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**** 34. Epílogo. ****

Algunos meses después...

—Sabía que te encontraría aquí —dije acercándome a Nicol, la abracé por detrás y besé su cuello—. Hace frío, no deberías estar afuera sin abrigo.

—Tienes razón, pero no pude resistir la tentación de ver el amanecer —reconoció, mientras la envolvía en mis brazos.

—Yo te mantendré caliente —dije acariciando su cuerpo mientras besaba su cuello.

—Lamento decirte que tienes competencia.

— ¿Crees que esta vista puede hacerte sentir esto? —susurré en su oreja mientras acariciaba su cuello con una mano y con la otra la sujetaba por la cintura, presionando su cuerpo contra el mío. Besé su hombro desnudo y se estremeció, me tomé mi tiempo para provocarla, fui rozando mis labios en su piel hasta llegar a su cuello, donde mordí y chupé haciéndola jadear de placer.

—Bueno... no exactamente, pero siempre está la Torre Eiffel —respondió excitada por mis caricias.

—Eso es trampa, cielo.

—Tú tampoco juegas limpio, amor —aclaró y se giró entre mis brazos para besarme, pero eché mi cabeza hacia atrás para impedírselo.

—Lo siento, cielo. Pero has herido mi corazón con tus palabras —exclamé con una mano en el pecho—, si las vistas que te ofrecen está terraza y ese viejo pedazo de hojalata son mejores que yo, entonces tendré que negarte el placer de mis labios.

— ¿Llamas a la torre Eiffel, viejo pedazo de hojalata? —preguntó con las cejas levantadas.

Tenía mi rostro inclinado hacia un lado, fingiendo estar dolido cuando en realidad estaba aguantando la risa.

—Bueno, en ese caso tendré que quedarme aquí sola, ya que me niegas tus besos —susurró con voz melodiosa, mientras se daba la vuelta y se apoyaba sobre la baranda. La fina camisola que llevaba puesta se subió por sus caderas dejando expuesto su trasero desnudo. Exhalé con fuerza al verla en esa posición, y ella aprovechó para frotarse contra mí, presionando mi erección.

—Disfrutas torturándome —mencioné con la voz entrecortada, acariciando su cintura.

Con un movimiento suave y lento, colocó su cabello a un lado, dejando expuesta su espalda arqueada. Observé cómo bajaba la fina tira de la camisola y frotaba la piel desnuda de su hombro hasta subir al cuello. Cuando llegó a los labios, no pude resistirlo más y me recosté sobre su espalda, la sujeté e incliné su cabeza para besarla. Fue un beso duro, hambriento y posesivo, que nos dejó sin aliento.

—Nicol, me vuelves loco cuando me provocas así —le dije mordisqueando y besando su cuello mientras deslizaba las manos a sus pechos—. Vamos dentro antes de que nos lleven presos por exhibicionismo —exigí tomándola entre mis brazos para llevarla de vuelta a la habitación.

Me miró por un momento y sonrió satisfecha por haber logrado que me rindiera a la pasión que sentíamos el uno por el otro, luego me besó con la misma intensidad. Al entrar en la habitación, la senté a horcajadas sobre mí y dimos rienda suelta a la pasión que nos consumía.

—Eres mi mundo, Nicol.

—Te amo, Daniel.

—Yo te amo más, Nicol.

━━━━━━━ ☆ ★ ☆ ━━━━━━━

—No pierdes la costumbre de huir de mí —dijo Daniel entrando a la ducha—. Sabes que me gusta despertar y tenerte a mi lado.

—Lo siento, amor —dije dándole un beso en los labios—, pero ya es casi mediodía y quiero ver a Annie.

—Sabes que está en buenas manos —dijo mientras me quitaba la esponja y frotaba mi espalda con ternura.

—Lo sé, pero quiero pasar tiempo con ella.

—Tienes razón. Discúlpame por ser egoísta —dijo besándome antes de meterse bajo el chorro del agua y darse un baño rápido—. Date prisa —exigió, dándome una suave nalgada al salir de la ducha.

— ¡Oye! No es justo que te bañes tan rápido —reclamé mientras lo veía secarse con una toalla.

— ¿Quieres que pida algo de comer?

—Si, por favor. Muero de hambre.

Terminé de ducharme, me arreglé y alcancé a Daniel en la terraza. Tenía una taza de café en la mano, se le veía tan serio y relajado revisando sus correos en la laptop. Me acerqué, le di un beso y me senté a su lado. Disfrutamos de nuestra comida mientras hablábamos de los planes para el día.

Terminamos de desayunar y salimos de la habitación, tomados de la mano.

Delia y Annie estaban en el parque frente al hotel. Allí había una estación de mascotas en adopción. Las encargadas permitían que Annie les ayudara a cuidar y alimentar a los animales, y la niña se tomaba muy en serio su tarea. Antes de que adoptaran a alguna mascota, Annie se encargaba de darles una charla sobre cómo cuidarlos.

La pasión y el compromiso que mostraba a su corta edad eran admirables. Los voluntarios y visitantes se quedaban impresionados al verla trabajar con tanta dedicación y amor.

Daniel y yo nos sentamos en una banca, observando con orgullo a mi hija mientras interactuaba con los animales y la gente.

Daniel mantenía un equilibrio entre su trabajo y su vida personal, sabía que me gustaba explorar y siempre organizaba viajes como este.

El primero que hicimos fue para visitar a mis padres. Al principio se sorprendieron por los cambios que había dado mi vida, pero lo asimilaron al verme tan feliz al lado de Daniel.

—Hija, nunca te habíamos visto tan radiante y feliz como ahora —dijo mi padre, abrazándome—. Para nosotros, tu felicidad es lo más importante.

—Sí, mi amor. Nos alegra ver que has encontrado a alguien que te trata con tanto amor y respeto —añadió mi madre, acariciando mi cabello.

El segundo fue cuando Daniel me llevó a conocer a sus padres, una pareja excepcional, comprometidos con su familia y muy cariñosos. Annie los había adoptado como abuelos nada más conocerlos, y ellos la trataban con tanto cariño como si fuera su propia nieta.

— ¡Hola! ¿Ustedes serán mis nuevos abuelitos? —preguntó Annie emocionada abrazándolos.

— ¡Hola, mi amor! Claro que si —respondió la mamá de Daniel besando su mejilla.

—Sera un inmenso honor, princesa —dijo el padre de Daniel, tomándola en brazos y haciéndola reír.

Daniel y yo nos sentimos felices al ver cómo Annie se integraba tan bien con su familia.

—Gracias por ser parte de nuestra familia, Nicol. Eres una bendición para nosotros y para nuestro hijo—expresó la madre de Daniel, abrazándome con cariño.

—Gracias por hacer a mi hijo tan feliz, Nicol. Estamos orgullosos de tenerte en nuestra familia —añadió su padre, dándome un fuerte apretón de manos. Ya sabía de donde sacaba Daniel su formalismo.

—Cielo, cielo. Otra vez soñando despierta —bromeó Daniel, abrazándome.

—Lo siento, ¿Qué decías? —pregunté sonriendo.

— ¿Has hablado con Emily?

—No, amor. ¿Sabes a qué hora llega su vuelo?

—Bueno... En realidad llegaron anoche —comentó Daniel, sonriendo con una mirada cómplice.

— ¿Qué? Pero Emily dijo que llegarían hoy por la tarde.

—Jackson me contó que Emily al fin aceptó ser su novia.

— ¡No puedo creerlo! ¡Estoy tan feliz por ellos! Pero Emily no me ha contado nada sobre eso.

—Entonces finge sorpresa cuando te lo cuente, no quiero meter a Jackson en problemas —dijo Daniel, dándome un beso en la mejilla.

Asentí sonriendo. Jackson era un buen hombre y Emily había puesto a prueba su compromiso y lealtad, pero al final se había enamorado perdidamente de ella. Sus días de Don Juan ahora eran cosa del pasado.

Estaba en un momento de mi vida en el que todo era dicha y felicidad. Ya no me sentía atada a un puerto seguro, sino que navegaba por todo el mundo disfrutando de los placeres de la vida al lado de un hombre maravilloso. Daniel complementaba mis días con su amor y dedicación, y se esforzaba cada día por demostrarme cuánto me amaba. Para él, cada detalle era importante y yo lo adoraba por eso.

Annie llegó corriendo hacia nosotros, emocionada por ver a su tía Emily y contarle todas sus aventuras. Daniel y yo la abrazamos con cariño y caminamos hacia la salida del parque, siguiendo a Delia que iba delante de nosotros con Annie.

— ¿En qué piensas? —preguntó Daniel, tomando mi mano dejando un beso en el dorso, mientras caminábamos.

—En lo feliz que soy a tu lado. Daniel, te amo.

—Yo te amo mucho más, Nicol.

FIN.

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