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°•༢ 05

—Con cuidado chico pollo —exclamó Félix mientras ambos sacaban la pizza de la caja, Jeongin se emocionó al ver la sombra de Christopher posarse en el marco de la puerta.

—¡Félix! —el castaño hizo un puchero al ver como un retazo del delicioso queso se embadurnaba en la mesa de la cocina—. Yo quería comerme ese queso.

—¿Compraron comida? —el Señor Bang hizo su magnífica aparición, con una chaqueta cazadora de cuero negro, pantalones de jeans y una camisa negra, se veía tan informal, que a Jeongin se le hizo puño el corazón. ¿Quién diría que él era el padre de su amigo?

—Te vez muy bien —dijo Jeongin mirándolo atento y, a medida que Christopher se acercaba su perfume iba ganando terreno en el sistema del castaño, tanto que incluso soltó un suspiro escandaloso que se dejó escuchar en todos los pasillos de la casa, y seguramente también en las calles de la gran Corea—. Y hueles delicioso...

El rubio se arregló el cabello con las puntas de sus dedos y esbozó una sonrisa ladina, pero no miró a Jeongin, ese comportamiento se había repetido desde aquella noche, una semana atrás. Donde ninguno de los dos había mencionado el tema, algunas veces se veían, sí, pero aparte de intercambiar miradas de culpa ninguna frase había pasado por ambos, quizá aquella parte moral que ambos poseían les impedía hablarse como si nada.

—Gracias, Jeongin —los hombros del Señor Bang se encogieron—. Félix tengo que salir, regresaré en la noche y nada de fiestas... ¿Entendido?

—Claro, ¿A dónde vas? —el peli-rosa se aclaró la garganta con evidente enfado.

—Una cita con una compañera de trabajo.

—Ya te estabas tardando, ¿Es la horrible mujer con falda corta y tacos de un metro? O la que tiene aires de supermodelo. Cualquiera de las dos, son horribles.

Jeongin no podía decir nada, y no por falta de voz, sino más bien porqué tenía un millón de palabras atragantadas en la garganta, su corazón estaba latiendo con más fuerza y le dio miedo de que Christopher lo hubiese notado, apretó sus puños por debajo de la mesa para pasar desapercibido.

—Mujer, estoy saliendo con una mujer. Quizá una de ellas pueda ser tu próxima madre.

—Eso jamás, el día que eso pase yo me largo de esta casa con Hyunjin.

—No voy a tolerar tus dramas, ¿entendido?

—Entendido.

—Además, ella sólo es una compañera de trabajo. Una cita informal... —el Señor Bang tomó las llaves de la mesa, rozando sus dedos contra la piel de Jeongin—. Regresaré pronto —los ojos de Christopher se desviaron hasta Jeongin, quien lo miraba de lado y con una expresión perdida, e inocente, parecía que pronto iba a llorar.

—Espero que le vaya bien, Señor Bang —murmuró el castaño mientras comenzaba a mordisquear la pizza que tenía entre las manos evitando mirarlo a toda costa.

—Gracias, Jeongin. Por cierto, Félix tu y yo tenemos que hablar después —las manos de Christopher desordenaron el peinado de su hijo, Señor Bang se veía tan malditamente adorable cuando lo hacía, incluso sonreía con orgullo al ver como el peli-rosa se removía con saña. Jeongin esperó aquel toque, pero nunca llegó y pronto Christopher se fue dando un ligero portazo en la puerta.

—Supongo que es normal que Christopher vaya en busca de mujeres. Ya sabes todos tienen una necesidad de follar —Félix comenzó a caminar hasta el sillón con la pizza entre sus dedos, y Jeongin sólo lo siguió. Algunas veces parecía que el castaño vivía más en la casa de su amigo que en la suya, y todo era porque su madre no confiaba en nadie más que el Señor Bang para cuidar a su pequeño "angelito"—. Me hubiera gustado conocer a mi madre, dicen que era hermosa.

—Seguramente —Jeongin tragó saliva con aparente tranquilidad. ¡Qué fastidio! Incluso había cancelado su cita con Keeho. Para esperar al Señor Bang, y poder hablar con él, se había quedado los últimos siete días sentado en la vereda de su casa esperándolo, tarde, mañana y noche. Pero ahora entendía por qué este lo evadía.

¿Tan mal lo había hecho? Pensó en practicar con otros chicos, ellos quizá podían darle una seña de como chupársela a un hombre.

Se tocó los labios mientras Félix ponía la película escogida por ambos, se recordó a sí mismo sobre sus piernas mientras Christopher follaba su boca. Las imágenes de la película pasaron por sus ojos, el peli-rosa hablaba de vez en cuando, al parecer una serie romántica era todo lo que Jeongin podía tener en su vida, se golpeó mentalmente por ser tan inmaduro, después de todo... ¿Quién se quedaba con otra persona sólo por una mamada? ¿Qué quería, acaso pensaba que el Señor Bang iba a hablar con Félix para contarle? ¡Pero que insensato había resultado!

De repente sintió la respiración de su amigo muy cerca de su oído, y se percató que este ya se había quedado dormido. Rodeó la cadera delgada del peli-rosa con uno de sus brazos e intentó dormir, pero no pudo.

—Félix, vamos a tu cuarto —murmuró, y el nombrado se puso en pie con el entrecejo fruncido, los ojos semi cerrados, y la ropa desecha, pronto subió escaleras arriba.

Dos de la mañana, ambos ya estaban en la cama. Félix como siempre le había envuelto con los brazos y piernas. Pero Jeongin no podía dormir, había algo dentro de él que se lo impedía. Dos y media de la mañana, el gato del vecino comenzó a maullar con desenfreno, pero los ronquidos de Félix amortiguaban el ruido.

Tres de la madrugada, Jeongin estaba cansado. Su mente aún trabajaba a velocidad luz, pensando en el Señor Bang y sus posibles paraderos. Hasta que escuchó el motor del auto, el pequeño castaño se puso en pie y caminó hasta las barandillas de las gradas como un niño pequeño con tan sólo las medias para no hacer ruido.

Y ante su vista se desplegó una escena que quizá no debió haber visto nunca. Christopher y una mujer pelirroja se besaban con hambre, su ropa estaba a punto de desaparecer en tanto las manos grandes del rubio tocaban el culo de esta para acomodarla sobre sus rodillas, ella se veía tan bonita con ese vestido rojo y las uñas negras que apretaban los hombros del rubio.

Apretando los puños, Jeongin se clavó las uñas en la palma de las manos mientras intentaba controlarse. La parte irracional de su mente estaba pidiéndole a gritos que bajara para encarar al señor Bang, y tenía las razones suficientes para hacerlo.

Uno: Félix estaba allí.

Dos: Se suponía que las casas decentes se respetan.

Tres: Christopher era un maldito mentiroso.

Sintió un familiar sentimiento de amargura mezclada con tristeza, y luego alejó las emociones de él. Decidió alejarse del lugar, y llegó jadeando hasta la habitación del peli-rosa, cerró la puerta tras él y enterró la cara en la almohada. El muy bastardo.

Esa noche había deseado tanto irse a casa para evitar escuchar los horribles gemidos de la mujer, por un momento se sintió paranoico, pues al parecer su mejor amigo no escuchaba nada de lo que allí pasaba. La desolación lo golpeó, llevándoselo hacia las profundidades de un oscuro precipicio del cual no luchó para salir, apretó los labios antes de quedarse profundamente dormido.

(...)

Quizá debió pensárselo dos veces antes de bajar a la cocina para tomar el desayuno habitual. Al despertarse ya no encontró a Félix a su lado, este se había despertado temprano para darse una ducha, cosa que no era habitual. Jeongin por su parte decidió ponerse la ropa de la escuela y peinarse como de costumbre antes de salir de aquella endemoniada casa.

—¡Ya despertaste! —chilló el peli-rosa con emoción mientras se llevaba una cuchara de cereal a la boca. Jeongin levantó la mirada sólo para ver a su amigo, al padre y a la mujer pelirroja sentada en la mesa como una gran familia—. Ven, Christopher trajo un desayuno especial para nosotros.

Después de unos segundos decidió acercarse a ellos.

—Un gusto, soy Parck Choa —ella le extendió la mano con total naturalidad y a Jeongin le dieron vértigos, pero acepto el saludo fingiendo una sonrisa y evitando mirar al señor Bang.

Inmediatamente después Félix le entregó un platillo de fresas bañadas en chocolate y leche, un zumo y muchos pretsels.

Jeongin agarró la fruta prohibida por el rabillo entre el pulgar y el índice, le hincó el diente a la primera fresa. La capa exterior de negro le supo amarga al entrar en contacto con su lengua. Entonces el chocolate con leche le bañó la superficie de la boca con su sabor aterciopelado, a continuación, se relamía los labios con gusto.

Masticó lentamente la fruta dulce con fruición pecaminosa, dejando que el chocolate se derritiera en sus dientes, era toda una experiencia sensorial. Él solía tener manía de comer las cosas dulces con total calma.

Por eso no le molestaba el embarrarse los dedos con chocolate, no era problema suyo, pero si era problema para Bang Christopher quien no le quitaba los ojos de encima, observando la destrucción carnal que hacia Jeongin con esas fresas en su boca.

—...Entonces, yo pensaba traer hoy a Hyunjin para que lo conozcas. ¿Sí, papá?

—¿Qué? —el pelirrubio se aclaró la garganta porque de alguna manera podía sentir los labios suaves de Jeongin sobre su polla. No te distraigas, Christopher, aparenta seriedad y quizás nadie se dé cuenta.

—Hyunjin —reiteró Félix cabreado—. Sé que él no te gusta, pero es mi novio, además cuando nos vayamos a la universidad nos casaremos. ¡Puedes escucharme Christopher!

Jeongin se humedeció los labios de chocolate y se arrepintió de inmediato cuando vio como la mirada masculina de Christopher caía sobre su boca.

—Tengo que irme —anunció Jeongin antes de ponerse en pie, la mujer pelirroja lo miró con el ceño fruncido por el desorden que había causado aquel movimiento y Christopher sólo le siguió con la mirada mientras Félix también se ponía en pie para irse—. Gracias.

—Jeongin —el castaño sintió de pronto que hacía demasiado calor en la habitación, su corazón se aceleró como si hubiera corrido bajo la lluvia durante dos horas—. ¿Te parece si hablamos ahora? —preguntó el señor Bang con el entrecejo fruncido.

—Tengo trabajo —se aventuró a decir.

—¿Ahora quieres interrogar a Jeongin sobre Hyunjin? —murmuró fastidiado el peli-rosa—. Jeongin conoce a Hyunjin a cabalidad. ¿Verdad, Innie?

—Sí.

—Dejar salir a mi hijo y no advertir el peligro que corres al juntarte con personas mayores, supone un problema para mí —Bang, no. El estómago de Jeongin se encogió, sus peores temores se estaban cumpliendo a cabalidad y Christopher se veía seguro y furioso.

—Ya debo irme, ¿Quieres que te lleve Félix? —el peli-rosa miró con incredulidad a la mujer—A veces los padres tienen que preocuparse por el bienestar de sus hijos, y al parecer Christopher te quiere proteger.

La cocina estaba más que tensa y por ello Choa salió dando pasos largos, tomó su bolso y se llevó al peli-rosa con ella, aun cuando este protestaba.

—¿Qué es lo que quieres? —susurró Jeongin mientras caminaba en retro para no tener cercanía con el rubio—. Hyunjin es una gran persona, además, su hermana atiende una cafetería y su mamá es bibliotecaria. Él ya está en su segundo año de medicina. Félix lo adora y él ama a Félix, además de que ellos nunca han tenido sexo, lo sé porque Félix me cuenta todo... Hyunjin lo respeta.

Christopher frunció el ceño y sus ojos grises se oscurecieron como si una lluvia de nubes atravesara el cielo.

—¿A qué estás jugando? —sus ojos brillaron con cierto tipo de ira reprimida, Christopher sólo apretó las manos con fuerza desmedida en sus palmas y Jeongin por inercia comenzó a caminar hacia la sala, nunca había visto así al padre de su amigo—. Pensé que podía, podía olvidar esa noche. Esto es loco.

—¿De qué hablas? —el castaño sintió su corazón martillear contra su pecho, Christopher recordaba todo, aún lo recordaba, eso quería decir que él tenía una oportunidad de ser querido por el Señor Bang—. ¿Cuándo te la chupe? ¿Por qué me has evitado? ¿Te doy asco?

—¿Quieres saber por qué? —los ojos del rubio inspeccionaron el cuerpo delgado de Jeongin, y no pudo evitar tocarlo. Era la segunda vez que lo veía con otros ojos, lo observaba parado frente a él, con los ojos de ciervo infantil y los labios apretados—. Ayer te esperé hasta las una de la mañana —el castaño frunció el ceño—. No puedo sacarte de mi cabeza, aunque lo intente. Pensé... —el señor Bang tragó saliva y movió su mano por el cuello del menor, sintiendo la suavidad en la yema de sus dedos—. Jeongin... cada vez que cerraba los ojos te veía a ti. La estaba besando a ella, pero eras tú, me la follé y te vi. Cada minuto que estaba con ella, yo estaba deseando que fueras tú.

El mundo de Jeongin colapsó, borró todo y se abalanzó a Christopher, se hundió en aquellos labios carnosos del señor Bang, era como hundirse en algo oscuro, cálido y suave, el lugar más seguro en donde él había estado. Los brazos del rubio se ataron a su cuerpo y entonces ninguna palabra más fue dicha.

Jeongin gimió cuando presionó su entrepierna contra el bulto erecto entre los pantalones de Christopher.

—Christopher, olvidé mi...

Y la pelirroja dejó caer las llaves ante aquella escena.

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