Miro a mi alrededor y solo veo la oscuridad de la noche.

No entiendo lo que pasa, porque hace un rato yo estaba en mi cama lista para dormir y sin ninguna explicación coherente ahora estoy sola en medio de la nada, rodeada de desconocidos. Una brisa fría hace que mis bellos se ericen y solo quiero llorar. Tengo mucha hambre, ya he caminado mucho tiempo y no encuentro el camino para llegar a mi casa. Mi tío no debió sacarme así, ¿por qué lo hizo? Yo nunca le he hecho nada malo, ¿por qué me dejó aquí? Mi mamá y mi papá deben estar buscándome, ellos me aman. Ojalá pudiera comunicarme con ellos, pero no sé cómo, nunca me aprendí los números de teléfono.

Llego a un restaurante y me acerco, quizá aquí me puedan ayudar.

—No estorbes, niña —me dice un señor.

—Es que... Me perdí, no sé cómo llegar a mi casa.

—Eso no es asunto mío, me estás espantado la clientela —me mira con fastidio.

Sentir el olor de la comida hace que mi barriga ruja.

—¿Me puede dar un poco de comida, por favor? —sonríe burlón.

—¿Con qué piensas pagarme?

—No tengo dinero, pero si me ayuda mis papás pueden pagarle —rueda los ojos y se ríe de mí.

—Largate de aquí y no molestes.

Me empuja fuera del lugar. Tropiezo con unas rocas y me raspo las rodillas.

—¡Quítate, niña! —grita un señor.

Viene en una bicicleta y al pasar por un charco, logra empaparme con agua sucia. No puedo evitar que las lágrimas salgan de mis ojos.

Extraño mucho a mis papás, necesito que estén conmigo.

Despierto de golpe, estoy temblando y empapada en sudor. Inconscientemente una lágrima se resbala por mi mejilla, ojalá solo hubiese sido una pesadilla, ojalá nada de eso fuera real. Como quisiera devolver el tiempo y que nunca hubiese pasado por aquello, así habría evitado que mi vida se convirtiera en un constante sufrimiento.