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Capítulo 9

—¡Halana! —gritó una voz a mis espaldas.

Daniel llegó a mi lado, saltó la cuerda que nos separaba y me rodeó los hombros. Habíamos quedado para ver la nueva película de miedo que se había estrenado hace unos días.

—Los astros se alinearon para que llegases antes —bromeó.

—Se alinearon para joderme la existencia estos últimos días y los que vienen —corregí con un tono de frustración.

—Nah —dijo riéndose—. Ya verás como todo mejora.

Eso espero.

Pensé, cruzando los dedos.

Pedimos las entradas y fuimos a comprar dos botes gigantes de palomitas y las bebidas.

Entramos a la sala y nos sentamos en nuestros asientos. Habíamos llegado justo a tiempo.

La verdad es que ese día los dos habíamos llegado tarde; yo porque era así, casi siempre llegaba tarde a nuestras salidas, o a alguna cita, quedada o reunión. Era algo que me pasaba aun cuando salía con tiempo, excepto el gran día: cuando arruiné la boda incorrecta. Y él porque había durado más tiempo de lo esperado en la reunión con Milla.

En la gran pantalla se proyectaba un anuncio de coche. Para cuando terminaron los anuncios ya íbamos por la mitad del bote de palomitas. Éramos de esas personas que se comían las palomitas de un pestañeo y cuando íbamos por la mitad de la película se nos había terminado.

Me asusté en todas las escenas, me daban mucho miedo este tipo de películas. Había sido Daniel el que me había convencido de verlo, disfrutaba verme chillar y acurrucarme en el asiento de miedo.

Más o menos al final de la película, de tanto aguantar el pis, casi me meo encima del susto.

No había querido salir al baño, no me gustaba perderme parte de la película, aun cuando está no me gustase, porque luego no entendía lo que pasaba y me sentía perdida y eso me disgustaba más.

Cuando terminó, salí pitando hacia el baño, de las prisas entré al baño equivocado y vi lo que no tuve que ver. Grité perdón saliendo apresuradamente y me dirigí al correcto. Duré unos buenos minutos sacando las cataratas del Niagara.

Solté un suspiro de alivio cuando terminé. Al salir sentí como alguien me cogía de los hombros y gritaba:

—¡Buuuu!

—¡AAAAAAHHHHHHHH! —grité espantada, lanzando un golpe hacia delante.

—Auch —dijo Dani sobándose la barbilla.

—Joder, que susto —dirigí una mano a mi pecho, mi pobre corazón latía frenético.

Dani soltó una gran carcajada.

—Deberías de haber visto tu cara, esta vez te has lucido —comentó con burla, se seguía riendo.

Siempre lo hacía. Y yo como tonta caía una y otra vez en su estúpida broma.

Le di un golpe en el brazo.

—Calla, casi me matas del susto.

—Qué pena que no lo haya grabado —se lamentó con exageración.

Salimos del cine hablando de tonterías, debatimos a qué restaurante ir a cenar, al final jugamos a piedra, papel o tijera y el ganador decidía a cuál ir.

Obviamente ganó él, ni en estos juegos de suerte ganaba.

Fuimos caminando al restaurante japonés que había a unos 10 minutos.

Nos llevaron a una mesa al fondo, al lado de una pareja o dos amigos.

—Yo quería comer pizza —me quejé revisando el menú.

—Pues haber ganado y así poder elegir —se burló Dani, bebiendo de su agua—. ¿Pedimos los fideos soba para compartir? —preguntó luego como si nada.

—No, te los comes tú solo —dije, cruzando los brazos encima de la mesa.

Pedimos la comida y esperamos a que nos lo trajesen. Mientras cada uno estaba a lo suyo, Dani miraba algo en su móvil y yo aproveché para mirar también el mío, revisando si Edgar me había respondido a algún correo o mensaje, pero no era así.

Lo que sí que tenía era un mensaje de Dante. Después de dejarme en casa, unas horas después, me llegó el mensaje que me había prometido con la dirección, día y hora para ir a ver a su madre.

Después de ese día, me saludaba por las mañanas, mensajes que al principio ignoré, no sé ni por qué. Pero luego, cuando se me fue la idiotez, le empecé a contestar los saludos, llegando a tener algunas veces unas pequeñas pero interesantes conversaciones.

Edgar me seguía sin contestar, todos los días lo llamaba, le dejaba unos cuantos mensajes por WhatsApp y le mandaba correos. Milla tampoco conseguía contactar con él y eso me tenía en ascuas y bastante inquieta y nerviosa.

Nos trajeron la comida y al final sí que compartimos los fideos de soba. Daniel nunca se la terminaba porque era un cuenco bastante grande pero siempre se la pedía cuando íbamos a restaurantes japoneses. Por eso siempre la compartíamos.

Comimos tranquilamente, charlando de temas triviales. Me contó sobre la reunión que tuvo con Milla. Parecía ser que la chica que había pedido que él y otro compañero nuestros se colase en su fiesta de compromiso quería volver a necesitar de sus servicios. Aunque el otro día se demostró que el novio no la engañaba, se tranquilizó durante unas horas, pero los siguientes días las dudas volvieron a salir a flote, ya que su novio había estado teniendo un comportamiento bastante extraño y poco normal en él.

Al terminar, salimos riendo a carcajadas de un mal chiste que había contado. Sin darnos cuenta, nos chocamos con los dos hombres que estaban a unas mesas de nosotros.

—Perdonad —nos disculpamos al unísono.

—No pasa nada —dijo una voz reconocida. Al mirar al frente, una mirada de reconocimiento me recibía—. Nos volvemos a ver, Halana.

Lo miré con una confusión extrema en el rostro. ¿Nos conocíamos? Su voz me sonaba, pero no sabía de dónde.

—Soy Marco, fui tu taxi personal cuando perdiste tus cosas —me aclaró, al ver mi confusión.

—Ahhh, sí —dije en reconocimiento. Le mostré una gran sonrisa—. Muchas gracias, de verdad, por ese día.

Me sonrió de vuelta quitándole importancia. Miré curiosa al hombre que estaba a su lado que nos miraba serio.

Le murmuró algo al oído a Marco y se despidieron rápidamente de nosotros.

—¿Fue él que te ayudó? —preguntó Dani señalando con un gesto de la barbilla por donde se habían ido.

Asentí olvidándome del encuentro y nos pusimos en marcha.

🎈🎈🎈

Al despertarme revisé el móvil, eran más de las once. Me había ido a dormir súper tarde por estar viendo una serie que me tenía enganchadísima.

Tenía varios mensajes, dos de ellos eran de Dante, de hace tres horas.

Novio en fuga: buenos días, Halana

Novio en fuga: sabes que día es mañana?

Yo: buenas buenas

Yo: mmmm viernes?

Dije haciéndome la tonta. O tanto. Me acababa de levantar y el cerebro todavía estaba medio moribundo sin procesar nada. Tenía que pasar por una buena dosis de café y tostadas o algún otro alimento para que se reactivase por completo.

Yo al baño a echarme agua fría en la cara, al verme al espejo tenía unas ojeras que por poco y me llegaban a la barbilla.

Me puse una de esas mascarillas para ojeras y fui a prepararme el desayuno.

Mientras se hacía el café y las tostadas, revisé el móvil. Contesté los mensajes de Daniel y el de Milla, que me citaba el sábado para hablar conmigo.

Solo esperaba que no fuese nada malo.

En ese momento me llegó un mensaje de Dante.

Novio en fuga: en serio? 😒

Me reí por el emoji que había añadido y me lo imaginé con esa cara y que me lo decía con un tono de voz irónico.

Yo: quieres el numerito?

Yo: viernes 12

Yo: esto lo podrías mirar tú solito

Le contesté. ¿Me lo había preguntado solo para tener un tema de conversación?

Saqué las tostadas y le puse mantequilla y mermelada. Mi tripa soñó con un rugido, le di un gran bocado y me serví el café.

Novio en fuga: ay Halana, que voy a hacer contigo?

Iba a preguntarle el porqué del mensaje cuando me llegó otro.

Novio en fuga: mañana tenemos la cita con mi madre

—¡Ostias! —dije soltando la tostada, el cual se cayó encima de mi camiseta blanca de dormir, dejándome una preciosa mancha fucsia.

Genial.

Pasé una servilleta por encima, dejando una mancha aún más grande.

Doble genial.

Tiré el papel a cualquier lado y volví al móvil.

Novio en fuga: se te había olvidado

Novio en fuga: verdad?

Pues obviamente que sí. Si tengo la cabeza en cualquier lado menos en lo importante. Rápidamente me lo apunté en el calendario para que me lo recordase. El otro día se me pasó apuntarlo.

Yo: no

Yo: claro no

Yo: solo te estaba tomando el pelo

Yo: jajaja

Mentí como una descarada.

Novio en fuga: ya...

Novio en fuga: te lo dejaré pasar si mañana me lo recompensas

Yo: cómo?

Novio en fuga: te lo diré mañana ;)

Agh. Siempre me deja en ascuas.

Yo: :/

Después de terminar el desayuno, dejé el plato y la taza en el lavaplatos, y me puse a dibujar.

Estos días no había tenido tiempo para ello, o me encontraba sin ganas o no tenía tiempo para ello al estar pensando en todos los problemas que tenía que solucionar.

El tema de Edgar se seguía sin resolver y era algo que me tenía muy mal. Revisaba todo el tiempo el móvil para ver si me había contestado y como nunca lo hacía me dejaba con un mal sabor en la boca.

Terminé el dibujo que había empezado hace casi dos semanas, justo un día antes de mi gran y desastroso espectáculo en la boda incorrecta.

Era una especie de aldea con duendecillos, lleno de color y vida, pero en un área, la oscuridad reinaba y había una pequeña jaula llena de candados y cadenas con un duende dentro.

Me encanta.

Sentía que me representaba a la perfección.

Después de terminar el dibujo me puse a hacer zumba, algo que se había vuelto parte de mi rutina diaria.

El otro día hablando con mi madre se lo comenté y estaba que no se lo creía.

Su hija, la persona más perezosa y desastrosa en los deportes —y en la vida— de la tierra, haciendo por su propia voluntad zumba.

Yo tampoco me lo creía, pero aquí seguía, sin parar y a tope de energía con la clase de hoy de zumba.

Me tranquilizaba y me cansaba a partes iguales y eso me gustaba mucho.

Era como dibujar, despejaba mi mente y me olvidaba de todo mi alrededor para concentrarme en lo que estaba haciendo, en los movimientos y en seguir el ritmo, en la respiración y en controlarlo.

Me había ayudado bastante estos últimos días con la ansiedad que crecía en mi interior por el silencio de Edgar.


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