pues todo siempre al entablar nuestra conversación, es terminar de malas a peores. Yo ya no necesito que me entiendas más, que me persigas más. Solo te pido que me dejes en paz, dé alguna manera lo hagas. Que permitas que tus llamas, por fin se las lleven todo este mar. Incluso si no suena como algo posible, incongruente como los mil demonios. Creo es la única manera de decírtelo, talvez decirlo al revés. Te acomode más en tu mente, de media vuelta.

Y que te despidas, como se debe y para siempre. Para siempre de mí, sé que no lo quieres del todo. No deseas esta última noche entre nosotros, tanto como has deseado esas otras simples noches. Pero por lo menos esta vez, déjate llevar de mí. Tienes que hacerlo, piensa en que me quieres tanto como aquellas veces. Con todo ese querer, dame lo que mejor has sabido darme. Lo que me dará la fuerza para avanzar, seguir sin mirar atrás. Sin más que tajado en el pecho, con el corazón a la mitad.

Me vale vivir así por ti, para poder verte realmente feliz. Incluso si mi corazón está en pena, cuando te vuelva a ver con ella. Incluso si el dolor me ahogue en agua fría y me paralice en el momento en el que suceda. Sabré aguantarlo con la fuerza de mil batallones, por todo el amor que alguna vez te tuve. Que entiendo que no fue el suficiente y que de alguna manera me tocara pagar eso.

La vida me pasara la cuenta de todos tus besos, la ira borrando de mi piel en finas líneas. Cobrará todas tus caricias en mi ser y me hará borrarlas con mis propias lágrimas. Que llorare a mares por ti, cada noche seguida de tu partida. Dando vueltas en una tina de lágrimas, en la que intentare ahogarme. Hasta que mi madre venga a rescatarme, al escucharme romperme desconsolado. O simplemente vuelvan a internarme, como mi padre amenazo. Es un bucle vicioso de mi vida, que se ha empeorado ya tanto.

Sumiéndome en lo que queda de ti constantemente, rebobinando una y otra vez cada uno de nuestros momentos. En los momentos en lo que ya nada valga la pena y no pueda seguir ya nunca más. Sé que tus recuerdos volverán a mí y me atormentarán en sobremanera. Porque los errores se pagan con dolor y el dolor en vida se siente. Sé que no me va alcanzar la vida para ganar tu perdón, pero tampoco pienso ser merecedor del mismo.

Eso sería lo peor de mi parte y un acto atroz de puro cinismo. Además, que la vida no siempre es lo mismo y de cosas buenas no está completamente llena. Por ejemplo, mi vida, solo te ha tenido a ti. La única cosa que nunca gane, que nunca robe. Tu solo viniste un buen día y decidiste quedarte a que te dañase. Te quedaste incluso sabiéndolo, con una sonrisa en el proceso. Acompañándome en mi miseria, amándome en medio de esta. Ocultando lo mucho que te dolía, hasta que todo finalmente se había derrumbado.

No tiene sentido que te siga viendo rezagado, de a ratos en los bares. Ahogando lo que te he dado en alcohol. Tú eres mucho mejor que dos botellas de alcohol por noche y te lo dije tantas veces al verte empinar la botella. Eres un ave que no quiere salir de su jaula, volviendo a mí una y otra vez. Me toca ignorarte cuanto pueda, mirar a la nada mientras mi todo se desvanece. Mientras ruegas por una oportunidad totalmente ebrio, que sabes te herirá aún más que la anterior. Intentando nadar contra mis mares, hundiéndote en estos miserable.

Sé que en algún momento te levantaras, te dolerá lo suficiente como para. No eres mucho más fuerte que yo, no tiene sentido que lo finjas. No venimos de mundos iguales, ni vivimos las mismas cosas. A ti te toco la buena vida, la familia perfecta. La vida de algunos es un infierno, del que con el tiempo se terminan acostumbrando. Yo soy una de esas personas, que le gusta mucho vivir en su propio caos. Ahogado en mi propio infierno, del que nunca me podrás salvar.

Uno no puede amar, sin siquiera saber amarse. No puedes salvar, a alguien que no quiere ser salvado. Sé que aun así lo has intentado, intentado tantas veces me has lidiado. Demasiado paciente, casi un ángel abnegado. De mi tantas veces has cuidado, cuidado hasta que tus alas he arrancado. Y aun así te has quedado, pegándolas frente a mí, sin nada más que empatía en tu mirada. Como un perro abnegado, te has quedado a mi lado. En ti no hay pecado, más que la devoción.

Divagando en la soledad de una habitación extraña, cuatro paredes blancas me vuelven a encerrar. Siento que escucho tu voz de lejos y sin querer la llego a complementar. Respondo por miedo a poder olvidarla, así como olvide cuanto tiempo ha pasado. Si es que ha pasado tanto o tan poco será. Lagrimas se van de mis ojos, cuando recuerdo la última vez que estos me miraron de vuelta. Dulces como nunca, despidiéndose son esperanza en sus arcos.

Apegándome a la ventana, recogiendo rayos de luz de mañana. Que me recuerdan a tu mirada, que me hacen volver a tener un poco más de ti. Ese viento dándose me acaricia con un sonido parecido al de tu risa y mi piel se eriza de solo recordarte más. Sabiendo que quizás jamás, podre volver a estar tan cerca de tocarte, de siquiera respirar el mismo aire. Esa realidad es la que me hace casi desmallarme, desplomándome hacia el suelo.

Perdido miro ahora hacia el cielo, que da vueltas sobre mí. Otra vez mareado en mis propios recuerdos, como ese loco que soy. Me he vuelto loco de amor, sé que eso es más que posible. Tan posible como que al borde me siento, que me voy yendo. Que otra cosa podría ser, que te saque de tu realidad de un tajo. Que te vuelque el mundo en ruinas y nunca vuelvas a ser esa misma persona. La cordura te abandona y la necesidad te amar te mortifica. Siempre estaré perdido en este amor, perdido totalmente en ti. 

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