CAPITULO 27
Según la ley de Murphy “Si algo puede salir mal, saldrá mal”
Yeon Jun se sacudió compulsivamente, luchando por liberarse de la mala suerte que recientemente había adquirido, quiso gritarle a alguien pero Yun Jin al parecer había decidido tomarse el día libre sin consultar, por tal razón, él tuvo que ocuparse de recepcionar sus propias llamadas y atender a todos sus clientes sin poder poner una excusa de por medio.
Y ahí se encontraba él, con la señora Kang en su despacho mientras ella hablaba algunas incoherencias con respecto a su divorcio.
Emocionalmente exhausto, el pelinegro decidió quedarse callado mientras ella terminaba de maldecir en voz alta a su hasta ahora querido esposo, ella movía las manos con fuerza y negaba, una que otra lágrima se colaba sin permiso por debajo sus pestañas y un suspiro pesado llegó con la última respuesta.
—Estoy embarazada de cuatro meses y sólo quiero ponerle mi apellido, no necesito nada de Joong Ki o de su familia, ni siquiera su apellido.
Yeon Jun la miró por un momento antes de fruncir el ceño.
—Escucha, estas legalmente casada con el señor Song, y la concepción se produjo dentro del matrimonio por eso legalmente el feto que tienes dentro también es parte suya— Mo Yeon evitó mirarle a los ojos—Seamos realistas, estas cosas tardan demasiado y créeme que para cuando ambos estén legalmente divorciados tu hijo o hija ya habrá nacido, además que él tiene todo el derecho de reclamar su paternidad.
La señora Kang se quedó quieta por un momento ¿No se supone que su abogado debía hacer todo para ayudarla? ¿Acaso no le estaba pagando lo suficiente para arreglar las cosas?, a la mujer se le aceleró el corazón y con una sonrisa condescendiente se arregló el peinado para levantarse de abrupto e irse.
Yeon Jun la había jodido, otra vez. Pensó que a ese paso todas sus clientas y clientes se irían a buscar un mejor abogado.
Estaba jodido. Yeon Jun se puso de pie también y caminó hacía el mini-bar que había instalado hace poco en su oficina, se sirvió un vaso de whisky y se lo bebió de un solo golpe.
—Qué diablos le hiciste a Kang, salió de aquí hecha una fiera.
Observándolo, Yeon Jun se dio cuenta de que Yoon Gi tenía una risa oculta en el rostro, el pelinegro frunció el ceño y regresó a su silla giratoria detrás de su escritorio.
—No puedo hacer milagros y lo sabes.
—Sólo sé que el chico bonito que siempre viene a verte hoy no ha venido.
Los ojos del señor Choi se estrecharon.
—¿Soo Bin?
Yoon Gi asintió sin mirarlo y aprovechó su silencio para seguir hablando.
—¿Hoy no vendrá? Creo que él es adorable—Hizo una pequeña pausa—No se lo menciones a Ji Min.
Yeon Jun se quitó las gafas que solía utilizar y se frotó los ojos con cansancio.
—¿Lo sabes?
—Saber ¿Qué? —Yoon Gi comenzó a reír con ganas—Que tienes una relación extraña con ese muchachito, claro que sí. Ji Min me lo dijo, al principio no le creí pero luego de verlo seguidamente merodear por tu oficina y sonreírte “discretamente” créeme, cualquier persona se hubiera dado cuenta y Ye Ji lo confirmó anoche en la fiesta mientras bebía en exceso, hombre tienes un problema—Yoon Gi soltó una carcajada—Creo que te has metido en un gran lío compañero.
—Su madre me pondrá una demanda—Yeon Jun soltó un pesado suspiro.
—Yeon Jun… en realidad tú no me agradas, primero creí que querías llevarte a Ji Min de mi lado pero déjame darte un consejo de hombre de negocios a hombre normal—El pelinegro apretó los labios, pero asintió ligeramente con la cabeza—El amor es pasión, obsesión, no poder vivir sin alguien, debes perder la cabeza para encontrar a alguien que ames con locura y que te amé de igual forma. Debes olvidar el intelecto y escuchar al corazón, porque lo cierto es que vivir sin eso no tiene sentido alguno, llegar a viejo sin haberse enamorado es como si nunca hubieses existido. Imagíname a mí sin Ji Min —Una suave sonrisa nostálgica apareció en el rostro de Yoon Gi —Y debes intentarlo por más difícil que te parezca, inténtalo porque si lo dejas ir por miedo será como si nunca hubieses vivido.
—¿Estás pensando escribir un libro o algo así? —Musitó el pelinegro con un gran resoplido.
Yoon Gi asintió sin sonreír.
—Buena suerte con eso, Choi—Atacó antes de dejarle sobre el escritorio una pila de archivos en sobres amarillos que tenían la palabra “verificar” en la cubierta—Si necesitas un abogado, no dudes en contactarme. No cobro mucho.
La respuesta de Yeon Jun se perdió en medio de un gruñido.
Más tarde, cuando el pelinegro pisó de golpe el freno de su nuevo Aston Martin Vanquish las llantas chirriaron en el lugar llamando la atención de más de una persona.
El venado anunciante de comida rápida que estaba al frente de la calle había comenzado a mover la cola esponjosa que tenía el traje haciéndola rebotar como una pequeña bola de algodón mientras su naricita roja apuntaba al cielo, parecía bastante feliz.
Yeon Jun también sonrió dentro del auto, negándose a salir para poder observar al menor haciendo sus monerías, todo estaba bien hasta que unos brazos rodearon las caderas finas de Soo Bin.
El pelinegro casi gruñó por la interrupción de ese baile, estaba a punto de salir del auto para reclamar pero quedó indeciso por un momento, debía ver quién tenía tanta confianza con Soo Bin, siguió con su mirada al otro y lo primero que visualizó fue una cabellera gris, casi blanca.
¿Qué puñetas pasaba allí?
Min Gyu.
Yeon Jun se puso inquieto cuando Soo Bin y el peliblanco se hicieron confidencias, pues desde un primer momento había sentido que aquel chiquillo alto significaba algo para Soo Bin.
Soo Bin y el chiquillo se estaban coqueteando. No había duda alguna, los gestos que el ciervo hacía eran demasiado obvias, por un momento, tan sólo un momento quiso salir de su estúpido automóvil y partirle la cara al peliblanco, pero recordó que él era el mayor en la situación, no al revés, él debía ser la persona madura.
Cuando pasaron dos minutos infernales, Yeon Jun decidió ponerle fin a aquella situación tan patética, se acercó sigilosamente hasta el venado anunciante de comida.
—Creo que ese tipo va a saltarme encima y va a meter mi cabeza en un cubículo de basura, Soo Bin—Murmuró Min Gyu con sinceridad al ver al hombre caminar hacia ellos con algo parecido a la rabia brotando de su cuerpo—Se ve enojado, ¿Lo conoces?
—¡Yeon Jun! —Dijo el castaño antes de tirar la cabeza del traje de venado al suelo—Sí viniste, estaba esperándote.
—Ya debemos irnos—Yeon Jun entrecerró los ojos con desconfianza y sin quitar la mirada del peliblanco—Necesito hablar contigo de algo importante.
—Kim Min Gyu—Dijo el peliblanco con una sonrisa agradable mientras recogía la cabeza del traje de Soo Bin—Un placer, señor.
Yeon Jun le fulminó con sus obscuros ojos cafés y Soo Bin solo atinó a sonreír ladino al igual que Min Gyu.
—Choi Yeon Jun.
—Supongo que nos vemos por ahí, Soo Bin.
Cuando Min Gyu le regresó la cabeza enorme y se fue, Soo Bin cerró lánguidamente los ojos mientras se balanceaba sobre las puntas de sus pies como un niño malcriado. Yeon Jun lo miró y ambos se quedaron allí, parados cerca el uno del otro mientras respiraban casi el mismo aire, esto era mucho más dulce que un beso, más íntimo que unos toques sucios y Soo Bin estaba disfrutando de cada segundo.
—Señor Choi, sea bienvenido—Le murmuró sin quitarle la vista— ¿Le puedo ofrecer algo en especial?
Soo Bin se puso en puntillas y alzó su boca hasta chocarla con la del rubio en un sutil y efímero beso.
—¿De que hablaban tú y ese?
El castaño dejó de sonreír y parpadeó con aire inocente.
—Nos invitó a su fiesta—Murmuró aun cerca de sus labios—Bueno, dijo que podía llevar a un amigo y sabes que no iría con nadie que no fueses tú.
—Tengo que hablar contigo.
Antes de que Soo Bin pudiera decir nada, él le agarró de la mano y tiró de él hasta su automóvil que estaba frente al restaurant en el que trabajaba el castaño, abrió la puerta del copiloto y empujó el menudo cuerpo del menor en ella.
—Tengo trabajo, Yeon Jun.
Él le envió una mirada de paciencia.
—Es importante—El pelinegro frunció el ceño—Hye Sun lo sabe.
Entonces la expresión en el rostro de Soo Bin se ensombreció, palideció y se mareo, todo en menos de cinco segundos.
—Eso es imposible, es decir…
—Hoy vino a mi oficina—Soo Bin sacudió la cabeza—Quiere que nos mantengamos alejados o pondrá una demanda en mi contra.
—¿Lo harás? —Le preguntó el castaño con suavidad mientras el miedo a la respuesta se drenaba por su cuerpo intentando asfixiarlo sin reparo.
—Soo Bin…
—Habla con ella de nuevo —Le susurró con la voz en un hilo —Explícale lo que hay entre nosotros. No te voy a dejar Yeon Jun, tenemos que hacerle entender lo que tenemos. No puedes dejar que ella ponga una denuncia en tu contra. Arréglalo. Vamos, yo sé que puedes.
Prácticamente le estaba suplicando, pero… ¿Qué más daba? El miedo le estaba desesperando, orillándolo a hacerse irracional y por Yeon Jun él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, todo.
—Pueden despedirme, Soo Bin—Dijo con brusquedad—Beom Gyu aún no cumple la mayoría de edad y tú tampoco.
—¿Y eso qué? —Gruñó el castaño en una pregunta llena de interrogantes, irrumpió y luego se quedó callado.
A la mierda, Soo Bin no se iba a quedar callado y mucho menos iba a dejar que Yeon Jun resultara herido, él lo conocía, había sentido su cariño y su ternura. Sabía que el señor Choi lo quería, él se lo había dicho muchas veces de distintas formas y maneras.
—¿Yeon Jun? —Susurró cuando la voz se le hizo más delgada. Odiaba tener ese tono suplicante pero no podía evitarlo.
—Estoy pensando, Soo Bin. Si ella pone una denuncia en mi contra todos se van a enterar, perderé clientes y en el peor de los casos tendré que dejar el trabajo.
—¿Esa es tu respuesta?
Bajó la mirada horrorizado por lo último que sus propios labios habían pronunciado y sin dedúbitar extendió su brazo hasta la manija del auto para escapar de allí. Estuvo a punto de saltar del automóvil cuando Yeon Jun envolvió su muñeca con los dedos.
—No te vayas.
Soo Bin detuvo sus movimientos.
—Puedo dejar el trabajo y todo lo demás pero no te vayas.
La velocidad que Soo Bin usó para mover su cuerpo y restregarse sobre el pelinegro fue emocionante y sorprendente, pues en menos de unos minutos ya lo estaba besando con una urgencia casi desesperada.
Cuando Yeon Jun extendió los brazos Soo Bin fue a parar directamente sobre su regazo, acto seguido tuvieron que realizar toda una serie de movimientos necesarios para acomodar su trasero sobre su regazo hasta que finalmente ambos estuvieron satisfechos, Soo Bin le sonrió con total sinceridad y Yeon Jun supo en ese momento que Yoon Gi tenía razón. Debía ir hasta las últimas instancias, si era posible.
Dios, era una completa locura ¿Cómo había llegado a ese punto con el pequeño Soo Bin? Yeon Jun bajó la cabeza y rozó sus labios contra la pálida y suave piel del castaño. Soo Bin se quedó sin aliento, su cuerpo estaba temblando como una pequeña gelatina entre dedos calientes, su cuerpo se amoldó fielmente a las manos ambiciosas del señor Choi y antes de darse cuenta comenzó a gemir suavecito cuando Yeon Jun finalmente hundió sus dientes en su carne y succionó con fuerza, como si quisiera dejar marcas visibles en él.
Jadeando, Soo Bin atrapó los hombros de Yeon Jun con sus manos para comenzar a moverse sobre la entrepierna del pelinegro, era tan caliente y reconfortante saber que el pelinegro reaccionaba así por él; que el ego del pequeño Soo Bin comenzó a crecer con fuerza.
El castaño se quejó cuando Yeon Jun se quedó muy quieto, todavía con los labios en su piel.
Luego ambos volvieron las cabezas.
Eun Ji, la compañera de trabajo de Soo Bin estaba a unos metros de ambos con la boca ligeramente abierta.
—Encantador—Dijo ella con la diversión pululando en su mirada—Soo Bin, tu madre vino a por ti. Está esperándote en el restaurante.
—Podemos explicarle, Yeon Jun—Murmuró Soo Bin siendo inocente de sus palabras— Vamos.
Yeon Jun soltó un bufido antes de plantarle un último beso.
—Lo haremos pronto, Soo Bin. Sólo espera un poco más.
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