**** 18. Caminos Opuestos. ****
Cuando la música terminó, regresamos a nuestra mesa y seguimos conversando animadamente.
El teléfono de Emily comenzó a sonar, interrumpiendo nuestra conversación. Sacó su teléfono de la cartera para ver quién estaba llamando.
—Nicol... —atrajo mi atención mientras miraba la pantalla de su teléfono.
Y en ese momento, supe que no podía seguir huyendo de mis miedos. La realidad me alcanzó, de golpe. Era hora de enfrentar mis demonios. Tome una respiración profunda, tratando de mantener la calma y dije:
—Contesta, puede ser importante.
—Hola, Adrián —dijo Emily—, muy bien gracias. Si, de hecho está aquí a mi lado ¿Quieres hablar con ella? —otra pausa.
En ese momento, mi corazón comenzó a latir con fuerza, y sentí un nudo en mi estómago. Me puse nerviosa al instante y comencé a mirar a los lados, como si Adrián estuviera allí observándonos. Sabía que era una reacción exagerada, pero no podía evitar sentirme paranoica.
Lo cierto era que me sentía culpable por estar allí, disfrutando de la compañía de otro hombre.
—Ok, está bien. Adiós Adrián —Emily finalizó la llamada.
— ¿Emily? Dime... ¿Qué dijo? —pregunté sintiendo como la ansiedad crecía en mi interior.
—Nada relevante. Solo que nos espera en casa —respondió ella.
Frote mi cara con las manos, tratando de calmarme, y miré a Daniel con expresión de preocupación.
—Daniel... —dije con voz temblorosa—. Debo irme.
—Tranquila. Ya mismo pido la cuenta y te llevo a tu casa —habló con voz serena.
—Gracias, pero no creó... que sea buena idea. Emily y yo podemos tomar un taxi.
—De hecho... Yo tengo que regresar al hospital —dijo Emily.
—Yo también debo regresar al hospital. Puedo llevarte si quieres —intervino Jackson dirigiéndose a Emily.
—Gracias. Te tomó la palabra.
Daniel enseguida se levantó de la mesa y entró al salón para cancelar la cuenta.
—Emily... Te necesito —dije ansiosa, tomando su mano—, no me dejes sola.
—No lo haré, te lo prometo —me aseguró ella—, pero debes despedirte de Daniel, mira lo preocupado que se le ve.
Volteé a mirar donde Emily señalaba y lo vi. Caminaba de un lado a otro, como León enjaulado. Verlo así me dolió, yo estaba provocando eso.
Sentí la necesidad de alejarme, así que me disculpé y fui hasta un extremo alejado de la terraza, donde se veía el mar en todo su esplendor. Allí me permití derramar las lágrimas que me estaban ahogando. Emily se acercó a mi lado.
— ¿Te encuentras bien? —no la miré, solamente observaba el mar mientras le respondía.
—No. Pero lo estaré Em, tengo que estarlo. No sé cómo, pero tengo que hacerlo aunque sienta que mi alma se fragmenta y mi corazón se divide. Me duele tener que dejar a Daniel.
Pronuncié su nombre y sentí una punzada en el pecho. ¿Por qué me sentía de esta forma? Odiaba esta sensación, me frustraba no poder hacer que mi mente y mi corazón estuvieran de acuerdo.
— ¿Estás segura de que ese es el camino correcto? —preguntó Emily.
—Sí, estoy segura —trate de expresar con firmeza, pero mi voz temblaba por las lágrimas—. Debo hacer las cosas bien.
— ¡Tranquila! Sabes que tienes mi apoyo. Allí viene Daniel, los dejaré solos.
Asentí, tratando de controlar mis emociones, limpie mi rostro mientras esperaba su llegada.
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— ¿Qué piensas hacer ahora, Daniel? ¿La dejarás ir? —preguntó con curiosidad Jackson.
—No estoy seguro de lo que haré, pero no voy a renunciar tan fácilmente —respondí—. Por el momento, quiero pasar todo el tiempo que pueda a su lado. Si me disculpas, iré con ella.
Me levanté y me dirigí hacia donde estaba, decidido a seguir luchando por lo que quería.
—Nicol... —pronuncié su nombre suavemente. Me acerqué a su lado y pude ver que estaba llorando, aunque su mirada estaba fija al frente.
—Hola...
Fue lo único que logró decir.
—Por favor mírame... —la tomé suavemente por los hombros y la giré para que me mirara a los ojos. Con delicadeza, levanté su barbilla y le dije—, no te despidas, todavía no.
A pesar de que no respondía, podía ver una profunda tristeza en su mirada. La abracé con fuerza, tratando de transmitirle mi cariño y apoyo.
—Debemos irnos —dijo en un hilo de voz, indicando que era hora de partir.
—Vamos, te llevaré a casa —le dije con suavidad y me hice a un lado para que caminara.
Emily y Jackson nos esperaban en la recepción.
—Cariño, espero que volvamos a encontrarnos —le dijo Jackson mientras le daba un abrazo y un beso en la mejilla—, tienes mi número, si me necesitas no dudes en llamarme.
—Gracias Jackson, gracias por todo —respondió Nicol con una sonrisa agradecida.
Emily también se acercó y la abrazó, diciéndole:
—Nos vemos más tarde, ¿vale? —Nicol asintió en respuesta.
Luego, ellos se subieron al coche y se marcharon.
Cuando trajeron mi coche, subimos y nos fuimos. Conducía muy despacio, no quería llegar a su casa. El silencio dentro del coche era ensordecedor, así que encendí la radio. Empezó a sonar una melodía de guitarra que me gustó, así que dejé esa canción.
—Esa canción resume nuestra situación actual —señaló ella con un hilo de voz, tratando de contener las lágrimas.
— ¿Quién es el autor? —pregunté y subí el volumen para escucharla mejor.
—Es Arjona. La canción se llama "Tarde" —me respondió.
Nos quedamos en silencio escuchando la canción, y de repente todo cobró sentido. Me estacioné y dejé que la canción terminara. Nicol no paraba de llorar y sentía una agonía en mi pecho que no podía soportar. Sujeté el volante con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos. Sabía que todo esto era absurdo, que no tenía sentido, pero no podía obligarla. Debía respetar su decisión. Tenía que apoyarla, aunque no me sintiera bien. Solté mi cinturón de seguridad y me acerqué a ella para abrazarla.
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Daniel soltó ambos cinturones y me abrazó con fuerza. Noté cómo tomaba aire de manera forzada y me giré para mirarlo. Estaba llorando.
—No, Daniel. Por favor, no. Tú no. Perdóname... —supliqué. Él aflojó su agarre y me miró, su rostro estaba bañado en lágrimas y eso me desgarró el corazón. Lo estaba haciendo sufrir a él también.
—Perdóname tú a mí —dijo Daniel con la voz entrecortada—, quería ser fuerte para ti, pero la situación me superó, Nicol. Jamás me había sentido tan impotente en mi vida, me llena de frustración no poder arreglar las cosas ahora mismo. Discúlpame, pero... —, se recostó en el asiento e inclinó su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, tomó varias respiraciones profundas tratando de calmarse y continuó hablando—. ¡Eres mi vida, Nicol! A tu lado me siento completo. Sé que ya has tomado tu decisión y debo apoyarte. Solo... es muy difícil. ¡Maldita sea! Te acabo de encontrar. No quiero perderte.
Él abrió sus ojos y giró su rostro para mirarme, cuando lo hice, me perdí en las profundidades de su dolor. Vi en sus ojos la tristeza y el miedo que lo consumían, y no pude evitar sentir una inmensa rabia por la situación que estábamos viviendo. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos de nuevo, y sin pensarlo dos veces, pasé una pierna por encima de las suyas, él me sujetó por la cintura con fuerza, ayudándome a subir a su regazo, y nos fundimos en un abrazo. Yo enredé mis brazos alrededor de su cuello y él hizo lo mismo por mi espalda, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello. Sentí su corazón latiendo con fuerza contra mi pecho, y supe que el mío estaba latiendo al mismo ritmo. En ese momento, éramos uno solo, luchando contra el dolor y el miedo que nos amenazaban.
No sabía cuánto tiempo habíamos estado abrazados, quizás minutos, quizás horas, quién sabe, lo cierta era que para mí había sido muy poco. No quería soltarlo, no quería dejarlo ir nunca Pero poco a poco fuimos cediendo, aflojando nuestro abrazo, pero sin separarnos. Ambos queríamos lo mismo, sentirnos cerca y apoyarnos en ese momento de dolor.
Alejé un poco mi cara para poder mirarlo a los ojos, y le dije con suavidad:
—Me encantaría golpearte con un beso. De fugarnos para siempre. Sin daños a terceros. Como decía la canción —dije a modo de broma, sonriendo con ironía mientras recordaba la letra de la canción.
Él hizo esa mueca con su boca que tanto me gustaba, y yo mordí mi labio inferior tratando de reprimir las ganas de besarlo.
—Nicol, te juro que si pruebo tus labios una vez más, no te irás de mi lado nunca. Con o sin daño a quien sea —dijo mientras me sujetaba la cara con ambas manos. Mi corazón empezó a latir con fuerza ante esa afirmación, y no pude evitar sentir una oleada de emociones encontradas. Por un lado, anhelaba ese beso con todas mis fuerzas, pero por otro, sabía que no podía prometerle nada en ese momento. Miré sus ojos intensos y llenos de pasión, sintiendo el calor de su cuerpo cerca del mío.
Tomé una profunda respiración y me dejé caer en su pecho, sintiendo su calor y su aroma. Una vez más, la decisión era mía. Aunque sabía que no podía estar con él, mi cuerpo siempre reaccionaba ante su cercanía. Su toque era mi perdición, y Daniel lo sabía. Estar cerca de él era mi punto débil, donde mi cordura desaparecía.
Sin dejar de abrazarme, puso el automóvil en marcha. Y preguntó con voz suave:
— ¡Nicol! ¿Tú casa o la mía?
Con un suspiro y sintiéndome derrotada por la sensatez, me bajé de su regazo y me deslice a mi asiento. Ajuste el cinturón y susurré:
—La mía, por favor.
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