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05: Periodo azul.

Ghost— Crucified.

—¿Alyssa?

—Perdón, me distraje pensando en algo. —Me disculpe, ayudando a mi primo Malcolm a subir las escaleras. —Le pediré a la señora Simpson que te prepare un baño caliente, y de paso que te suba algo de cenar.

Malcolm había llegado antes de lo esperado tomándome por sorpresa, desconozco la razón por la que está aquí, pero siempre es bueno estar en compañía de personas que aprecias por lo que no me quejo.

—¿Y cómo estás? —pregunte, caminando a su ritmo para no dejarlo atrás —¿Que tal te trata Alemania?

Hace años que no mantengo contacto con él, pero por Eliza me he enterado de que vive en Alemania. Él prácticamente huyó del país tras su fatídico accidente, desconozco cómo estuvo el asunto, pero sea lo que sea estoy segura de que se arreglará aunque el daño ya está hecho.

—Excelente —se limitó a responder, prestando atención a la decoración que no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo aquí. —¿Este lugar aún es un infierno?

—No, ahora es peor —respondí ayudándolo a subir los últimos escalones. —Ahora camino sobre llamas mientras el fuego crece amenazando con incendiar mi futuro.

Bien, quizás estoy siendo un poco dramática, pero es mi forma de enfrentarme a la vida. De enfrentar una vida sin Mareike, no es que ella tenga el mismo peso que Eliza eni vida, pero es como Eliza dijo: me guste o no, ella era mi hermana. Es difícil pensar en ella y que su cuerpo sin vida no venga a mi cabeza, o la desgarradora expresión de Dante cuando la miró.

Ella era su mejor amiga, según tengo entendido. Ellos siempre estaban juntos así que no me sorprendería si su amistad resultará ser algo más, tal vez les sucedió como a Erik y a mí.

Quizás ellos también estaban en algo sin etiqueta, pero los dos sabían que querían algo más de lo que realmente admitían en voz alta… ah, estoy dejando que mis emociones me hagan ver cosas donde quizás no hay nada.

—Todo sigue tal como lo recuerdo —afirmó, asentí recordando que hace más de una década que él no pone un pie aquí. —Es obvio que han hecho algunos cambios, nuevos colores y muebles, pero la casa se sigue sintiendo igual.

—¿Aún se siente como un cuento de hadas?

—Se siente como si estuviera en la casa de la película de Narnia —respondió con una leve sonrisa, a la vez en que llegábamos a su habitación.

—Disculpanos por el desorden, hoy solo trabaja la ama de llaves y tuvimos muy poco tiempo para prepararnos para tu llegada —hable abriendo la puerta de una de las habitaciones para visitas, está a diferencia de las otras estaba en el pasillo donde están nuestras habitaciones.

Malcolm es familia, sería muy descortés de nuestra parte ponerlo en una habitación en uno de los rincones más oscuros y solitarios de la casa. Además, la casa está hecha para hospedar a toda la familia si es necesario, y de quince habitaciones, solo ocupamos cuatro, incluyendo la habitación de la ama de llaves.

—Si necesitas algo házmelo saber, mi habitación está al lado —comente, sin poder evitar mirar su pierna. Siempre había querido saber qué era lo que le había pasado, pero Eliza siempre se negó a contarme. Solo se que se accidentó y que después de eso se tuvo que ir a Alemania, —lamento demasiado lo que te sucedió, Malcolm.

Lamentaba mucho que se haya tenido que ir a otro país, no suelo hablar mucho con la familia, pero sé que mi tía estaba devastada por lo sucedido. Malcolm es su adoración, ella quiere a todos sus hijos por igual, pero todos sabemos que Malcolm es diferente. Empezando porque peleó demasiado para que llevara su apellido primero, así el apellido prevalecerá.

—Buenas noches, Alyssa —esa fue una clara señal para que lo dejara solo, así que solo asentí.

—Buenas noches, Malcolm —dije, abandonando la habitación por completo, en el pasillo me encontré a la ama de llaves con algunas toallas calientes en manos. Le di algunas instrucciones, para después entrar a mi habitación. 

Lo primero que hice fue dirigirme al baño para hacer mi ritual sagrado de cuidado personal, lavé mis dientes, cepille mi cabello exactamente cincuenta veces hasta que finalmente lo trencé, lavé mi rostro con agua fría para después empezar con mi rutina de cuidado de la piel.

Me puse una mascarilla a la vez en que encendía mi computadora portátil para no sentirme sola, poniendo mi tan amado musical favorito. Tengo muchas cosas que pensar, llamar a Eliza y llegar al fondo de la verdad encabezan la lista. 

Después de algunos minutos enjuago mi rostro con agua fría, seguido de eso me pongo el pijama para irme a la cama.

Y por más que intento dormir no puedo, cerró los ojos, pero al segundo los abro ya que lo único que aparece en mi mente al cerrarlos es la imagen del bosque. El musical aún se reproduce, me ayuda a no sentirme sola y a no tener miedo en noches oscuras como está.

Mis ventanas están muy bien cerradas, las cortinas también al igual que mi puerta y aún así no puedo dejar de temer. Tengo la loca idea de que Mareike no salió por cuenta propia de su casa, pero ¿Que probabilidad hay de que alguien la haya secuestrado en su propia casa? Es decir, sus vecinos nunca duermen.

Prácticamente su calle es como la ciudad de las Vegas, nunca he estado en esa calle, pero si que he leído mucho sobre el lugar y también sobre las Vegas.

Con indecisión salgo de la cama poniéndome mi bata encima del camisón, me colocó mis botas que son para caminar en el campo y con sumo cuidado me dirijo a la puerta trasera para llegar al cobertizo.

Me da miedo andar a oscuras a los alrededores de la propiedad, escuchar el crujir de las hojas secas y el ruido de los animales, me da miedo la oscuridad y me da mucho más miedo estar sola en la oscuridad.

Es extraño que me de miedo estar sola, cuando siempre lo he estado. Tal vez estoy llena de miedo por lo que le ha pasado a Mareike, quizás hay un loco suelto que en cualquier momento puede atacar de nuevo.

Abro la puerta del cobertizo, encerrandome ahí con solo una luz tenue encendida. Veo la evidencia sobre la mesa, por un momento pienso en quitar todos mis recortes de mi tablero, pero en su lugar me decido por despejar una parte de la pared que está cubierta casi en su totalidad por cuadros que he pintado.

Cómo cualquier artista yo también he tenido mi periodo azul, la prueba está en mis pinturas.

A decir verdad no sé por dónde comenzar, después de meditarlo por un largo segundo lo primero que hago es pegar en la pared de un mapa del pueblo colocando clavijas color rojo en las zonas donde han encontrado un rastro de Mareike.

Pase una hora frente al mapa y cuando sentí que era suficiente busque mi pizarra donde suelo tener mis lluvias de ideas para futuros guiones, y comencé a amar hipótesis.

Ninguna tenía sentido.

Mareike escapó una vez de casa en el pasado, por lo que a primera vista dude que esto fuera algo más que una escapada, y ahora está muerta.

En estos momentos nada tiene sentido para mí, la falta de sueño comienza a hacerse presente, pero me niego a ir a la cama. Debería estar durmiendo, pero en su lugar estoy encerrado en mi granero intentando encontrar respuestas, pero en su lugar solo logró formular más preguntas.

Nada de esto está bien.

Suelto un suspiro, levantándome de mi lugar para encender mi tocadiscos colocando algo de Beethoven para no oír el ruido proveniente de afuera producido por los animales y también para no quedarme dormida.

Dejó el caso de Mareike de lado, para en su lugar sentarme frente a mi vieja máquina de escribir e iniciar con un nuevo guión antes de que la idea desaparezca de mi sistema.

Por la mañana.

Despertar por las mañanas es una de las cosas más difíciles, aún más difíciles cuando no duermo en mi cama y en su lugar me quedo dormida sentada con la cabeza sobre el teclado de mi máquina para escribir.

Fue todo un reto separarme de ella sin dañar mi cabello que se enredó en medio de las teclas, pase una mano por el intentando medio arreglarlo antes de abandonar el cobertizo. Me puse mis botas, intentando limpiar la baba pegada en mi rostro, para después salir finalmente del cobertizo.

Adolorida y más dormida que despierta comienzo a caminar hacia la casa, pasando por el huerto y los árboles de manzana me percató de que no estoy sola. En la entrada de la puerta principal veo al sheriff acompañado de más hombres uniformados y los agentes del FBI, temerosa me acercó hacia ellos.

—Buenos días —saludo, haciéndome notar —¿Se les ofrece algo?

Mi tono fue serio y relajado, y sin embargo, lo que recibí fue un movimiento brusco por parte del sheriff mostrándome una hoja que no dudé en tomar entre mis manos.

—Es una orden de cateo —aviso, antes de que siquiera pudiera leerla. —Tenemos derecho a revisar cada centímetro de la propiedad.

—Háganlo entonces —dije, dejando caer mis hombros, para después pasarlos de largo abriendo la puerta.

—Un momento —me detuvo el sheriff, —usted nos acompañará a la comisaría. Hay muchas preguntas que tiene que responder, señorita Brown.

—¿Más? —pregunte con incredulidad, —¿Qué puedo saber yo? Nunca fui cercana a Mareike.

—Pero, fue usted quien encontró su cuerpo a unos metros de su casa —dijo alguien, a la vez en que alguien me tomaba del brazo para empujarme hacia uno de los vehículos.

—Bien, mientras me impidan ir a la escuela, no me negaré a nada —comente con un toque divertido, para bajar un poco la tensión de mi cuerpo.

Entre al auto sintiendo como mi corazón se acelera, no hay nada que compruebe que yo tengo algo que ver con esto. No hay evidencia que me relacione, pero igual se las arreglaran para culpar a alguien de mi familia o a mí; ya sea porque todo ha pasado muy cerca de mi hogar o por todo el escándalo que rodeó el matrimonio de mis padres.  Sea como sea, Eliza se hará cargo. Estoy segura de que una vez que ella se entere de esto contratará a los mejores abogados de la ciudad de Nueva York.

Me recargó en el asiento trasero del vehículo y me limité a encogerme en mi lugar, mientras miro por la ventana a las personas mirando con mucha intensidad hacia el vehículo. Todos están tan preocupados, molestos y tristes por Mareike que yo también comienzo a estarlo.

—¿Pueden poner música o algo? —pregunte, intentando no sonar nerviosa —el silencio me aturde.

El oficial me ignora, no emite ningún tipo de sonido, sin embargo, enciende la radio donde se reproduce una canción country que me es imposible de reconocer. Muevo la cabeza al ritmo de la música, intentando no preocuparme por absolutamente nada.

Crecí escuchando que el dinero lo arregla todo, así que esto no debe de ser una excepción. Así que me relajó, dejó caer mis hombros haciéndome pequeña en mi lugar a la vez en que la canción termina y una nueva comienza logrando traer a Erik en mis recuerdos.

Intento no pensar mucho en él, pensar sobre cosas que no valen la pena es un desperdicio de tiempo, pero él vale la pena. Al menos para mí, al menos en estos momentos en los que no puedo evitar extrañarlo. Él era mi único amigo, así fue durante mucho tiempo que ahora hacer algo, o que me pase algo como esto y no poder contárselo de mi boca se siente irreal.

Sé que él se enterará, todo el mundo lo hará, pero hay una gran diferencia en que lo escuché de alguien más a que escuche las cosas salir de mi boca.

Algunos minutos después, estamos afuera de la comisaría. En cuanto él oficial abre la puerta y en cuanto pongo un pie afuera, no tardó en notar la presencia de la madre de Mareike a la distancia. Apenas doy tres pasos cuando la mujer ya se está acercando a nuestra dirección, la mire por un breve segundo en el que no supe descifrar todas las emociones que su rostro mostraba.

—¿Qué es lo que le has hecho a mi hija? —pregunto tomándome con fuerza de uno de mis brazos, notablemente desesperada. —¡Habla, vamos dímelo!

La mujer está fuera de control, el oficial que ha traído se pone en el medio buscando protegerme.

—Tu y tú hermana son impuras, ¿cómo es que siguen aquí? —pregunto, siendo alejada por la detective Morgan quien ha llegado algunos segundos después de nosotros.

—Señora White, por favor mantenga su distancia —la detective la apartó lo suficiente para que pudiera entrar al interior de la comisaría sin más interrupciones.

Al entrar me indicaron que tomara asiento, y eso hice, me senté sin saber a ciencia cierta qué era lo que tenía que esperar; nadie se acercó a hacerme preguntas, y cuando creí que al fin sería el momento todos encontraron algo más importante que hacer.

Mis piernas se entumecieron y en más de una ocasión estuve tentada a levantarme de mi lugar, pero me gusta dónde estoy. Desde mi posición puedo ver a cada persona, oír un poco de lo que hablan.

—Necesito ir al sanitario —avise, a la primera oficial mujer que entró en escena. —En verdad, me estoy haciendo pipi.

La mujer de color que tenía su cabello negro perfectamente peinado en un moño, me escoltó hasta el sanitario. Esperó pacientemente afuera del sanitario, hasta que salí y me tomé un segundo de más frente al espejo. Aún estoy usando el pijama, aún tengo el cabello mal arreglado y vergonzosa mente aún tengo saliva pegada en algunas partes de mi cara. 

Me tallo los ojos antes de enjuagar mi rostro e intenta arreglar mi cabello en una trenza que al final terminó dejando suelto, porque las trenzas nunca han sido lo mío. La mujer estudia atentamente cada uno de mis movimientos, no sé su nombre, nunca la he visto ni por accidente.

—¿Nos hemos visto en algún lugar? —pregunté, a la vez en que secó mis manos con un poco de papel marrón —porque siento que ya nos conocemos.

—Solía ser amiga de tu hermana —se limito a responder, a lo que no pude evitar preguntarme «¿Otra ex novia?» —una vez preparamos galletas juntas, las tres.

Debió ser hace mucho tiempo, porque no recuerdo haber preparado galletas con ella, y mucho menos con Eliza quien no pone un pie en la cocina.

—Entonces, debes de saber que esto es un error —comente, evitando pronunciar su nombre que no recuerdo —Jamás seríamos capaces de hacerle algo a Mareike.

La oficial me dió una sonrisa que no sé cómo identificar, después de mis palabras.

—¡Por Dios! Todos sabemos que ustedes pueden llegar a ser capaces de eso y más —bramo, tomándome del brazo con brusquedad para después empujarme hacia afuera de los baños. —Lamento la muerte de tu padre, pero creeme, no lamentaré que sus hijas pasen el resto de sus vidas en prisión.

—¡Uff! —exclamé, intentando ocultar mi nerviosismo —¿Que fue lo que te hizo Eliza, para que nos quieras en prisión? —pregunte, en su dirección y sin esperar respuesta de su parte. —¿Te rompió el corazón? ¿Te engaño con alguien más? O ya sé que fue, ¿Descubriste que es emocionalmente inaccesible cuando ya te habías imaginado una vida de rosa a su lado?

—La vida junto a Eliza nunca podría ser color rosa —afirmó, con un semblante realmente serio que me hizo temblar —todo el mundo sabe que está mal de la cabeza.

—Ya lo he explicado un millón de veces —solté, —no estamos mal de la cabeza. Nuestra madre tiene una enfermedad hereditaria que se salta una generación, Eliza y yo nos salvamos; no hemos perdido la cabeza, no estamos malditas, tampoco locas.

—Entonces, ¿Por qué has olvidado dos años de tu vida? —pregunto, abriendo una puerta y empujándome hacia el interior. Una mesa en el centro, sillones y una máquina de sodas energéticas —tranquila, no es un interrogatorio. No te han traído aquí para eso, y me temo que no te dejarán ir hasta que hayan registrado cada centímetro de la propiedad.

—¿Cómo sabes que me he olvidado de algunas cosas? —pregunte ansiosa, nadie sabe eso a excepción de Eliza.

Recuerdo muy poco de cuando tenía entre catorce y quince años, Eliza siempre dice que cuando menos lo espere lo recordaré, mientras tanto me tengo que conformar con lo que me contó ella, la señora Simpson y algunas páginas del diario donde solía escribir.

—¿Algunas cosas? —pregunto, incrédula —Alyssa, tu olvidaste dos años de tu vida, ¿No te da curiosidad que pasó en esos dos años?

Mucha curiosidad, en realidad.

—¿Cómo lo sabes? —insistí, ella suspiró, parecía estar dispuesta a responder mi pregunta, pero en ese momento la puerta de lo que parece una sala de descanso fue abierta con brusquedad.

—Señorita Brown —me llamo el sheriff, —hagame el favor de acompañarme, hay algunas preguntas que me gustaría que responda.

Asentí en su dirección, para después darle una última mirada a la mujer que solía ser amiga de Eliza. Yo no la recuerdo, pero estoy segura de que Billie debe de saber quién es.

Salí de la habitación, para después caminar detrás del sheriff hasta una habitación que tiene su nombre pegado en la puerta. Al momento de entrar noto la presencia de Malcolm, a lo que siento una oleada de paz al saber que no estoy sola.

El sheriff no tarda en tomar asiento detrás de su escritorio, por lo que me siento a un lado de Malcolm que tiene su pierna lastimada estirada sobre el escritorio.

—¿Y bien? ¿Qué quiere saber? —me aproximó a preguntar, a la vez en que Malcolm me extiende una bolsita con un puñado de galletas: «lo manda la señora Simpson» —¿Encontraron lo que buscaban?

—Encontramos cosas realmente interesantes, pero nada relacionado al caso. —respondió, —lo cuál me obliga a ofrecer mi más sincera disculpa.

—Están buscando en el lugar equivocado —afirme, —no sé cuántas veces lo tendré que decir: nosotros no dañamos a Mereike.

—Esto ya no es solo sobre Mareike —informó el sheriff Bovary, —la joven que encontró en el bosque con la apariencia de Mereike White, es Constance Hasting.

Algo en mi cerebro se quebró, no le encontré el más mínimo sentido. Había dejado de entender cómo era eso posible, ¿lo que está pasando realmente es real? Es decir, ¿Quien tomaría a Mereike, para después darle su apariencia a alguien más? No entiendo que logra su captor con todo esto.

—¿Eso quiere decir que Mareike aún puede estar viva? —pregunte, notablemente confundida.

—La probabilidad de que Mareike White esté con vida es baja —respondió, —lo único seguro en esto es que quien sea que esté detrás planeó cada detalle con tiempo.

—¿Por qué me dice esto? —pregunte, en estos momentos mi cabeza es una verdadera lluvia de preguntas a las que no creo poder encontrar respuesta.

—Porque su ADN está en todas partes —respondió, —curiosamente: usted y su hermana tienen una coartada sólida así que quien sea que esté detrás está intentando incriminarlas.

—Eso es ridículo —comente, —¿Quién querría hacernos algo así?

—Eso mismo quiero que responda, señorita Brown. —dijo, llevando sus manos a las sienes —¿Quién sería capaz de querer dañarlas de esta forma? ¿Quién se tomaría el tiempo de planear cada detalle con tal de arruinarles la vida?

—No lo sé, hay muchas personas —me limito a responder —pero, ¿Por qué Mareike?

El sheriff dejo caer sus hombros, para después introducirnos en una larga conversación, que no acabó hasta que Malcolm empezó a quejarse de su pierna.

El sheriff nos acompañó hasta la salida, pero antes de irme quise tener una respuesta a lo que me inquietaba con demasiada fuerza.

—¿Quién es Constance Hasting? —pregunte, tomándolo por sorpresa.

—¿No la recuerda? —pregunto, frunciendo el entrecejo —Constance solía ejercer como su niñera, según tengo entendido. Desapareció hace como dos o tres años, casi seguido del desaparecimiento de Erica Fuller.

—¿Seguro de que era mi niñera? —pregunte, confundida. No recuerdo haber tenido una niñera, la señora Simpson es quien siempre me ha cuidado.

—Eso dice el expediente —respondió, deteniéndose cerca de la madre de Mereike. —¿Por qué? ¿Pasa algo?

—No, nada —me limité a responder sintiendo una presión en el pecho. —se que no debería de pedirle esto, pero, ¿Puede hacerme un favor? —pregunte, a lo que abrió los labios por la sorpresa.

—¿En qué puedo ayudarla?

—Cubriré todos los gastos que conlleva un funeral —informe, —pero, su familia no puede saber que lo he pagado todo yo; necesito que les mienta.

—Haré lo que pueda.

Asentí, susurrando un apenas audible: gracias.

Después de eso estaba realmente dispuesta a dejar la comisaría, en compañía de Malcolm quien esperaba pacientemente recargado en su bastón. Cuando salimos de la comisaría, afuera estaba invadido por la familia White quienes nos miraban con recelo.

—Ignorarlos —hablo, Malcolm —tú no eres la que tuvo una hija con un hombre casado.

—No, peor, creen que he matado a la hija ilegítima de un hombre casado. —solte, a la vez en que la madre de Mareike se acercaba a nosotros con pasos cortos.

Y por un breve segundo quise quitarle el bastón a Malcolm, quizás lo pueda usar como método de defensa si ningún oficial sale en mi defensa.

—Alyssa, ¿Podemos hablar?

—Ya he dicho que yo no he tenido nada que ver con la desaparición de Mareike —me aproxime a responder, —yo no sé nada.

—Por favor, Alyssa, toda la evidencia ha aparecido cerca de tu hogar —hablo, más tranquila que cuando me atacó en cuanto bajé del auto algunas horas atrás. —Ten piedad de mí, solo soy una madre que quiere encontrar a su hija. 

—Ya lo he dicho todo, yo no sé nada —afirmé. —Me gustaría ayudar, pero no puedo.

Ella intenta tomarme del brazo, para detenerme un poco más, pero no lo logra.

—Alyssa, Alyssa, Alyssa, por favor.

—Por favor, le pido que me deje en paz —pedí, alejándome dos pasos —usted ya arruinó mi familia una vez, no arruine lo que queda de ella.

Aunque si soy honesta, mi familia nació arruinada.

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