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Único


—¿Qué como es? Verás, Jimin... él es... él es arte.


Yoongi no entendía el significado del cumplido hacia su nuevo compañero de trabajo. Comprendía que la expresión no era en sentido literal, que sólo era una alegoría sencilla hacia el hombre, pero no lograba concebirlo. Por supuesto, no faltaba el que viera al ser humano como la mayor creación artística de los tiempos, pero aún así...


¿Qué era el arte? ¿A qué se referían con eso de que Jimin lo era? ¿Acaso ese individuo poseía una belleza sublime? Pero una vez más, ¿no era la belleza subjetiva? ¿Cómo podía ser considerado como bello? Definitivamente se basaban en las normas socioculturales de belleza de la época, pero de ser el caso y guiándose por esa línea, ¿no era un poco 'vacío' decir que era arte sólo por eso?


¿O tal vez se referían a su talento? Era del conocimiento de Yoongi que el nuevo profesor de danza era excepcional, que los rumores decían que era -y citaba- "la mismísima reencarnación de *Terpsícore". También se hablaba de que no había nadie que no se conmoviera al verlo sobre el escenario, que algunos incluso lloraban, pero, de eso a decir que era arte, le parecía bastante pretencioso, aunque no fuera el sujeto quien se definiera como tal.


Arte, arte, ¿qué era el arte?


Yoongi caminaba hacia su aula de clases para iniciar su día laboral como todas las mañanas. No le gustaba perder el tiempo y por eso les enseñaba a sus alumnos la importancia de ser puntual, ya que para él la música merecía todo el respeto del mundo. Asimismo, le era menester inculcarles el amor por ella; quería que pudieran sentirla como él la sentía, que la vieran amén de escucharla, que le lloraran, pero que también le rieran, que con cada latido de sus corazones pudieran sentirse parte de ella, que sus poros la transpiraran, que cada nota cantada fuera un beso sentido o un sentimiento no transmitido.


Yoongi quería que sintieran la misma pasión por la música que él sentía y era por eso que siempre llegaba temprano a dar clases y que no toleraba los retardos. Creía que el orden era fundamental para todo el que aspirara al triunfo y esperaba sinceramente que el profesor Park, como se apellidaba el hombre, compartiera su pensamiento y que llegara a tiempo a su primera reunión como compañeros de trabajo. Él, siendo el profesor de música, debía colaborar en una clase con Park y, según el horario impuesto por la institución en la que laboraban, se impartiría tres veces a la semana.


Yoongi sabía que esas dos disciplinas estaban intrínsecamente relacionadas y por eso no había objetado en contra, ni le había dado vueltas al asunto (aunque no era como si tuviera razones para hacerlo) y simplemente se había limitado a preguntarle a todo el mundo sobre el nuevo componente. Enigmáticamente, había desarrollado un extraño y culposo gusto por escuchar las criticas positivas sobre Park. Le fascinaba la manera tan dedicada en la que los demás se expresaban de él; le atraía que alguien que él aún desconocía fuera alabado por tantos. Y por eso, la curiosidad que tenia por él seguía aumentando vertiginosamente.


¿Sería guapo? ¿Amable? ¿Inteligente? ¿Dulce?

O tal vez ¿estricto, serio, solitario, pero con un talento sobre humano?

¿Qué era Park Jimin? ¿Una mezcla de todo?


Y el destino estaba tan bien estructurado que cuando llegó finalmente al aula y abrió la puerta para entrar, se encontró con una escena que no creyó nunca vivir y que superó cada una de sus expectativas. Si al permitirse imaginar su encuentro con Park lo hizo sentirse ingenioso, la realidad se encargó de recordarle que apenas había sido un lienzo en blanco.


Ahí, como si de un dios libre se tratase, se encontraba un joven castaño bailando al compás de una melodía clásica sobre la tarima del salón. Se movía elegantemente, arrastrando los pies con una armonía tan cautivadora que Yoongi sintió como el corazón le brincaba por dentro con amenaza de explotar. El cuerpo de Park, quien suponía era, parecía ser uno solo con la música.


Su rostro entero estaba repleto de una satisfacción tan inmensa que Yoongi pudo sentirla también. Era como si Park hubiera nacido bailando. La gracia divina que lo acompañaba en cada paso era imposible de creer. Sus ojos dulcemente cerrados y sus labios apenas abiertos le confirmaban a Yoongi que había encontrado a la más grande creación de Apolo*, y no ayudaba para nada que pequeñas gotitas de sudor resbalaran con lentitud sobre su piel agraciada haciéndolo lucir más atractivo de lo que ya era. Parecía ser la seducción encarnada.


Así que, sin más miramientos, todo dentro de Yoongi explotó en ese momento. La frase de su compañero de trabajo deambulaba latente por su mente: "Él es arte", mientras que algo en su interior comenzaba a confirmarlo.


¿Park Jimin era arte?


—Profesor, perdón... no lo oí entrar.


Pero entonces lo escuchó. Escuchó a esa voz suave que lo hipnotizó de un momento a otro. Era cálida, con ligeros toques de sensualidad y gentileza.


¿Qué es el arte?


—Yo, uh... no quería interrumpir, lo siento...—Yoongi se mantenía estático en la puerta, con los ojos bien puestos sobre el cuerpo contorneado del hombre de piernas bonitas. Parecía que su buen raciocinio se había fugado de él.

—No interrumpe, adelante, fui yo quien no se fijó en la hora—el joven caminó hasta una silla donde reposaba una toalla pequeña y, tomándola, se limpió con ella el sudor de la frente.

—Fue todo un placer, de hecho. Min Yoongi.

—Park Jimin, profesor de danza.


Y Yoongi más que saberlo, lo sintió.


Lo hizo cuando el hombre sonrió de lado, lo hizo cuando se pasó los dedos por el cabello y lo hizo cuando le extendió la mano para un apretón que lo electrizó, pero, sobre todo, lo sintió cuando en sus ojos encontró algo que pocas veces veía en las personas: Pasión.


—Parece que seremos compañeros de trabajo—dijo torpemente sin saber por qué hablar con él lo ponía tan ansioso.


Jimin asintió sonriente y volvió a pasarse la toalla sobre el sudor del cuello con una lentitud casi pecadora.


—Bendita mi suerte.


¿Qué es el arte? A pesar de todo, Yoongi no consideraba al hombre como arte, para serlo necesitaba algo más. Podría tratarse de un aproximado, pero tenía que ser más complejo para verlo como tal.


Por suerte, Jimin le permitió descubrirlo.


Después de ese encuentro, ambos adquirieron el hábito de verse todos los días. Primero en clases, cuando juntos recreaban piezas sublimes con sus respectivos talentos. Yoongi tocaba el piano para Jimin quien bailaba para Yoongi. Si se trataba de una demostración para sus alumnos, nadie lo creía. Ellos se perdían en el momento que se les había dado y se encargaban de hacerlo magistral. Pronto no hubo ningún estudiante ni maestro que quisiera perderse la divinidad de admirarlos juntos como una pieza maestra.


Y al verse rodeados de tantas personas, recurrieron a encuentros vespertinos en búsqueda de privacidad. Yoongi fue el primero en romper el lazo meramente laboral cuando una tarde al salir de la escuela, Jimin lo miró con los ojitos cargados de ansiedad. Los mismos que le decían que tenía la misma necesidad que él sentía.


—¿Te gustaría... umh... venir a mi casa?


¿Qué era el arte? Yoongi seguía sin comprender las comparaciones y adulaciones hacia su colega, por mucho que lo sintiera, por mucho que su mente comenzara a creerlo, él se negaba a aceptarlo porque, primero, precisaba conocerlo más allá del simple contacto visual.


Jimin aceptó con una sonrisa ladina y, con esa gracia que tan bien lo caracterizaba, entrelazó sus dedos con los de Yoongi para arrastrarlo hacia su automóvil donde juntos emprendieron la marcha rumbo al hogar del profesor de música. Ambos sumidos en un agradable silencio y con la alegría de quien sabe que saciará sus más soñados deseos lúbricos.


Esa noche se convirtieron en artistas eróticos.


Apenas entraron al lugar, y sin querer ser partícipes de la palabrería previa al sexo, chocaron sus labios para un beso que expresaba el deseo de sus cuerpos. No existía entre ellos ninguna clase de vergüenza ni pudor que pudiera detenerlos y por eso se entregaron sin ninguna clase de cortesías. Error o no, ya lo sabrían después.


Jimin se desvistió primero, anhelante y suplicante, y se encaramó sobre Yoongi en la alfombra marrón de la sala para besarlo sin ningún filtro encima. Disfrutando el que su amante estuviese aún vestido, raspándose los muslos con la mezclilla del pantalón y haciéndose marcas con la hebilla de su cinturón. Deleitándose con los apretones que éste le daba en su trasero. Yoongi, por lo mientras, con las pupilas dilatadas y con los labios rojos de tanto mordérselos, observaba a su compañero con tanto deseo que desbordaba.


—¿Cómo te gusta? —le cuestionó Jimin mientras se agachaba para desvestirlo, asegurándose de hacerlo sin prisas ni pausas.


Yoongi sonrió jadeante, sin poder controlar sus manos que acariciaban con lujuria el torso de Jimin, bajando y subiendo y deteniéndose de vez en cuando en sus pezones que gustaba de presionar con saña.


—Arriba o abajo, contigo cualquier cosa está bien.


Jimin lo desnudó después y se aprovechó de la ventaja que suponía estar arriba para morderlo en cada porción de piel que iba descubriendo. Saboreando cualquier mínimo detalle a su paso y memorizando cada lunar, peca, mancha y poro a su disposición.


Yoongi se dejó hacer, jadeando y exigiendo más con la constante interrogativa en su mente sobre si Jimin era arte. Podía estar descubriéndolo o podía no hacerlo, pero lo cierto era que con cada roce que él también le daba se encargaba de adorarlo; acariciando más allá de su cuerpo, queriendo meterse hasta el fondo de su alma, dejarle ahí mismo la huella imborrable de su toque con el que pretendía enloquecerlo y convertirlo en uno de los mejores mártires de literatura romántica.


El momento fue rápido, intenso, salvaje. Jimin se entregó gimiendo, con sus dientes clavados en el cuello de Yoongi y con sus uñas fielmente enterradas en los muslos de éste, rogando para que la intensidad aumentara. Y Yoongi lo obedeció como el fiel esclavo en el que se estaba convirtiendo, manteniéndolo cautivo, sosteniéndolo con fiereza por la cadera, guiándolo de arriba hacia abajo con fuerza bruta.


Ambos se movían al mismo ritmo frenético, representando físicamente el poema erótico donde eran protagonistas. Los rasguños y moretones en sus pieles no eran otra cosa más que la firma indeleble con el que artista orgulloso y altanero firmaba sus mejores obras.


Esa noche Yoongi creó música. Como el crítico que era, descubrió que los sonidos más sublimes provienen de la boca del amante más entregado, así que se valió de cada jadeo, gemido y suspiro que Jimin le concedió para con ellos crear la mejor sinfonía jamás escuchada.


Jimin era su instrumento, su numen y su talento.


Esa noche Jimin fue danza. Conoció en viva carne el significado de entregarse con el cuerpo y con el corazón. Con el vaivén de sus caderas entendió que los movimientos más impresionantes se dan cuando los vives con el alma y que dos personas pueden crear la coreografía más ingeniosa cuando se está enamorado.


Yoongi era su compás, su estilo y sus sueños.


De aquella faena de artistas novatos, ambos lograron encontrar el significado fortuito de lo que significaba estar juntos.


Yoongi era música y Jimin danza, pero juntos... juntos eran arte.


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Terpsícore: Musa de la danza.

Apolo: Dios griego del sol, de la luz y la claridad, de la música y la poesía, de la integridad y el equilibrio.

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¡Hola! Antes que nada, quiero dedicarle este ost a Kimi Angie Ng porque de ella fue la idea de escribir sobre un profesor de música y uno de arte. Espero que esto que escribí haya sido de tu agrado. <3  

Y también a la preciosa de Achlys_Trauer por hacerme la portada para esta historia. Ella es arte<3 


Quería subir este ost el 14, pero me desesperé, hice berrinche y no lo subí, aún así continué escribiéndolo y como me gustó mucho lo subo hoy.  XD  

Gracias a todas las personitas que leyeron esto, déjenme decirles que estoy muy muy feliz por teneros en mi vida, no miento cuando digo que me encantan. Les amoooo. <3 Mimos y ronroneos por siempre. ♥♥♥

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