02: La antihéroina.
Lana del Rey — Dark Paradise.
Cuando desperté supe que mi vida ya no sería igual, tenía la sensación de que algo había cambiado, tal vez fue por el sol que hace días no salía o por el aire cálido que se colaba en mi habitación, sabía que para bien o para mal mi vida cambió.
—¿Cómo dormiste? —preguntó Eliza, irrumpiendo en mi habitación, abriendo las cortinas dejando que el sol penetrara por completo la habitación —espero que bien porque nos espera un largo día.
Eliza parece estar al borde de un colapso, pero lo oculta bien con su característica sonrisa que suele poner cuando vamos al pueblo y todos nos miran.
—Es sábado, los sábados nunca hacemos nada importante —solté, acostándome de lado para evitar el sol. —Déjame dormir, es importante y no me despiertes que despertar es totalmente innecesario cuando dormir es maravilloso.
—¡Arriba, Alyssa! —exclamó tirando de mis cobertores —tenemos cosas importantes que hacer, ya lo he dicho.
—Ve y hazlas sin mí, yo solo quiero dormir.
Más cuando no dormí casi nada por quedarme despierta pensando, y viendo películas también.
—Alyssa, han pasado cosas —aviso Eliza, sentándose sobre la parte inferior de la cama —los policías han encontrado el pijama de Mareike y un dedo en el lago a dos kilómetros de aquí. Han estado aquí está mañana, y en la tarde vendrán agentes del FBI.
—Odio tanto este lugar, debimos irnos la primera vez que te lo dije. —dije, poniéndome de pie. —De todos modos, no hay nada que nos vincule con su desaparición; Mereike White solo es la hija bastarda de nuestro padre, lo que le pase no es problema de nosotros.
—Se que la odias por todo, pero a fin de cuentas sigue siendo nuestra hermana queramos o no —hablo Eliza, con voz más fuerte y firme de lo normal. —Así que arreglarte y finge aunque sea que te duele lo que está pasando, porque te aseguro que con esta nueva evidencia todos nos apuntan a nosotras.
Cosa que no es de esperarse, todos nos tratan como si no nosotras fuéramos el producto de una infidelidad, hijas de una mujer que se metió en el matrimonio de otra mujer que estaba pasando por un momento difícil y embarazada.
—Haré lo que me pidas, pero cuando todo se resuelve nos largamos de este maldito lugar —dije sin titubear, —me iré de aquí contigo o sin ti.
Dicho eso, me encerré en el baño, solté un largo suspiro para después lavar mi rostro con agua fría. No me gusta levantarle la voz a Eliza, pero estoy realmente cansada de esta maldita ciudad. Ella hace que sea difícil irnos, le importa demasiado pagar la deuda que nuestra familia tiene con estás personas. No entiende que ese daño fue mucho antes de que siquiera nosotras existieramos, no es responsabilidad nuestra hacerle ver a esas personas que todo fue un accidente, pero ella se aferra en que es así.
Después de hacer mis necesidades, tomé un baño rápido y me puse mi ropa con los colores más apagados. Normalmente me gusta vestir con colores realmente brillantes, me gusta sobresalir en medio de todo el cielo gris que rodea este maldito infierno. Y aún cuando intento no llamar la atención, está llega solo a mi.
Erik solía compararme con una muñeca, decía que mi cabeza era muy pequeña; ojos grandes, labios gruesos, nariz respingada. Mis ojos color avellana era lo que más le gustaba de mí, yo pensé que realmente le gustaba, pero si le gustará lo suficiente, o si mínimo alguna vez me hubiera considerado su amiga: no me habría perdido que me alejara cómo lo hizo.
Puede que en parte sea mi culpa, los últimos años he sido un poco egoísta, bueno, tal vez demasiado egoísta y también dramática. Vuelvo un problema pequeño en uno grande, hasta que el agua sube tanto que a veces siento que podría ahogarme.
—¡Alyssa! —Me llamo Eliza desde el primer piso, —¡Ven, rápido!
Solté un bufido para después abandonar la comodidad de mi habitación, había dejado un desorden sobre mi cama con prendas de vestir que había sacado para escoger que ponerme.
Cuando bajé al primer piso, el silencio fue el primero en recibirme. Hoy es sábado por lo qué normalmente en casa no hay nadie más que los que residimos y la ama de llaves que está aquí desde antes de que naciéramos, con el tiempo me he llegado a dar cuenta de que ella conoce mejor que nadie está casa.
La señora Simpson, es sin duda alguna, una de las personas más sabias y poderosas que conozco. La mujer podrá ser una ama de llaves, pero una simple mirada de ella hace temblar hasta al hombre más valiente. Además de Eliza, ella ha sido la única que ha velado por mi bienestar. Ella es de la familia, perteneció a ella antes que yo.
—¿Qué ocurre? —pregunte, al verla sentada en la sala del salón principal.
—Tengo que salir, me necesitan en Manhattan —se limitó a responder, —es algo de trabajo.
—¿Es trabajo o es el estreno de una de las obras de tu querida novia? —pregunté, sintiendo como la tensión aumentaba en la habitación. Estoy harta de que Eliza siempre mienta diciendo que tiene que salir por cosas del trabajo, durante años le he suplicado que me deje acompañarla, pero ella siempre se negó.
Hasta que hace cinco meses atrás la seguí a Nueva York, me sorprendió verla desenvolverse tan bien con esa parte de la familia que ella dice odiar. No me tomó por sorpresa verla entrar al teatro y mucho menos besarse con la actriz estelar de la obra, sé que Roskeby hill puede llegar a ser demasiado conservador, pero yo soy su hermana y duele un poco saber que ella siempre ha conocido hasta el detalle más insignificante sobre mí, pero ella no me tiene la suficiente confianza para contarme algo tan importante como lo es su relación.
—¿Qué es lo que sabes, Alyssa? —preguntó, dejando caer sus hombros.
—Si no has cambiado de novia, sé que te besas con Lisanne Kepler. —respondí con voz calmada, recordando que Eliza es mi hermana, no mi enemiga. —Es muy bonita y también muy buena actriz.
—¿Quién te lo dijo?
—Lo mire por mis propios ojos, cómo debes de estar pensando; te seguí —respondí, sentándome frente a ella. —Debo de admitir que estar en un teatro ha sido una de las mejores experiencias, espero ir más seguido cuando por fin pueda mudarme a Nueva York.
Y conseguir la vida que quiero, no la que me tocó tener, porque si de algo estoy segura es que nunca me resignare.
Muero por comenzar a vivir mi propia vida, caminar con total libertad por las calles sin tener que preocuparme por cada uno de mis movimientos, para evitar ser el monstruo que las madres usan para asustar a sus hijos cuando se portan mal.
—Hablaremos de Nueva York cuando regrese —aviso, poniéndose de pie —Malcom vendrá a pasar unos días aquí, espero que seas buena con él.
—¿Malcolm? —pregunte, notablemente confundida, pues según recuerdo haber oído que había muerto —¿Regreso entre los muertos?
—Algo así, así que sé amable con él —se limitó a responder Eliza, —tratalo bien y evitar hablar de su pierna.
—Por supuesto.
Eliza estaba por dejarme sola, pero algo la hizo voltear en mi dirección.
—Alyssa, ¿Quien más sabe sobre Lisanne?
—Solo yo… y también Erik —respondí, haciéndome pequeña en mi lugar. —Él era el que conducía el auto esa vez que te seguí, pero descuida, él es como una tumba aún cuando no estamos en nuestro mejor momento.
Ni siquiera estoy segura de que esto sea un momento, muy probablemente este es el final.
—Por favor, no sé lo digas a nadie.
—No planeo hacerlo —pronuncie, pero para cuando lo hice, Eliza ya estaba fuera de mi radar.
No hay muchas cosas que pueda hacer, a excepción de ver películas y perder mi tiempo leyendo los mismos libros de siempre, Eliza no sabe escoger buenos libros para leer por lo que se limita a traer revistas Vogue, ella dice que puedo ir a la biblioteca pública, pero las dos sabemos que eso no es una opción.
Sin tener nada que hacer me adentro a la cocina que se que es donde voy a encontrar a la ama de llaves, la única persona que me presta más de cinco minutos de atención en esta casa.
—¡Qué buen clima hace hoy! —exclamé, sentándome en uno de los taburetes —¿Necesitas ayuda en algo?
La ama de llaves me echó una mirada rápida antes de volver su mirada al sartén, cómo es costumbre está preparando mi desayuno favorito ya que al parecer yo soy la única que come en esta casa.
—Se volvió a quedar sola, ¿No es así?
—Al parecer sin Erik, mi vida social está muerta —me limito a decir, con una leve sonrisa cuando todo lo que quiero es encerrarme y llorar en la oscuridad de mi habitación.
—Ese muchacho nunca me gustó para usted —informó, pasándome un tarro con galletas, las mismas que preparamos juntas hace tres días —siempre lo mire como muy… muy perfecto, pero de esos perfectos que dan miedo.
—No me duele haberlo perdido, me duele saber que era mi único amigo —digo, llevándome una galleta a la boca. —Sin él, estoy completamente sola. Tengo a Eliza, pero fuera de ella no tengo a alguien en quien pueda confiar mi vida.
—No se desanime, las personas son pasajeras. —comentó, —ya llegarán otras que le darán una nueva perspectiva sobre las cosas, así pasa. Además, ¿Usted no tenía otro amigo que era el hijo del comisario?
—Éramos amigos hasta que la sexualidad de Eliza entró en duda, y hasta él decidió que Mareike era mejor persona que yo —informe, él no lo dijo de forma directa, pero eso fue lo que me quiso decir.
Cómo sea, no necesito a nadie en mi vida que no quiera estar en ella.
—Saldré a tomar un poco el sol —avise, tomando un puñado de galletas para después salir por la puerta de la cocina que daba justamente a la parte trasera de la casa.
La propiedad siempre ha estado en manos de una Wolf, hasta que fue heredada a mi abuela y después a mi madre que fue declarada mentalmente incapaz, así finalmente cayó en manos de Eliza y para desgracia nuestra nosotras no somos Wolf.
Tenemos la fortuna, los rasgos, pero no el apellido. Somos Brown, cómo el color, irónico cuando las dos somos rubias y todo en nosotras grita que somos Wolf de arriba para abajo.
Probablemente en un futuro no muy lejano la vivienda termine siendo arrendada por una familia con ganas de alejarse de la ciudad, o algo así.
La propiedad cuenta con más de treinta hectáreas, una pequeña granja y un invernadero entre más cosas que no soy capaz de recordar; demasiado grande para solo dos personas y una ama de llaves.
Llevándome una galleta a la boca, me adentro al invernadero después de haber pasado por los árboles de manzana que Eliza y yo plantamos cuando éramos niñas, caminar entre el medio de ellos me ha hecho recordar lo mucho que disfrutabamos nuestra compañía y lo mucho que ella cuidaba de mí cuando yo todavía era ajena al escándalo que se llevaba afuera.
El invernadero es una de las últimas cosas que mi madre mandó a construir cuando todavía dirigía la casa, aquí fue donde dejó su último aliento de esperanza antes de encerrarse y caer en un abismo. Todas sus flores favoritas están aquí, perfectamente cuidadas.
Solía venir a esconderme aquí y cuidar de las flores, tenía el tonto pensamiento de que algún día mi madre iba a despertar y que no le gustaría ver a sus flores muertas, pero ese día no llego.
Apreté mis dientes y entonces recordé porque yo no suelo venir a este lado de la propiedad, negué con lentitud dándome la vuelta para cerrar las puertas detrás mío. La suave brisa me cubrió, cerré los ojos recargandome en las puertas de madera hasta que sentí un flash de cámara.
Mis ojos se abrieron y por instinto los llevé a la dirección del flash, los árboles de manzana.
Corrí hasta ahí viendo las ramas de los árboles moverse, ¿Quién sería tan tonta para entrar a la casa donde aparentemente las mujeres de la familia perdieron la cabeza? No lo sé, pero lo descubriré.
—¡Alto! —grite, —¡Alto! ¡Hay trampas de oso!
Eliza es un poco tacaña, prefiere poner trampas de oso alrededor de la casa que pagarle a alguien para que nos cuide durante la noche, porque dios sabe que la policía no lo hará.
No puedo verle la cara, pero a cada paso que doy más segura estoy de que se trata de una chica, corre rápido, pero nadie conoce mejor este lugar que yo por lo que corto camino deslizándome por los caminos correctos hasta llevarle la ventaja.
—¡Basta! —exclamé, tomándola del brazo —¡Ya basta! Tengo muchas preguntas.
—Tengo derecho a guardar silencio y a un abogado.
Rodé los ojos, conteniendo un suspiro cansado.
—Solo quiero saber quién eres, y ¿Qué estás haciendo en mi casa? —pregunte, soltando su brazo.
—Investigo qué es lo que le sucedió a Reike White, tu hermana.
—Media hermana —corregir, apretando los dientes.
—He oído que ustedes son las principales sospechosas, —comentó.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunte, cruzándome de brazos.
—Bille Fuller, trabajo en el periódico —respondió. —Mi intención es solo mostrar la verdad, desvelar las evidencias encontradas que la policía no quiere mostrar.
Extrañamente me siento con demasiada curiosidad, una chispa dentro de mi amenaza con incendiar todo si no sació la curiosidad que no sabía que sentía.
—¿Eso incluye entrar a propiedad privada?
—No planeó robar nada, tampoco dañar a alguien, pero oi que la policía estuvo aquí… solo quería saber si no hay algo que me sirva para mí reportaje. —respondió, para después hablar con lo que parece ser una pena. —Tengo contactos en la estación, me han dicho que no investigarán y planean poner a la señora Brown cómo principal sospechosa, o en todo caso a Eliza Brown.
Eso es malo, muy malo.
—Solo quiero hacer las investigaciones debidas, que sabemos que el comisario no hará —añadió. —Además, han solicitado ayuda al FBI, para centrar toda la investigación en ustedes.
—Te propongo algo —hable inconscientemente, dejándome llevar por el impulso. —Te dejaré hacer tus investigaciones y responderé todas tus preguntas, si me dejas ayudarte.
—¿Ayudarme? —pregunto, abriendo en grande los ojos.
—Quiero limpiar el nombre de mi familia —aclare, —no lo haré por Mareike, lo haré por mi familia.
—Trato hecho, juntas descubriremos qué le sucedió a Reike.
Aún con Mareike desaparecida, mi vida sigue girando a su alrededor. Todo el mundo sabe que el problema soy yo con mil defectos y probablemente jodida de la cabeza, Mareike es la verdadera protagonista; es ella quien está desaparecida, y yo probablemente solo soy una extra en su vida.
Jamás podría ser la heroína de la historia, pero si no puedo ser la protagonista, no me queda más que volverme la antiheroína.
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