Oscar no se la estaba pasando bien.

Él tuvo la idea de los papelitos, lo aceptaba, pero eso no significa que los demás tenían que hacerle caso en sus ideas con falta de sueño.

Mirando hacia atrás, podría decir con seguridad que el mejor curso de acción hubiera sido escoger cada uno a la persona con la que se lleva mejor y aferrarse a ella, no importaba si quedaba alguien sin escoger, como en los oscuros tiempos de educación física en el colegio.

— Tú no pasas de aquí. Este es el límite, hombre.

Carlos lo estaba llevando al límite.

Ironicamente.

El piloto de Ferrari había puesto en un fuerte de almohadas en medio de la habitación. Sus maletas ya se encontraban abiertas y desordenadas en lo que parecía la frontera de España y Australia si estos fueran siquiera países vecinos.

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¿En qué momento se acabó toda la botella de fernet?

Esa es una buena pregunta. Lastima que no supiera cómo responderla.

Franco aún se consideraba sobrio. Había tomado algunos vasos, pero su resistencia al alcohol aún seguía intacta desde su adolescencia, lo cual no fue hace mucho.

— Che — Llamó la atención del monegasco — Esta no es nuestra habitación.

— Pero si la puerta está abierta — Las palabras palabras arrastrarás de Charles se le hacían difíciles de entender, más cuando el acento se hizo más marcado por el alcohol.

Sentía la presencia de Fernando atrás suyo, lo confirmó al sentir una maleta chocar en su pierna a gran velocidad.

—¡Auch!

Checo los veía desde la entrada de la habitación, los brazos cruzados y una ceja levantada. No parecía molesto pero sí muy contrariado por la situación.

— Aún ni siquiera anochece. ¿No podían esperar unas horas más para ponerse pedos?

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La señora de la recepción fue bastante amable con él, no tuvo que utilizar su aura de intimidamiento para solucionar el problema.

Le dieron un llave para el cuarto de enfrente por solo unos dólares. No iba a tener que compartir espacio con esos mocosos nunca más.

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