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10: Un paso adelante.

Mitski — Washing machine heart..

Los ojos avellana de Erick me estudian con atención, observa con cuidado cada uno de mis movimientos a medida que hablo. Lo suelto todo, sin anestesia, como si mi vida dependiera de todo lo que tengo que decir está fría y solitaria mañana. 

No sé qué pasará, pero en verdad estoy deseando que él no reaccione mal, son muchas cosas de golpe, y aún con casi toda una vida siendo amigos, Erick siempre me sorprende. 

Sé lo que contado todo, incluso los recientes acercamientos con Bovary, porque después de todo Erick es mi amigo, antes de estar en esta cosa rara que ninguno de los dos sabe cómo llamar. 

—No te creo, todo suena… —Erick estaba por terminar la frase, cuando se detuvo de golpe, apretando los dientes —irreal.

—No importa, tengo las suficientes pruebas para probar que todo lo que digo es real —hablo, dándole un sorbo a mi café. —Incluso hay testigos que pueden corroborar todo. 

Y ahora, que cada vez recuerdo más y más las cosas, me siento más segura. 

—¿En serio? ¿Quienes? —preguntó, sin darme la oportunidad de responder —¿Eliza? ¿Tu ama de llaves?

—¿Por qué simplemente no me crees? —le pregunté, en su mismo tono fuerte de voz —¿Por qué te cuesta tanto creer en mí?

Nos conocemos desde toda la vida, siempre hemos sido los mejores amigos, pero él nunca ha creído en mí. 

—No es eso, Alysaa, es solo que es imposible de creer algo como esto —hablo —pensé que esta etapa ya había terminado, pero por lo visto es así. 

Erick estaba por ponerse de pie, pero fui más rápida que él, para detenerlo. 

—¡Es que no es una etapa, algo realmente grande está pasando ahora mismo! —exclame, llamando un poco la atención de las personas que pasan por nuestro alrededor. 

Erick y yo nos encontramos sentados en un pequeño café del pueblo, uno de los pocos lugares con acceso a internet, aparte de mi casa. 

—Te estás comportando como una loca, Alyssa —afirmó, cambiando su mirada suave por una más dura —te quiero demasiado, pero debes de aceptar que no eres el centro del mundo; lo que le sucedió a Reike es terrible, sé que en el fondo estás celosa de ella, pero lo que le sucedió, no tiene que ver contigo. A veces las cosas pasan, porque sí, no tiene que ver necesariamente un motivo detrás. 

De todas las cosas que Erick ha dicho, solo una tiene un poco de verdad; en el fondo le tenía un poco de celos a Mareike, pero no porque ella se robará la atención de todo el pueblo, o porque ella realmente estaba disfrutando del momento y viviendo al máximo los mejores años de nuestra vida, yo jamás he envidiado nada de eso. Mis celos están más allá. 

Ella tiene una madre presente, que la ha buscado día y noche sin cesar, de todas las cosas que podría envidiar de ella; envidio la relación que tiene con su madre. Durante años he visto de lejos, las salidas que tienen juntas al centro comercial, las veces en que la dejaba en la puerta de la escuela. 

—Te estás comportando como un imbécil, o tal vez, eso es lo que siempre has sido —solté, porque ahora lo veo todo como realmente es. 

No lo estoy viendo como mi amigo, o él chico que por diversos motivos me llegó a gustar, lo estoy viendo como alguien que no sabe que le ha pasado al chico dulce que solía ser. 

—Lo siento, pero no puedo tomarme en serio lo que dice alguien con altas probabilidades de caer en la locura —bramó notablemente molestó, provocando que más personas nos mirarán al pasar. 

Ese comentario ha sido el colmo, una rabia crece en mi con peligrosidad, mi mente se queda en blanco y es como si mi cuerpo tomara vida propia, porque sin previo aviso lo abofeteó. 

No me puedo creer lo que he hecho, he abofeteado a la persona que en algún momento me hizo pensar en podía ser feliz en Roskeby Hill. 

—¿Has perdido la cabeza? —pregunto, casi gritando —nunca te he cuestionado sobre casi nada, ni siquiera sobre ese sueño de dirigir películas, o lo que sea que quieras hacer. Pero, comienzas a hartarme —dicho eso, Erick estaba por irse, pero pareció recordar algo —al final has terminado como tú madre. 

Lejos de sentir algún tipo de dolor, me siento decepcionada. En verdad yo esperaba, en verdad quería que él creyera en mí; que confiara en mi palabra, pero él nunca lo hizo. 

El amor realmente me había esclavizado. 

El amor esclaviza, el amor en algún momento me hizo pensar que podría estar bien si me quedaba en Roskeby Hill, con tal de no perder a la única persona, fuera de mi familia, que sentí que me había amado. 

Camino hacia el parque sintiéndome observada, pero no me importa ya, me importa un reverendo pepino si las personas piensan que estoy loca, porque probablemente me estoy convirtiendo en una. 

Me siento mareada, mis piernas se sienten como gelatina y mi cabeza da vueltas. Camino sintiéndome mareada, el pecho me duele, y mi cuerpo tiembla. Mis piernas pierden el equilibrio, pero antes de siquiera tocar el suelo, me sostengo de un poste que está en una esquina donde los carros transitan. 

«Erick me da la espalda, evitando verme a los ojos, antes de abandonar la iglesia.

—Te digo la verdad, en verdad alguien me está acosando. —hablo, intentando alcanzarlo, pero él es mucho más rápido.

—¿Por qué alguien haría eso? —preguntó, sonando aún desinteresado —recuerdo haber oído que tu familia está en la quiebra, ¿Por qué alguien querría algo de ti?».

«Los ojos de Erick me estudian por un largo segundo, intentando encontrar un indicio de que estoy mintiendo. —¿Estás segura de que alguien te empujó? Tal vez te rebalaste, según me has dicho: te has quedado sola en casa

—Yo no resbale, estoy segura de que alguien me ha empujado».

«¿Crees que Reike acepte salir conmigo? Espero que nuestra amistad no afecte las cosas con ella».

«—No quiero sonar grosero, pero te ves fatal, ¿Has estado durmiendo bien? —pregunta, sentándose junto a mi a la hora del almuerzo. 

—No he dormido nada en dos días —confieso, —no miento cuando digo que me siento observada durante la noche».

«La señora Simpson me abraza sobre los hombros, teniendo un tarro de galletas. —Yo siempre le dije que ese chico era demasiado perfecto, para ser real.

—Lo sé, pero en verdad lo aprecio mucho, es mi mejor amigo.

—A veces los mejores amigos también lastiman, quizás es hora de que suelte esa amistad. 

—No puedo, si lo dejo, entonces no tendré a nadie». 

Abro los ojos, intentando caminar, cruzar la calle. Apenas doy tres pasos, cuando me quedo estática en medio de la calle, el aire no me llega a los pulmones.

Mi corazón late con peligrosidad, siento que en cualquier momento saltará fuera de mí. 

«Eliza me repara de pies a cabeza, mirando mi atuendo dos veces, antes de hablar. —Alyssa, te ves fatal, ¿Segura de que quieres salir está noche? 

—Si, quizás no llegue a dormir. 

Dormir es lo que más quiero, pero no puedo hacerlo aquí. 

—Sea lo que sea que vayas a ir a hacer, por favor usa condón y asegúrate de que el chico no tenga ninguna enfermedad de transmisión sexual.

—Muy tarde, ya estoy embarazada y probablemente tengo sida». 

El ruido de los autos me saca del trance, los pitidos son cada vez más presentes. Todas las personas tienen sus ojos en mí, pero yo lo único en lo que puedo pensar es en todo lo que me ha venido a la cabeza. 

Me llevo las manos al pecho, necesito llegar al otro lado de la calle, pero mis pies no me responden, todo mi cuerpo me traiciona. No soy capaz de caminar, no puedo moverme, apenas puedo respirar cuando soy empujada con fuerza hacia el otro lado de la calle. 

Las palabras no me salen, las lágrimas comienzan a brotar y mi cabeza duele tanto que creo que moriré antes de siquiera llegar al otro lado de la acera. 

—Alyssa, soy yo, soy Matilde —la madre de Mareike me tomó por los hombros con suavidad para alejarme de los ojos curiosos —¿Te encuentras bien? ¡Cielos, creo que debo de llevarte al hospital!

—Eliza, por favor, llame a Eliza —le pedí, en casi una súplica. 

«La puerta finalmente es abierta después de pasar un largo momento golpeándola, para cuando abre es tarde: estoy totalmente mojada por la lluvia. 

—Alyssa, ¿Qué haces aquí? —pregunta Dante, con voz somnolienta, seguido de un bostezo —Estas empapada, ¡Vamos, entra o cazarás un resfriado». 

—Necesito tu ayuda.

Dante me mira confundido, sin embargo, no dice nada, solo se limita a darme una toalla con cuál secarme. 

—Siéntate por favor —me invita a sentarme, dándome la espalda para dirigirse a lo que parece ser la cocina. —Calentar agua para café, ¿O prefieres chocolate caliente? Me acuerdo que aborreces el café.

—Lo que sea está bien.

—Como sea, calentar el agua e iré a buscarte ropa seca». 

—Respira conmigo, Alyssa —me pide Matilde, marcando un número en su teléfono —se que puedes hacerlo, 1, 2, 3… inhala y exhala. 

Hago lo que me pide, una y otra vez hasta que logró normalizar un poco mi respiración. 

—Una vez más, respira conmigo —habla, pero dejo de escucharla.

Su voz me parece tan lejana y borrosa, que apenas logró procesar que es ella quien está a lado. 

«Dante me pasa la ropa, la cual tomó sin duda, para después cerrar nuevamente la puerta del baño. —Entonces, ¿No has dormido en días?

Dante se queda afuera del baño, detrás de la puerta, escuchando todo lo que tengo para decir y todo lo que he estado reteniendo.

—Aja

Me pongo la ropa seca, después de quitarme mi ropa y secarme bien. 

—Entonces, ¿Crees que tu padre me deje dormir en una de las celdas? —preguntó, mirándome en el espejo. —Al menos hasta que descubra quién está detrás de ésto, porque de lo contrario moriré por falta de sueño. 

Finalmente abro la puerta, después de verme por última vez en el espejo. 

—No puedo creer que está ropa aún me quedé —avise, echándole una mirada más al pijama que solía usar cuando Dante y yo éramos pequeños y organizamos pijamada. 

—No has cambiado nada —señala, para después bajar las escaleras, dejándome sola en el pasillo». 

—Eliza no contesta —avisa, Matilde, levantándome del lugar donde me había dejado sentada segundos atrás. —Vamos, te llevaré a casa. 

—No —logre pronunciar con dificultad, un poco más lúcida —no pueden verme así. No puedo ir a casa. 

Una cosa es que Eliza me vea en este estado, otra cosa es que los hombres que trabajan las tierras, me vean en este estado. 

Matilde no dice más, ella solo me ayuda a caminar hacia lo que supongo es su auto, abrió la puerta de copiloto, para después ayudarme a subir. 

No sé si esto es una mala idea, muy probablemente lo es, pero una gran cantidad de personas han visto que ella me ha subido a su auto, así que si me llegase a pasar algo; todos sabrían al instante a quien señalar. 

Matilde no tarda en subir y poner en marcha el auto, conduce por las calles, sin rumbo definido ya que da vueltas por todas las calles y después regresa al punto de inicio. Ella guarda silencio cada segundo, hasta que deja salir el aire, para girarse a verme.

—¿Te parece bien, si te llevo a mi casa? —me pregunta, conduciendo con lentitud —al menos, hasta que tú hermana responda el teléfono. 

No logro hablar, pero si asentir, por lo que ella comienza a conducir con más seguridad hasta que al cabo de algunos minutos se  detiene afuera de su casa. 

Yo me bajo sin ayuda, sintiéndome un poco mejor, quizás no necesito su ayuda tanto como parece. Tal vez debería regresar a mi casa, y hacer que Eliza llame a nuestro médico de confianza. 

«Tomo entre mis manos la fotografía tirada en el suelo a mitad del corredor, me cuesta reconocer quién es, pero al final deduzco que es el hermano menor de mi padre. 

—Amir, pobre hombre —habló la señora Simpson cuando me noto parada en medio del corredor con la fotografía en manos —nunca pudo ser feliz. 

—¿Qué le sucedió?

La ama de llaves, palidece por un segundo, su expresión cambia y puedo notar como un enorme peso se instala en sus hombros.

—Nadie lo sabe». 

Me sobresalen mi lugar, desvelando a algunos centímetros de la puerta. Cierro los ojos con fuerza, intentando arma el rompecabezas en mi cabeza. Todo cada vez va tomando más sentido. 

—Alyssa, ¿Te parece bien si llamo a alguno de tus contactos de tu teléfono? —me pregunta Matilde, abriendo la puerta, para después ayudarme a entrar.

Ella me tomó de un brazo, guiándome hasta un sofá en medio de la sala. 

—No traigo conmigo mi teléfono. 

Vaya, error. 

—Bien, quédate ahí —me ordena Matilde —vuelvo en un segundo. 

Cierro mis ojos con fuerza, deseando con fervor que el dolor en mi cabeza desaparezca y cuando menos lo creo, Matilde ya está de regreso con una pequeña maleta en manos. 

—No estás en drogas, ¿Verdad?

—Para nada, solo he tenido la fortuna de probar la marihuana —respondo, a la vez en que me coloca algo en el brazo.

—Tu presión está un poco alta —afirma, —¿Con que tanta frecuencia tienes este tipo de episodios?

—Es la primera vez —me limito a responder, evitando hablar de todos los momentos que han venido a mi cabeza. 

Matilde me da una pequeña pastilla, que me garantiza que me ayudará, por lo cual la tomó sin dudar. 

—Lo que te ha pasado ha sido un ataque de ansiedad, Alyssa —informa Matilde, recogiendo todo lo que había traído. —Quizás, debas ver a un especialista que te ayude con este tipo de cosas, ya que tu salud mental no es algo que debas tomarte a la ligera… 

Cuando se calla, ninguna de las dos dice algo, así que nos quedamos en total silencio. Es tan relajado, a mi me gusta, pero Matilde no se ve muy feliz con los nulos ruidos. 

—Siento mucho lo del otro día, estaba muy alterada; pensé que el cadáver podría ser el de Mareike —rompió el silencio, su voz es muy frágil —no recuerdo si me disculpé o no, pero en verdad quiero ofrecerte una disculpa por absolutamente todo. 

Durante un largo segundo pienso en una respuesta, pero a mí cabeza no llega nada propio para el momento. 

—¿podría llamar a Dante?

—¿A Dante Bovary? —pregunta, notablemente confundida, pero no me cuestiona. Matilde lo llamó, y me sorprende la rapidez con la que responde —Uh, Dante, hay alguien aquí que necesita hablar contigo. 

Ella me extiende el teléfono, para después salir del panorama, dándome la privacidad que necesito. 

—Dante, ya recordé quién está detrás de ésto —fue lo primero que dije —está más cerca de lo que realmente pensábamos. 

Se escucha un forcejeo detrás de la línea telefónica, después un largo segundo de silencio, hasta que al fin se escucha la agitada respiración de Bovary. 

—Que bien —comenta, con la respiración agitada —¿Estás en casa de la madre de Mareike? —pregunta, sin esperar respuesta de mi parte —como sea, estaré ahí en algunos minutos. 

Así sin más, cuelga. 

La ex enfermera de mi madre regresa al panorama, sentándose dónde un momento atrás se encontraba. 

Un peso se instaló en mis hombros cuando comencé a recordar, específicamente el día en que me desmayé en la escuela, pero ahora es distinto porque ya recordé que fue lo que me llevó a tener el accidente a caballo. 

Cada día, cada momento, cada vez que un recuerdo viene a mi; estoy un paso más cerca de limpiar el nombre de mi familia… y de encontrar a Mareike. 

—Alyssa, ¿Quieres algo de tomar? —me pregunta Matilde, rompiendo el silencio. 

—No, gracias —me limito a responder, llevando una de mis manos a las sienes. 

—¿Aún te sientes mal? —pregunta, a lo que niego. 

—Ya me siento mejor —afirmó, intentando no sonar maleducada o cortante con la mujer que me ha ayudado —gracias. 

Ella realmente me ha ayudado, no puedo ser grosera con ella en estos momentos. Matilde curva sus labios con una fina sonrisa, mientras yo me encojo en mi lugar. 

Matilde ensancha su sonrisa, en casi una carcajada. Me es imposible no enderezarme y alzar una ceja en su dirección, no entiendo dónde está la gracia. 

—Perdon, es que tuve un deja vu —se disculpa, a la vez en que su teléfono comienza a sonar —Es el comisario, ¿Está bien se te quedas aquí sola? Es que necesito salir a arreglar algo urgente, igual Eliza debe de estar aquí en cualquier momento. Ya le he enviado unos mil correos, así que no debe tardar. 

No me dió tiempo de responder, cuando la mujer ya se había puesto de pie colocándose un abrigo y tomando su bolso. 

—Cuando te vayas, por favor cierra la puerta con llave —y así sin más se fue, dejándome sola por completo. 

Estar aquí sola se siente tan extraño, por lo que me pongo de pie, decidida a irme. Ya después arreglaré las cosas con Eliza, pero por ahora, necesito salir de aquí. 

Estoy por salir cuando la puerta se abre de golpe, dejando ver a Dante, quien me toma por sorpresa.

—Oh, no mentías cuando dijiste que estabas cerca —comente, pasando por su lado, para salir del interior de la casa. —Como sea, ya me tengo que ir. 

—En ese caso, entonces, te acompañaré —habla, tomándome del brazo para dirigirse al patio trasero de la casa que da al bosque, el otro extremo de dónde encontré el cadáver.

Me detengo de golpe, antes de entrar al bosque. 

—No creo que sea buena idea entrar a ahí —solté, llevándome las manos a la cintura. —No quiero entrar. 

—Tampoco creo que quieras ser vista por personas en este momento, Alyssa —comento —todos están hablando de lo que te sucedió. 

Solté un bufido, resignada a entrar al bosque.

—Odio este lugar. 

Dante me echó una mirada, intentando descifrar si hablo del pueblo o del bosque, cuando en realidad me refiero a los dos. 

—¿Y bien? ¿Qué has recordado?

—He recordado un par de cosas, pero antes de sacar conclusiones necesito aclarar algunas dudas con mi ama de llaves —respondo, —estoy segura de que ella debe de saber algo.

No me cabe duda, la señora Simpson lleva viviendo en esa casa desde que ella era niña, su familia ha trabajado para mi familia incluso desde antes del nacimiento de mi madre; mi ama de llaves sabe más de lo que aparenta, debe de llevar con ella secretos que han estado en mi familia durante más de un siglo. 

—¿Puedes decirme aunque sea un poco de lo que has recordado? —pregunta, impaciente y desesperado —te recuerdo que tú seguridad y la de Reike dependen de lo que recuerdes. 

Me detengo en seco, algunos pasos detrás de él.

—Tenías razón —comento, cuando él se gira para verme —no he cambiado mucho.

Ninguno de los dos lo ha hecho realmente, pero la triste realidad es que ya nada es lo que solía ser. 

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