°•༢ 17
Ya habían pasado seis días, en los que Sunny había pedido otro lapso de vacaciones en su empleo, por ello Jeongin regresaba a su casa cada noche y cada tarde salía con Félix, todos habían regresado a sus roles de siempre, y Christopher, Christopher nunca lo había llamado.
Ahora se devaneaba los sesos por saber cómo estaba, esa había sido la única razón más primordial por la que se había reunido de emergencia en el centro comercial con el peli-rosa que parecía más feliz que antes.
—Matthew me llevó al parque de diversiones y cuando comencé a gritar él se rio —comentó Félix muy serio, sin quitar la vista de encima de Jeongin—. Verás... —Jeongin frunció el ceño mientras se perdía en el movimiento labial de su mejor amigo—. ¿Seguro que estás bien? Estás un poco pálido.
Jeongin se encogió de hombros fingiendo que la situación no le afectaba.
—Es que Sunny aún no me deja salir de noche. Eso es todo. Estoy bien...
"Muerto de miedo. Enojado con tu padre. Pero, por lo demás estoy jodidamente bien". Lo último que quería era alarmar o hablar con Félix sobre la relación que mantenía con su padre.
Félix estiró el brazo, le cogió la mano y se la apretó tan fuerte que le dejó sin circulación por unos segundos.
—¿Puedo hacer algo por ti, Jeongin?
—Llévame a tu casa.
—¿A mi casa? —el peli-rosa enarcó una de sus cejas—. ¿Para qué quieres ir a mi casa?
—Es que creo que si adelantamos el proyecto de ciencias nos irá bien. ¿No crees? —Félix le frunció el ceño—. Félix, ¿cómo está Christopher?
—¿Christopher? —el peli-rosa lo miró sorprendido mientras cerraba sus cuadernos. Obviamente ya había decidido irse a su casa, sin Jeongin, claro—. Mi padre está bien, pero... ¿Por qué lo preguntas? ¿Pasó algo?
—Curiosidad.
Félix se quitó el fleco de los ojos, luego levantó la mirada sospechosa y frunció irremediablemente el ceño.
—No te creo, dime que es lo que pasa entre mi padre y tú —la sangre de Jeongin se detuvo de repente, al igual que su respiración—. ¿Te preguntó sobre mí? A veces desearía que se consiguiera una esposa para que me deje en paz.
—¿Una esposa? —una risotada histérica nació de Jeongin—. No creo que necesite una esposa.
—¡Claro que la necesita! —Félix exhaló un largo suspiro—. Creo que tiene un amorío con Choa, ella y él se fueron de viaje a Japón para atender un caso —entonces bajó la voz—. Yo creo que ellos dos follan.
El corazón le dio un vuelco, era una simple frase dicha con tanta ingenuidad que produjo un efecto devastador en Jeongin. Por unos segundos tuvo la clara percepción de que estaba a punto de hacer algo terrible como el ponerse a llorar frente al peli-rosa, por ejemplo.
Levantó su mirada triste y se dedicó a observar como el viento elevaba una bolsa de plástico por los aires para evitar la mirada preocupada de su amigo.
—¿Follar? —dijo, con la desgarradora certeza de haberlo perdido todo ya—. ¿Estás seguro?
—Técnicamente, primero ella viene a mi casa en la mañana y luego se van de viaje. ¿No se te hace sospechoso?
¿Resultaría oportuno contárselo a su mejor amigo?
—Félix, es que yo... no me siento bien. ¿Nos vemos mañana?
—Eh... —susurró—. Sabes que siempre estaré a tu lado. Matthew quiere invitarnos a jugar Paint ball. ¿Qué dices? Se lo diré a Minho y a Jisung, así pasamos más tiempo como antes —el peli-rosa cabeceó un poco—. Bueno, ya me voy... saludaré a Christopher por ti. ¿Está bien?
(...)
Observó el paisaje a través de los pequeños agujeros de sus ojos y apoyó las manos en sus piernas, permaneciendo inmóvil durante un tiempo, mirando al vacío, sintiendo también crecer su vacío personal dentro de su pecho. ¿Se había enamorado de Christopher?
Se perdió en sus pensamientos y cuando regresó a la realidad un par de ojos no le quitaban la vista de encima.
—¿Por qué me miras? —preguntó arqueando una ceja de forma divertida.
—Te miro porque eres hermoso —le contestó el alto desde unos metros de distancia, Jeongin comenzó a reírse bajito y levantó las manos para que viera el disfraz ridículo que llevaba puesto al cuerpo—. Y me gustas.
—No sé cómo puedes decir eso mientras estoy atrapado en este estúpido traje de ornitorrinco —Jeongin se apretó la cabeza horrenda una vez más para ocultar su tan poco notable sonrojo.
—¿Te molesta que me acerque más para mirar mejor? —preguntó Keeho mientras se acercaba a él.
—No, pero estoy en hora de trabajo y se supone que no debo hablar con los clientes. A menos que quieran comer —el sol empezaba a pegar fuerte y Jeongin se quitó la cabeza gigante para poder mantener una conversación más apropiada con Keeho. Pero en cuanto afinó la mirada vio un auto negro aparcado a tan sólo metros de él, conocía a perfección al dueño que se mantenía oculto.
El castaño lo miró y pudo sentir un cierto aire de triunfo al lograr que Christopher se aferrara al volante del Bintage con fuerza. Decidido a todo caminó hacia el alto y con una sonrisa coqueta comenzó a peinarse el cabello hacia atrás. Esto no iba a hacer muy feliz al rubio.
—Entonces... ¿Ya pensaste sobre salir juntos? —Keeho era directo y no ponía ningún tipo de rodeos en sus proporciones, cosa que alarmó a Jeongin.
—Me encantaría.
Jeongin se cruzó de brazos y enarcó sus cejas. Reprimió una carcajada tras mirar nuevamente al auto negro de enfrente.
—Bien, pasaré a recogerte el fin de semana.
Los parpados de Jeongin se agitaron nerviosos al sentir tan cerca de Keeho. Abrió los ojos un poco después, preguntándose si debía continuar con la charada que había armado. Entonces recordó lo que Félix le había contado y la ira regresó a su cuerpo. Se acercó más a Keeho y contempló sus labios rojizos entreabiertos, el cabello desordenado que se desplomaba sobre sus ojos... era realmente adorable.
Pero no era Christopher.
Alzó una mano, dispuesto a hundir sus dedos en la espesa cabellera de Keeho, pero la dejó suspendida en el aire cuando advirtió que alguien había cerrado con fuerza la puerta de un auto. Frunció el entrecejo, molesto por la interrupción.
—Creo que ya debo regresar al trabajo —susurró apenado.
—Nos vemos el viernes, Jeongin.
Keeho se marchó algo cabizbajo, quizá dolido por la interrupción. Jeongin dejó salir un suspiro y giró sobre sus talones para liquidar con su mirada al intruso, más no le dio la más mínima oportunidad de hablar, en cambio torció la mirada y comenzó a caminar en zancadas largas hasta la entrada del lugar, donde Seulgi estaba comiendo un helado que se derretía entre sus dedos.
Jeongin pensó que si le irían las mujeres entonces seguramente estaría coladito por ella... luego desechó esos pensamientos absurdos.
—Psst... Jeongin —el castaño levantó la vista hacia su compañera de trabajo—. Ese hombre no deja de mirarte como si fueras un pedazo de carne asada. ¿Lo conoces?
Jeongin volteó una vez más y comenzó a moverse nervioso. Christopher lo estaba mirando con tal intensidad que le hacía perder los papeles.
—No, no le conozco.
—Bueno, está guapo —un tipo de ira quemó sus pulmones. Jeongin se enderezó y alimentado por su enojo frunció el ceño con tanta fuerza que la mayor parte de su rostro se hizo rojo—. He intentado llamar su atención, pero no me mira... ¿Tendrá esposa?
La compulsión que lo conducía lo desconcertó más que la pregunta de Seulgi. Ella estaba interesada en Christopher, sin embargo, ellos no se conocían y se suponía que él estaba molesto con el rubio.
—Mierda... —Seulgi se relamió los labios—. Viene hacia acá.
Al escuchar eso, Jeongin se alarmó.
—¿Me veo bonita?
Deseable. El aroma de Christopher se le hacía ya tan familiar que tuvo que luchar contra sus impulsos para no voltear a verlo mientras se acercaba cada vez más, pero no pudo luchar contra el encogimiento de su estómago.
—Buenas tardes. ¿Quiere comer algo? El día de hoy estamos con la oferta del cuarto de ración por tan sólo...
Jeongin sacó las fuerzas de su interior para hablar de corrido frente al rubio.
—Hola, Jeongin.
Su voz lo inquietaba.
Su presencia lo inquietaba.
Todo él... ¡le inquietaba!
—¿Quiere pasar? —Seulgi se arregló la falda corta que tenía de añadido esa horrible cola de ornitorrinco—. No se arrepentirá.
—No —murmuró—. Sólo vine a hablar con Jeongin.
Seulgi no pronunció más, hizo una reverencia y comenzó a andar con dirección a la barra de comidas.
Jeongin, por el contrario, sintió el primer movimiento ligero de su cuerpo, nada más que un susurro de espacio entre ellos, pero él sabía que debía huir. Instintivamente apretó los puños, respiró dentro y fuera. Su corazón latió lento y constante, apenas sintió la necesidad de respirar.
—¿Ese era Keeho?
El castaño no se movió.
—Responde.
—El día de hoy la casa de la comida está ofreciendo a un buen precio la porción. Si quiere puede pasar y comprobar que el sabor es inigualable.
—Estuve pensando mucho, y el asunto es que... te quiero.
—Que te quiero.
El comentario fue claro, preciso y corto. Tanto que a Jeongin se le tensaron los músculos por un segundo.
—¿Cómo esperas que responda a eso? —sus ojos se encontraron por un segundo—. ¿No estabas de viaje con Choa?
—Fue un viaje de negocios, Jeongin.
—No me interesa.
Christopher se le quedó mirando con recelo y perplejidad, pero advirtió que la mente de Jeongin estaba maquinando algo. Por eso avanzó unos pasos más y se quedó mirándolo con suspicacia.
—Ven conmigo a casa, ahora —dijo en un tono zalamero, con una media sonrisa—. Quiero decirte algo y no puedo si te veo con ese traje de ornitorrinco —vio a Jeongin negar y se esmeró por llamar su atención—. ¿Lo que dije no significa nada para ti?
Jeongin se ruborizó un poco y escapó de la mirada del rubio.
—De verdad, no puedo... además, no sólo puedes aparecerte por aquí y decir que me quieres. ¡Las cosas no funcionan así!
—¿Entonces cómo funcionan? —preguntó él, con un poco más de intensidad.
—No sé, pero no de esta manera.
—Pues entonces ven conmigo, no será mucho tiempo... —dijo él—. Por favor.
Jeongin suspiró y dejó que sus hombros cayeran con resignación. Se quitó la cabeza de ornitorrinco y comenzó a caminar a lado del rubio, Seulgi le lanzó una mirada picara antes de despedirlo con un movimiento de mano.
Y en cuanto Jeongin cerró la puerta del auto Bintage, Christopher se extendió generoso sin mirarle el rostro para acomodarle el cinturón de seguridad, mientras el castaño sentía que se derretía quizá en parte por el traje o quizá sólo quizá también por su toque.
—Jeongin... —dijo—. Esto quizá no tenga ni pies ni cabeza, pero debo decírtelo... La vida ya es algo corta para mí, por eso quiero que estés conmigo —tomó un suspiro pesado—. Te quiero, adoro las cosas que haces sin darte cuenta y es que ni siquiera yo puedo explicarlo —Christopher comenzó a reír con algo parecido a la tristeza—. Sé que te quiero porque no quiero estar más sin ti, no me importa nada más, estoy dispuesto a hablar con Sunny para explicarle todo.
Tales palabras lo habían dejado mudo por una infinitésima de segundo, sólo parpadeó unas cuantas veces y su corazón comenzó a latir como si sufriera un paro cardiaco.
En vista de su silencio, naturalmente habían empezado a circular algunas teorías en la cabeza de Christopher, el estómago le dio un vuelco y se preguntó si lo estaba haciendo bien, escudriñó el rostro confundido de Jeongin que tenía una expresión absolutamente seria, tanto que lo desconcertó. ¿Y si lo había asustado?
—Eso significa que... ¿Me quieres?
Jeongin se quedó mirando a Christopher mientras esperaba una respuesta, apenas había terminado de procesar sus palabras y la urgencia de aplastarse contra él ya estaba carcomiéndole el cuerpo.
—Te quiero, te quiero mucho —todo pensamiento desapareció y escapó de control cuando los labios de Jeongin se abrieron receptivos, posó sus brazos en los hombros anchos del rubio y antes de perder la noción del pensamiento lo besó.
Ahuyentó sus confusos pensamientos, lo abrazó más fuerte y no sintió otra cosa más que la ternura, por ahora.
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