
°•༢ 29
Cuando Christopher despertó lo primero que sintió fueron dos brazos delgados que le rodeaban la cintura y una pierna delgada que se enroscaba a la suya sin vergüenza, hizo un esfuerzo sobre humano para no moverse, aunque eso resultara difícil pues la postura en la que se encontraba era incomoda.
—Si llego tarde a clase, será tu culpa —dijo Jeongin con la voz adormilada y los ojos soñolientos, su cabello estaba enredado en una graciosa mata, su cuerpo estaba desnudo y un poco pegajoso después del acto íntimo de la noche anterior, pero aun así no sentía la necesidad de moverse. Estaba tan bien allí, se sentía exactamente como quería.
El deseo le aguijoneó el vientre y descendió como una flecha hasta su entrepierna. Pero decidió ignorarla por completo, más tarde cuando ambos ya habían salido de la cama, Jeongin se dio una ducha y se puso la ropa de gimnasia de la escuela.
El rubio preparó el desayuno para su hijo y para el castaño, después de todo resultaba divertido.
Félix se comió sus cereales con rapidez y tiró de Jeongin para ir a la escuela, el reloj marcaba exactamente las nueve de la mañana cuando Christopher tiró de su maletín de trabajo para salir de su casa. Mientras caminaba se puso a pensar un poco en cómo le preocupaba en lo que se estaba convirtiendo por ese niño de cabellera castaña. Infierno.
Prácticamente estaba poniendo su cabeza en bandeja de plata.
Cuando estaba punto de refutar algo contra sí mismo golpes fuertes en la puerta principal de su casa e inmediatamente eso le provocó un malestar en el cuerpo.
Golpear de esa manera la puerta de una casa era insano. Se exigió a sí mismo a caminar hacía la puerta.
Bajó por las escaleras de su casa y los golpes aún estaban allí, el hecho de que sus manos comenzaran a moverse vertiginosamente lo asustaba como la mierda. Christopher tenía el control sobre su vida, siempre. Pero actualmente, todo le estaba saliendo medianamente mal.
Giró la perilla y se estremeció al ver a dos policías varados en la puerta de su casa.
—¿Es usted Bang Christopher? —dijo uno de ellos. El rubio se obligó a asentir, estas situaciones siempre eran las más difíciles desde la perspectiva de sus clientes y ahora que le tocaba a él era todo un infierno
—Sí, ¿puedo ayudarlos en algo?
—Debe acompañarnos a la comisaria.
—¿Por qué razón, si puedo saberlo?
—Vera, hay una denuncia de estupro y corrupción de menores en su contra. Sólo queremos que preste su declaración. Además, también hay un cargo de secuestro por la repentina desaparición del jovencito Yang Jeongin. Y, como aún no han transcurrido las 48 horas sólo necesitamos declaración de su persona.
—¿Secuestro? Pero...
—Necesitamos entrar a revisar si el menor se encuentra aquí.
—Usted no puede ingresar a mi casa sin una orden judicial, está agrediendo mis derechos de propietario.
—Mire, señor Bang...
—Señor, si no nos acompaña voluntariamente, tendremos que llevarle a la fuerza.
—No será necesario, iré con ustedes, pero primero debo avisar al trabajo y a mi hijo.
Veinte minutos después, Christopher se encontraba sentado frente a una mesa en el interior de un despacho vacío. Había avisado a Changbin sobre su pequeño problema y no había llamado a Félix, no quería preocupar a su hijo.
Tras esperar otros veinte minutos la puerta por fin se abrió y apareció un hombre alto y delgado que rodeó la mesa con despotismo y se sentó frente a él.
—Bien, señor Bang —comenzó a hablar el policía. Tenía una voz grave y autoritaria—. Según parece usted se encuentra en una situación desventajosa —el hombre hizo una pausa—. ¿Conoce a Yang Jeongin? Porque aquí hay una denuncia de estupro en su contra, además de corrupción de menores y secuestro.
La pregunta tan directa le pilló desprevenido, pero Christopher sabía que no merecía la pena mentir.
—Sí, es el mejor amigo de mi hijo. Prácticamente crecieron juntos, su madre lo dejaba bajo mi tutela cuando ella iba a trabajar doble turno.
—Ya.
Se hizo un silencio incómodo que a Christopher se le hizo eterno. El policía lo miraba de arriba abajo, como si lo estudiara. Finalmente, inclinó su cuerpo en la mesa y se apoyó sobre sus codos, Christopher afinó la mirada y vio que en su pequeña identificación estaba grabado "Lee Taemin".
—Vera, señor Bang. Resulta que la declaración de la señora Sunny, madre del afectado es totalmente diferente a la que usted me acaba de dar. De hecho, ella es quien lo ha denunciado. Ella afirma que usted ha dañado psicológicamente a su hijo, además, dice que usted mantiene una relación amorosa con un adolescente de 17 años de edad.
—¿Daño psicológico? —Christopher casi no podía creerlo—. Oiga, mire esto es absurdo, yo...
—Señor Bang, me temo que tendrá que permanecer aquí hasta que se aclare todo esto. Porque usted bien sabrá que mantener una relación sexualmente activa con un menor de edad es un delito.
—Esto es una locura. ¿Puedo hablar con la señora Sunny?
—Lo hará, pero de momento permanecerá en una de las celdas. Llame a su familia si así lo desea.
Después de eso, los dos agentes que lo habían llevado anteriormente lo escoltaron hasta las celdas, donde había muchos hombres con mala mirada.
Estaba tan jodido, ni siquiera le habían dicho cuanto iba a permanecer en ese lugar.
(...)
Al otro lado de la ciudad, Jeongin, Minho, Félix y Jisung estaban a punto de iniciar un pequeño partido de básquetbol en la cancha de la escuela.
—Lo que pasa es que tú tienes miedo de que nosotros te pateemos el trasero —Félix soltó una generosa carcajada al oír la categórica amenaza de su pequeño compañero de equipo.
—No es cuestión de que ustedes nos pateen el trasero.
—Ah, ¿no? ¿Y de qué es cuestión?
—De que tanto Félix como tú son muy bajitos y dudo mucho que puedan contra nosotros, al menos Jeongin es más alto.
Jisung se mordió los labios indignado. En la vida había conocido a un tipo tan chulo y presuntuoso como Minho, a pesar de ser amigos de infancia, él sentía que no podía conocer del todo a ese niño con complejos de hombre.
—Tú eres un prepotente.
—Soy realista, pequeño Sung.
—No me llames pequeño.
—Te lo digo con cariño, bebé
—Ni en plan cariñoso. ¿Entendiste? Solo puede llamarme de esa forma mi novia, tú no tienes ningún derecho de hacerlo.
De repente todo se quedó demasiado tranquilo, Félix y Jeongin se habían apartado de ambos lentamente hasta quedar en uno de los extremos de la cancha. Cuando Minho asintió en silencio la tensión aumentó en ese lugar.
Después, el chico con labios corazón se fue despotricando y con un ceño fruncido.
Tanto Félix como Jeongin se acercaron a Minho que aún permanecía allí. Ambos le sonrieron, pero el alto parecía que no se daba cuenta hasta que Jeongin fue quien tomó la delantera y se abrazó a Minho con fuerza, como cuando eran pequeños y solían jugar en la casa del señor Bang, fortificó su agarre hasta que Minho comenzó a removerse como un pescado fuera del agua, riendo y mirando divertidamente a sus dos amigos.
Una gota de lluvia descarriada cayó sobre la mejilla de Jeongin y Félix levantó la mirada de inmediato hacia el cielo gris.
Luego, gruesas gotas de agua que parecían salir de ninguna parte comenzaron a caer con fuerza con las nubes pomposas y el cielo obscuro. Completamente anonadado Minho cabeceó e inspiró hondo, era hora de regresar a casa.
Los tres salieron de su ensimismamiento y comenzaron a moverse para escapar de la lluvia, pero antes de llegar a la puerta principal dos policías también los abordaron, uno de ellos se presentó cordialmente como Taemin mientras que el otro sólo les dijo que debían acompañarlos a la comisaria para responder a algunas preguntas, excluyeron a Minho y lo enviaron a casa, Félix prometió llamarlo después y junto a Jeongin ingresaron al automóvil, aquello no parecía falso ni mucho menos, pero se aseguraron de no subir a un automóvil extraño cuando el profesor Heechul los despidió desde la puerta principal y prometió llamar a sus padres.
Félix simplemente miró a Jeongin durante todo el trayecto, pero era una mirada que decía mucho; la clase de mirada que anunciaba problemas.
—¿Quién de ustedes es Jeongin? —preguntó el policía.
—Yo... —la lluvia comenzó a caer más fuerte conforme avanzaban, el hombre del traje azul no hizo más preguntas hasta que quince minutos después llegaron a la comisaria. Les dieron la orden de bajar.
Después llevaron a Félix a otro lado, Jeongin sintió miedo por primera vez, estaba a punto de gritar como un niño pequeño hasta que vio la silueta de su madre a pocos metros, ella estaba sentada cómodamente mientras bebía una copa de agua con elegancia fingida. Su sonrisa se ensanchó cuando vio al castaño entrar también al lugar.
(...)
Jeongin jamás olvidaría aquella visión en toda su vida. Estaba en aquella oficina con la luz tenue mientras la mujer que tenía frente a él anotaba cosas y lo observaba como a un pequeño bicho raro.
—Entonces, ¿El señor Bang alguna vez te ha obligado a tener relaciones sexuales con él?
Escuchando con atención. Jeongin pudo detectar un tono afirmativo en la voz de la mujer, como si ella quisiera obligarlo a responder que "si".
—No.
—¿Alguna vez te ofreció dinero a cambio de algo?
Recordó vagamente aquella vez que el rubio le había pagado por ayudarlo a recoger la basura de la habitación de Félix, pero eso no contaba, ¿cierto?
—¿Te ofreció bebidas alcohólicas o drogas?
El menor sonrió descaradamente.
—No.
—Escucha Jeongin, necesito que respondas con la verdad, ten más confianza conmigo porque nada de lo que se diga aquí saldrá afuera, será nuestro secreto.
El mencionado inclinó la cabeza con gravedad.
—Christopher siempre cuidó de mí, nos traía comida después del trabajo y nos llevaba a los lugares que queríamos, él nunca me ha tocado sin permiso.
— ¿Estás diciéndome que ustedes tienen una relación?
El castaño comenzó a sentir calor, sus mejillas se encendieron y sus ojos vagaron por el lugar.
—¿Mantienen relaciones sexuales?
—¡No! —dijo, quizá demasiado alto para su gusto.
—¿Desde hace cuánto tiempo están saliendo?
—Cuatro meses —el sudor frio afloró a lo largo de su espalda y sobre su frente—. Pero... yo le quería desde hace mucho, él es tan... —élbse mantuvo en silencio, limitando a mirarse las manos—. Usted no lo entendería, él parece un hombre maduro y serio, pero en realidad es como un niño que muere por sonreír, a veces se queda trabajando hasta altas horas de la noche y antes sin que él lo supiera yo me quedaba con él mirándolo desde el segundo piso porque me gustaba verlo trabajar.
La mujer de la libreta pensó que el amor y la ternura flotaban en raudales por el castaño que le habían llevado para hacer un examen psicológico.
—¿Alguna vez lo viste como tu padre?
—No, eso jamás. Papá es muy diferente a él, conozco a mi padre y sé que él no daría nada por mí, por eso nos dejó cuando vio que mamá ya no podía mantenernos.
La mujer murmuró algo en su boca y volvió a hacer anotes.
—Entonces, ¿eres gay?
—Sí, lo supe desde el día en que sentí cosas por un niño de la escuela. Eso no era normal, se lo conté a mamá, pero ella siempre ignoraba ese tema, supongo que es normal.
—Ahora quiero que me respondas con la verdad. ¿El señor Bang nunca te ha obligado a hacer nada que tú no quieras?
—No, nunca. Él jamás me obligaría a hacer algo, yo inicié con todo esto... —se levantó del asiento tan rápido como un resorte—. Yo lo besé primero, él siempre dijo que esto estaba mal, que yo era un niño aún, pero no es así. No soy un niño, sé lo que es amar a alguien y yo amo al Señor Bang.
—Terminamos con esto, Jeongin. Puedes irte.
Cuando el castaño salió del lugar, ya eran las seis de la tarde y había oscurecido completamente. Vio a Félix caminar junto al compañero de Christopher, quiso preguntarle porque aún estaba allí, pero Sunny le tomó la muñeca y comenzó a tironear de él como una madre protectora.
El corazón comenzó a palpitarle con fuerza al ver a Christopher salir de allí también, Félix corrió hasta su padre para abrazarlo con fuerza y el rubio levantó la mirada justo a tiempo para ver a Jeongin y segundos después sonreírle cortamente.
Pero el castaño decidió ignorarlo por completo.
De alguna manera Jeongin sentía que estaba destrozando la vida del señor Bang y ese sentimiento le ardía en el pecho.
—Tenemos que irnos cariño —farfulló Sunny mientras abría la puerta del nuevo coche rentado que había adquirido y, Jeongin sentía que no podía hacer nada contra ella, por eso entró al automóvil sin rechistar, cuando su madre pisó el acelerador perdió al rubio de vista—. Por cierto, le dije a tu jefe que dejarías el trabajo, creo que ahora puedo mantenernos a los dos sin ningún problema, me ascendieron. ¿Quieres ir a por un helado de menta?
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