°•༢ 16
Es una verdad reconocida mundialmente que cuando una persona sube a un avión para irse a otro país, en algún lugar del mundo otro se queda sin saber que decir aun cuando las palabras fluyen en su garganta y sus piernas le sirven para correr.
Jeongin salió de la escuela con el corazón oprimido mientras la tristeza se colaba por todo su cuerpo. Debería estar feliz porque Félix no se había enterado de nada y ellos habían regresado a ser los mejores amigos de antes, pero no era así.
Le entró un escalofrío debido al mal clima que encajaba casi a perfección con su ánimo.
Miró al reloj y se dio cuenta de que debía regresar a casa en vez de acompañar a Félix a la suya. Minho y Jisung llegarían pronto y no quería verle la cara a Minho después de haber visto a su novia con otra persona, ¿Sería un buen amigo si se lo dijera?
Se pegó el abrigo más a su cuerpo y atravesó a las personas para poder escapar del lugar.
Caminó hacia su casa a paso lento. ¿Qué estaría haciendo Christopher ahora? ¿Estaría con esa mujer? ¿Estaría pensando en él? ¿O quizá estaría pensando en la manera de ocultar lo que ellos habían compartido?
Esperaba con todas sus fuerzas que aquella última pregunta no tuviera una respuesta afirmativa.
Porque si habría justicia en el mundo, Christopher debería estar sufriendo igual que él.
Cuando llegó a su casa tras un largo paseo mojado, vio el coche de los Bang en su puerta. Iba a dar la vuelta para perderse por un lapso de tiempo más, pero el grito cariñoso de su madre se lo impidió.
—¡Jeongin! Christopher acaba de venir a visitarnos —dijo Sunny con una sonrisa alarmante—. Entra la casa, querido.
Maldito hombre, que lo provocaba y jugaba con su orgullo, Jeongin se mordió el labio inferior con fuerza, debía reprimirse porque no resultaría adecuado actuar como un psicópata frente a su madre.
Entró a su casa y atravesó la sala, estaba a punto de correr escaleras arriba pero allí estaba él, con las facciones inexpresivas y cierta tensión en los hombros y el pecho. ¡Como si en realidad estuviese preocupado!
—Jeongin, ¿qué tal va la escuela? —preguntó fríamente—. Félix me ha estado contando que irán de viaje con su grupo de amigos y un chico llamado Matthew... ¿Es cierto?
Se había olvidado el pequeño detalle del viaje, Sunny tomó su lugar a lado del rubio y comenzó a batir la cucharilla en la taza de café que tenía entre las manos.
Jeongin quiso responder, pero en ese momento se sintió repentinamente sofocado por toda una serie de emociones inesperadas.
Refunfuñando para sus adentros respiró profundo antes de hablar.
—Deberías preguntarle a Félix por ti mismo, Christopher.
El silencio detrás de la frase fue todo.
—¡Jeongin! —Sunny movió la cabeza con exasperación e inmediatamente comenzó a reír con nerviosismo—. Discúlpalo, Christopher, últimamente mi hijo ha estado cambiando demasiado.
Razonable, se mostraba razonable que Sunny fuera la que fruncía el ceño más que nadie.
—Es difícil criar a un hijo sin padre, ¿sabes? —se excusó ella por fin—. Jeongin merece una buena disciplina para controlar su mal carácter, lástima que yo no se lo pueda dar.
En esta ocasión, Christopher no dudó en dirigir su mirada hacia Jeongin.
—Lo imagino —el rubio rio entre dientes.
—Bueno, ¿quieres quedarte a comer? —Sunny se puso de pie inmediatamente para disimular la situación—. Iré a comprar algo rápido para preparar.
—Yo sólo vine a despedirme, Sunny.
—De ninguna manera, en Japón no encontrarás comida más deliciosa que la coreana, así que espérame un momento aquí y dile a Félix que venga también, pasaremos tiempo en familia como antes —Sunny sonrió de oreja a oreja.
—Está bien.
—Jeongin, recoge la mesa, hijo —dijo antes de tomar sus cosas y salir por la puerta principal.
A Jeongin le temblaban ligeramente las manos mientras acomodaba las tazas una sobre otra y limpiaba la mesa en que Christopher estaba.
—¿Podemos hablar?
—No.
—Así que tienes carácter, ¿eh? —Jeongin se detuvo con los ojos dilatados de rabia, al oír las palabras de Christopher tan cerca de su rostro. Se le escapó un gruñido y se giró inmediatamente para escapar de allí—. Alguien debería bajarte los pantalones y enseñarte lo que es el respeto a tus mayores.
—¿Y lo piensas hacer tú? —Jeongin no pudo resistir la tentación de preguntárselo.
—¿Quieres que lo haga? —aunque trató de rechazarlo, le vino a la mente una imagen de Christopher bajándole los pantalones para darle unas nalgadas que no tenían nada que ver con el castigo físico.
Y cuando reparó en que estaba dejándose llevar por su imaginación, sus hombros se alzaron con orgullo.
—Ven aquí, Jeongin —oh no, no, él no iba a caer en ese sucio juego.
—Tengo que ir a mi habitación y sería mejor que tú te vayas a tu casa, Christopher.
—Sunny me invitó a quedarme.
—Si quieres le digo que tenías algo urgente y que te fuiste —Christopher empezaba a irritar la fuerza de Jeongin—. No utilices a mi madre como excusa. Y dime de una puta vez por qué estás aquí.
Ahora podía mirarlo, y estaba haciéndolo; con una vocecita tierna y resentida en su cabeza que le decía que hacer.
—He estado pensando sobre esto y lo otro... —ahora Jeongin decidió quedarse callado y dejar que el rubio terminase con su discurso de medio pelo—. Y existe un 70% de que no funcione y un 20% de que lo haga. Aunque el 10% resulte ser más trágico y tu madre termine demandándome por abusar de su confianza, además de que Félix decida irse de casa.
—Está convirtiéndose en algo aburrido, ¿sabes? —dijo por fin—. No eres el único que pierde, yo también estoy arriesgando todo, te he demostrado mi amor y si quieres me la juego con mi madre. Pero no puedes darme cifras de números y posibilidades, no te estás comportando bien, las cosas se acaban cuando hay motivos y ya disté tu motivo, lo acepto.
Jeongin agotado y pensativo giró sobre sus talones, se desesperó por el estupor en que su cuerpo se había metido y culpó a su imaginación por eso. Todavía afectado por la agitación interior, caminó escaleras arriba para llegar a su habitación, pero sintió pasos pesados justo detrás suyo, debía huir.
Jeongin alzó la mirada cuando Christopher también entró a su habitación sin ningún permiso, y un aleteo en el pecho comenzó a bajarle hasta el abdomen cuando el rubio cerró la puerta con pestillo a sus espaldas.
—Vete al diablo, Christopher.
—Jeongin, las groserías no nos llevarán a ninguna parte.
—Bueno —dijo—, Sunny vendrá pronto y entonces podré contarle la verdad, le diré que me violaste y que eres alguien malo, haré que llame a la policía para que te saque de aquí.
—¿Lo harías?
Ante la explícita mentira, todo el humor de Christopher se evaporó.
—¡Pues díselo! —gruñó, antes de saltar al cuerpo delgado de Jeongin.
El castaño se quedó demasiado aturdido como para correr, y tampoco el cuerpo de Christopher le había dado mucha opción de huir.
Cuando quiso reaccionar, sus brazos lo rodearon cada vez más, hasta hacerle sentir su calor. En vez de indignarse y ponerse rígido, su cuerpo pareció fundirse con el de él, cediendo por donde no debía.
—Te odio —su mente, en una tardía reacción, empezó a reunir fuerzas para protestar, pero ya era demasiado tarde. Jeongin cayó de a poco cuando los calientes y húmedos labios del rubio le chocaron la boca.
Era un beso interminable, que iba deshaciendo provocativamente el enojo de ambas partes, pronto sus manos dejaron de luchar y comenzaron a tocar la espesa cabellera de Christopher, enterrando sus dedos allí y tirando de él para apegarlo más a su boca, sus piernas comenzaron a hormiguear cuando las manos grandes del rubio le tocaron la parte baja de la espalda.
Estaba a punto de continuar con el acto hasta que la dulce voz de su madre hizo eco en toda la casa.
—¿Christopher? ¿Jeongin?
Enfurruñarse era una actitud demasiado infantil e inmadura, pero allí estaba él, haciendo un puchero como si fuera un niño de diez años. Christopher le soltó las caderas y se apresuró a quitarle el seguro a la puerta para no levantar sospechas.
Luego salió de la habitación tan rápido como pudo.
Después de varios minutos de recuperación y la nueva llamada de su madre tuvo que bajar a la cocina para acompañarlos en el almuerzo.
La cocina no era precisamente el mejor lugar para ocultarse, porque Christopher había tomado el lugar principal de la mesa como su trono y apenas sus ojos podían dejar de verlo.
Christopher estaba sentado, así, sin más, al otro lado de la mesa y actuaba como si no hubiera pasado nada.
—Entonces... ¿Félix ya decidió ir a una universidad? ¡Sería fantástico que nuestros niños fueran juntos! —Sunny habló tan rápido que Christopher tuvo que enderezarse para verla.
—Sería bueno, así ambos seguirían en contacto.
Sunny comenzó a ubicar los platos en la mesa redonda con el orgullo intacto de un ama de casa provisional.
—Félix me contó que estabas iniciando una relación, ¿es cierto?
La boca de Jeongin cayó sin poder esperar a un segundo más.
—Es cierto.
¿Bromeaba? Las náuseas de Jeongin fueron aplacándose de a poco, pero pasaron al menos ochenta segundos más antes de tener a su madre con una sonrisa fingida.
—¿Y quién es la afortunada?
—Aún no le he dicho lo que quiero con él —de repente Sunny se quedó de piedra, echó una mirada confusa a su hijo y luego se aclaró la garganta con evidente reticencia—. ¿Te molesta que mi pareja sea un hombre?
En el silencio se escuchó el suspiro pesado que Jeongin soltó de repente.
—En absoluto, pero siempre pensé que ya sabes... —Sunny levantó la cabeza para ver a Jeongin con la esperanza de disimular su horror—. Por ejemplo, yo espero que algún día mi buen hijo me traiga una bonita esposa aquí y me dé niños para que me llamen abuela.
La mirada del rubio se intensificó en Jeongin también, estaba a punto de decir algo cuando la bocina de su celular comenzó a sonar con fuerza.
—Ya debo irme —anunció con la angustia evidente en su voz—. Debo despedirme de mi hijo.
—Comeremos juntos en otra ocasión, promételo —Sunny también se levantó de golpe—. Yo cuidaré de Félix como antes.
Christopher asintió antes de tomar su maleta negra usual y caminar con dirección a la puerta principal, llamó a Jeongin con la mirada, pero este nunca volteó a verlo.
—Quién lo diría, siempre supuse que Christopher era heterosexual. Qué lástima.
Jeongin suspiró y cerró los ojos para empaparse en cada segundo de la experiencia, tenía todo el cuerpo sensible, luego se reprochó así mismo por no haber corrido antes de que él se marchara, de cualquier forma, ya era tarde.
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