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EXTRA|| LA QUE NO TUVO OPORTUNIDAD.

Taylor Swift — The great war.


«El amor es sufrimiento»

¿Cuántas veces Eliza no había oído aquellas palabras de los labios de su madre? Todos los días durante años escuchó a su madre pronunciar esas palabras, y Eliza en la actualidad no puede estar más de acuerdo con su madre.

El amor definitivamente era sufrimiento, hay muchas maneras de lastimar con el sentimiento que muchos presumen es la mejor sensación del mundo, pero Eliza conoce todas las caras del amor y también de la traición. 

Había amado y había perdido. Había confiado y en cambio solo obtuvo traición, así que de todas las cosas de las que podía decidir créer; ella decidió cree que el amor es sufrimiento.

Ella sabía que estaba perdida desde que había comenzado a entender cómo funciona el mundo, cuál era el comportamiento de las personas y cómo se relacionan entre sí. 

Al principio no lo entendía, afuera de su hogar todo era diferente; todos la miraban diferente, no sabía porque, pero sentía que no era por nada bueno. 

«¿Qué es lo que ven esas personas cuando me miran? —se preguntó a sí misma, un día que había acompañado a su madre a arreglar los últimos detalles para matricularla a la única escuela del condado, —¿Por qué todos tienen sus ojos en mi» 

La niña de siete años jamás lo entendió, tampoco la de ocho, ni nueve, y mucho menos la de diez años. 

Para cuando su burbuja se reventó, todo había ocurrido demasiado rápido para que siquiera terminará de entender su deber. No sabía en qué momento sus padres se habían dejado de amar, no entendía porque siempre tenía que ver un deber o un sacrificio detrás de cada acto de su madre. No entendía porque su mamá miraba como un deber dar hijos, tampoco porque su padre se molestaba tanto por tener solo hijas. Eliza no sabía, no entendía nada. 

Estaba demasiado sumergida en la burbuja que su madre se había encargado de crear para ella, demasiado ocupada en tareas que no tenía tiempo para hacer amigos (tampoco era como si los otros niños del pueblo se interesan en hablarle), pero Eliza estaba bien con eso, porque tenía a su hermanita. 

Eliza ama a su hermana, disfrutaba mucho pasar tiempo con ella, más cuando tenía que alejarla de la casa cuando sus padres discutían y las cosas se salían de control. Eliza vivía pegada a su hermana, Eliza no tenía otra compañía que no fuera ella o la ama de llaves. 

Eliza solía pasar tiempo con la enfermera de su madre, eso antes de que saliera a la luz que la hija que tenía, esa con la que de vez en cuando también jugaba, resultará ser su media hermana. Eliza lloró hasta vomitar cuando se enteró, lloró sola, en su habitación.

«¿Por qué a ella si la quiere y a nosotras no? —le preguntó a su gato, Reginald, como si este fuera capaz de responder, o entenderla. —No es justo, nosotras también somos sus hijas» 

Los días posteriores a los que su madre se encerró en su habitación, sin intenciones de volver a salir, Eliza se esforzó lo doble por mantener a su hermana menor alejada de su padre. Temía lo que pudiera hacerles sin su madre presente, así que todo el día después de clases se sentaban juntas en uno de los cobertizos a repasar lo visto en clase. 

Todo había cambiado, Eliza no solo tenía que hacerse cargo de su hermana, si no también de la casa; su tarea no era hacer limpieza o algo parecido ya que tenían ama de llaves, su deber era hacerse cargo de las cuentas y encargarse de que todos los trabajadores recibieron lo correspondido, al igual que cuidar que cada uno de ellos cumpliera con sus tareas. 

Ella solo tenía trece años, estaba sola, con una madre que había caído en la locura y un padre ausente, así que fue toda una bendición conocer a Sinna Bellisario. 

Eliza encontró en ella una amiga, aún cuando eran todo lo contrario; Sinna vivía cada día como si fuera el último, mientras que Eliza tenía que mirar dos veces antes de tomar una decisión, o hacer algo: tenía que mirar las consecuencias, los pros y contras. Sinna fue la diversión que ella necesitaba, en cambio Eliza le dió el orden que a la vida de Sienna le hacía falta. 

Cuando Eliza aceptó caminar con ella de regreso a casa, no sabía que siempre que mirara a su pasado, Sinna estaría ahí, en cada momento, siempre. A Eliza le gustaba recordar los buenos momentos siempre que podía, aún con los años y las batallas que peleó, esos momentos aún le daban cierta paz, después de todo en algún momento tuvo una mejor amiga que llegó a considerar como hermana. 

Eliza se adentra en su estudio con los recuerdos en su cabeza, en cuanto puso un pie afuera supo que algo estaba pasando; tal vez lo sintió en el aire, o tal vez era solo su cabeza jugando con ella. 

Pero, Eliza estaba segura de que algo estaba pasando cuando notó la ventana abierta, la cerró al instante; nadie entra nunca a su estudio. Nadie está autorizado por lo que la puerta siempre está cerrada bajo llave, incluyendo las ventanas. 

Eliza no solo estaba segura de que algo estaba pasando, si no también de que estaba pasando, tal vez estaba siendo paranoica, pero sabía que no estaba a salvó. 

Lo supo en cuanto visualizó una pequeña caja vertical sobre su escritorio, sin preámbulos se acercó a ella, para abrirla; lo único que encontró fue una rosa.

Eliza la acercó lo suficiente para poder olerla, no le tomó más de un segundo descubrir que era una de esas rosas que su madre solía plantar. 

Le tomó menos de un minuto tomar una decisión, con cuidado y cautela, movió uno de los estantes hasta la puerta, colocando un florero en el ángulo correcto como alarma en caso de que alguien intentará empujar la puerta. 

Después fue por el pasadizo secreto que se encontraba en su librero, en menos de diez minutos se había encargado de todo y de tomar la escopeta que escondía en medio de todos sus documentos.

Finalmente, se sentó en una silla en medio de su estudio, con la escopeta en mano y lista para disparar. 

—Estoy esperando. 




🌗



Eliza se recostó en el pasto verde que comenzaba a salir en los alrededores de su casa, Sinna y ella habían cortado algunas flores y ahora descansaban debajo de la sombra, rodeadas de árboles y rocas, lejos de todos. 

Cuando estaban solas podían darse la libertad de ser ellas mismas, Sinna no se preocupaba por su color de piel y Eliza no se preocupaba por lo las personas hablarán a sus espaldas. 

A Eliza le gustaba estar en silencio, toda su vida se había basado en discusiones y gritos, así que no había nada que valorará más que el silencio. Suficiente ruido tenía en la cabeza, para todavía querer escuchar. 

—Algún día dejaré este lugar —-hablo Eliza, rompiendo el silencio que ella misma había formado —me iré tan lejos como pueda.

«Me iré y no me sentiré culpable por dejarlo todo —se dijo un millón de veces, siempre frente al espejo, esperando el día en ser valiente y dejarlo todo.»

—Tienes un deber que cumplir, según me dijiste —comentó Sinna, acompañada de una leve risa —además, tu padre te buscaría por todo el mundo. 

—El no es capaz ni de buscar su zapato —soltó, Eliza —además, cumplir con el deber no es lo que quiero.

Eliza jamás ha querido casarse, menos con un hombre. Todos sus días había sido testigo de lo tormentoso que era el matrimonio de sus padres, ellos eran todo lo que ella quería para ella. 

—Pero, lo harás —afirmó Sinna —te casarás y tendrás lindos bebés a los cuales cuidar. 

Eliza dudaba que fuera a tener hijos, no están en sus planes, menos con las preferencias que había comenzado a tener al tener un flechazo casi instantáneo con una compañera de su clase de Inglés. 

—Algún día saldremos de este maldito lugar, seremos solo unas chicas más en medio de un gran mar de personas —habló Eliza, levantándose de su lugar, para mirar bien a Sinna —haremos lo que queramos y nadie podrá decirnos nada. 

Eliza a diario fantaseaba demasiado con abandonar el lugar donde nació, salir de ahí y ser solo alguien más en medio de muchas personas. No quería ser reconocida, solo quería estar ahí sin tener que pensar dos veces que decir, o qué hacer. 

—Mi vida está aquí, Eliza —afirmó Sinna, —no quiero dejar este lugar. 

—¿Me vas a decir que no te llama la atención el increíble mundo que está allá afuera? —le preguntó, alzando una ceja. 

Eliza no había salido mucho de Roskeby Hill, había ido un par de veces a Nueva York, a Washington, pero jamás más allá, así que está curiosa por ver cada detalle del país en el que vive, y quizás un poco más allá de su país. 

—Claro que me llama la atención, pero no pienso dejar este lugar. —aviso Sinna, en un relajado tono de voz —pero, aquí tengo seguridad y estabilidad, no sé qué me puede esperar afuera de este lugar. 

Eliza la entendía, pero no podía dejar de desear salir de Roskeby Hill. 

De niña había oído mil historias de la boca de su madre, ella amaba viajar, había ido a muchos lugares. Eliza no entendía donde había quedado esa mujer de la que había oído muchas historias, la que había ido a mil aventuras y también la que se enamoró.

La ama de llaves solía decirle que tuviera paciencia con su madre, que no la molestará, que no la culpara, que fuera fuerte por su madre. 

Y Eliza lo hizo, se había convertido en una niña fuerte, pero no por su madre, si no por su hermana. 

No tenía a nadie más que a ella, su padre nunca estaba, y la familia pocas veces los visitaba, se miraban solo una vez al año, y con suerte dos veces si alguien moría. 

Su familia era todo lo contrario a los Bellisario, Sinna le contaba mil historias diferentes de su familia; otra razón por la que no quería dejar Roskeby Hill.

Sinna se quedaba por su familia, mientras que Eliza deseaba tanto irse por esa misma razón.  

«Ten paciencia por tu hermana y fé por la reconciliación de tus padres, —le dijo una vez Sinna, después de que Eliza haya llorado en su hombro. —Nada es para siempre, todo se solucionará algún día».

«Te amo, eres como una hermana para mi. —confesó Eliza, después de pasar una tarde juntas en el centro comercial del pueblo.

—Tu también eres como hermana para mí».

Eliza estaba segura de que Sinna y ella siempre serían mejores amigas, las dos eran rechazadas, las que tenían mucho que dar todavía. 

«Oh, mi querida amiga, siempre estaremos juntas». 



🌘


Eliza posó su mano sobre el hombro de su hermana de catorce años, las dos estaban vestidas de luto, sin embargo, nadie había muerto. 

Alyssa se llevó una mano a la cara, justo en el área que se había teñido de morada «¿Se nota demasiado? —le preguntó a Eliza, dándose la vuelta —me duele mucho»

Eliza contuvo el aire, su hermana estaba llena de golpes por un descuido de ella, y por más dolorida que se encontraba Alyssa, ella no lloró. Lo contuvo hasta el final. Eliza se sintió culpable de inmediato, si ella hubiera estado ahí, si hubiera llegado tan solo unos minutos de que su padre se desquitó con su hermana, Alyssa no se encontraría en ese estado. 

—Buscaré a la señora Simpson —aviso, dándole un leve empujón hacia un pasadizo que había descubierto. Su casa estaba llena de ellos, ahora entendía porque se miraba más grande de lo que realmente era —Ella sabrá qué hacer. 

No podía llevarla a un hospital, además de que harían muchas preguntas, las personas no tardarían en hablar de lo sucedido. 

—Espero que haya valido la pena —soltó Alyssa, jugando con sus dedos —ya sabes, él chico por el que no estabas en tu habitación.

Eliza tenía el aire en sus pulmones, no sabía cómo decirle que no estaba con ningún chico. Ella realmente estaba con una chica, la misma que la había invitado a un club de lectura. 

Eliza no era una libertina, no hay persona más cuidadosa que ella, pero algo dentro de ella estaba gritando con fuerza por salir a flote. Era como una presión en su pecho que cada segundo latía más y más fuerte, Eliza ya no sabía qué hacer con ella. 

—Creeme, valió la pena, pero no la suficiente para que mintieras por mí —bramó, un segundo antes de abandonar el pasadizo y entrar al pasillo en dónde sabían que estaría la ama de llaves. —No lo vuelvas a hacer, jamás. 

Eliza se consideraba una persona realista para su edad, después de todo tenía que carga con demasiadas cosas, con los pies en la tierra y la cabeza en alto; no podía tomar el papel de Aurora y dormir plácidamente mientras todo se derrumba a su alrededor, Eliza tenía que tomar el papel de su madre. Encargarse de la casa, cuidar de su hermana e intentar que su padre se controle, aunque sea un poco. 

Eliza se ha encargado de la casa con éxito, ha hecho lo que se esperaba de ella. Ha cuidado a su hermana de todos con esmeró, pero no ha podido protegerla de su padre, al menos no está vez. 

Y a cuánto a su padre, estaba segura de que él no tiene salvación. «Es un maldito alcohólico de mierda "le dijo a Sinna, en una de sus muchas salidas a la biblioteca. —Que lo quemen en la hoguera.» 

Eliza sabía lo que su padre hacía, adicto a las apuestas y al alcohol, sabía que llevaba a una mujer diferente todas las noches cuando la hora rozaba casi la medianoche. 

Eliza lo sabía todo, y estaba segura que siempre lo recordaría, que todos esos recuerdos jamás la dejarían libre. 

Ella sabía que jamás sería libre, para huir, y menos para amar con libertad. 

Eliza dejó que la ama de llaves curara a Alyssa, tal como lo había hecho con ella muchas veces en el pasado, cuando su padre decidía ir sobre ella. En ese momento, ahí sentada con su hermana sobre la mesa, pensó que era buena idea llamar a algún familiar de su madre. 

Pensó que sus problemas se solucionarían si un familiar las ayudaba, pero tarde se dió cuenta de que nadie podía ayudarlas. 

Su familia le había dado la espalda. 

No conocía a amigos cercanos a la familia a los cuales llamar. 

Había pensado en usar la escapatoria que todas las familias tenían, hacer una alianza de matrimonio.

Pero, ella no podía casarse, aún es joven para eso y tampoco tenía deseos de hacerlo. Por un breve segundo pensó en su hermana, pero descartó esa idea al instante. No podía hacerle eso, jamás la perdonaría, y a decir verdad, Eliza se odiaría a sí misma si llegaba a hacer eso. 

Así que, estaban solas, siempre habían estado por su propia cuenta. 



🌒



Eliza estudió su alrededor con cuidado, nunca sabía quién podría tener sus ojos sobre ella o quien podría estar a la espera de un mínimo paso en falso, para tacharla de loca. 

Miró una vez más hacia atrás, antes de subir las escaleras al último piso, dónde se reunían todos los viernes su club de lectura. Eliza no está segura de cómo entró al lugar, tampoco cómo llegó a él, pero estaba feliz estar ahí. 

Por fuera era solo un club de lectura para adolescentes, pero en realidad era un grupo de chicas con sus mismas preferencias buscando socializar y también algo más. Cómo sea, Eliza solo estaba ahí por un poco de diversión, nada más. 

Aún le costaba un poco abrirse y hablar, jamás había tenido que socializar. Tenía a Sinna, su única amiga y eso le bastaba, pero ella quería hablar con las otras chicas. 

—Bébete esto, te ayudará a relajarte —le dijo una chica que se le acercó de la nada. Eliza la reconoció al instante, como Sybella Fuller, o Billie, como todos la llamaban —pareces un perrito que se ha perdido, quizás este lugar no es para ti.

—Este lugar es para mí, creeme —comentó, bebiendo el líquido directo desde el frasco. —Soy Elizabeth Brown.

—Lo sé, no hay nadie que no hable de ti, o de tu familia —aviso, quitándole la botella para darle un sorbo. —Desde que llegaste todos aquí también te traen en la boca, es decir, la correcta Elizabeth Brown resultó ser lesbiana. 

«Bisexual, o al menos, eso creo» pensó, dándole otro trago a la botella de alcohol. 

—¿Así que todos cotillean sobre mi? 

—La mayoría. 

Eliza y Billie se sentaron en uno de los sofás y tuvieron con seguridad las mejores dos horas de su semana, dos horas llenas de conversación y secretos que nunca en sus vidas pensaron en revelar. 

—Algún día trabajaré para los grandes periódicos de la ciudad, quiero escribir sobre la verdad —comentó Billie, a lo que Eliza no supo realmente cómo responder. 

—Yo quiero viajar por el mundo —se limitó a decir, Eliza jamás había pensado que era lo que quería hacer con su vida. 

Solo sabía que quería irse lejos, huir de todos sus problemas, ignorar a su padre y a su otra familia.  

—Ya sabes, ir a París, Alemania y ese tipo de lugares —añadió, ya que Billie la miraba como si esperara más. 

—¿Solo eso? —pregunto, después de un largo segundo —¿No hay algo a lo qué te gustaría interesarte? No sé, ¿Cómo escribir o algo así? 

Eliza no había tenido la oportunidad de fantasear con algo como eso, está segura de que alguna vez pensó en dedicarse a la costura, pero había sido solo un pensamiento, algo demasiado efímero que pensó mientras arreglaba el abrigo favorito de su hermana. 

—A diseñar ropa, ya sabes corser y ese tipo de cosas —se limitó a responder, apenas sabiendo con seguridad cómo pegar un botón a la ropa —Me gusta.

—Oh, eso tiene sentido, por eso quieres ir a París, ¿No? Dicen que es el corazón de la moda. 

—Por supuesto —le dió la razón, dándole otro trago largo a la botella de alcohol. 

—Lo harás bien, tienes un gran estilo —afirmó Billie, con una cálida sonrisa, que hizo que el corazón de Eliza se detuviera. —Siempre te ves muy linda con lo que sea que te pongas, aunque bueno, eres por naturaleza. 

Eliza sintió que en cualquier momento su corazón se saldría de su lugar de lo fuerte que late al oír esas palabras, podrían deberse a los efectos del alcohol, probablemente Billie no pensaba aquello, pero no importaba, porque Eliza tampoco estaba segura de que en verdad le gustará.

—Tu también eres muy bonita. 

Eliza no mintió al decir aquellas palabras, ella no era de mentir por quedar bien, ella realmente pensaba que Sybella Fuller era muy bonita, incluso más que ella. 

Al día siguiente, cuando despertó en la comodidad de su casa con un terrible dolor de cabeza, se convenció de que todo lo que había hecho y dicho el día anterior se debía a todo el alcohol que había consumido. 

Eliza no dejo de hablar ni de pensar en ese maravilloso día durante horas, Sinna la escucho siempre con atención (o al menos, siempre pareció presta atención) pero a Eliza no le importa si la escucha o no, ella solo quería hablar de Billie Fuller, la bonita chica que quiere trabajar para uno de los mejores periódicos de la ciudad. 

Eliza toda su vida hasta ese momento había sentido que no tenía un verdadero sueño que cumplir,o algún propósito, que no fuera cumplir con el deber de darle un hijo a la familia, de preferencia un niño, para continuar con la línea. Pero, ahora tenía uno, y pasó toda su vida junto a Billie Fuller.

No importaba si no fuera de forma romántica, ella solo quería ser su amiga, sentarse por horas a hablar con ella sobre cualquier cosa mientras disfrutan un cálido día que extrañamente se ve en Roskeby Hill. 

Era extraño su deseo, ella jamás se había sentido así antes. Sinna era su amiga y jamás había deseado pasar todo el día con ella, solo existiendo en un cómodo silencio, sin embargo, eso era lo que quería hacer con Billie. 

Eliza no sabía qué significa ese sentimiento, pero extrañamente le gustaba. 



🌒




La personalidad de Eliza se basaba en ser observadora, mirar todo con sumo detalle, analizar cada cosa. 

Le había tomado menos de dos semanas conocer a la perfección a Sybella Fuller, y eso le alegraría. A Eliza le gustaba Billie, y a Billie le gustaba Eliza, y eso no podía hacerla más feliz. 

Hacían todo juntas, pasaban las tardes juntas haciendo cualquier cosa. A veces hacían galletas juntas, leían libros juntas, para después intercambiar opiniones. Ellas estaban juntas todo el tiempo, y en ese momento Eliza le agradeció a todos los dioses y a todos por haber hecho su sueño realidad. 

Eliza llegó sudorosa a su casa, había pasado la tarde cabalgando con Billie, así que Alyssa debería de estarla esperando para cenar juntas, como solían hacerlo todos los días. Eliza estaba por subir a su habitación, cuando la ama de llaves la interceptó en las escaleras. 

—¿Pasa algo, señora Simpson? —preguntó Eliza, ella sabía que su nombre era Mary Ann, pero la ama de llaves le había insistido mucho para que la llamara por su apellido. 

—No quiero molestarla, pero su amiga, la niña Bellisario ha venido todos los días —comenzó a explicar la ama de llaves —me parece raro que siempre venga cuando usted no está. 

A Eliza eso le extrañó mucho, Sinna nunca le dijo que se daría una vuelta por su casa, menos que lo haría todos los días. Era prácticamente imposible que fuera para hacer algo juntas, las dos se habían desplazado desde que habían comenzado a salir con personas. 

Eliza no le había hablado aún de Billie, pero sabía que estaba con alguien, que no estaba en casa prácticamente nunca desde que había comenzado a salir con Billie. 

—¿Y Alyssa? ¿Ella sabe? —pregunto, pues todas las noches estaban cenando juntas y ella nunca mencionó nada al respecto. 

—La niña Alyssa nunca está, siempre está con la institutriz o en compañía del hijo del sacerdote —respondió. —No se lo había dicho porque no había tenido la oportunidad de hablar con usted, pero me parece que es más que necesario que lo supiera. 

—Por supuesto, has hecho bien en decirme —le dió la razón, Eliza —por favor ve a descansar. Yo prepararé la cena. 

La ama de llaves asintió y salió de su panorama, Eliza tenía que pensar bien en lo que haría, pero había decidió que no se preocupara por eso, por el momento. 

Tomó una ducha rápida, se puso su pijama y bajo, para preparar la cena. Le gustaba cocinar, pocas veces lo había hecho, pero estaba segura de que le gustaba y también la relajaba. 

Alyssa llegó a los minutos, juntas terminaron de preparar la cena, para después sentarse a comer y hablar. Eliza tenía muchas noticias que darle, estaba segura de que Alyssa se pondría feliz cuando le contará. 

—¿Por qué estás tan feliz? —le pregunto, Alyssa, cuando notó la gran sonrisa en los labios de Elisa. —¿Sucedió algo?

—Iré a Nueva York —respondió soltando un chillido de felicidad, —es un viaje escolar, pero a fin de cuentas es un viaje a Nueva York. 

—Genial, ¿Crees que pueda ir yo también? —le preguntó, muy ilusionada. 

—Lo siento, es viaje escolar solo para los de último grado —se limitó a responder. 

Eliza estaba a nada de graduarse, estaba decidida a darle un poco de formalidad a su relación con Billie, una vez que estuvieran graduadas. Estaba muy emocionada por todo, también porque estaba decidida a hacer que Billie y Alyssa se conocieran. 

Creí que si Alyssa se acostumbraba a Billie, no se tomaría tan mal la noticia de su relación (aún no oficial). 

«Las cosas serían más fáciles si se conocieran. —le dijo Eliza a Billie, mientras cabalgabas, algunas horas atrás. —No quiero tener que fingir delante de mi hermana. 

—Lo pensaré.

—Al menos podrían conocerle en una cena, ella no tiene porque saber lo nuestro, todavía». 

—Te prometo que traeré algo para tí —prometió Eliza, sirviendo un poco de jugo —ahora come tu cena, antes de que se enfríe. 

Eliza aún disfrutaba pasar tiempo con su hermana menor, las dos se habían distanciado un poco por circunstancias diferentes, pero aún mantenían su confianza intacta. Eliza no puede imaginar un mundo sin Alyssa, sabía que tenía otra hermana, más u menos de la edad de Alyssa, pero nunca se había interesado por ella. 

Alyssa es su todo, la ha visto sufrir, llorar y reír por mil cosas diferentes que si estuviera en sus manos darle el mundo ella no lo dudaría. Tal vez Eliza no podía darle el mundo, pero podía hacer que este y todas sus oportunidades estén en sus pies. 

Ella sacaría a Alyssa de ese maldito pueblo, de su casa y la llevaría lejos de su familia si tuviera la oportunidad. Eliza está segura de que en algún momento lo hará, todo es cuestión de tiempo, porque las ganas y el desespero, lo tiene. 

Eliza se había prometido a sí misma que no iría a ningún lugar si no era con Alyssa a su lado, la llevará con ella, y estará a su lado en cada momento para ayudarla y guiarla; cosa que dudaba que alguno de sus padres fuera a hacer. 

Eliza había tomado la responsabilidad, y era algo que cargaría sobre sus hombros hasta el día de su muerte. 

A ella no le correspondía, pero quería hacerlo, no iba a permitir que su hermana pasará por lo mismo que ella; Eliza cargaría con sus tristezas y penas hasta el final. 




🌗



Eliza y Billie se habían separado del grupo de estudiantes, para dar una vuelta juntas por la gran ciudad. Eliza se sentía tan libre ahí, sin nadie que la conociera y sin personas que trajeran el tema de su familia a la vida con tan solo verla. 

Tenía muchas actividades para hacer con Billie, irían juntas a Central Park, a la estatua de la libertad y tal vez al teatro si lograban escaparse del director Harris. 

Estarían ahí solo dos días, todo un fin de semana, Eliza prometió no preocuparse por nada, al menos, hasta que regresará a casa. No le daría importancia al asunto de Sinna, hasta que regresará, de todos modos ya había hablado con la ama de llaves para que la mantuviera informada de todo. 

No estaba del todo tranquila con la idea de dejar sola a Alyssa durante dos días, pero le había prometido que la llamaría por cualquier cosa que la inquietara. Eliza tenía que confiar en ella, por qué si ella no confiaba en su hermana, entonces, ¿Quién lo haría? 

—Vamos, entremos a este lugar —le dijo Billie, tomándola de la mano, para llevarla al interior. 

Eliza no muy convencida la siguió, miró con suma atención todo alrededor: las luces rojas tenues, el humo y un puñado de personas bailando. Todos parecían estar alcoholizados, pero eso no le importaba, ella no bebería nada, pero si que estaba dispuesta a soltarse y divertirse. 

Billie aún tiraba de su mano, para guiarla por el lugar. 

—Este es el lugar del que te hable —comentó Billie, casi gritando, para poder ser oída. 

Eliza asintió, recordando que Billie le había mencionado un bar donde las personas como ellas se reunían. Era como el club de lectura, solo que más liberal y con el triple de personas. 

—Vamos, tomemos algo, hoy es barra libre —le dijo Biliie, intentando llevarla hacia la barra.

—No creo que sea una buena idea, mejor vamos a bailar —hablo Eliza, intentando evitar el alcohol en sus sistemas.

No podían regresar alcoholizadas al hotel donde se hospedaban ellas, los profesores a cargo y sus compañeros de clase que también habían ido. Además, a Eliza no le daba ni un poco de confianza el lugar.

Quería irse, salir rápido de ahí. 

Eliza se sentía incómoda con demasiadas personas alrededor, más cuando comenzó a sentirse observada. Era una observadora nata, sus ojos exploraron con sumo cuidado a cada persona de su alrededor, hasta que llegaron a un hombre que estaba sentado al fondo del lugar: en un sofá negro de pie, con muchos hombres alrededor. 

Eliza desvió la mirada rápidamente cuando sus ojos se encontraron, ahora con más insistencia quería salir de ahí. 

—Tranquila, no pasa nada —le dijo Billie, intentando convencerla de quedarse. 

Billie la besó, Eliza sintió que flotaba, pocas veces se habían besado. Lo de ellas era más mental, Eliza se sentía atraída hacia ella de forma inhumana. Estaba enamorada de su voz, de su forma de pensar, todo ella la tenía enamorada. 

Era extraño para Eliza, pero le gustaba sentirse enamorada. 

Eliza la siguió hasta la barra, si podía seguirla hasta el fin del mundo, estaba segura de que podía ir detrás de ella a una barra por un trago gratis. 

Pero, Eliza aún no está del todo cómoda, aunque quería salir de ahí, pero a fin de cuentas había tomado la precipitada decisión de quedarse solo por Billie. 

Los ojos de Eliza aún seguía observando todo a su alrededor, especialmente al hombre lleno de cicatrices que se encontraba por ahí, en el rincón más profundo del bar, rodeado de hombres. Siendo tocado por hombres, mientras sus ojos estaban en Eliza y Billie. 

En ese momento Eliza supo que había cometido un error, quería salir de ahí, pero no podía. 

Si tan solo ella nunca hubiera entrado a ese bar, ella y lo que quedaba de su familia habrían tenido una vida aburrida, escondidos en los rincones más sombríos de Norte América. 

Alyssa siempre habría estado a salvó, jamás habría sido atormentada. Probablemente, habría tenido una vida normal y extravagante como la que llevaba hasta el momento. 

Eliza habría podido estar siempre con Billie y tener esa vida tranquila que tanto deseaba, pero su destino ya había sido marcado. 

Eliza jamás podría ser libre, y si en algún momento lograba escapar, siempre recordaría todo muy bien. Siempre tendría presente todo lo que pasó, todo lo que se pudo haber evitado.

Pero, en el fondo Eliza sabía que todo era inevitable, que nunca tuvo el control, ni la oportunidad para cambiar las cosas. 







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