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**** 23. Entre Papeles y Envíos. ****

Los días seguían su curso con normalidad, aparentemente sin cambios significativos. Aunque Daniel no había vuelto a ponerse en contacto conmigo, decidí no obsesionarme buscándolo en las redes, pues sabía que no tenía sentido torturarme de esa manera. En lugar de eso, me propuse enfocarme en mi presente y en seguir adelante con mi vida.

Me enfoqué en mi trabajo y organicé todo el papeleo necesario para establecer la nueva sucursal, incluyendo un viaje para obtener la firma del contrato de arrendamiento de la propiedad. Para coordinar los detalles del viaje, necesitaba hablar con Adrián y decidir quién iría. Por lo tanto, fui a su oficina para buscarlo y discutir los planes.

Pregunté a su secretaria, Lupe, si estaba disponible.

—Lo siento, señora Nicol. El señor Adrián tuvo que ir al puerto para firmar unos documentos que liberan la carga —respondió ella con amabilidad.

—Está bien, gracias. Lo llamaré a su teléfono —respondí antes de regresar a mi propia oficina.

Lo llamé a su celular, pero no respondió. Supuse que debía estar ocupado y que me llamaría de vuelta en cuanto pudiera hacerlo.

Horas más tarde, necesitaba unas facturas que un cliente había solicitado, pero no podía encontrar su expediente. Fui a buscar a Sandra para que me lo entregara, pero cuando llamé a su oficina, no respondió. Decidí entrar para buscar el expediente por mi cuenta y revisé los cajones de su escritorio.

Finalmente, encontré el expediente que necesitaba, pero también descubrí algo más: unos boletos de avión. Uno estaba a nombre de Adrián y el otro a nombre de Sandra, ambos para la misma fecha y hora de abordaje. Esta coincidencia llamó mi atención, pero decidí dejarlo para más tarde. Dejé los boletos en su lugar y salí de la oficina para continuar con mi trabajo. El cliente estaba esperando y era importante atenderlo con prontitud.

Adrián regresó a media tarde y fui directamente a su oficina.

—Oye, te estuve llamando al celular —dije nada más entrar.

—Sí, lo siento. Fui al puerto y ya sabes cómo se ponen las cosas de pesadas por allá —explicó con un tono serio.

—Sí, entiendo —respondí sin muchas ganas de contradecirlo—. Quería hablar contigo sobre el viaje a Texas. Necesitamos firmar los papeles del arrendamiento del local —expliqué mientras él organizaba algunas carpetas.

—Ya tengo eso resuelto. Mañana mismo salgo para allá —respondió sin mirarme.

— ¿Vas a viajar solo? —pregunté con curiosidad.

—No, Sandra viene conmigo. Ella ha estado encargándose de los trámites mientras tú estabas de reposo, así que conoce mejor todo el proceso —explicó mientras revisaba algo en su computadora.

—Entiendo. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en decírmelo —Él asiente mientras me levanto para retirarme, pero me detengo en la puerta y lo observo por un momento antes de salir.

Con el paso de los días, la actitud de Adrián había cambiado por completo. Había vuelto a ser el mismo de antes, frío e impersonal. Ya no me sonreía, ni se mostraba atento ni cariñoso. Me desconcertaba su cambio, y no podía entender por qué había vuelto a su antiguo comportamiento.

Parecía como si únicamente hubiera estado en alerta y preparado para la batalla, porque sabía que podía perderme, y ahora que había aceptado seguir a su lado, había vuelto a su antigua forma de ser. Me preguntaba qué había sucedido para que se comportara así. No podía encontrar una respuesta clara. Solamente sabía que algo había cambiado entre nosotros y que se había perdido el vínculo especial que nos unía.

— ¿Qué sucede, Nicol? ¿Necesitas algo más? —preguntó, sin siquiera mirarme mientras seguía concentrado en su trabajo.

—No, nada —respondí, sintiéndome un poco incómoda y salí de su oficina para ir a la mía.

Decido poner a un lado esos pensamientos y me sumerjo en mi trabajo. La tarde transcurre lentamente mientras me dedico a verificar los envíos que están pendientes. Reviso los detalles con cuidado, comprobando que todo esté en orden y que no haya ningún error que pueda retrasar la entrega. Me aseguro de que cada paquete esté empacado correctamente y que se haya asignado el transporte adecuado para cada uno.

El tiempo pasa sin que me dé cuenta, hasta que Adrián entra a mi oficina y me interrumpe.

Alzo la vista de mi monitor y lo miro con curiosidad, esperando a ver qué es lo que quiere decirme.

—Necesitamos irnos, tenemos que recoger a Annie en la escuela. Mi mamá no puede ir, y ya es tarde —me apremia desde la puerta.

—Sí, claro —dejo las carpetas sobre mi escritorio, tomó mi bolso y salimos.

Mi hermosa niña Annie, se pone muy feliz al vernos juntos en la puerta de entrada del colegio. Corre hacia nosotros y nos abraza efusivamente. Me llena de felicidad verla tan contenta y emocionada de vernos.

Después de besar y saludar a cada uno, su padre la levanta en brazos haciéndola girar, mientras ella ríe y grita como la niña que es. Me uno a ellos, riendo y disfrutando del momento.

— ¿Cómo te fue en la escuela hoy, mi amor? —pregunto con una sonrisa en mi rostro.

Annie comienza a contarnos sobre su día, emocionada por compartir sus experiencias.

—Mi amor, falta poco para que termine el periodo escolar —dice Adrián, llamando su atención—. ¿Qué opinas si nos vamos de vacaciones? ¿Te gustaría?

— ¿En serio, papi? —pregunta Annie, emocionada ante la idea de unas vacaciones.

—Sí, mi amor. Nos hace falta un descanso. Podemos ir a la playa o a algún parque de atracciones, ¿qué te parece? —le dice Adrián, con una sonrisa en el rostro.

— ¡Me encantaría! —exclama Annie, saltando de alegría en su asiento.

—Tú mamá y yo estuvimos hablando sobre algo el otro día —lo miro frunciendo el ceño, tratando de recordar a qué se refiere.

De repente, suelta la noticia.

—Vamos a tener otro bebé. Un hermanito o hermanita, como siempre quisiste.

Me quedo pasmada, sin saber qué decir. No hemos hablado de tener otro hijo, y me siento molesta por ilusionar a Annie sin siquiera haber discutido el tema.

— ¡Mami, estás embarazada! —exclama Annie, tocando mi barriga con entusiasmo—. Tendré un hermanito o hermanita. ¡Qué bien, mami!

Miro a Adrián con seriedad, pero él parece no notarlo y simplemente me ignora. Trato de mantener la calma y le respondo a mi hija:

—Tranquila, mi amor. No estoy embarazada. Todo a su tiempo.

Pero antes de que pueda decir algo más, Adrián interrumpe.

—Pero lo estarás muy pronto.

Me siento frustrada por la actitud de Adrián y por cómo se está adelantando a los acontecimientos sin discutirlo conmigo primero. Su falta de consideración me molesta, pero decido dejarlo pasar por el momento. No quiero arruinar la felicidad de Annie con una discusión innecesaria.

Sin embargo, sé que tengo que hablar con él en privado, no quiero que ilusione a nuestra hija sin tener claridad sobre el futuro. Quiero asegurarme de que estemos en la misma página antes de pensar en tener otro bebé.

Llegamos a casa y todo parecía risa y alegría, al menos para ellos. Yo, por otro lado, seguía sintiéndome incómoda después de la conversación con Adrián. No tenía hambre, así que me disculpé y fui a mi habitación.

En la soledad de mi cuarto, preparé un baño de burbujas y tomé algunos calmantes para aliviar el dolor de cabeza. Todo lo que Adrián había dicho era demasiado para procesar en tan poco tiempo.

Después de un rato, escuché el sonido de la puerta abriéndose y Adrián entró al cuarto de baño. Al verme sumergida en la bañera, se quitó la chaqueta y yo fruncí el ceño. En ese momento, no quería estar con él ni que me tocara.

—Qué buena idea has tenido. Ya mismo te alcanzo —dijo él, animado.

—No Adrián, no entres —respondí con un tono grave.

Al ver mi expresión seria, Adrián frunció el ceño y se detuvo en la puerta, mirándome fijamente.

— ¿Qué pasa Nicol, cuál es el problema?

—Me duele la cabeza —respondí sin dar más detalles—, además quiero estar sola.

—Esta era la oportunidad que nos íbamos a dar —dijo Adrián, con un tono de reproche en su voz—, ni siquiera has querido estar conmigo. ¿Qué pasa contigo?

Solté un suspiro y lo miré a los ojos.

—No se trata de ti, Adrián. Simplemente, no me siento bien en este momento —le expliqué con calma—. No lo tomes como algo personal, pero necesito espacio y tiempo para mí misma.

Adrián me miró con una expresión molesta y salió de la habitación dando un portazo. En ese momento, no quería hablar con él. Habíamos acordado intentarlo, pero me sentía presionada y eso no me gustaba. Quería tomar mis propias decisiones sin sentirme entre la espada y la pared. Adrián estaba utilizando la felicidad de Annie para presionarme y eso no era justo.

Después de tomar un baño relajante, salí de la habitación y noté que Adrián no estaba allí. Fui a la habitación de Annie y la encontré dormida, así que le di un beso en la frente y la arropé cuidadosamente. Salí de su habitación en silencio y me dirigí a la cocina para tomar un vaso de agua. Me pregunté dónde podría estar Adrián a estas horas de la noche. Regresé a mi habitación y me deslicé en la cama, disfrutando de la suavidad y la calidez de las sábanas. Me sentía cansada y confundida por todo lo que había sucedido durante el día. Cerré los ojos y traté de dejar ir mis pensamientos, esperando que una noche de sueño reparador me ayudara a enfrentar lo que vendría a continuación.

Las horas pasaron y mi intento por dormir se volvió en vano cuando sentí que Adrián entró en la habitación y se sentó en la orilla de la cama a mi lado. Me llamó varias veces, pero no le respondí, decidí hacerle creer que estaba profundamente dormida. Al ver que no reaccionaba, se levantó y se metió al baño. Pasados unos minutos, regresó con su pijama puesto y se acostó en su lado de la cama. Sentí alivio al ver que finalmente había dejado de intentar comunicarse conmigo, pero al mismo tiempo, me di cuenta de que esto no estaba funcionando. No quería que Adrián me tocara, no lo deseaba como hombre, y sentía que estábamos perdiendo el tiempo tratando de recuperar una relación que ya no tenía salvación.

Me sentía atrapada y no hacía más que engañarme a mí misma, tratando de encontrar una solución a algo que ya estaba roto. Divagando entre mis emociones y pensamientos, traté de conciliar el sueño, hasta que finalmente logré dormirme, dejando atrás todas las preocupaciones.

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