**** 26. Séptimo Cielo. ****
Nicol seguía esquivándome. Me quedé en la barra exasperado por su comportamiento y pedí dos copas de bourbon. Mientras esperábamos a que nos las sirvieran, observé a Nicol y a Emily en la pista de baile. Parecían estar profundamente absortas en su conversación, como lo demostraban sus gestos y expresiones. Cuando llegaron nuestras bebidas, le entregué una a Jackson y me bebí la mía de un solo trago.
—Gracias por traerme aquí, Jackson. Ha sido una excelente idea —comentó Jackson con burla mientras notaba que no dejaba de mirar a Nicol.
—Definitivamente, deberías haber sido comediante en lugar de médico —le respondí sarcásticamente entregándole mi copa vacía. Luego, me dirigí hacia la pista de baile para acercarme a Nicol. No estaba dispuesto a dejarla escapar de nuevo, no después de los besos que nos habíamos dado. Esta vez no me alejaría y menos después de la información que me entregó Taylor.
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—Em... no puedo seguir cerca de Daniel. Por favor, vámonos — supliqué, tomando a Emily de las manos.
— ¿Estás segura de que quieres irte? Hace un momento los vi disfrutando del baile —dijo Emily con una sonrisa.
—Sí, pero no puedo seguir así. Si sigo cerca de él, puedo hacer algo de lo que me arrepentiré —dije nerviosa—. Por favor, sácame de aquí.
— ¿Y cuál es el problema?
—Todavía estoy casada, ¿recuerdas? —respondí inquieta al ver que Daniel se acercaba a nosotras.
—Pero eso es solo en papeles. Tu corazón le pertenece a ese hombre. ¿Por qué no lo aceptas de una vez? —exclamó Emily, señalando a Daniel, que se acercaba cada vez más.
— ¡Em, por favor, vámonos! —rogué mientras ella asentía.
—Está bien —dijo Emily mientras tiraba de mi mano entre la multitud—. Vamos por nuestros bolsos. Aunque no entiendo tu actitud, yo estaría besándolo apasionadamente —refunfuñó en voz alta por todo el camino.
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Me acerqué a ellas, pero Nicol salió corriendo de nuevo. No iba a permitir que se fueran solas en su estado, así que fui a buscar a Jackson y las esperamos en la puerta.
— ¿Ya se van? —dije, cortándoles el camino. Nicol parecía sorprendida, pero Emily me sonrió divertida—. No van a ir solas a ningún lado. ¡Vamos! —tomé la mano de Nicol y salimos. Una vez fuera, le lancé las llaves a Jackson y le dije—. Tú conduces.
Caminamos en silencio hasta el auto, abrí la puerta trasera para que Nicol subiera y luego me fui por el otro lado. Jackson y Emily se sentaron en el frente, encendieron la radio y se enfrascaron en la música. Nicol no me miraba, nada más observaba por la ventanilla.
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—Nicol, ¿qué es esto? —preguntó Daniel, llamando mi atención. Yo no quería mirarle a los ojos, solamente quería llegar y salir del auto.
—Aaah, no es nada —respondí apenas mirándole—. Es un tatuaje que me hice esta tarde para disimular la cicatriz —dije sin darle mucha importancia.
En ese momento, me doy cuenta de que el auto se detiene. Jackson y Emily se bajan.
— ¿Qué pasa? ¿A dónde van? —pregunté, nerviosa. No quería quedarme a solas con Daniel.
—Ya volvemos. Este presumido quiere mostrarme algo —respondió Emily y se fue detrás de Jackson.
—Pero, ¡Emilyyyyy! —me quejé. Pero ella no me hizo caso.
— ¿No quieres quedarte a solas conmigo? —preguntó Daniel—. ¿A qué le temes, Nicol?
—No, no es eso —dije nerviosa, y él lo notó—. Ya es tarde, deberíamos irnos —añadí inquieta.
— ¿Puedo verlo? —preguntó y lo miré confundida al no saber a qué se refería, luego vi que estaba señalando el tatuaje.
—Sí, claro. Espera y me quito el adhesivo.
—Déjame a mí, por favor —pidió amablemente. Él desabrochó ambos cinturones, se inclinó, me sujetó las piernas y las colocó encima de las suyas. Apenas podía respirar, su cercanía, su perfume y el roce de sus manos en mis piernas hacían que mi corazón se acelerara. Quitó el adhesivo con mucho cuidado y dijo:
—Por supuesto, tenían que ser turquesa las flores —esbozó una radiante sonrisa y yo me derretí—. Eres hermosa, Nicol. No debes cubrir tus cicatrices, ellas te definen —pronunció con voz suave mientras acariciaba el tatuaje con sus dedos. Cada toque suyo me hacía estremecer y sentía que mi cuerpo vibraba en una alta sintonía. Él continuó—. Aunque debo decir que es una enredadera muy bonita, me recuerda a ti y a la forma en que te has enredado en mi corazón y mis pensamientos.
Pronunció esas palabras y mi corazón se saltó un latido. Comencé a respirar de manera acelerada mientras él colocaba de nuevo el adhesivo en su sitio y bajaba mis piernas. Me senté muy derecha y traté de respirar profundamente para calmarme.
Estaba alterada, era muy difícil tenerlo tan cerca. Mi pecho subía y bajaba con rapidez con cada respiración que daba, y él lo notó. Acarició mi brazo hasta bajar a mi mano.
—Nicol... estás temblando —dijo con voz ronca. Sentí su cálido aliento tan cerca que era una tortura y estaba haciendo pedazos la poca cordura que me quedaba.
Ya no podía resistirlo más. Mi lucha interna seguía asaltándome, aproveche ese momento de lucidez para abrir la puerta y salir del auto. Me apoyé en la parte trasera del mismo, dándole la espalda. Necesitaba respirar, necesitaba calmarme y poner distancia entre ambos.
Como si se tratara de una batalla interna, luchaba por mantener mis defensas en alto, por resistirme a la tentación que representaba tener a Daniel tan cerca de mí. Pero, ¿cómo era posible exponerse ante semejante batalla y salir airoso, cuando todos mis instintos, los más salvajes y primitivos, me empujaban al abismo oscuro del deseo?
—Nicol... —pronunció mi nombre con voz suave y profunda, y yo negué con la cabeza.
—No... Por favor. No te acerques — supliqué con voz débil, tratando de mantener mí distancia.
Pero él no se detuvo, sino que se acercó más, rozando con sus dedos mis brazos desnudos. Su caricia encendió la chispa, avivando el fuego que ardía en mi interior.
— ¿Por qué no? —susurró en mi oído.
Sentía su cálido aliento en mi piel, y todo mi ser se estremecía. Mis labios temblaban, y mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho. No podía negar que quería que él se acercara más, que me tocara, que me besara con pasión y desenfreno.
Pero algo en mi interior me decía que no era lo correcto, que debía resistirme, que no debía ceder ante la tentación. Sin embargo, mi cuerpo parecía tener una mente propia, y se movía hacia él, buscando su contacto, su calor, su amor.
Mientras levanto mi rostro hacia la noche, inhalo profundamente y, al exhalar con fuerza, siento cómo todas mis defensas se desmoronan como una casa de naipes.
Volteó y me lanzó a sus brazos, rodeando su cuello y besándolo con tal intensidad que mis labios y mandíbula ardían con el roce de su barba, pero no me importaba. Era un beso duro, intenso, cargado de pasión. Le deseaba muchísimo. En ese momento, me olvidé del mundo entero y me dediqué a sentir sus labios sobre mi piel.
Él besaba con vehemencia mi cuello mientras yo metía mis manos bajo su camisa y tocaba su espalda desnuda, haciéndolo gemir. Presionaba su entrepierna en mi vientre, podía sentir su miembro duro y viril. Me deslizó sobre el auto y abrí mis piernas, él no dudó en colocarse entre ellas. Cuando presionó mi punto más sensible, gemí ante su roce. Arqueé mi espalda, dándole acceso a mi pecho. Ya no pensaba con coherencia, solo quería sentirlo. Busqué el botón de su pantalón, pero me detuvo.
—Nicol... —dijo con voz ronca, separándose de mí y tomando mi rostro entre sus manos—. Aquí no, preciosa. No puedo hacerte mía como realmente deseo —me sujetó por la nuca y devoró de nuevo mis labios—. Ven, acompáñame —me ayudó a bajar del auto y a recomponer mi ropa. Luego me tomó de la mano y comenzamos a caminar tan deprisa que no podía seguirle el paso.
—Espera, por favor. No puedo caminar tan rápido con estos tacones —me detuve, tratando de recuperar el aliento.
Él se inclinó frente a mí y me cargó sobre su hombro, sujetándome por las piernas. No tuve tiempo de reaccionar, únicamente grité cuando lo hizo.
—Tranquila, no te haré daño —dijo con voz suave, acariciando mi espalda mientras me cargaba.
Me sentía vulnerable e indefensa, pero a la vez, excitada y emocionada. Él avanzaba con paso decidido, llevándome en su hombro como si fuera un saco de patatas. La adrenalina corría por mis venas, y mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho. Pero a pesar de todo, confiaba en él. Sabía que me protegería y que no me dejaría caer.
Cuando entramos a la casa y cruzamos la sala rumbo a las escaleras, Daniel gritó para hacerse escuchar.
—Jackson... ni se te ocurra subir a la segunda planta. Hoy duermes en el sofá —dijo y cuando levanté la cabeza, alcancé a ver cómo Jackson y Emily se asomaban por lo que parecía ser una biblioteca. Dijeron algo que no logré entender, y escuché sus risas. Menudo numerito acababa de montar.
Finalmente, entramos a una habitación con una cama enorme en medio. Daniel me depositó en el suelo mientras cerraba la puerta con llave. Cuando volteó a verme, vi en sus ojos una pasión que amenazaba con consumirme. Entrecerró los ojos, como un depredador que está a punto de devorar a su presa. Pasó su lengua por los labios, y yo me mordí los míos.
—Ahora sí, preciosa, donde habíamos quedado —dijo y me abalancé sobre él sin demora. Me envolvió con un abrazo apasionado, devorando mi boca. Él envolvió mis piernas alrededor de su cintura, y lo besé con una lujuria que nunca antes había sentido. En ese momento, todo pensamiento racional desapareció y solo quedó el deseo que ardía en mi interior, y le dimos rienda suelta a nuestra pasión.
Con cuidado, me apoyó contra la puerta, sin lastimarme, mientras su boca exploraba mi cuerpo. Subió mi falda, y me aferré a su cuello mientras su erección provocaba un placer inmenso. Ansiando más, desabroché su pantalón y liberé su miembro. Lo acaricié con un toque suave, sintiendo su dureza y la suavidad de su piel, oí su gemido mientras lamía y chupaba sus labios, imitando el placer que quería darle en otros lugares.
—Me vuelves loco, Nicol —susurró mientras sus dedos hábiles apartaban mi tanga, y acariciaban mi intimidad—. Me encanta que estés lista para mí. Te deseo tanto que no puedo aguantar más. Esto será rápido, pero luego disfrutaré cada centímetro de tu cuerpo.
Se posicionó en mi entrada, y con un estocada firme y precisa, me penetró. Grité por la sorpresa de sentirme tan llena. Se detuvo por un momento, y preguntó.
— ¿Estás bien? ¿Quieres que pare?
—Ni se te ocurra —lo besé de nuevo.
—Esa es mi chica —dijo mientras me penetraba con más fuerza, haciéndome jadear.
—No. No lo soy —le dije mientras continuaba sus embestidas, sintiendo un calor que subía por mis piernas.
—Lo serás, preciosa. Sé que lo serás —me besó de nuevo mientras me sujetaba por los glúteos y bombeaba a un ritmo rudo y profundo que no tardó en llevarnos al séptimo cielo. Alcanzamos el clímax en una sincronía perfecta y única.
Después de ese momento, nos quedamos abrazados y sin aliento. Sabía que lo que había pasado entre nosotros era algo que nunca olvidaría.
Me sentía exhausta, mi garganta estaba seca y mis brazos ya no tenían la fuerza necesaria para sujetarme a su cuello. Él lo notó y me llevó a la cama con sumo cuidado. Me dio un suave beso en los labios y se alejó para caminar por la habitación. Mis ojos comenzaban a sentirse pesados cuando de repente lo siento a mi lado, entregándome un vaso con agua.
—Toma, debes estar sedienta —me dijo con una voz suave—. Voy a limpiarte, ¿vale? —agregó mientras pasaba con destreza una toalla húmeda entre mis piernas. Me sobresalté ante su inesperada acción, pero su delicadeza fue tal, que me hizo sentir muy cómoda.
—Daniel... Yo... —mi cuerpo temblaba de deseo mientras pronunciaba su nombre, pero antes de que pudiera decir algo más, Daniel me interrumpió con un beso suave y apasionado. Era como si supiera lo que necesitaba sin que yo tuviera que pedírselo.
—No digas nada, Nicol —susurró con ternura—. Solo déjame amarte.
Cerré los ojos mientras sentía cómo se acercaba a mí, colocándose encima de mi cuerpo con suavidad. Comenzó a desvestirme con caricias delicadas y besos apasionados, recorriendo cada centímetro de mi piel con sus labios.
—Deja que te explore por completo —dijo Daniel en un tono suave mientras besaba mi cuello con ternura— Quiero besarte y que no quede ni un mínimo espacio de tu cuerpo sin que mis labios no prueben.
Me entregué a él por completo, dejando que nuestros cuerpos se movieran en armonía, sintiendo la conexión de nuestras almas. Nos amamos suave y lentamente, sin prisas ni apuros, sintiendo el roce de nuestros cuerpos desnudos y nuestros corazones latiendo al mismo ritmo.
Cuando nuestros cuerpos encajaron a la perfección, supe que había encontrado mi hogar en sus brazos. Alcanzamos el clímax juntos, mirándonos a los ojos mientras nos amábamos sin restricciones. En ese momento solamente existíamos Daniel y yo, sin terceros ni consecuencias. Ya habría tiempo para eso. Por ahora, estábamos nosotros dos, completamente entregados el uno al otro.
Daniel rodó sobre su espalda sin dejar de abrazarme. Levantó mi rostro con una mano para que nuestros ojos se encontraran y me habló con voz suave y sincera.
—Te amo, Nicol Valencia —dijo con un tono apasionado—. No sabía que existías, pero ahora que te he encontrado, juro amarte hasta el último de mis días.
Sus palabras me conmovieron profundamente, haciéndome sentir amada y protegida. Me acerqué a él, y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, lleno de amor y deseo.
Nos abrazamos con fuerza, sintiendo la calidez de nuestros cuerpos y la pasión que nos unía. Daniel me hacía sentir como si fuera la única mujer en el mundo, y yo me rendía a la intensidad de sus sentimientos.
—Mírame, Nicol —me pidió con una ternura que me hizo estremecer—. Quiero que veas en mis ojos todo el amor que siento por ti.
Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y en ese momento supe que estaba en las manos del hombre que me amaría por siempre. Me entregué por completo a él, sintiendo la felicidad y la plenitud que solo podía proporcionarme el amor verdadero. Nos sumimos en un abrazo apasionado y lleno de amor.
Escuché la respiración de Daniel haciéndose cada vez más suave, hasta que finalmente cayó en un profundo sueño. Ambos estábamos exhaustos después de haber compartido un momento tan íntimo, pero a pesar del cansancio, mis demonios internos no me permitían descansar.
Con cuidado de no despertarlo, me levanté de la cama y busqué mi ropa. Me vestí en silencio y salí de la habitación sin hacer ruido, tratando de no perturbar su tranquilidad. Bajé las escaleras y, al llegar al salón, encontré a Emily dormida en el sofá junto a Jackson. Había botellas de cervezas vacías y esparcidas por todas partes, como un recordatorio de la noche anterior.
Me acerqué a Emily y la llamé suavemente, tratando de no asustarla.
—Em, despierta —susurré, tratando de despertarla con suavidad mientras la movía con cuidado.
Ella se removió inquieta, murmurando que no quería levantarse.
—Tenemos que irnos, Emily. ¡Ahora! —insistí, tratando de que se diera cuenta de la urgencia de la situación.
Finalmente, abrió los ojos y me miró con somnolencia.
—Ok, vamos... —murmuró mientras se levantaba del sofá.
Jackson levantó la cabeza y nos miró con ojos adormilados.
—Allí están las llaves del auto —señaló la mesita frente a él antes de dejar caer la cabeza nuevamente entre los cojines.
—Gracias, Jackson —le agradecí y él levantó un pulgar arriba antes de dormirse de nuevo.
Tomé las llaves del auto y salimos de la casa, sintiendo el aire fresco de la madrugada en nuestra cara.
Eran las cuatro de la madrugada cuando finalmente salimos de la casa de Jackson. Yo me encargué de conducir, ya que me sentía más sobria que Emily, quién roncaba a mi lado en el asiento del copiloto.
Al llegar al edificio, le pedí a Emily dormir en su casa. No me sentía preparada para enfrentar la realidad que me esperaba en mi hogar. Entramos a su departamento y ella se fue directo a la cama, estaba en modo automático.
Yo me quedé en el sofá, incapaz de conciliar el sueño. Los recuerdos de aquella noche se agolpaban en mi mente, robándome el aliento y la tranquilidad. No podía dejar de pensar en cada momento vivido con Daniel, y eso me impedía descansar.
Después de dar vueltas y vueltas en el sofá, finalmente caí rendida con esos pensamientos, deseando estar abrazada a Daniel en vez de a un cojín frío.
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