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Capítulo 2

Eleanor

Mi abuela se encontraba dormida en el sofa, cuando llegué ella abrió lentamente los ojos y me sonrió.

—Enseguida te serviré la cena —mencionó poniéndose de pie y dirigiéndose a la cocina.

—Abuela, no es necesario, yo puedo servirme sola. Tienes que irte a dormir.

—Tonterias, Eleanor, además preparé tu comida preferida, mole de olla.

—Qué delicioso, abuela, pero insisto en que deberías relajarte un poco.

Sirvió un plato con mole de olla y un vaso de agua de avena, estos eran los detalles por los cuales adoraba a mi abuela, siempre tan linda conmigo.

Mi abuela se sentó frente a mí, ella tomo un vaso de agua y tomo sus pastillas. Mientras lo veía me miró asombrada.

—¿Te pasa algo, Ellie? —preguntó arqueando una ceja—. Siempre estás feliz cuando te preparo tus chiles rellenos.

—Estoy bien.

—No, yo te conozco perfectamente, algo no anda bien. Sabes que tienes a tu abuela para escucharte.

—De acuerdo, te contaré. Hay un chico que me gusta, Jonathan. ¿Lo recuerdas?

—¿El chico alto, con cabeza de limón y que se cree John Lennon?

—Sí, él. Es tan guapo, tiene una sonrisa que enamora y cuando lo veo siento que me voy a desmayar, lo quiero más que un amigo. El problema es que hoy me molestó con sus comentarios.

—Cuando un chico te molesta, es porque le gustas, pero son tan torpes que no conocen otra manera de llamar tu atención.

Me rei por lo bajo, era imposible que yo le gustara a ese torpe, además no andaría con un hombre machista, no tenía el tiempo de preocuparme por un novio.

Ella me miró seria, se tocó el pecho con una mano e hizo una mueca, se levantó de la mesa y fue directo a su habitación. Quería llevarla al doctor, pero era una mujer necia.

Antes de irme a la cama, llevé los platos al fregadero, limpié la mesa e hice mis tareas de la escuela, sin embargo mi mente no dejaba de pensar en los estúpidos comentarios de Jonathan.

Finalmente me fui a dormir, solía cubrirme con una sola cobija ya que el clima era caluroso y a veces amanecía sudada.

A la mañana siguiente, mi abuela no estaba, solo dejó una nota en la cual decía que había tenido que ir al mercado por algo de fruta. No le tomé mucha importancia, ya que sabía que ella solía salirse, aunque no todos los días.

Me fui a la escuela, tomé mi clase de logística, cuando de la nada mi teléfono sonó, era un mensaje de Michelle.

Michelle: Eleanor, tenemos que hablar.

Eleanor: No, estoy en clase. Será más tarde...

Michelle: Por favor, es una emergencia.

Eleanor: Dímelo por aquí.

Michelle: Necesito que me prestes dinero para un aborto. Don Gustavo lo sabe, dice que no se hará cargo y que lo mejor será abortar.

Se me puso la piel de gallina, el tan solo leer la palabra aborto, sé que la criatura no era deseada, pero jamás imaginé que podía llegar a ese grado. Traté de disimular que todo se encontraba en orden porque no podía contar el embarazo de mi amiga.

Yendo al trabajo, servi a los comensales todo lo que me ordenaron, era complicado cuando pedían cócteles pues había que cargar con copas de vidrio en las charolas, era un trabajo muy arriesgado, no me quiero imaginar cómo estaría la pobre de Michelle, en cuanto tuve mi descanso, me acerqué a platicar con ella.

—Entonces Alexander terminó conmigo —dijo Michelle con lágrimas en los ojos—. Dijo que era algo estúpido el haberme metido con mi jefe de trabajo.

—¿Y por qué no le dijiste que fue él quien te violo? —pregunté molesta—. Michelle, te dije que teníamos que denunciar esto.

—Alexander no me creyó. ¿Tú crees que las autoridades me creerían?

—Lo harán —insistí—. Porque estás embarazada y podrían hacer pruebas de ADN.

—No me agrada la idea, es irme contra el jefe, quedarme sin trabajo, defraudar a mis padres y me da miedo.

—Pues no debería darte miedo.

Salí porque había terminado mi descanso, cuando sentí que alguien me dio una nalgada, volteé hacia atrás, no había ninguna persona detrás de mí.

Seguí caminando y atendí una de las mesas donde dos hombres recién llegaban.

—Buenas noches, bienvenidos. ¿Ya saben qué van a ordenar? —pregunté sacando la libreta de mi mandil. Cuando miré a ambos chicos, sentí como mi corazón se me fue a la garganta—. ¿Qué hacen aquí?

—Lo mismo te preguntamos a ti —, respondió Tomas.

—Yo trabajo aquí, soy mesera. ¿Por qué vinieron? ¡Eh! Los quiero fuera de aquí.

—Calma, solo vinimos a comer y tomar algo. No vamos a molestarte —dijo Jonathan—. Solo tomanos la orden.

Después de ese mal momento, escribí el pedido, y fui a dejárselo a los cocineros, atendí otras mesas y también limpié algunas mesas que se encontraban desocupadas. Levanté los muertos, o mejor dicho los platos sucios.

Cuando el pedido estuvo listo, lo llevé a la mesa de esos tarados, sin mirarlos a los ojos solo me limité a decir provecho.

Tener ahí a Jonathan y Tomás me hizo sentir más incómoda de lo que ya estaba, seguramente alguno de ellos dos me dio una nalgada y se escondió, no dudaría de ninguno. Y antes de irme, tenía que limpiar el piso y limpiar el baño.

—Hey, Eleanor —me llamó Jonathan—. Ten tu propina —agarró mi mano y de mala gana puso una moneda sobre mi palma—. Pide un Uber, parece que Tomas no podrá ir caminando.

—Disculpa, pero esto es un restaurante, terminé mi turno y debo irme a casa, soy la mesera, no tu sirvienta.

Agarré mi mochila y me fui del lugar, caminé lo más rápido que pude, no era mi culpa que aquel Tomás bebiera de más y no estuviese en condiciones de caminar.

Jonathan

Caminé con Tomás en busca de un buen restaurante en donde pudiésemos comer algo rico, nos habían recomendado uno que estaba cerca de la playa y decidimos probar la comida.

Buscamos una mesa, cuando finalmente nos sentamos, comenzamos a observar el menú que estaba pintado en la pared, una chica pelirroja salió de la cocina y un hombre alto pasó dándole una nalgada, ella volteó molesta, pero no vio a nadie.

Cuando tuve de cerca a la mesera, me di cuenta que se trataba de Eleanor, no podía creer que alguien le faltara el respeto y aún así no hizo algo al respecto, lo cual me llevó a pensar que posiblemente su jefe era su novio.

Eleanor se veía furiosa al vernos, no era mi intención llegar al restaurante en el que ella trabajaba, solo pasábamos y nos llamó la atención.

Tiempo después terminamos nuestra comida, pero Tomás no se veía para nada bien, pues había bebido alcohol en exceso. No podía ni ponerse de pie.

—Deben irse, ya estamos por cerrar —anunció Eleanor furiosa.

Entonces pasó lo que nunca imaginé, pedir ayuda a una mujer no era lo más adecuado, sin embargo no tenía otra opción.

—Ellie —le dije de manera cariñosa, lo cual hizo que ella frunciera el ceño—. Necesito que... me... a..yu..des

A lo cual ella se rió, pero al ver que yo me mantuve serio y preocupado, ella pudo notar que no estaba bromeando.

—No tengo dinero para apoyarlos con un taxi—respondió seria.

—No quiero un taxi. Lo que pasa es que Tomás bebió demasiado y no puede ponerse de pie.

Eleanor me miró angustiada, no obstante, accedió a ayudarnos, ella lo llevó de un hombro, mientras yo lo llevaba por el otro. Así caminamos juntos hasta llegar a casa.

Abrí la puerta y dejamos caer boca abajo a Tomás sobre el sofá, nuestro pequeño gatito soltó un maullido y se posó sobre su espalda. Pude mirar a Eleanor, quien observaba tiernamente la escena.

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