Capítulo 7
La vida a veces podía ser un asco, de verdad.
Un día estás tranquila, relajada y feliz por tener una vida así, y no te preocupas por nada relevante que no sea poner la ropa de color con la blanca o hacer la compra para la semana. Y al siguiente, con una simple noticia te la puede cambiar en un segundo, volviéndola un mar de errores, desastres y decisiones que tomar.
—¡AAAAHHHHHH! —grité, pataleando como una niña en la cama.
Miré por décima vez, o más veces, el mensaje de Dante. Me había pasado 15 minutos mirando una y otra vez ese menaje.
Novio en fuga
"Hola, arruinadora de bodas. Creo que ya te he dejado bastante tiempo para digerir nuestra conversación, es momento de que pagues tu oferta. Necesitaré que finjas ser la novia secreta de la que hablaste el otro día. Te espero en tres días en la siguiente dirección"
¿Qué iba a hacer? Me había pedido que fingiese ser su novia falsa, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Y para qué? ¿Debería de ir al sitio en el que me citaba? ¿Y si lo bloqueaba y no iba?
No, no. Sabía donde vivía y podría presentarse en cualquier momento delante de mi puerta, derrumbarla, entrar y ahorcarme hasta matarme.
Tampoco debía de ser una cobarde y esconderme de los problemas, exactamente de mis problemas, causados por un error que había cometido. Debía de ser valiente y afrontarlos.
Iría a donde me decía, le pediría unas explicaciones antes de nada porque no había dicho gran cosa en el mensaje y ya luego vería qué hacer. Aunque lo seguro es que aceptase lo que me pedía, porque tenía que redimir mi error de alguna manera y si esta era la forma que él quería que lo hiciese, pues lo haría.
Decidí no responderle y dejarle en visto y que él mismo viese si iría o no. Que se quedase con la duda y la incertidumbre.
Dejé el móvil y me levanté de un salto de la cama. No me iba a quedar estos días sin hacer nada y lamentándome de mi existencia. Aunque parecía una idea muy tentadora.
Como el otro día, me puse en la tele el programa de zumba, puse música y pasé los 40 minutos que duraba sudando y jadeando como si hubiera corrido una maratón. Las señoras del programa ni siquiera se les notaba que estaban cansadas. Menuda resistencia. O yo estaba exagerando o es que tenía la resistencia en la mierda. O podría ser las dos.
Arrastré los pies hasta la cocina para coger una botella de agua, me la bebí como si hubiera estado en el desierto durante un año.
Me apoyé en la encimera mientras me recuperaba del ejercicio que había hecho. Mi mente se había despejado y no estaba pensando en nada, con la mirada perdida.
Hacer zumba ayudaba y me estaba empezando a gustar, aunque me muriese en el intento.
Me dirigí a mi habitación para coger el móvil y llamar a Edgar, ya que no antes no lo había podido hacer. Casi se me olvidaba este importante asunto.
Abrí el correo y busqué entre todos los anuncios el correo de Edgar, al abrirlo leí todo lo que me pedía, incluso había adjuntado una invitación para poder entrar a la iglesia.
Me di golpes mentales. ¿Por qué nunca revisaba el correo?
Apunté el número y lo llamé. Los tonos fueron sonando hasta que la voz del buzón sonó.
Volví a intentarlo varias veces, pero en ninguna me lo cogió. El móvil lo tenía encendido, pero no me lo cogía. ¿Estaría ocupado planeando como encontrarme y matarme?
Como no me cogía las llamadas, decidí escribirle un correo, a ver si así me contestada. Así no tendría que enfrentarme directamente a él y escucharlo.
También le mandé un mensaje a Milla, contándole por encima lo que había ocurrido, sin mencionar el encuentro que iba a tener con el Dante y ver si ella podía contactar con Edgar.
****
—¡Levanta, perezosa! —gritó alguien entre la bruma de sueño.
Me removí en la cama, tapándome la cabeza. Alguien me arrebató la manta y tiró de mí.
—Venga, vamos —distinguí la voz—. ¡Levántate, Halana! —gritó Daniel en mi oído.
—¡Que sí, joder! —grité de vuelta, fastidiada.
Me soltó el brazo y lo sentí alejarse, mis ojos no querían abrirse y yo no quería levantarme de la cama. Como no oía ningún movimiento, seguí en mi posición acurrucada en la cama.
Cuando estaba por volver a los brazos de Morfeo, sentí un golpe seco que casi me destroza los tímpanos y seguido a eso agua con trozos de hielo golpeó mi cara y cuerpo, empapándome en un segundo.
—¡AAAAAAAAHHHHHHHHH! —creo que mi grito en ese momento habría llegado hasta la otra punta del país.
Me levanté mojada y hecha una furia de la cama, tropezándome en el camino con mis propios pies, ya que tenía mechones mojados en toda mi cara y no veía muy bien.
Me los quité de la cara como pude y le lancé una mirada mortal a Daniel por hacerme eso, ya que si abría la boca solo saldrían improperios de ella.
—Tú lo has querido —dijo tan tranquilo, encogiéndose de hombros—. Te llamé como cinco veces y no me hacías caso.
—Sí te hice caso, estaba por levantarme —mentí frunciéndole el ceño. Me estrujé el pelo, quitándole el máximo posible de agua. Hice lo mismo con la ropa antes de dirigirme al baño.
—Lo que estabas a un de hacer era volver a dormirte —le oí decir a mis espaldas.
—Que sea la última vez que lo haces —le eché una mirada fulminante sobre mi hombro—. Recoge y limpia el desastre que has hecho.
Le dije lo mismo que todas las anteriores veces que me había hecho lo mismo. Y nunca cumplía con la primera parte.
Después de bañarme y ponerla lavadora, devoré el desayuno que había traído Dani. Sabía como hacer para que se me bajaran los humos y le perdonara, era lo que siempre hacía después de despertarme de ese modo.
—¿Para qué me has despertado tan pronto? —le pregunté mientras le daba sorbos al café.
—Son más de las once de la mañana —rebatió—. Me deberías de agradecer por despertarte, no sé como puedes dormir hasta tan tarde.
—Agradece que no te eche el café en la cara por despertarme de esa manera —dije yo, mirándolo un poco mal.
—Es que, si no te despertaba de esa manera, no habría quien lo hiciera —sonrió de manera inocente. Al ver que le iba a replicar, volvió a hablar la boca—. Vine para ayudarte con el asunto de mañana.
Dejé la taza en la mesa al escucharle. Se me había olvidado por completo ese asunto. Había pasado esos dos días intentando contactar con Edgar y hablando con Milla sobre lo que podría estar pasando para que a ninguna de las dos nos contestase. Me sentía sumamente preocupada y con un poco de miedo.
Era una persona que se montaba un montón de escenarios digno de películas y series por una simple tontería y en esa ocasión no iba a ser de menos. Me daba miedo lo que podría ocurrir porque me imaginaba muchos escenarios donde yo acababa muy mal.
—Eh —chasqueó los dedos Daniel, llamando mi atención—. Se te había olvidado, ¿no? Sé que estás preocupada por la ausencia y silencio de Edgar, pero no creo que pase nada malo, Halana, así que deja de pensar en eso —dijo Daniel, sentándose a mi lado y dándome un apretón en el hombro—. Ahora, lo que hay que hacer es concertarnos en el otro tema; el de chico de la boda incorrecta. Mañana vas a verle y tenemos que pensar en qué hacer, hay que tener planes para las posibles escenas que podrían ocurrir.
—Dani, creo que esta vez no necesitaré ningún plan —dije con una sonrisa de agradecimiento por su apoyo—. Simplemente iré y veré qué es lo que quiere exactamente. Que me explique mejor lo que me pide.
—Vale, lo haremos como tú quieras, pero debemos tener un plan B, plan C, plan D y más por si acaso.
No lo rebatí porque sabía que no serviría de nada. Los planes para él eran sagrados y no iba a conseguir que cambiase de opinión para que lo dejase de hacer.
Así que lo dejé hacer y escuché todo lo que me decía, perdiéndome de vez en cuando en mis propios pensamientos.
Sentía nervios ante el día de mañana. ¿Qué podría salir mal?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro