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PRÓLOGO.

[10 años antes]

—Nueve, diez, once, doce...

Beom Gyu se encontraba detrás de la puerta de la cocina, contando en ascenso los números hasta el veinte, así eran las reglas del juego.

En tanto Soo Bin buscaba un lugar adecuado para esconderse, pero en la habitación de Beom Gyu ya estaba oculto Jung Won, quien le hizo ademanes de golpearlo si se acercaba a su escondite, en el baño estaba Jay quien tomaba las toallas para taparse el cuerpo, cosa que no le resultaba del todo bien.

El pequeño castaño continuó mirando hacia ambos lados, Beom Gyu ya iba a llegar a "veinte" y seguro subiría a las habitaciones, Soo Bin se removió los dedos por octava vez. Sólo había un lugar en toda la casa que aún estaba libre, pero su madre le había prohibido entrar a los cuartos de sus mayores y, más aún a la habitación del padre de Beom Gyu.

El Sr. Choi también había sido claro respecto a que no debían entrar a su habitación. Pero era eso o Soo Bin sería el primero en caer.

Tomó la manija de la puerta entre sus manos y entró a la habitación del rubio, lo primero que vio fueron muchos de los libros que este solía leer, todos tirados en el suelo.

Los pasos de Beom Gyu se hicieron más fuertes y la única idea del pequeño castaño fue esconderse bajo la cama del Sr. Choi, metió las manitos y los pies por la estrecha entrada, golpeó su cabeza contra la madera de la cama pero no hizo ruido.

— ¡Te encontré!... —Se rió sólo, tapándose la boquita con ambas manos, para no emitir ningún sonido.

— ¡Tú hiciste trampa! —La voz de Jay salió atropellada.

Soo Bin se quedó quieto en su escondite, y pensó que lo mejor era entrar más adentro para no ser visto, extendió las manitos hasta el otro extremo de aquella cama, hasta que sintió algo duro que rozaba la piel de sus piernas.

Ladeó la cabeza lo suficiente para percatarse que sólo eran libros y unos cuantos CD's, respiró tranquilo.

— ¡Jung Won está en aquí! —Al parecer todos ya habían sido capturados.

Excepto Soo Bin, quien apoyándose en los codos retrocedió hasta tocar los libros que cayeron al suelo provocando un sonido fuerte, para él.

Tomó estos con sus manos antes de intentar acomodarlos como estaban antes de que él llegara, uno de ellos fue reflejado por la luz de la ventana.

Lo siguiente que vio el castaño fueron un par de piernas y un chico metido entre ellas, ¿Qué clase de libros eran aquellos? Guiado por su curiosidad salió de su escondite con la revista entre las manos y fue hojeando de a poco.

Más imágenes lo dejaron aturdido, muchos hombres metiéndose el "pipi" en la boca, algunos otros montando a los tipos grandes que estaban sobre la cama, mujeres abiertas de piernas.

Su garganta se había secado a un punto único, y sus ojos abiertos hasta el infinito.

— ¿Soo Bin?

La voz del Sr. Choi lo sacó del sueño, levantó la cabeza para verlo parado a su lado, el padre de Beom Gyu era tan alto a su lado.

— ¿Qué haces en mi habitación? —El castaño tosió y sus mejillas se hicieron rojas de la vergüenza—Tú madre vino a recogerte—El Sr. Choi aún hablaba con tranquilidad hasta que vio lo que Soo Bin tenía en las manos— ¿De dónde, donde sacaste eso? ¡Dámelo!

El padre de Beom Gyu se había puesto en cuclillas sólo para quitarle la revista, el pequeño Soo Bin sólo se quedó en silencio.

—Lo siento, Sr. Choi—Murmuró con la cabeza gacha.

—Esto—El pelinegro llamado Yeon Jun señaló la revista con el ceño fruncido—Es para personas grandes, no para niños... ya les dije que no podían entrar a mi cuarto a jugar, ¿Verdad?

—Lo siento, Sr. Choi.

—Olvidemos esto—Yeon Jun tiró la revista hasta la oscuridad de su cama—Tu mamá trajo un pastel para que todos compartiéramos, ¿Quieres bajar? Es un pastel de chocolate—El pelinegro intentó ser amable.

Soo Bin se puso en pie y sin decir nada más salió corriendo hasta la cocina, donde casi cayó a trompetones al bajar las escaleras.

— ¡Allí está Soo Bin! —Chilló Jung Won quien ya tenía la boca llena de glaseado de torta—Te buscamos por todo lado, ¿Dónde estabas?

—Es cierto, ¿Dónde te escondiste? —Murmuró el pequeño Jay mientras se comía las típicas galletas caseras de su madre.

—Cariño siéntate por favor, come un poco ya debo volver al trabajo—Hye Sun resopló antes de dejarle un platillo de tarta.

—Eso huele bien—Soo Bin levantó la cabeza y nuevamente sus mejillas se adornaron de ese bonito rojo carmesí al ver al Sr. Choi parado a pocos metros de él.

—Debería agradecerle esto, joven Choi—Hye Sun recogió los papeles que había derramado, los metió en una bolsa de basura y después cogió su bolsa—Sé que es muy difícil criar un hijo, y ahora usted tiene que cuidar de cuatro.

—Tengo tiempo libre después de la universidad, no se preocupe—El Sr. Choi caminó con elegancia hasta una de las sillas para comer lo que la mamá de Soo Bin había llevado de almuerzo—Además, son los compañeros de Beom Gyu.

—Quisiera ser como usted y tranquilizarme por un rato—Hye Sun se sentó junto a Soo Bin para limpiarle la boca de forma "disimulada"—Pero ya ve, el padre de Soo Bin aún no regresa de China y apenas puedo mantenernos a ambos. Si fuera un poco joven quizá encontraría el trabajo adecuado.

El pelinegro llamado Yeon Jun dejó escapar una sonrisa, ¿Vida dura? Él había tenido una vida dura, a causa de sus travesuras en el colegio. Pensó en su desdicha al recordar a Jeong Eui, su novia de colegio... la madre de Beom Gyu, quien había muerto en el parto. Claro ¿Cómo no iba a morir? Si apenas tenía quince años cuando nació Beom Gyu, Yeon Jun se dio una bofetada mental.

—Seguro lo hará—El pelinegro trató de ser amable, cómo siempre, hasta que se percató de la mirada de Soo Bin.

—Bueno, ya debo irme... ¿Cree que pueda soportar a mi bebé hasta las nueve de la noche? —El Sr. Choi sonrió.

—Claro que sí, además Soo Bin es un buen niño, ¿Verdad Binnie?

—Sí, señor.

—Bien—Hye Sun se puso en pie y justo antes de irse de la casa Choi dejó un beso en la frente de su hijo—No hagas enojar al señor Choi, no toques cosas que no debes y no entres a donde no te invitan.

Soo Bin sintió que se le aceleraba el pulso.

— ¡Enano! —La voz gruesa de Jay se escuchó en toda la cocina.

— ¡Pájaro! —Y Ji Min no se quedó atrás.

— ¡Ojón!

— ¡Feo!

— ¡Satánico!

— ¡Monje!

—Niños—La señora Hye Sun se interpuso entre los dos con el ceño fruncido—Ninguno de los dos es feo, ni ojón... ya no quiero que peleen, el joven Choi tiene que estudiar y ustedes deben quedarse callados para no molestarlo, ¿Esta bien?

—Pero...

—Voy a decirle a tu mamá Jung Won—Y eso fue todo. Minutos después la señora Hye Sun salió de la casa del Sr. Choi, Soo Bin hizo un mohín después de terminar su torta y lavar su platillo, Beom Gyu ya había subido a su habitación junto a Jay y Jung Won, pero  Yeon Jun aún estaba a su lado en completo silencio.

—Soo Bin, sobre lo que viste...son cosas para mayores, ¿Entiendes? —El pelinegro estaba sacando al aire su lado comprensivo para el pequeño castaño que tenía la mirada clavada en su plato limpio—Cuando algunos nos sentimos solos, necesitamos eso... pero los niños como tú y mi Beom Gyu no deben ver esas cosas. ¿Lo prometes?

—Sí, señor Choi.

—Bien, procura no entrar a mi cuarto Soo Bin—Una palmadita hizo que Soo Bin diese un saltito estúpido.

El padre de Beom Gyu esbozó una sonrisa antes de perderse en las escaleras, Soo Bin supo que el señor Choi iba a ver esas cosas porque estaba "sólo".

— ¡Soo Bin! —Beom Gyu lo rodeó con ambos brazos, y lo siguiente que el pequeño castaño sintió fueron los labios de su mejor amigo sobre los suyos, ejerciendo un movimiento torpe, como si quisiera adentrarse en la boca de Soo Bin— ¡Cumplí el reto!

Lo siguiente fue bizarro, Soo Bin se limpió la boca con la manga de su camisa antes de subir a la habitación de Beom Gyu, donde seguramente jugarían con la computadora del pelinegro... Jay y Jung Won pelearían como siempre solían hacerlo, desordenarían la cama.

Luego todos se irían a sus casas, excepto él quien debía esperar a su mamá hasta que esta terminase su trabajo en la cafetería.

Soo Bin desvió su mirada hasta la habitación del Sr. Choi, seguramente el padre de Beom Gyu se sentía muy solo.

Se sintió triste por él.

—Soo Bin, te reto a que beses a Jay.

Iba a ser un día muy largo. Pero eso no le preocupó al Sr. Choi, pues después de todo los amigos de sus hijos eran sólo unos niños de 7 años.

No tenía nada de que preocuparse.

O eso pensó.    

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