CAPITULO 6
— ¡Llevemos helado de menta!
Soo Bin estaba corriendo por los pasillos del supermercado como un niño pequeño mientras la adorable Hye Sun empujaba el carrito de compras y metía en los diversos productos para la casa.
—Trae un pote de helado, Soo Bin—El castaño caminó alegre hacia la refrigeradora del lugar, ya habían pasado dos días en los que Hye Sun había obtenido un descanso para pasar más tiempo con su hijo, pero por primera vez Soo Bin quiso que los días pasaran de forma rápida para volver a casa de los Choi, no había visto a Yeon Jun ni a Beom Gyu quien últimamente estaba faltando a clases.
Soo Bin se detuvo frente al aparato frígido y clavó la mirada en el padre de su amigo. Éste llevaba ropa casual, una playera negra y un pantalón vaquero blanco. Los ojos intensamente cafés contrastaban con su piel lampiña. Dejando de lado su innata sumisión por fin Soo Bin decidió hablar primero.
— ¡Señor Choi!
—Soo Bin.
Ambos se quedaron allí por un momento, las miradas se cruzaron como ráfagas de fuego al aire, y Soo Bin sintió la necesidad urgida de tocarlo o lanzarse a besarlo pero detuvo todo movimiento al escuchar los pasos en tacón de su madre.
— ¿Compra helado? —Los ojos claros de Soo Bin inspeccionaron el carrito de Yeon Jun con curiosidad.
—Si—El pelinegro se aclaró la garganta antes de tirar de su carrito de supermercado para que Soo Bin evitase ver más de lo debido—A Beom Gyu le gusta el helado, ya sabes...
— ¿También llevas vino? —El pequeño castaño no dudo ni un segundo en continuar escudriñando entre las cosas del Sr. Choi, nadie podía impedírselo—Camarones... Fresas.
—Sí, intento hacer una cena para Ye Ji.
— ¡Soo Bin por Dios niño, no corras tan rápido! —Fue la voz de Hye Sun que llamó la atención de los dos—Yeon Jun, no te había reconocido.
—Hye Sun, ha pasado un tiempo—Rápidamente la voz del pelinegro se pigmentó con aquel tono falso que todos los adultos usaban para hablar entre ellos.
—Es cierto. ¿Puedes imaginarte que nuestros niños ya estén en su último año? —Dijo la pelinegra con la diversión atiborrada en el rostro—Definitivamente mi Soo Bin creció demasiado rápido.
—Soo Bin ha crecido mucho—Murmuró Yeon Jun con la mirada fija en el castaño—Ya debo irme.
— ¡Sr. Choi! —Dos pares de ojos se posaron en la pequeña figura de Soo Bin, y él se sintió más pequeño de lo normal pero no se detuvo—Es qué... tenemos un trabajo con Beom Gyu para entregar en tres días y, supuse que sería una buena idea ir a su casa para hacerlo...—Se relamió los labios con la última palabra.
Yeon Jun en cambio pasó de ser una persona sonriente a ser una persona molesta con el mundo, pronto su ceño frígido se frunció y sus labios apenas se convirtieron en una línea delgada, él sabía que Soo Bin estaba jugando con su mente como muchas otras veces, incluso tuvo miedo de que Hye Sun pudiese darse cuenta de la situación.
— ¿Por qué no lo dijiste? —Intercedió la señora Lee—Beom Gyu puede venir a casa, hace tiempo que no lo veo, ¿No lo crees Yeon Jun? Ellos podrían hacer las tareas en mi casa.
—Claro pero que grandiosa idea, Hye Sun. No se preocupen Beom Gyu estará allí hoy por la noche—El Sr. Choi alzó las cejas con aceptación.
— ¡Oh no! —Hye Sun respiró frustrada y levantó su vista hasta Soo Bin quien permanecía con una expresión vacía—Olvidé que tengo que ir a visitar a la abuela. Casi nunca la vemos. Lo siento Yeon Jun, quizá lo mejor sea mandarte a mi bebé.
—Si, por favor—Soo Bin se movió disimuladamente hasta posarse detrás de su madre quien ni siquiera tanteaba la gravedad de la situación, sólo para guiñarle un ojo al Sr. Choi, ¿De dónde había sacado valentía? En realidad ni él mismo lo sabía, sólo lo hacía porque lo creía correcto. Pero para Yeon Jun aquello se estaba convirtiendo en su propio infierno—Es un trabajo muy importante, y...
—Vamos, Yeon Jun—Hye Sun sonrió como solo una mujer podría hacerlo—Yo aprecio mucho que siempre recibas en tu casa a mi hijo, además que él te considera como su padre—Los ojos del pelinegro pasaron a Soo Bin, quién lo miraba con atención y se metía uno de sus dedos a la boca para comenzar a succionarlos, mojándolo y frotándolo contra sus labios. La respuesta del Sr. Choi fue inmediata, su boca se abrió para decir algo pero no salió nada y su rostro empalideció con rapidez.
—Claro, Hye Sun.
La señora Lee comenzó a empujar el coche con aparente felicidad, pero Yeon Jun apenas y volteó a verla.
—He olvidado la leche, espérame un momento Soo Bin.
Soo Bin estaba totalmente de acuerdo en esperar en el mismo lugar porque Yeon Jun estaba allí de hecho le agradaba la situación así que Hye Sun pronto pasó a ser un cuadro de segunda mano.
— ¿Estás enojado conmigo? —El castaño inclinó la cabeza como un niño triste e intentó poner la expresión más "tierna" que tenía—Es que...
—No, Soo Bin...—Los ojos del pelinegro se posaron en la pequeña figura de Soo Bin antes de aclararse la garganta—Pero esto, no está bien.
— ¿Hablar? Todas las personas hablan y no veo que se quejen —El menor tocó apenas el brazo de Yeon Jun y pronto algo se accionó en ambos, alguien que pudiese verlos a simple vista podía jurar que ellos eran algo más que simples conocidos. Ambas miradas mudas se encontraron y comenzaron a jugar con destrucción en sus pechos, sus expresiones se suavizaron y la distancia fue reemplazada por simples centímetros—Lo siento.
—Tú no te das cuenta de la gravedad de los actos, si tu madre se entera seguramente podría ponerme una denuncia por corrupción de menores, me quitarían la custodia de Beom Gyu y arruinaría mi título. Tú perderías la amistad de tu mejor amigo y seguramente todos comenzarían a hablar vulgaridades—El ceño de Yeon Jun se frunció a tal punto que apenas sus ojos se hacían visibles, su mirada era tan oscura y frígida que congeló a Soo Bin en su sitio.
Soo Bin iba a decir algo, pero la silueta de la señora Hye Sun reapareció por los pasillos, y no tuvieron más opción que darse la vuelta para irse del lugar mientras el Sr. Choi lo veía caminar en una dirección contraria a la suya y sus labios pronunciaban un "lo siento" casi inaudible.
Una hora después Soo Bin lo volvió a ver en la salida del supermercado, él se despidió pero el pelinegro lo ignoró, y en cuanto subió al auto de su madre sus manos comenzaron a arder, tenía ese nudo significativo en la garganta y sus piernas se hicieron inquietas. Quería verlo aunque eso fuera casi imposible.
Al día siguiente su madre le preparó su comida favorita y los dos pasaron tiempo de calidad, una que otra vez Hye Sun le preguntaba el porqué de su ánimo, pero Soo Bin se limitaba a responder que era por los estudios, que gran sátira de mentiras le decía a su madre, pero siendo realistas. ¿Su madre apoyaría la relación con Yeon Jun? ¿Acaso existía siquiera una relación entre ellos dos?
—Pasa hijo—Dos días más tarde, Soo Bin decidió acompañar a su madre a misa para intentar limpiar sus pensamientos, pero decidió quedarse a hablar con alguien que no fuese Beom Gyu.
Y el padre Nam muy cordialmente lo invitó a entrar al confesionario, mientras su madre recibía los sermones.
—Bendíceme padre que he pecado—La respiración de Soo Bin se filtró por los pequeños agujeros que lo conectaban con el padre Nam, un anciano de sesenta años que tenía buena cara con todos.
—Vamos pequeño, comienza.
—Padre, yo he hecho cosas malas, terribles...—Admitió el castaño con la culpa corroendo en su moral—He pecado en grande, padre.
— ¿Qué tipo de cosas hijo? —El movimiento detrás de los agujeros le dio a Soo Bin un cierto sentimiento de acongojamiento.
—Yo he visto algunas cosas sucias, padre—Empezar desde el inicio era la mejor opción si quería que el cura lo absolviera de sus pecados—Pornografía.
— ¿Y cómo te sientes cuando miras esas cosas?
—Bien, es decir... culpable.
—No suenas como una persona arrepentida—La voz del cura se hizo aún más baja de lo normal— ¿Te tocaste a ti mismo?
—Sí, pero eso no es lo peor. Yo también toqué al padre de mi mejor amigo—Soo Bin escuchó un sonido ronco de desaprobación—Pero, esa noche que yo lo vi él estaba tocándose a sí mismo, es que, la primera vez yo salí al baño y lo vi.
—Dios mío—Sopló el cura con enojo—Dios por favor ilumina a este muchacho para que deje de hacer cosas que van en contra de su voluntad... continua hijo.
—Esa noche, yo lo observé por la puerta y desde ese día no me lo puedo quitar de la cabeza. Es algo dentro de mí que me obliga a ir con él, sin importar que me rechace o me diga que solo soy un niño. Ya no puedo detenerme.
— ¿A qué te refieres hijo?
—Él me hace sentir bien... usted no entiende—Soo Bin se acomodó el cabello que había caído sobre su pálido rostro—Sólo estar cerca de él me gusta, yo también le gusto, lo sé. La noche en que salimos con mi amigo, yo tomé un par de tragos.
—Pero aún eres menor de edad, ¿Cómo es eso posible?
—La cosa es que yo estaba casi ebrio, y él vino a recogerme. Esa noche me llevó a su cama para dormir. Y yo...
— ¿Le diste tu virginidad? Aunque eres hombre y eso no sería posible. El caso es que...
—No, aún no. Esa noche sólo lo toque y me lo llevé a la boca.
—Lo chupé, hasta que se vino en mi boca—Soo Bin estaba tan sumergido en sus recuerdos que ni siquiera le importaba que el cura no entendiera sus términos—Y llenó mi boca.
—¿Te obligó?
—No, claro que no. Lo hice porque quise.
—Has pecado, y sabes que todo pecado está mal. Harás sufrir a tus padres y decepcionaras a Dios.
— ¿Cómo algo que se siente tan bien puede resultar malo?
—Que Jesús nos ayude, eres una oveja descarriada del rebaño. Pero aún puedes rectificarte, aléjate de él. No lo vuelvas a ver y entonces podrás olvidarlo y limpiar tu cuerpo del pecado de la carne.
—Si puedes, desde el principio pecaste. Dios no aprueba las relaciones entre dos hombres, ¿Tú madre sabe de eso?
Ninguno de los dos dijo si quiera una palabra más, de hecho ambos se quedaron callados, el padre Nam intentó absolverlo de sus pecados con algunos padres nuestros que debían entregarlos a Dios mientras pedía perdón sinceramente.
Tres días más habían pasado, al fin Hye Sun regresaba al trabajo. Además, Beom Gyu le había dicho que no podían hacer tareas juntos.
Una suerte para Soo Bin quien tenía demasiada desesperación en su cuerpo, un sentimiento que ni siquiera su trabajo de media tarde podía quitar, esa mañana se encontró con Beom Gyu a la hora de salida, el pelirubio llevaba brillo en los labios y un bonito tatuaje detrás de su oreja y parte de su cuello.
—Yeon Jun nos quiere llevar a un fin de semana a la casa de campo. Invitó a Tae Hyun. ¿Puedes creerlo? —Soo Bin lo miró fijamente—Dijo que quiere pasar más tiempo conmigo y él, para prepararse mentalmente a nuestra relación.
—Vaya—El castaño comenzó a apilar sus cuadernos en su casillero mientras Beom Gyu continuaba hablando de lo maravilloso que sería ese viaje. —Yeon Jun también te invitó—Fue como una bala que iba directo a sus instintos, aunque sonase imposible, algo hizo clic en su interior y se puso jodidamente feliz, tan feliz que sus manos empezaron a temblar—Quiso invitar a Ye Ji y yo se lo negué, ella no me agrada para nada. Estoy seguro que él se la pasará trabajando y yo no quiero estar solo tanto tiempo con Tae Hyun, sabes que tenemos algunas cosas diferentes. Así que, ¿Quieres ir?
— ¡Si! —Soo Bin habló tan fuerte que algunos niñatos del lugar voltearon a verlo—Es decir, claro. Sólo debo pedir permiso a mamá.
Disimular la felicidad era algo estúpidamente difícil para Soo Bin y más aún cuando veía a Yeon Jun esperando por Beom Gyu en la entrada de la escuela. El pelinegro llevaba ahora unos lentes negros, camisa blanca y pantalones jeans oscuros.
El Sr. Choi estaba apoyado en el auto con aquella sonrisa estúpida que lograba derretir a cualquiera como una mantequilla en el sol.
— ¿Nos vamos? —Yeon Jun se aclaró la garganta y abrió las puertas del automóvil para dejarlos entrar, era un acto caballeroso y distinguido, nada de dobles intenciones.
Hasta que su mano aterrizó en la cintura de Soo Bin con total confianza. Para suerte de ambos Beom Gyu no lo había notado. Pero cualquiera que pudiese ver los ojos del pelinegro podía percibir en ellos esa hambre voraz.
En tanto Soo Bin se quedaba sin aliento y con el calor extendiéndose por su cuerpo.
—Soo Bin dijo que sí, Yeon Jun—Canturreó el pelirosa desde el asiento trasero.
—Me alegra mucho el que nos acompañes, Soo Bin.
Y, por primera vez en una semana, Yeon Jun estaba sonriendo.
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