°•༢ 35
Cuatro meses después.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos se hicieron horas, las horas días, los días semanas y pronto el tiempo avanzó más rápido de lo que él pudo contar.
El señor Bang se encontraba en su oficina, leyendo el periódico matutino con demasiado detenimiento, quizá más de lo que él deseaba. Revisó las notas que la nueva secretaria le había dejado sobre su escritorio y lamentó no poder tener más ánimo de continuar, últimamente el sonido de las manecillas del reloj estaba molestándole más de lo normal.
El tiempo parecía reírse en su cara.
La imagen de Jeongin se le atravesó por la mente y una sonrisa parsimoniosa hizo acto de presencia, él permanecería siempre joven en sus recuerdos. Siempre sería aquella pastilla que le había regresado la vida y sentía que no había palabras que fueran suficientes para expresar los sentimientos que florecían en su pecho cada vez que lo recordaba o lo nombraba en sus pensamientos.
Se sintió un poco estúpido por extrañarlo tanto durante esos meses de sequía, ya habían pasado los cuatro meses para que Jeongin pudiese obtener su mayoría de edad, pero al parecer a él le había gustado su país natal y planeaba quedarse un poco más. Ahora el temor del rubio era otra cosa, ¿Y si él no regresaba? No, claro que no, el castaño volvería. Porque él debía volver, lo había prometido.
Y por más que el rubio intentase hacerse al fuerte no lo estaba logrando, lo necesitaba, necesitaba al pequeño castaño más que a las pastillas para el dolor de cabeza que recientemente había comenzado a tomar, más que a la luz o al aire frígido que las ventiladoras del lugar le daban, Christopher necesitaba de Jeongin para rodearle de caricias y oír su voz susurrándole palabras de amor eterno que sólo una persona inexperta y joven podía decir.
—¿Jefe? —él levantó la cabeza y se quitó los lentes gruesos para dejarlos sobre su escritorio.
—¿Sí?
Suzy agitó las manos y se alisó la falda. La nueva secretaria era algo inexperta pero eficiente con respecto a los reportes, ella tenía la manía de dejar pequeñas notas verdes por todo el escritorio para recordarle al rubio su trabajo del día, después de la renuncia de Lily por su matrimonio inesperado, Christopher no tuvo más opción que contratar a la muchacha, eran tiempos difíciles y ella mostraba mucho entusiasmo.
—Le traje café como le gusta —ella se acercó hasta el escritorio con su usual pequeña sonrisa y dejó el vaso de café que tenía la palabra "Starbucks" sobre los papeles—. Son las once de la noche. Tiene que ir a descansar, no puede quedarse tanto tiempo sin comer nada. Además, es malo para su salud y seguramente su hijo debe estar muy preocupado en casa, esperándolo.
—Es cierto —dijo él.
El rubio se frotó los ojos y miro el reloj de su muñeca con fervor. Lo más probable era que Félix ya hubiese llegado a casa. Agradeció mentalmente por el café a Suzy quién parecía mirarlo con demasiado detenimiento, tomó su saco y pensó en retirarse del edificio antes de que se le hiciera más tarde.
—¿Quiere que le compre comida antes de irse, jefe? —le preguntó ella desde su lugar.
—No, yo...
Sonó el teléfono e interrumpió la respuesta de Christopher, seguramente era otro cliente o Félix para preguntarle sobre su paradero.
—Oficina del señor Bang, ¿con quién hablo? —Suzy se había adelantado a tomar el teléfono, él la oyó responder alegremente, y después, su voz adquirió un tono más ominoso que despertó en Christopher la preocupación—. El señor Bang no está disponible, si desea puede dejarme un recado para que yo se lo entregue.
Christopher quiso arrebatarle el teléfono, estuvo tentado a quitárselo, pero sus instintos caballerosos lo detuvieron.
—Adiós.
Al volverse hacia él de nuevo, Suzy tenía una sonrisa resplandeciente. Colgó el teléfono y dijo:
—¿No desea una pizza para cenar, jefe?
—¿Quién era?
—¿Quién?
—La persona que llamó.
Ella no perdió en ningún momento su adorable sonrisa y agitó la cabeza para fingir confusión.
—Un tal Jeongin —Suzy se movió por el lugar con total despreocupación, completamente cómoda, recogió las notas verdes del suelo con elegancia, y arrugó los papeles que ya no servían para tirarlos al basurero. Le lanzó una sonrisa por encima del hombro y se arregló el peinado.
Por otro lado, Christopher quien ya había bebido del café caliente tuvo que morderse los labios, el café explotó en su garganta, quemándolo, ahogándolo. Christopher estornudó y tosió hasta que pudo respirar otra vez. Después abrió los ojos y oyó claramente la risa de su nueva secretaria.
—¿Está bien? —le preguntó Suzy entre risas.
—¿Dijiste Jeongin?
Christopher dejó el vaso en la encimera de golpe.
—Dijo que necesitaba hablar usted sobre un tema urgente, después colgó.
Mierda. Mierda. Mierda. Él debió tomar el teléfono, él debió quitárselo a Suzy.
Cerró los ojos, exhaló e inhaló el aire con demasiada fuerza, tanto que temió que ella hubiese podido escucharlo, pues habría sabido que él necesitaba estar sólo, necesitaba la soledad, por ahora.
—Vete a casa, Suzy. Yo organizaré todo esto.
—Claro que no, yo estoy para hacer todo lo que usted me pida. Ordenaré esto, ¿esta bien?
El rubio intentó pedirle que se fuera, hasta que el teléfono sonó nuevamente. Y, esta vez él se adelantó a tomar la bocina.
—¿Christopher?
Él cerró los ojos y sonrió un poco.
Hizo un esfuerzo para disimular su alegría. No había esperado la llamada del pequeño Jeongin. Se removió en su lugar y se pasó una mano por el pelo, esperando no sonar tan desesperado.
—¿Estás ahí? —le oyó decir.
—Aquí estoy.
—Te necesito —la petición quedó suspendida en el aire, como una flecha. El rubio no supo que decir—. Ellos... no quieren dejarme regresar.
—¡Jefe! —Suzy agitó las manos frente a sus ojos—. ¿Va a quedarse toda la noche? Quiero avisar en casa que me quedaré con usted.
Christopher tapó la bocina del teléfono con una de sus manos para evitar que el pequeño castaño oyera las ocurrencias de su nueva secretaria.
—Vete, Suzy, tengo cosas personales que atender.
Ella guardó silencio y asintió antes de salir de la oficina.
El rubio por fin pudo respirar tranquilamente, no era que ella no le agradase, pero él también necesitaba espacio personal por eso se llevó el teléfono nuevamente a la oreja con demasiada rapidez.
—Jeongin —lo dijo en una voz tan baja y sensual que lograron sacar un pequeño suspiro al interlocutor de la otra línea—. ¿Pasa algo malo?
Él se tensó al no oír más respuesta que una respiración, una respiración tan lenta que parecía más un jadeo de dolor, Christopher quiso estar allí para decirle que todo iba a estar bien, que no debía sentirse sólo, no cuando él lo esperaba.
—Es que... —el pequeño Jeongin sorbió por la nariz—. Ellos me están obligando a tener citas. Él no quiere que yo regrese a Corea, dice que puedo estudiar aquí la universidad... —logró decir sin llorar—. Pero, yo te extraño... —otro pequeño hipo hizo su acto de presencia—. Te extraño mucho.
El rubio apretó los puños con fuerza. Se trataba de eso. Trató de no maldecir en voz alta, porque nadie tenía el derecho de hacer llorar a Jeongin, nadie. Él lo había visto crecer, él solía abrazarlo cuando se caía, él quería a Jeongin, no sólo en el sentido sexual, él lo quería porque así lo dictaminaba su corazón. Sus pensamiento siempre iban hacia Jeongin, sus acciones eran por Jeongin y todo lo que hacía lo hacía por Jeongin, hasta ahora.
—Todo va a estar bien, bebé —la voz le había sonado ronca, como si estuviese a punto de llorar, así que se aclaró la garganta antes de continuar—. Lo prometo.
Escuchó a Jeongin reír entre hipos tras la otra línea.
—¿Me dijiste bebé?
El señor Bang se puso rígido, como un gran tempano de hielo, ¿Le había dicho bebé? Frunció el ceño y pensó que aquello era normal, intentó no sonar desesperado y aceptó mentalmente que por más errores que cometiese Jeongin ante sus ojos, él sería un bebé, un ser que necesitaba sentirse protegido tanto de sí mismo como de los demás.
—Eres mi bebé, ¿verdad?
—Siempre tuyo.
Christopher sonrió, sonrió como si el sol hubiera vuelto a iluminar la Tierra después de una larga ausencia, apretó el teléfono y tragó aquel nudo que le oprimía la garganta.
Sólo había una cosa que decir, no importaban las preocupaciones ahora, el tiempo parecía desvanecerse en el espacio, rogó en silencio y se rascó el cuello.
—Te amo.
"No me eches de tu lado", le rogó en silencio. Pasándose la mano por el pelo, inquieto. Temía tanto el no volver a verlo sonreír, el no poder abrazarlo, el no poder hacerle el amor y besarle el cuerpo por las noches después de compartir la cama (aun cuando habían sido pocas veces) él siempre añoraría esos momentos. Dolía, sí. Le dolía mucho.
—Yo también te amo —dijo Jeongin al otro lado de la línea con la garganta apretada—. Ya debo irme, ellos vendrán por mí pronto. Llamaré cuando me sea posible, lo prometo.
Christopher quiso decir más cosas, pero sus labios se lo impidieron.
Después nada.
El ultimo tonó sonó y el rubio supo que Jeongin ya se había ido.
Dejó caer su cuerpo con el peso de una estatua de plomo sobre su sillón, agachó la cabeza, después se quedó mirando fijamente las dos fotografías que tenía de Félix y Jeongin sobre su escritorio, en ella los dos se veían felices, sonreían después de una tarde en la playa mientras Sunny y él preparaban el almuerzo.
—Tenemos que hablar —Changbin abrió la puerta de la oficina de Christopher sin llamar siquiera. Este levantó la mirada y de repente la expresión de su cara se hizo glacial.
—¿Sobre qué?
—Estás más estresado de lo normal, no estás atendiendo los casos como deberías, sinceramente muchos de tus clientes están inconformes con tu trabajo —dijo el castaño con brusquedad, puso las palmas de las manos en la encimera de la mesa y se inclinó hacia adelante para retar al rubio—. Entiendo que la situación que tienes ahora es mala como el carajo, pero no por eso puedes descuidar el trabajo Christopher. Las relaciones personales quedan fuera de esta oficina.
—¿Quieres mi renuncia? —dijo abruptamente.
—Seungmin propuso que te fueras de vacaciones —murmuró con disgusto—. Mi adorable esposo de buen corazón cree que necesitas estar lejos de aquí para no continuar amargado, hasta entonces un reemplazante será contratado en tu lugar, cuando regreses de las vacaciones tu trabajo estará esperándote.
—¿Qué pasa si no acepto?
—Estás despedido —Changbin arqueó una ceja.
—No quiero irme de vacaciones, además, Félix está a punto de graduarse de la escuela, necesito estar junto a él —dijo el rubio en voz baja.
—Sólo será un mes —Changbin sacudió la cabeza—. Entiendo que extrañas al niño bonito, pero si quieres mi opinión... no deberías estar aquí, deberías estar allá en China con él para traértelo contigo. A veces debes apostar para ganar o para perder, el amor no es nada parecido a las piezas de un rompecabezas que se acomodan perfectamente, debes arriesgarte para saber lo que habría pasado o te quedarás con la pregunta hasta el último día de tu vida.
—No comprendo.
—Compra un boleto a China, levántate y ve junto a él. Llévalo a Japón por unas semanas, cumple su sueño y regresa a esta oficina junto a tu niñito castaño.
—¿Cómo sabes lo de Japón?
—Estoy en todos lados, por eso soy considerado el mejor abogado de toda Corea. Así que recuérdalo "Todo lo que digas puede ser usado en tu contra" —el abogado castaño rio un poco antes de salir de la oficina—. Una semana, Christopher.
Esa noche, mientras Christopher apoyaba la cabeza en la almohada de su fría y extensa cama notó que el aroma de Jeongin ya estaba desapareciendo, poco a poco se iban perdiendo los recuerdos.
(...)
A lo largo de los días siguientes, Christopher se convirtió en un casi experto cocinero. No le quedaba otra alternativa, Félix y él necesitaban comer y la comida comprada siempre tenía el mismo sabor, la misma cantidad y los mismos colores en la sopa. Además, estaba practicando para cuando por fin tuviera a Jeongin en casa.
No obstante, resultaba difícil continuar con la esperanza, Jeongin ya había dejado de llamar por cinco días. ¿Era aquello una señal? ¿Y si Jeongin ya había conocido a alguien en China? ¿Qué pasaba entonces?
—¿Qué haces? —Félix apareció de repente en la cocina, vistiendo tan sólo una camisa larga que Christopher supuso que era del tal Hyunjin y unas calcetas blancas que lo hacían adorable.
—El desayuno —apuntó Christopher.
—Pero es sábado —Félix mostró su despreocupación con un leve movimiento de la mano, y acto seguido se giró hacía la mesa de la cocina—. Podemos ir a comer fuera, además, Hyunjin vendrá para ver algunas películas más tarde... Puede venir, ¿cierto?
Christopher torció el gesto. Era sábado. ¡sábado! Su día de descanso, su oportunidad para compartir tiempo con su hijo, la merecida tregua que se había ganado después de trabajar cinco días sin descanso, ese no era el día en que tenía que ver como su pequeño hijo era toqueteado por su novio mientras este simulaba abrazarlo.
—Félix.
—Por favor... —dijo el pequeño rubio con un puchero de niño bueno—. No haremos nada malo.
El rubio bajó los hombros, enojado.
—Eso no me lo puedes asegurar —aseveró.
—Si Jeongin estuviera aquí las vería con él. Jisung y Minho andan muy distraídos últimamente y no quieren hablar conmigo —contestó Félix, con una voz delgada—, Además, no puedes tener dos amigos, eso se llama traición, por eso Jeongin es sólo mío.
Christopher vio que su pequeño hijo estaba triste, esbozó una sonrisa y aligeró su tono.
—¿Jeongin es sólo tuyo?
—Más o menos. Jeongin ha sido mi amigo desde que tengo memoria, por eso digo que es sólo mío en el sentido de amistad —Félix estiró los pies y jugó un poco con sus manos—. A veces me alegro de que ustedes dos estén juntos, así él no abandonará esta casa y escuchará mis quejas siempre, no como Jisung —señaló su mejilla—. ¿Ves esto? Me lo hizo Jisung cuando estábamos jugando y por accidente rompí su peluche de pororó.
—¿Quieres que traiga a Jeongin de regreso?
—¡Claro que sí! —Félix se incorporó tan deprisa que casi derribó la mesa entera—. Trae a Jeongin de regreso. Lo necesito tanto como tú lo haces.
—¿Por qué lo dices? —Christopher tragó saliva.
—Hasta hace poco me he dado cuenta de que los dos se ven bien juntos... —Félix le miró a los ojos—. No sé...hay algo raro en la forma en que se miran, él se siente relajado cuando está contigo y, aunque siempre me he sentido celoso de que Jeongin se te acerque demasiado ahora lo entiendo todo. Jeongin te ama y tú lo amas, no puedo imaginar un mundo donde ustedes no estén juntos. Juntos de la forma en que se supone tienen que estar.
El señor Bang asimiló lentamente las palabras de su hijo.
—¿Entonces cuál es el siguiente paso?
A pesar de la tensión Félix se echó a reír.
—Tienes que ir a China, yo estaré bien. No haré fiestas ni dejaré que otras personas entren a casa, además, intentaré llegar temprano a dormir.
Christopher se dio un masaje en las sienes, sintiendo terriblemente cansado de pronto.
Era hora de tomar una decisión, el camino ya estaba marcado en hilo de plata sobre una tela dorada.
Debía hacer las maletas cuanto antes.
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