CAPITULO 34
Jung Woo estaba hastiado de hacer los trabajos pendientes sólo, puesto que Soo Bin ya no iba a asistir a la escuela, él junto a Jay se habían quedado con toda la responsabilidad, el resplandor de las ultimas luces del día apenas iluminaban la casa Park cuando terminaron el trabajo de química para el señor Hwa.
Jay se había quedado dormido sobre los cuadernos y aún tenía aquella expresión tierna en el rostro.
Como la de un pequeño niño. Jung Woo depositó su pesada mochila en el suelo y se acercó sigiloso a la cama, ya era hora de irse.
El pelinegro lucía adorable y soñoliento, él le miró las facciones silenciosamente, dejó que sus dedos se acercaran al rostro de Jay, su corazón comenzó a latir presuroso, como si estuviese acercándose un ataque cardiáco.
Él prefería ignorar el hecho, ellos solo eran amigos, y los amigos no sentían cosas amorosas por el otro, los amigos se apoyaban y se decían que todo iba a estar bien, pero no se acariciaban en la penumbra de una habitación.
Quiso enterrar sus dedos en el sedoso cabello de su mejor amigo, pero no era correcto, así que simplemente se enderezó y comenzó a alejarse, no quería despertarlo.
Tomó nuevamente el lazo de su mochila y sin hacer mucho ruido se acercó hasta la veladora de noche para tomar su teléfono celular, cuando lo hizo no pudo evitar mirar pasajeramente las fotos que su amigo tenía colgadas allí.
Jay en realidad era extraño.
Revisó visualmente las fotos, y notó que al lado izquierdo entre la segunda y la cuarta había una foto suya.
¿Cuándo le había tomado Jay aquella foto? Bajó la mirada y encontró allí una foto de Lia, rió un poco. El sopor de niño grande que tenía lo obligaba a reírse. Jay seguramente solo le había tomado una foto para molestar.
Seguramente era eso.
Las horas de trabajo, la sobriedad de la realidad y el café que se habían tomado arrojaron sobre él un par de ideas, Jay sólo era su amigo. Era un plan horrible, pero era su realidad.
Tomó un poco de aire que expulsó lentamente mientras salía a pasos agigantados de la casa Park, la señora Park solía llegar tarde al igual que el padre de Jay, por eso con total confianza cerró la puerta de entrada y se dirigió a su casa sin mirar atrás, el día siguiente debía ir a despedir a Soo Bin al aeropuerto como el buen amigo que era.
Soo Bin había hecho una pataleta al oír los argumentos que Yeon Jun le daba para que aceptase el viaje con Hye Sun, ellos habían tenido una pequeña pelea, pero el pelinegro sabía bien que al final Soo Bin cedería y, lo hizo dos días después al entender la situación.
Hye Sun no lo había vuelto a llamar y parecía ignorarlo olímpicamente cuando se cruzaban por la calle de mera casualidad. El pequeño castaño estaba recluido en su casa como un prisionero por eso Yeon Jun no lo había podido ver seguido.
Hasta esa noche.
En donde Soo Bin había llegado de improviso para advertirle sobre su viaje repentino, sólo tenían una noche más para disfrutar de la compañía de ambos, Yeon Jun quiso reclamar pero Soo Bin saltó directamente a sus brazos para enredar sus piernas en él.
Yeon Jun estaba perdido. Sabía que debía parar, pero las palabras no le salían porque era muy agradable tener a Soo Bin sobre su regazo y entre sus brazos. Durante los dos últimos días había estado imaginando aquello muy seguido, pero la realidad superaba a su imaginación. Soo Bin era más suave, más cálido, más receptivo y más directo.
A lo largo de las últimas horas él se había dicho que <<No>> una y otra vez. <<No responderé sus llamadas. No, no hablaré con él. No lo besaré>> Se había negado a si mismo constantemente, pero esa noche antes de partir para China, Soo Bin lo había provocado, él sólo había abierto la puerta y había perdido la batalla. Soo Bin sabía a plantas suaves cuando lo besaba.
<<No>> se había convertido en <<Si>> con tanta facilidad que le dio miedo, así que simplemente lo abrazó con fuerza y dejó que su determinación se derritiera como cubitos de hielo al sol.
—Pídeme que me quede—Le oyó decir—Me quedaré contigo hasta el último día.
Susurró el pequeño castaño mientras le sacaba la camisa de a poco. Soo Bin era la única persona que lo tocaba con tanta confianza, el chico trajes extraños y bailes graciosos parecía saber exactamente donde tocarlo. Iba a necesitarlo tanto durante esos meses.
Ambos se tomaron el tiempo necesario para besarse, acariciarse y tocarse de forma reverencial. Soo Bin sintió que su cuerpo ardía con furia, deseando ser tomado por todas las formas posibles.
—Tienes que regresar, si tú no regresas…—Murmuró el pelienegro, le echó la cabeza hacía atrás y con sus manos recorrió parte de los labios frescos del menor, deslizó su boca por el fino y extravagante cuello de Soo Bin, le besó el hueco entre las clavículas. Con los dedos desabrochó también los botones de la camisa de su pequeño amante. Acordarse de respirar resultó más difícil de lo esperado pero no imposible—Yo podría morir de soledad.
Yeon Jun acarició cada centímetro de piel mientras Soo Bin se mecía sobre él.
Era un banquete sensorial para el señor Choi los suaves gemidos que Soo Bin soltaba desde su garganta, el calor de su piel, el peso sensual de su cuerpo moliéndose contra el suyo. Yeon Jun se ocupó de recorrerle el cuerpo con las manos mientras le quitaba toda la ropa. Cuando le separó las rodillas y deslizó sus manos por sus piernas, Soo Bin solo pudo aferrarse a sus hombros y susurrar su nombre contra su boca.
Algunas horas después Soo Bin sintió que la frustración estaba quemándole el pecho, él no quería irse, no quería alejarse de Yeon Jun, esa no era su voluntad. Pero para no meter en más líos al pelinegro debía hacerlo.
— ¿Sabes algo?—Susurró el castaño mientras le dibujaba círculos abstractos en la pálida piel a Yeon Jun—No creo que ame a otra persona nunca.
El pelinegro cerró los ojos y apoyó la frente en la suya; estaban tan cerca que ambos podían compartir alientos.
Ninguno dijo nada más, habían hecho el amor por horas, intentando ser silenciosos para no molestar al pequeño Beom Gyu y ya era momento de irse, pero ambos se sentían tan bien que ninguno de los dos observó la noche trémula o las manecillas del reloj.
Los dedos de Yeon Jun se arrastraron lentos por la columna desnuda y brillante de Soo Bin, hasta enredarse en su suave cabello. Después ambos se besaron.
Los besos fueron suaves, delicados y especiales.
—Debería regresar a casa—Dijo Soo Bin con un puchero sensual en los labios.
—Mañana iré al aeropuerto para despedirte. ¿Bien?
—De acuerdo.
Soo Bin quiso levantarse pero su cuerpo parecía no obedecerlo.
—Faltan pocas horas—Sus dedos se aferraron a las sabanas— Bien, supongo que ya es hora.
—Si.
—Si…
¿A quién estaban tratando de engañar? Soo Bin sintió que su cuerpo encajaba perfectamente en ese lugar de la cama pero ya debía irse, aunque fuese lo último que deseara hacer. Ambos se quedaron allí en silencio, esperando a que alguien se moviera o por lo menos diera el primer paso de despedida, pero ninguno lo hizo.
¿Qué se supone que hacía la gente cuando se despedía? ¿Debería irse ya? ¿Debería quedarse sólo un poco más hasta que la aurora del día siguiente lo iluminase? ¿Debería ponerse la ropa? O quizá… ¿Debería besarlo un poco más?
Ambos parecían pensar de forma paralela y, como si fuese el resultado de la telepatía Soo Bin se lanzó hacia él y Yeon Jun le aceptó los besos.
Sus labios se encontraron otra vez y la mano de Soo Bin rodeó el cuello del señor Choi, mientras los brazos de Yeon Jun rodeaban su pequeña cintura.
Sin duda alguna aquello fue nuevo, porque sus corazones comenzaron a latir como locos y, ambos podían sentir sus latidos sincronizados cuando sus pechos desnudos se tocaron. Ambos fueron cuidadosos, cautelosos y pausados.
La noche era oscura y lo único que se podía oír en la habitación eran sus respiraciones pesadas y los besos que intercambiaban con una pasión silenciosa que ambos intentaban esconder de los demás. No habían personas limitándolos, gente censurando, edades diferentes o madres sobreprotectoras riñendo. Sólo eran ellos.
—Estaba pensando en…—Había algo extraño en la voz de Soo Bin cuando gateó sobre él como un pequeño niño. — ¿Tú quieres tener más hijos algún día, Yeon Jun?
—No, no lo sé —El pelinegro dejó que su voz neutra fluyera —No había pensado en eso, Beom Gyu siempre ha sido mi prioridad.
Sonrojándose un poco Soo Bin lo miró seriamente.
— ¿Estás hablando en serio? ¿No deseas tener más bebés? —El pequeño castaño se inclinó junto a su oído y susurró, insinuante —Porque podríamos adoptar un bebé algún día, los dos.
—Pero ya tengo un bebé y es hermoso —Murmuró el peliengro con una sonrisa ligera en el rostro, tocando la suave mejilla de Soo Bin con sus dedos frígidos, como si pudiera dibujar ese bonito rostro con solo tocarlo.
Soo Bin torció una sonrisa.
—Hablo de bebes reales, de carne y hueso, que algún día crezcan y podamos llevarlos a la escuela.
—Espera… ¿No eres un bebé real? —Yeon Jun aprovechó su cercanía para morderle la boca suave —Porque podría jurar que hace menos de un minuto me llamaste daddy. Se te está haciendo costumbre.
El castaño estaba a punto de refutar y defender su posición de niño bueno pero su teléfono celular comenzó a vibrar en algún lugar de la habitación, debía regresar a casa.
—No quiero irme todavía…
Mordiéndose el labio, Soo Bin se movió un poco más sobre Yeon Jun.
—Bueno, debes hacerlo. No desearía ver a Hye Sun otra vez en la puerta con un ejército de policías.
Bromeó.
— ¿Un beso para el camino?
Asintiendo, Yeon Jun tomó otra vez el rostro de Soo Bin entre sus manos para besarlo sólo un poco.
—Te echaré de menos. —Consiguió decir por fin con una voz muy baja —Regresa pronto conmigo ¿De acuerdo? Me sentiré sólo si no lo haces…
— Siempre sí, puedes sacar tus revistas que están bajo tu cama.
El pequeño castaño sintió que algo se arremolinaba en su interior, su garganta comenzaba a picar y sus labios comenzaban a temblar, no supo que más decir, por eso tomó sus cosas y Yeon Jun se quedó mirándole la espalda.
Cuando el pequeño castaño estuvo listo la puerta de entrada se cerró con calma.
Yeon Jun no sabía exactamente qué decir.
A la mañana siguiente. Beom Gyu fue el primero en alistarse para ir a despedir a Soo Bin al aeropuerto, al parecer Hye Sun había arreglado todo con la escuela para que su pequeño hijo no perdiese el año, había pagado también el examen de selectividad en la universidad, Beom Gyu estaba algo triste, no por él mismo sino más bien por su padre.
—Podrías decirle a Soo Bin que se quede con nosotros. —Masculló Beom Gyu sin quitarle la mirada de encima mientras ambos desayunaban—Seguramente él lo haría.
—Claro que no, Soo Bin necesita un tiempo para pensar. Hye Sun tiene algo de razón— Yeon Jun trató de encogerse de hombros para restarle importancia al asunto, no quería sentirse sólo nuevamente, pero tampoco iba a arriesgar la felicidad de Soo Bin, quizá él también estaba confundido, o quizá no—Ustedes aún no saben lo que quieren en la vida.
—Yo sí lo sé, quiero una familia con Tae Hyun. Aunque él no quiere hijos, adoptaremos un perro para practicar—Una aclaración que solo había acentuado la inquietud en el pelinegro.
Cuando pasaron las suficientes horas para ir al aeropuerto, Yeon Jun acomodó los vasos en la alacena mientras Beom Gyu veía la televisión de una forma extraña. Había pedido un día libre para hacer las cosas bien, él no se sentía bien emocionalmente, era un caos en sí mismo, pero debía comportarse como un hombre fuerte ¿No?
Necesitó un rato para volver a centrarse.
Hasta que la mano de Beom Gyu se sacudió ante sus ojos.
—Ya es hora.
Él tragó saliva.
Salió de su propia casa y llevó a Beom Gyu consigo.
Condujo alrededor de treinta minutos para llegar al lugar, esquivó toda clase de baches y cosas que pudiesen molestarlo por el camino.
No pasaron muchos minutos más hasta que la entrada al aeropuerto se desplegó ante sus ojos, algo dentro suyo se apretujó, estaba pasando otra vez.
— ¡Vamos rápido!
Beom Gyu ergéticamente y él se quedó callado por un instante más.
Abrió la puerta del piloto y la cerró tras él. Se dirigió hasta el lugar de espera intentando controlar a su desesperación, era algo nuevo, se había hecho tan dependiente del pequeño Soo Bin que sus manos de pronto se sintieron vacías.
—Aún puedes pedirme que me quede. Podríamos tomar un avión con otro destino y haríamos el amor por tantas horas como nos sea posible.
Dijo Soo Bin tras él.
Y el señor Choi comenzó a sonreír, sintiéndose un poco estúpido.
—Cuando regreses haremos algo parecido a eso.
—Pero yo quiero sexo ahora, señor Choi.
— ¿Siempre vas a decirme señor Choi cuando quieres tener intimidad?
Yeon Jun apartó su mirada hacía las personas que pasaban por alrededor, luego miró al pequeño castaño que tenía frente a sus ojos, él se veía muy joven en la luz de la mañana que reflejaba toda su belleza y brillo angelical que lo hacía ver demasiado inocente para su bien.
—Las personas que se aman tienen sexo, Yeon Jun. Mucho sexo.
Yeon Jun miró su perfil por un momento más antes de acercarse a él para rodearle las caderas, le importaba una mierda si Hye Sun los veía o alguien más lo hacía.
—Si tú no regresas iré a buscarte—Dijo el pelinegro, deslizando sus manos relajadas por el cuerpo del menor— ¿Entendido?
Capturando su labio entre los dientes blancos, Soo Bin asintió, su mirada seguía apartada.
—Te veré pronto—Susurró con la voz estrangulada.
Yeon Jun quiso deshacer el abrazo que los unía, pero Soo Bin lo tenía bien sujeto.
Él sonrió, sus manos se deslizaron por las caderas del pequeño castaño y le dejó un regadero de besos, todo estaba bien hasta que una mujer carraspeó tras ellos.
—Ya es hora, Soo Bin.
Yeon Jun se apartó, sus labios se separaron con un sonido húmedo y se aclaró la garganta.
—Debes soltarme, Soo Bin.
Los ojos claros del castaño se abrieron aturdidos, él había estado presionando tanto la camisa de Yeon Jun que sus puños prácticamente se quedaron calcados en la ropa del pelinegro, le quitó importancia a la voz de su madre, estiró los brazos y agarró la camisa de Yeon Jun otra vez.
—Cariño, ya debemos irnos. Por favor. Ven con mamá.
Para cualquiera que pasara por ahí, aquello había parecido una escena romántica, como el abrazo de una pareja en el aeropuerto.
—Te amo—Dijo Soo Bin con vacilación, esas pequeñas palabas que le habían estado picando la lengua tantas veces de repente salieron expulsadas—Estoy enamorado de ti.
En vez de responder, Yeon Jun se inclinó y besó a Soo Bin allí mismo, frente a Hye Sun y las otras personas que pasaban, pero al final le importó una mierda, quizá estaba jugando mucho pero si ganaba esa partida estaba seguro que podía ser feliz por el resto de su vida.
— ¿Iremos a Japón cuando regrese? —Susurró el pequeño castaño contra sus labios— Como mi futuro daddy debes llevarme a Japón.
Yeon Jun soltó una risa corta y asintió.
Soo Bin se enderezó por su cuenta y camino junto a su madre hacía la entrada de recepción.
Se despidió de Beom Gyu, de Jung Woo y de Jay con algo parecido a la alegría y después nada.
El avión despegó y los segundos comenzaron comenzaron a recorrer con más lentitud.
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