Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

°•༢ 04

Jeongin iba a matar a Félix.

Pues era su culpa que él estuviese sentado sólo, con una cerveza en la mano, en la barra más cutre de toda la fraternidad. Minho había llevado a su novia y Jisung ni siquiera había regresado, ahora Jeongin estaba tirado entre tanta gente que no conocía.

«Acércate a alguien que te llame la atención y habla con él. Así fue como conocí a Hyunjin», Le había dicho el peli-rosa antes de desaparecer con su novio entre el genterio. «Debes dejarle en claro que no quieres un polvo, o estarás en problemas», ¿estar en problemas?

Ya estaba en jodidos problemas. Uno: no podía sacarse el ceño fruncido del Señor Bang de la mente. Dos: Estaba estúpidamente sólo en una fiesta. Tres: Ya se había tomado siete cervezas y sus manos comenzaban a temblar.

Jeongin se apoyó en la barra y tomó otro sorbo. Se encontraba al extremo de la barra, cerca de una maceta de helecho que le hacía invisible. En una esquina había una pareja de mujeres que se estaban mordiendo los labios. Durante un rato el castaño se imaginó a si mismo mordiéndole los labios al Señor Bang. ¿Cómo se sentiría?

Finalmente desvió la mirada, tomó otro sorbo y saboreó el gusto picante. «Acércate a alguien y habla con él», que ser fácil, sin duda era fácil, Pero... ¿qué carajos se supone que iba a decir?

—Eres patético, Jeongin —se dijo a sí mismo—. Pá-te-ti-co.

¿Qué hacia allí de todos modos? Nadie se interesaba en él, todos tenían sus parejas.

—¿Otra cerveza, o quieres algo más fuerte? —unos ojos grises se toparon con los suyos, un chico pelinegro con una sonrisa sincera y grande, dientes blancos y hoyuelos adorables—. No sé tú, pero generalmente la cerveza se hace picante cuando no tiene el punto exacto de congelación.

—¿Estás hablando conmigo?

—Soy Choi Jiung —quizá no debería haberse bebido la última cerveza, pensó. Pues ahora veía al extraño borroso—. ¿Te da vueltas el lugar?

Volvió a clavar sus ojos en Jiung, a pesar de verlo borroso, él era guapo, demasiado guapo y alto para su gusto. Aunque le gustaba el traje negro que este llevaba, tan atractivo.

—¿Se te ha metido algo en los ojos?

—No —respondió Jeongin—. Estaba coqueteando, soy un asco en eso, pero Félix... Deberías conocer a Félix, él es un Dios en el tema.

—Pues, si quieres podemos ir a un lugar más privado —propuso el alto—. Pero primero tómate una margarita.

Era inútil decir que no, y menos ahora que ya habían pasado como veinte minutos y Jeongin ya casi no distinguía las letras.

—Solo digo que la universidad es un asco. ¿No lo crees?

—Déjalo, no nos estamos entendiendo, Jeongin —murmuró el chico con el pelo rizado.

—Es una pena —farfulló Jeongin.

—¿Qué es una pena?

El castaño sacudió la cabeza y se puso en pie como pudo.

—Nada, nada. Adiós, Jiung. Cuando Jeongin comenzó a caminar, Jiung le miró el culo. ¿Qué persona no lo haría?

—Vamos afuera a respirar aire fresco —el corazón de Jeongin se detuvo en cuanto sintió las manos grandes del otro sobre su cintura. Pero en realidad necesitaba aire fresco. Jiung enrolló sus manos en el cuerpo delgado de Jeongin y lo sacó afuera, lejos de todo el bullicio, apenas el castaño llegó afuera el aire le sopló la cara y desvarió apegándose más al extraño—. ¿Te he dicho que eres lo más sexi que he visto esta noche? —preguntó el alto.

—Posiblemente.

Jeongin sintió un vacío en su estómago y durante unos segundos le pareció quedarse dormido. Entonces Jiung lo estrechó violentamente contra su pecho. El castaño puso sus manos en él para alejarlo, pero el esfuerzo se le hizo inútil. Dos manos le sobaron el trasero, apretaron y empujaron. ¿Cómo se había metido en ese lio? No sintió nada... ni siquiera con el beso que este le daba, sólo repulsión.

—Suéltalo.

Una voz ronca, y profunda. Muy próxima, muy cerca de ellos llegó. Jiung lo soltó y Jeongin chocó contra una maceta.

—¿Quién eres tú? ¿Su padre? —Jeongin vio al Señor Bang vestido de traje y un ceño fruncido—. Esto es entre él y yo.

—En circunstancias normales, no me opondría, pero él es menor de edad, y además está ebrio.

—¿Ebrio yo? —Jeongin se sintió como si fuese el protagonista de una película antigua donde alguien lo salvaba, se enderezó y caminó hasta el rubio—. No estoy ebrio... puedo, contar, se lo demostraré

—Cállate, Jeongin —dijo Christopher sin mirarlo.

—¿Qué me calle? —el castaño se puso furioso, en cambio el tipo llamado Jiung se levantó de hombros y regresó a la fiesta, dejándolos solos—. Oye, yo no necesito que tú... —su delgado dedo empujó al Señor Bang—, me des ordenes, no eres mi padre.

—¿Qué crees que estás haciendo, Jeongin? —Christopher le lanzó una mirada amenazante—. Acabo de salvarte de un niñato calentón.

—¿Te he pedido que lo hicieras? —el castaño tomó valentía—. ¿Acaso no pensaste que lo iba a disfrutar? ¡Nadie te necesita, Christopher! No eres mi padre, eres el padre de mi amigo... no tienes ningún derecho en meterte...

—No, no tengo ninguna necesidad en meterme, pero no iba a dejar que al mejor amigo de mi hijo lo violen en una fiesta. Además de que estás borracho —Jeongin intentó interrumpirlo—. Eres como mi hijo.

—No soy tu hijo... —susurró, y poniéndose en puntas logró casi rozar los labios del Señor Bang—. Yo no soy tu hijo. ¿No es gracioso? Toda la tarde he pensado en ti. ¿Qué se siente ser besado por el Señor Bang?

—Espera, Jeongin. Estás confundido —Christopher dio un paso atrás y el menor se resignó.

—Necesito tomar un taxi... —el castaño se relamió los labios, cansado de la situación, si bien él no estaba con los cinco sentidos cuerdos. Al menos dos de ellos sí, y esos dos le habían arrojado a portarse de esa forma con el Señor Bang.

Christopher continuó vigilando el paso tambaleante de Jeongin. Mientras este se alejaba a pasos agigantados, el aire nocturno impregnado del aroma a flores, y la ruidosa música no dejaban pensar bien al rubio. El castaño murmuraba cosas sin sentido, y aunque Christopher no pudiera comprenderlas se percató de que en realidad maldecía.

De repente Jeongin se detuvo, se sacó los zapatos y antes de proferir una maldición los lanzó hasta el Señor Bang. Tropezó ligeramente, el castaño alzó la barbilla, lo miró a los ojos y parpadeó como si fuera difícil enfocarlo.

Y a Christopher le dio la sensación de estar frente a un Jeongin desconocido, ¿Dónde estaba el buen amigo de su hijo? Por primera vez en toda su vida, se había enfocado en ver los ojos de Jeongin, sus ojos eran negros.

Negros intensos, durante un momento se le antojaron esos ojos, y su piel, su piel parecía de porcelana, Jeongin se despeinó con fuerza y rabia, sus cabellos castaños volaron al viento como millones de plumas cayendo al precipicio de su cuello, a Christopher le dieron ganas de estrecharlo contra sus brazos.

—Tú tienes la culpa, Christopher —dijo él, era la primera vez que Jeongin lo llamaba por su nombre de pila. El rubio lanzó una carcajada.

—¿Tengo la culpa de que hayas bebido?

—No, no de eso, no me estás dando atención —y era cierto, Christopher había visto por primera vez a Jeongin con otros ojos, desde otra perspectiva, aquello lo tenía embobado—. No te muevas...

—No me estoy moviendo.

—Mierda, no debí tomar cerveza —Christopher sacudió la cabeza y logró disimular una sonrisa—. ¿Te estás riendo de mí?

—Te llevaré a casa, Jeongin —Christopher miró alrededor, no había un mínimo rastro de Félix, ni siquiera del otro amigo de su hijo, al parecer la fiesta iba para largo. Y Jeongin no iba a quedarse quieto, Agarrándolo del brazo se lo llevó a tirones hasta donde tenía su automóvil estacionado.

Jeongin parecía dormido en cuanto le puso el cinturón de seguridad, los labios del menor estaban rosados, brillosos y gruesos.

Durante el trayecto a su casa, Christopher observó disimuladamente al castaño, ahora que lo había tenido tan cerca y escuchado todo lo que dijo, le tenía más distraído. Se aferró al volante con fuerza y se ordenó a sí mismo a no seguir pensando en Jeongin, no debía mirarle las piernas o el culo. ¡Que infierno!

Entró en la calle #35 que daba justo en la puerta de su casa, detuvo el auto, salió de este para sacar al castaño entre sus brazos, lo cargó y se lo llevó hasta su cuarto, no supo la razón, pero ya estaba allí. Con un Jeongin extendido en su gran cama y labios entreabiertos. El rubio se aproximó a este para cerciorarse que todo estaba bien.

—¿Cree que soy bonito, Señor Bang?

Christopher parpadeó confuso ante la sonrisa del chico castor. Él sabía controlar sus impulsos, ¿no?

—Bésame, Christopher.

—Jeongin... sé que esta noche ha sido loca. Pero... —los labios dulces del menor se acomodaron en su boca, Aunque el rubio quiso separarse, ya era tarde pues Jeongin lo había sujetado con sus brazos. Christopher estaba asustado, aturdido, sorprendido, quizá un poco horrorizado, pero había algo más detrás de eso, y lo que sea que haya sido no lo dejó moverse de su lugar, Él no dijo que no mientras se subía a gatas sobre el castaño. Se sintió como un colegial en sus días de noviazgo, también se regañó por excitarse con algo tan simple.

Jeongin en cambió aprovechó la situación, se sintió alentado, fuerte y el alcohol lo hizo sentirse libre, dejó que su mano se deslizase por los muslos del Señor Bang. Este negó con la cabeza intentando romper el lazo labial que los unía, pero el castaño fue más rápido, se deslizó afuera de la cama.

Christopher pensó que ya todo había terminado y estaba listo para darle una charla motivacional al amigo de su hijo.

Hasta que sintió el ligero peso de este sobre su regazo, el chino presionó su mejilla contra la entrepierna del Señor Bang, frotándole ahí.

—Mierda, Jeongin —susurró el rubio, puso su mano en el pelo castaño y comenzó a dejar suaves caricias—. Esto está mal, hazte a un lado.

—Por favor, yo lo quiero... —el menor tomó la cremallera rápidamente, metió su mano topándose con los bóxeres de Christopher, le miró por unos segundos y terminó por liberar el pene que crecía más en sus manos. Recordó como lo había visto tocarse a sí mismo, envolvió su mano alrededor del eje y comenzó a moverlo de arriba abajo, los ojos del rubio se cerraron por un momento. Él se estaba perdiendo en el placer, más dio un salto cuando los labios de Jeongin besaron la cabeza de su polla.

—Detente, Jeongin... —recordó las imágenes que había visto, y no queriendo que el Señor Bang lo detuviera, deslizó su boca sobre él, teniendo casi la mitad de la erección del rubio. Este sabía diferente a lo esperado, un poco acre, la piel suave, pero la carne dura sobre la lengua. Christopher gruñó cuando Jeongin volvió a lamerle la punta.

Las manos del castaño se movieron rápidamente. Pero los ojos de Christopher se abrieron y algo estalló en su mirada. ¿Ira? ¿Miedo? ¿Repulsión?, Jeongin no le dio lugar a pensar, volvió a tragar. Se acomodó mejor, y llevó una de sus manos hasta su propia erección que ya había crecido con sólo sus movimientos. Christopher lo siguió con la mirada, y gruñó otra vez al ver a Jeongin frotarse contra una de sus piernas.

Chupó con fuerza, evitando rozar los dientes en los pliegues húmedos del falo de Christopher. El chino trató de no pensar en lo obsceno que se veía de esa forma, bombeando la cabeza y goteando saliva en todas partes mientras chupaba al padre de su amigo. Christopher en cambio comenzó a gruñir y empujarse en la boca del castaño.

El menor hizo pequeños ruidos alrededor del eje, todavía frotándose a sí mismo, la mandíbula estaba empezando a dolerle, pero no le dio importancia, notó la respiración del Señor Bang más agitada que nunca. Y él mismo podía sentir la tensión en su estómago.

Jeongin succionó, chupó, y dejó que Christopher le follara la boca con sus empujes, lamiendo y lamiendo se encontró completamente embadurnado del sabor del Señor Bang, se percató que por su mano corría su saliva que se mezclaba con el líquido pre seminal que goteaba de la polla húmeda de Christopher. Empuñó la polla y se metió cada milímetro que pudo en los labios. Las caderas del Señor Bang, se empujaron con insistencia en los labiales rosas de Jeongin, y este absorbió todo tratando de no vomitar.

De pronto el orgasmo trepó en la piel del rubio, este hizo un extraño sonido y se empujó en el castaño con fuerza. Se liberó en oleadas, inundándole la lengua, con una espesa esencia caliente y salada. El menor no sabía qué hacer con "eso" en su boca, así que empezó a tragar Mantuvo la polla húmeda de Christopher entre sus labios, hasta tomar lo último que él podía darle.

—Mierda —murmuró el rubio, abriendo los ojos y mirando hacia el castaño. Esa mirada fría volvió y frunció el ceño—. Qué carajos pasó... nosotros, no.

El chino se sacó el pene del coreano de la boca y se limpió los labios en uno de sus brazos. Se enderezó e inmediatamente se sintió culpable. Christopher en cambio se arregló los pantalones y se aclaró la garganta. Ninguno de los dos habló, hasta que el teléfono del rubio comenzó a sonar.

—¿Hola? —Jeongin lo miró en silencio—. Voy para allá —Christopher lo miró por un momento y pronto se puso en pie, hizo un esfuerzo por relajarse—. Félix ya está listo... me llamó para que lo recoja, al parecer Minho se metió en líos con un universitario. Debo ir.

Jeongin se encogió de hombros como un niño pequeño. Respiró profundamente y fue allí cuando descubrió que en realidad ya no estaba tan ebrio, sólo quería vomitar. Y así lo hizo, salió corriendo de la habitación del Señor Bang hasta el inodoro.

Cuando terminó se enjuagó los dientes y respiró ruidosamente. Sentía un martilleo en su cabeza y en su corazón.

Salió del lugar para buscar al rubio, después de todo no era sólo su culpa. Señor Bang también había puesto de su parte. Eso lo hizo sentir menos culpable.

Pero cuando volvió a aquella habitación se encontró con nada. El motor de un auto se encendió y Señor Bang se fue. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro