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11: Revelación.

Lana del rey — Born to die.

Dante y yo caminamos en silencio durante todo el trayecto a mi casa, compartimos miradas de vez en cuando, pero ninguno de los dos es capaz de pronunciar palabra alguna.

El silencio es cómodo, él no pregunta más sobre lo que he logrado recordar, tampoco hace comentario alguno sobre el hecho de que preferí dormir en el suelo, con tal de no estar sola.

Lo cierto es que solo quería sentir algo, quería sentir que no estaba sola más.

—¿Qué te dijo la madre de Reike? —pregunta, rompiendo el silencio, por fin.

—No mucho —me limité a responder, —oye, tal vez no es apropiado, pero mañana es mi cumpleaños…

—Lo sé.

—Dejarme terminar —le pedí, —Eliza tenía muchos planes para mañana, pero por lo que está pasando, ha cancelado todo, así que lo festejaremos en casa.

—¿Me estás invitado?

—Es solo un aviso, por si quieres venir —respondo, dando algunos pequeños pasos delante de él. —Será una reunión realmente muy pequeña, pero, en verdad, apreciaría mucho que vinieras. Es decir, creo que eres el único amigo que me queda, así que tengo que cuidarte como un pirata cuida su tesoro.

Ay, ¿Qué cosas estoy diciendo? Desearía poder abofetearme a mi misma por decir está clase de cosas.

—Pero, los dos sabemos que no nos vemos como amigos, ¿No? —habla deteniéndose en seco, a muy pocos centímetros de distancia.

¿Lo veo como amigo? No estoy segura, pero en estos momentos creo que es el único que tengo, además de Billie y la ama de llaves.

—Dante, ¿Qué fue lo que nos pasó? —pregunte, por primera vez —¿Por qué dejamos de ser amigos?

Nunca antes lo había preguntado, pero siempre he asumido que de pronto dejamos de frecuentarnos por los rumores y todo lo sucedido con mi familia.

Cuando Dante llegó, un niño recién huérfano de madre, hijo del nuevo sheriff; pensé que podría significar un nuevo inicio. Era una niña, las personas del pueblo sabían más de mi familia, de lo que yo sabía en ese momento. Ninguna madre dejaba que su hijo o hija se acercará a mí, ya fuera por el desastroso accidente que ocurrió en la cosecha. Mismo accidente por el cual fue difícil que alguien aceptará trabajar la tierra, razón por la que Eliza ha hecho todo lo que puede para mantener felices a los trabajadores y traerlos de la ciudad.

Hay muchos rumores detrás del cadáver que encontraron colgado donde tendría que estar un espantapájaros, se sabe a ciencia cierta que ese niño muerto fue movido de su tumba, pero todo el mundo señaló la locura de mi madre y su obsesión por dar a luz a un hijo varón.

Fueron años terribles, odio hablar de ese tema, porque de lo contrario no puedo dormir.

En ese entonces todos con más ganas se alejaron de mí, como si les fuera a contagiar la peste o algo parecido, a excepción de Erick, que en ese momento era mi compañero de Inglés. Así que cuando Dante llegó, él no sabía nada de mi familia, fue fácil ser su amiga.

—Me acabas de decir que soy tu único amigo.

—Sabes bien a lo que me refiero, pero, si no quieres responder, está bien —comente, caminando en silencio, con él detrás —date prisa, tengo frío.

Mentira.

Solo quiero llegar rápido a mi casa, comer hasta reventar y después acostarme y no salí de mi cama hasta mañana. Aún es temprano, pero ya he tenido suficiente por hoy.

Tal vez duerma un poco, y quizás a medianoche, que son mis nuevas tardes, me ponga a trabajar en un malo guión. 

—Alyssa, camina más despacio —pide —fíjate por dónde pisas, en este campo hay muchas serpientes, algunas podrían ser venenosas.

—Sería un sueño que una serpiente me mordiera —en realidad las serpientes me aterran, pero no me apetece caminar despacio en estos momentos.

Dante me tomó del antebrazo, impidiendo que dé un paso más.

—Tu casa puede esperar —afirma, sacando el arma de dónde la tiene escondida entre sus bolsillos —quiero enseñarte algo.

—Espero que no sea lo que estoy pensando —comente, soltandome de su agarre.

—Lo mejor es que aprendas a usar un arma —hablo, sabiendo que era lo que estaba pensando —así cuando yo no esté cerca, puedas protegerte por ti misma.

—¿Por qué llevas siempre un arma contigo? —pregunte, a la vez en que nos desviamos del camino hacia mi casa —¿Desde cuándo llevas un arma? ¿Siquiera tienes permiso para tener una?

—Lo único que importa es que sé cómo usarla —se limitó a responder, tomándome de la mano para guiarme entre la hierba y árboles —y ahora tú también.

—No estoy segura de querer aprender a usar una.

Es difícil de explicar, pero tengo miedo a usar un arma. Mi padre se suicidó con una, yo no soy igual a él, pero a veces me da miedo despertar y decidí que ya no quiero vivir más.

—Entonces, te obligaré a qué aprendas —declaró, —es por tu bien, podrás protegerte en caso de que algo salga mal.

—Lo peor que puede pasarme es que aprenda a usar un arma —afirme, —en serio, no quiero usar una.

Los ojos de Dante me estudiaron por un breve segundo, abrió la boca para hablar, pero tan rápido como la abrió, la volvió a cerrar.

—Te propongo un trato —inició, con una sonrisa ladina en sus labios —si tu aprendes aunque sea a cómo sujetar una pistola, yo responderé todas tus preguntas. Absolutamente todas, por más insignificantes que sean.

Dante y yo nos detuvimos, no pude evitar sonreír porque ese trato me parecía justo.

—Tomaré eso como un sí —aviso, para después con cuidado poner la pistola que siempre porta, sobre mis manos.

Las manos de Dante son doblemente más grandes que mis manos, están frías y no puedo evitar querer conservar su tacto. Sus movimientos son lentos y delicados, como si él tampoco quisiera soltarme.

—Sujertala con fuerza —me dice, guiando a mis manos hasta el lugar que tengo que sujetar —tiene un seguro, no puedes disparar si lo tiene puesto.

—Conozco esa parte —señale, quitandolo.

—Sabes como hacerle, por lo que veo. Ahora, dispara.

Dejó salir el aire, mis hombros se llenaron de tensión.

—No pienses en nada, solo hazlo —habla Dante, posicionándose detrás mío.

Entonces, lo hago, disparó sin ningún objetivo, rezando por no darle a ningún animal del campo.

—Lo hiciste bien.

—Lo sé —le devuelvo su arma, pero él no la acepta.

—No hemos terminado —avisa, —esta vez le darás a algo en específico.

—Mejor otro día —pedí, obligandolo a qué tome su arma —ahora, estoy un poco cansada. Además, tuve un episodio de ansiedad en la calle, por si lo has olvidado.

—Está bien —Dante acepta, poniéndole seguro al arma, para volver a guardarla. —Lo mejor es que te acompañe a tu casa, y hablar con tu ama de llaves.

Asentí, retomando el camino en su compañía.

—Hablaba en serio cuando te propuse el trato, así que pregunta —me dice Dante, cuando apenas hemos dado mínimo cinco pasos.

—¿Por qué dejamos de ser amigos? —pregunton dudosa, temerosa a su respuesta —¿Por qué te apartaste? ¿Por qué me alejaste cuando busqué una respuesta?

Dante soltó una pequeña risa, que en vez de hacerme temblar, solo hizo que intentará buscar lo gracioso a la situación.

—Siempre creí que la respuesta era obvia, es decir hasta que Reike se acercó a mí para hablar de la situación.

—¿Que tiene que ver Mareike en ésto? —pregunte, notablemente confundida.

Sé muy bien que ellos se hicieron amigos después de que Dante me haya dejado de lado, pero no logró entender. A lo mejor me dejó de lado, para ser su amigo.

—Que ella se dió cuenta de lo que pasaba, incluso antes que yo.

—Ser más específico, deje de entender esto después de que te reíste. —comentó, caminando más despacio.

—Me gustabas —acepta, finalmente, después de mucho tiempo.

—Eso ya lo sabía, pero, lo que quiero saber es porque me alejaste.

«Porque tu también me gustabas» quería decir, pero me contuve.

—Porque tú me gustabas, pensé que si dejaba de ser tu amigo, dejarías de gustarme.

—¿Y funcionó? —pregunté, él se detuvo en seco y yo también.

—Ni un poco —respondió, a escasos centímetros de distancia —y aún con los años, y las chicas con las que llegue a salir, no importan; porque siempre tuve mis ojos en tí.

No sé qué decir, estaba lista para responder, hablar y resolver las cosas por distintas razones por las que probablemente nuestra amistad murió, pero no estaba lista para una respuesta como esa.

—Aprecio tu confesión, Dante —fui capaz de pronunciar —pero…

—No es el momento, ¿No? —asentí, —como sea, no planeó hablar de esto contigo, hasta que hayas recuperado todos tus recuerdos.

—En ese caso, espero que sea pronto.



Algunos minutos después.



La señora Simpson, termina de poner frente a nosotros dos platos con tarta de zarzamora (que no dudo ni un segundo en comenzar a comer), para después tomar asiento junto a nosotros en la pequeña mesa de la cocina.

—¿Qué es lo que quieren saber, niños? —pregunta, terminado de preparar su café.

—Es sobre Amir Brown, el hermano que se suicidó de mi padre —respondo, tan rápido como puedo. —Hay muchas cosas que explicar, pero no hay tiempo para eso, la vida de Mareike peligra con cada segundo que pasa.

La señora Simpson me mira sin entender, evidentemente, no comprende la situación.

—¿Qué tiene que ver un muerto con la desaparición de la niña White? —pregunta, dándole un largo sorbo a su taza de café.

—Que probablemente no está muerto —respondo, sin poder evitarlo.

La señora Simpson, la ama de llaves abre los ojos en grande, como si acabará de revelar la cura al cáncer, o algo parecido. No emite palabra alguna, ella guarda un profundo silencio, limitándose a ponerse de pie.

—En ese caso, hay alguien que me gustaría que conociera —avisa, caminado hacia la puerta en dónde guardamos la despensa: una habitación lo suficientemente grande para movernos con libertad.

Ella entra y nosotros no dudamos en seguirla, adentro no hay más que cereales, sopas, arroz y todo lo que no necesite de un refrigerador.

No mentira, tengo miedo, demasiado, pero no es tan grande como mi curiosidad. De cualquier modo, ya le he enviado un mensaje a Billie diciéndole lo que haría y con quién hablaría, así que si algo sale mal, ella irá directo a la ama de llaves.

La señora Simpson mueve un par de cajas que están apiladas sobre lo que parece ser un sótano bajo tierra.

Siempre hay algo nuevo que descubrir sobre mi casa, pero está vez, lejos de agradarme, solo rezó porque no haya nada maligno haya abajo.

La señora Simpson levanta lo que parece ser la puerta, para después girarse a vernos.

—Andando, estoy segura de que ésto resolverá todos tus dudas —comenta, animándonos a bajar.

Dante y yo compartimos una mirada, antes de bajar. No puedo evitar no darme cuenta de que Dante se prepara con su arma, en caso de que lleguemos a necesitarla.

—Tranquilla, niña Alyssa, usted sabe que yo nunca haría nada para dañarla —me habla, la señora Simpson, caminado un paso detrás mío.

Sus palabras me dan seguridad, sin embargo, no puedo evitar sentirme temerosa. No sé qué es lo que hay aquí abajo, pero para cuando llegamos, después de pasar algunas estanterías y viejos muebles, no logró creer lo que mis ojos ven.

Hay toda una sala de estar aquí abajo, tal parece son los viejos muebles que antes estaban en la sala.

Los mismos muebles que Eliza reemplazó para darle un nuevo color a la casa, un poco después de que nuestro padre muriera y habláramos seriamente sobre vender la casa.

Eliza no quiere vender, por más que seamos señaladas en el pueblo por algo que nosotras ni siquiera hicimos, por cosas que pasaron cuando nosotras todavía ni siquiera éramos capaces de salir de casa por cuenta propia.

—Elena, ¿tan rápido ha anochecido? —preguntó una voz varonil, saliendo de las sombras.

Un hombre de edad mediana, piel pálida, como si nunca en la vida le haya dado un rayo de sol, cabello café castaño y una gran barba; se hace presente. Cuando sus ojos llegan a nosotros, pasá de ver a la señora Simpson, para después darnos una morada a nosotros.

—Elena, ¿Que ha hecho? —pregunta, y como si fuera posible, palideció más.

La ama de llaves no se reserva sus comentarios, y se aclara la garganta.

—Lo justo y necesario, joven Amir —habla la ama de llaves, pronunciando el nombre del hermano menor del hombre que fue mi padre —ella es…

—Alyssa, lo sé —termina por ella, —las paredes no son muy gruesas que digamos.

—¿Qué es lo que está pasando aquí? —se aventura a preguntar Dante, tan confundido como yo.

—Eso mismo me preguntó yo —expuse, apenas siendo capaz de procesar las cosas —¿Que está pasando aquí?

Lo sucedido con Amir Brown siempre fue un misterio, pero, de lo único que uno estaba seguro era que había muerto. Alguna vez llegué a pensar que estaba vivo, simples suposiciones, teorías locas que a veces no me dejaban dormir, pero eran eso: teorías y suposiciones.

Sin poder creerlo, me acercó a su lugar y con sumo cuidado llevoi mano a su rostro, solo para asegurarme de que está aquí y que está realmente vivo.

—Realmente esto está pasando —fui capaz de decir, —estás vivo.

Amir tomó mi mano, apartándola de su rostro. Me tomo un momento para detallar su rostro, se ve muy diferente a como se miraba en aquella foto que encontré tirada en medio de uno de los pasillos.

Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando llegó a la conclusión de que es mucho más parecido a mi padre de lo que imaginaba, incluso tienen el mismo lunar a unos milímetros arriba del labio. Ese lunar solo se lo había visto a mi padre y a Mareike, pero, el de ella es menos visible, apenas un mini punto marrón.

—Esto es tan extraño —comenta Dante, en un susurro apenas audible.

—Tenemos muchas preguntas —avise, echándole un ojo a la habitación completa; basura de comida chatarra, latas de gaseosa, platos sucios y más de diez vasos de vidrio. —¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? ¿Por qué fingiste tu muerte? ¿Que paso realmente? ¿Qué hay detrás de toda esta farsa?

—Una pregunta a la vez, niña —bramo, abriendo una lata de gaseosa.

—Necesito saberlo todo —afirmé, —todo, desde un principio.

La ama de llaves salió de la habitación, dejándonos a solas. Dante y yo nos sentamos en uno de los viejos sofás, uno que solía estar en la sala de estar, mientras que Amir daba vueltas en la habitación, sin saber por dónde comenzar.

—Nos quedamos sin tiempo, Amir —avise —una chica está desaparecida, y lamentó decirlo, pero tú eras mi principal sospechoso.

Aún hay cosas que no recuerdo, pero estoy segura que él tiene algo que ver, siempre tuve ese presentimiento y ahora que sé que está vivo (y que no era solo una intuición mía) estoy más que segura.

Amir separó sus labios en una fina sonrisa, a la vez en que la ama de llaves regresaba con algunas tazas de café y las interminables galletas.

—Leí algunos de tus diarios, Aly —informó —acertaste en muchas cosas, pero te equivocaste en una.

Al parecer ya toda la comunidad de Roskeby Hill los leyó, ¿Dónde ha quedado la privacidad? Sólo falta si alguien mencioné que ha leído alguno de mis guiones.

—En mi principal sospechoso, ¿No?

Amir asintió, jugueteando con sus dedos.

—Tu pensabas que todo lo que estaba sucediendo empezó con mi muerte, pero en realidad ésto empezó cuando mi hermano se casó con Anne —hablo Amir, susurrando el nombre de mi madre.

—No entiendo qué tiene que ver mi madre con ésto —confesé, —ella no ha salido de su habitación en años, creo que ahora mismo es ajena a todo lo que está pasando.

—Te has vuelto a equivocar, tu madre indirectamente tiene mucho que ver en ésto —afirmó, —con ella empezó el juego y con ella tiene que terminar.

Siempre tuve el vago pensamiento de que esto siempre fue cosa de los Brown, es decir, cada pista me llevó siempre a uno de ellos.

La mayoría ha muerto en circunstancias extrañas, hay investigación detrás e expedientes médicos, cada uno de ellos muerto. Amir Brown era el único que había desaparecido, muchos lo dieron por muerto, todo apuntó a qué lo estaba. No había razón para dudar, a excepción de que no había un cuerpo al cual llorarle.

Y ahora resulta, que de quién tenía que averiguar y dudar siempre durmió a una habitación de distancia.

Todo es tán confuso, quizás debería acercarme al padre de Dante y decirle todo lo que sé, tal vez debería dejar que los verdaderos adultos resuelvan esto.

—Dime todo lo que sabes —pedí, aunque mi voz sonó más como en una súplica desesperada.

Amir dejó salir el aire, sus ojos cambiaron a una expresión de tristeza; la misma que todos hemos experimentado a lo largo de nuestra vida.

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